Partida Rol por web

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Los británicos caían bajo la nocividad de los dardos aborígenes, comprendiendo Ulloa que esos malnacidos hijos del diablo, los indios, debían ser aún más esclavizados de cómo estaban, para así tenerlos atados en corto y con el fin de evitar un levantamiento contra cualquier hijo de español. Aquella línea de pensamiento era extensible a los casacas rojas, canallas que asediaban sin piedad Cartagena de Indias, haciendo que Bocagrande fuera invadida e infestada por esos demonios, que se caracterizaban por ausencia de gusto en el paladar, y por el uso de un ridículo lenguaje tan burdo como carente de riqueza léxica.

- Habría que matarlos a todos - Ulloa no dijo más, una suerte pues "Apolo", su recién adquirida mascota, podía tomarse a mal sus más profundos pensamientos.

El plan llevado a cabo en la selva había dado resultado. Quince fueron los soldados que, abatidos, cayeron en las cenagosas aguas. Esos cadáveres convertirían sus cuerpos en el alimento de las alimañas de la región. Un festín macabro que era necesario para conservar las tierras que, por conquista y gloria, le correspondía a España.

- Muchos han huido en pos de una salvación que no les llegará - Aseguró Íñigo a sus nueve aliados y al indio, señalando a continuación los cuerpos de los muertos - ¡Desnudadlos! ¡Pero cuidaos de ser pudorosos! - Y es que no era el momento para vicios, y a falta de una buena hembra toda oquedad tenía el dilema de ser taponada. No es que Ulloa fuera un dechado de virtudes, pero en ese preciso momento de su vida tan solo pensaba en adquirir su más preciado tesoro, honor y libertad. 

Y así fue como los diez de Ulloa y Apolo se vistieron como británicos, sintiendo al ataviarse con aquellas prendas, que hedían como cochinos. En realidad, pudiera ser aquella sensación fruto del barro pestilente de la selva, achacándolo aquellos hombres a la esencia inglesa que tanto detestaban. Pero no había tiempo que perder ni acciones que lamentar, cogieron los fusiles de los caídos y corrieron, como alma que llevaba el diablo, por la peligrosa naturaleza que les rodeaba, cual serpiente observando a los roedores que serían parte de su cena.

Fueron raudos y veloces. No tardaron por ello en tener a tiro a los ingleses que escaparon, y fue sencillo apuntar, aún desde la lejanía, a los que habían huido para preservar su vida. Un disparo, luego otro, y una traca fallera resonaría a continuación, no quedando vivo inglés que tuviera intención de avisar a sus compañeros apostados en la playa. 

- ¿Qué hiciste malnacido? - Ulloa miró a Apolo, el nativo había disparado por error a uno de los presos que ahora luchaba por la gloria de las colonias españolas, arrebatándole la vida - Hideputa - Le dijo Íñigo antes de disparar al indio y acabar con su miserable vida. Ya no tenían un guía para la selva, un mal menor, pues al menos no tendrían que temer tenerle siempre a la espalda. Y como decía el dicho: "Cuando un perro prueba la sangre, se vuelve violento". Quizás ese mismo lema fuera extensible a los aborígenes - Muerto el perro se acabó la rabia. Sigamos adelante, no sea que los ingleses hagan caer San Felipe... Seguro que por el camino se me ocurre un plan...

Y éste podía ser bastante amplio. Habían dado un duro golpe en la selva, pero aún quedaban barcazas en la playa y soldados intentando atacar la plaza. ¿Qué objetivos tendría en mente Íñigo de Ulloa?

Hay que ser audaz. Vestidos como ingleses podéis salir de la selva hacía la playa y capturar uno de los cañones que los ingleses acaban de desembarcar. Uno o dos disparos rápidos y, con suerte, hundir algún navío cercano antes de huir a ocultaros en la selva.

Si ese es tu rumbo ve a la página 2.

Si prefieres infiltrarte entre los ingleses para guiarlos por malos caminos, pasa a la página 8

Se está poniendo oscuro. Algunos de tus hombres podrían lanzar los cadáveres de los ingleses bien rajados a una millas del lugar para atraer a los escualos caso de haberlos. Los demás podéis cargar la pólvora que han traído esos cobardes estirados en troncos bien embreados y al abrigo de la oscuridad os acercáis a nado bien disimulado hasta los navíos más gordos que puedas pescar y les vuelas la carga al ladito de la línea de flotación.

Con suerte mandarías al infierno un par. Quizás tres.

Si decides hacer esta locura, encomiendate a Santa Bárbara y pasa a la página 4

¿Hacer una locura? Esa es la especialidad de Ulloa. ¡Nos vamos a la página 4!

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Mientras el ocaso se abate sobre las olas, has ido rumiando un plan que se filtra con lentitud en tu impetuosa mollera. Tus posibilidades son escasas y lo sabes, pero el plan te sigue pareciendo una genialidad. Te giras hacia tus hombres, que te miran con ese brillo en los ojos que cualquier capitán con un mínimo de sal en la barba sabe identificar como anticipo a un baile de sables sobre cubierta. Lo que les vas a proponer les puede provocar a saltar a tu gaznate... o quizá no. Que de un día para acá parece que el destino ha decidido que no se te toque un pelo del cuerpo.

- He tenido una idea -comienzas, no muy creativamente. Pero el aire se levanta y te mueve los faldones de la camisa. Tu perfil contra los acantilados debe imponer como el de un pirata legendario-. Vamos a coger unos troncos y los vamos a embrear. Tu, Souza, se que eres ducho en esto. Que queden bien estancos. Ni una miaja gota quiero dentro y los quiero flotando en el agua tan pronto la noche se termine de cerrar. Tranquilo, que el viaje será corto. Me vale con que aguanten un par de horas.

- ¿Pa'que quieres los troncos si tenemos las canoas? -pregunta Leandro el desdentao. 

- No quiero canoas porque harían ruido y son muy grandes. Me quiero acercar a los ideputas sin que nos vean y sin que sospechen. Iremos agarrados a los troncos, con la cabeza apenas fuera del agua.

Es el momento. Les explicas tu plan. Puede que te empujen por el acantilado y aquí se acaben tus andanzas... o puede...

Los hombres se miran entre ellos a la tenue luz de las brasas de una hoguera cercana y ves un destello fiero originarse en Leandro y transmitirse de un malnacido a otro. Las risas les siguen, bocas abiertas como cavernas podridas con una piedra aquí y otra allá, ruidosas como rugidos de bestias.

- Estas más loco de lo que parece, Ulloa. Si salimos de esta me enrolo contigo, grandísimo cabrón.

Sonríes satisfecho. Nadie ve el sudor que escurre por tu frente. Y es que ocurre que todos esos malnacidos que tienes a tu cargo están tan locos como tu. Quieren hacerlo, quieren sobrevivir y sobre todo... quieren contarlo en una taberna hasta que la lengua se les caiga de la boca.

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Souza ha cumplido. Los ahuevaos que no saben nadar han quedado encargados de sembrar de ingleses muertos una bahía donde las aguas se mueven con fuerza, no lejos de allí. Se han llevado los cadáveres en una carreta requisada, tirada por una mula vieja, pero será suficiente. 

- A'mas, aquí no hay tiburones. En esta época del año no -dice Marcial, un borrachín y cocinero, que mató en su vida más gente con sus guisos que con la espada.

Os metéis en el agua, cuatro hombres por tronco, a un total de dos. No hubo material para un tercero y es una pena. Ahora toca nadar, y la mar en calma parece un signo de que los cielos prefieren tu rezos a los enemigos.

- Muchachos... mirad el mar, mirad el cielo. El Señor quiere que nos carguemos a esos cabrones. El más cabrón de los españoles es mejor que el más santurrón de los ingleses a los ojos de Dios. Esos chupapollas por no reconocer no reconocen ni la Virginidad de Nuestra Señora de los Cielos. Y eso es porque no hay inglesa que no sea más puta que las gallinas.

Los hombres ríen la chanza mientras bracean. Todos vais atados a sogas por la cintura. y arrastráis los troncos con soltura. Las manchas que flotan en la bahía se van haciendo poco a poco más grandes. Pero es la noche tan cerrada que no tienes ni idea de que navíos son.

- Ahora ya no se habla. Todos como tumbas. Nos comunicaremos por signos.

Y seguís avanzando. Tienes dos troncos llenos de pólvora y metralla listos para hundir dos navíos. Tu instinto te pide ir a por el más grande, pero puedes estar volando solo un mercancías. Hay que hundir un barco importante.

Y también hay que volver claro.

Si vas hacia aquellos barcos de allí, los que aún de noche siguen bombardeando el fuerte, pasa a la página 18

La valentía es una virtud, pero hay que mantenerse con vida para seguir acosando a los ingleses.

Si decides llegar hasta el más cercano a la costa (para facilitar la huida) y  volarlo ve a la página 22.

También existe la opción de reventar el barco más alejado de la costa, lo que puede hacer pensar al enemigo que vienen refuerzos por la espalda, para que así dejen de bombardear la bahía. Pero claro, lo difícil podría ser regresar vivos a tierra firme... Ve a la página 121.

En situaciones como estas hay que ser prácticos. Los barcos que siguen atacando son los que mas ruido tienen a su alrededor y los que menos fácil tendrán darse cuenta de que nos acercamos. 

Nos vamos a la pagina 18

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Haces señas a tus compañeros para aproximarse a dos de los barcos que están bombardeando el fuerte. Se acercan desde el lado contrario a donde esos malparidos estan sirviendo a sus cañones. Lo hacen nadando en completo silencio, aunque no es necesario, porque esos engreídos creen que ya han ganado la batalla y han olvidado las guardias.

Ubican un tronco contra el casco de una de las naves mientras otro grupo coloca el otro contra la siguiente.

Empiezas a golpear el pedernal y saltan abundantes chispas, pero la yesca que inicia la mecha está mojada y no quiere encender. Haces muchos desesperados intentos mientras tus camaradas te piden que te apures, hasta que una gran explosión os interrumpe. El tronco del otro grupo ya ha estallado y un gran boquete a estribor hunde rápidamente a aquel barco.

Se oyen gritos y corridas y pronto el mar está lleno de ingleses, algunos en botes salvavidas, algunos nadando y otros ahogándose

Pero tu grupo no ha logrado encender la mecha aún, y los ingleses en cubierta podrían descubriros de un momento al otro. ¿Qué harás?

Sigue intentándolo, la yesca está a punto de encenderse, ahora no puedes echarte para atrás. Pasa a la página 66

Huyes hacia la costa bajo el grito: ¡El último es un inglés!. Nunca se dijo que Ulloa fuera un suicida en potencia y el instinto de supervivencia te supera.

Ve a la página 202

¿Que coño? Con toda esta turbamulta seguro que si trepais por la cadena del ancla no se enteran. Adentro les podemos volar la Santa Bárbara. Eso sí va a ser espectacular.

Si quieres que la dirección de esta película pase a manos de Michael Bay, pasa a la página 16.

Y de paso completamos el set de números chungos.

Namaste...

Si 65 intentos de encenderla han fallado ya, quizá la sexuagesimasexta sea la vencida. Vamos a la página 66

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La otra carga ya ha estallado, y en la cubierta dos malditos ingleses comienzan a darse cuenta que algo está pasando a su alrededor y cada vez hay más de ellos en cubierta. Como alma que lleva el diablo sigues raspando el pedernal, pero las pequeñas chispas que salen de él no son capaces de prender la mecha.

De repente oyes ese idioma de mierda justo sobre vuestras cabezas, maldición, habéis sido descubiertos. Confías que quien lo haya hecho sea un grumete que no tenga un arma de fuego a mano, pero sabes que alguien pronto pondrá remedio y estaréis bajo fuego de mosquete.

Un último intento antes de huir y confiar en la oscuridad de la noche. Con brío raspas nuevamente la piedra produciendo chispas, que esta vez sí consiguen prender su objetivo. Un ligero humo empieza a salir, pero no hay tiempo de alegría pues, como esperabas, balas de mosquete empiezan a silbar a vuestro alrededor.

- Nadad por vuestras vidas.-

Cuatro breves palabras pero tus hombres saben qué hacer. Os alejáis a nado mientras los proyectiles continúan silbando. El fuego de la otra explosión ilumina el aire y la esperanza de la oscuridad se ha desvanecido, al menos hasta que os separéis los suficientes metros.

Los segundos pasan, cada vez que oyes la detonación de un mosquete piensas que pronto sentiras la quemadura en alguna extremidad y será el fin, pero por suerte no ocurre nada. Vais a conseguirlo, pronto estaréis lejos y a salvo cuando un grito de dolor llega a tus oídos.

José Vargas, el gaditano regordete, que amenizaba los ratos muertos con sus chistes y chanzas chapotea en mitad de un charco de su propia sangre. A primera vista no parece tener muy buena pinta pues aún falta para que alcancéis tierra y aunque lo hicierais hay mucha sangre en el agua y eso nunca es buena señal.

- ¡BUUM!-

La carga ha estallado, y ves un enorme boquete en el barco y como los perros ingleses dejan de dispararos. Esos hijos de puta tienen ahora mejores cosas que hacer.

¿Cuales serán tus siguientes acciones?

Si golpeas a Vargas para que no pueda nadar tras de ti... quiero decir para acortarle el sufrimiento... y para que haga de sebo para tiburones que cubra tu retirada si los cadáveres ingleses tirados más temprano no fueran suficiente, pasa a la página 17

Pero, ¿cómo vas a dejar a Vargas tirado y desangrándose en medio del mar? No porque realmente te importe el desgraciado, pues seguro que el malnacido se muere cuando lleguéis a la orilla. Lo que realmente preocupa es que tus otros acompañantes dejen de confiar en ti. Si eso sucede Ulloa, pueden matarte por la espalda. Un buen líder es aquel que vende humo y encima, se lo compran. 

Hay que sacar a Vargas del mar y una vez en tierra, convencer a los demás de que eres un héroe. Una charla motivadora sí, que sigan confiando en ti.

Ve a la página 212

Los castellanos podemos ser muchas cosas, pero no somos unos perros que dejan a los suyos detras. Si hicieramos eso, más nos valdría apostatar y meternos una bandera inglesa por el culo. Vargas podrá ser molesto, puede ser un ideputa. Pero es tu ideputa. Ha nadado hasta ese lugar, echandole dos huevos y no se a acojonado. 

¿Donde estan los tuyos, Ulloa? ¿Y tus huevos?

Haces una seña a los compañeros. A lo mejor con todo el pifostio que se ha montado, puedes hacer volcar una de las barcas de los supervivientes y usarla para llevar con vosotros a Vargas. Si se ha de morir, que el Señor lo juzgue y que le sea clemente, más teniendo en cuenta que muere defendiendo el Reino que protege la fe frente a los herejes. Y si se muere, le dareis cristiana sepultura, como es debido.

Si decides que se ve menos que en el culo de una pulga a media noche en una cueva y que es el momento para robar un bote, pasa a la página 100.

Vamos a por ese bote con el que sacar a Vargas del agua.

Voy a la página 100.