Partida Rol por web

Pablo hace arde de su experiencia con el cayado atrapando animales e intenta hacerlo tropezar... Una lástima que no logro tener mucho éxito con su maniobra, quedando como un ridículo mientras movía el palo entre las piernas de su oponente.

Turno 1:

Como si de un ritual infame se tratara, un fuego comenzó a levantarse de uno de los bancos; era un fuego espontáneo, que a priori nada tenía que ver con Eleazar y aquellos maleantes de ropas albinas. Al principio fueron unas lenguas pequeñas sobre el banco, las cuales comenzaron, poco a poco, a calcinar la madera sobre las que se sostenían y bamboleaban...

Pablo trató de trastabillar al enemigo ahora frente así, pero su bastón no logró acertar donde quería. El encapuchado blanco, trató de reaccionar, y su cuchillada fue lejos de donde tenía pensado (que no era sino la carne del pastor).

De la misma manera, Julia trató de acuchillar a su rival, como así hizo. El tipo gimió al ver ahora el cuchillo de la curandera ser introducido y sacado, en cuestión de segundos, en su pierna... 

(Daño a Enemigo de Julia): 4 (-1 por ropas gruesas)(/2 por pierna): 2 puntos.

Sin embargo, al tratar de parar el golpe no pudo hacer nada sino resbalar delante de su rival y, acto seguido el tipo le devolvió la agresión de la misma manera: La mujer gritó al ver el corte que el cuchillo enemigo le había propiciado:

Daño (a Julia): 7 (-1 por ropas gruesas)(/2 por pierna): 3 puntos.

Tras ello, la mujer resbaló*, quedando trastabillada en el suelo, delante de su agresor. Fue entonces que Ignacio tensó el arco y disparó a su rival, sin acercarse aún, y con ello pudo acertar en un brazo a su rival, rozándole con el virote, haciendo que la flecha no se internarse en la carne.

Daño (a Enemigo de Ignacio):  4 (-1 por ropas gruesas)(/2 por pierna): 2 puntos.

Acto seguido Ignacio recargó su flecha, y el tipo sólo pudo seguir corriendo hacia él, cuchillo en mano, tratando de llegar hasta el cazador cuanto antes. Acto seguido, Eleazar, allí colocado en el altar, degolló a uno de los presos desnudos, y su mano se manchó de sangre... Entonces fue a por otro**...

Aquel asunto no había comenzado de la mejor de las maneras, Julia había caído, y a Pablo y el tampoco les había ido demasiado bien. Además se estaba iniciando un incendio, y el malvado judío había matado a uno de los rehenes. 

Pero no tenía mucho tiempo para pensar en nada que no fuese defenderse del enemigo que se le venía encima. Ahora lo tenía casi a su lado. Así que apuntó y trató de hacerle una buena avería antes de que le atacase. En función de como le fuesen las cosas, tal vez podría disparar más adelante contra el maldito Eleazar, pero no en aquellos complicados momentos. 

 Pablo no podía creer su suerte, miraba orgulloso con una sonrisa, ignorando por completo que su pelea parecía la incómoda pelea ebrios inválidos en una taberna.

 Con sus ojos llenos de euforia intenta recordar las veces que peleaba con sus hermanos (y a veces con las cabras) lanzándose contra el enemigo para acortar mientras se cobre con su cayado.

Me enfrenté con valentía a aquel zopenco, pero la zopenca iba a ser yo finalmente. Logré pincharle en una pierna, pero a costa de caerme. Cuando me tropecé, extendí el filo y se clavó casi sin querer queriendo en la pierna de mi adversario. Este, me enchufó suna buena, sin mucho esfuerzo. Estando a su merced, poco iba a durar, así que intenté levantarme y volver a pincharle de nuevo. Los gritos, golpes, el olor a sangre y a quemado... todo formaba una atmósfera caótica a nuestro alrededor.

Turno 2:

Recordando aquellas peleas a la suya infancia, Pablo fue el primero en actuar, y entonces corrió con el cayado en la mano para colocarse cerca de aquel tipo; éste trató de propinarle una cuchillada, pero la detuvo sin problemas el pastor, dando muestras de manear aquel instrumento con suma precision.

Fue entonces que andúvose Ignacio, con la flecha recargada, presto para apuntar de nuevo al infame encapuchado que tenía delante. Ocurrió que, como si de una maldita y aberrante casualidad se tratase, la flecha disparada por el cazador fue disparada absolutamente mal, y ésta viajó hacia el ábside lugar donde estaba Eleazar cuchillo en mano... sin embargo, en vez de acertar de pura y fatídica casualidad en el judío, el virote se clavo en... uno de los apresados desnudos, justo en la suya garganta... Éste murió en el acto, y tal vez ni tan siquiere haciéndolo a posta hubiérase conseguido*. Entonces el rival de Ignacio trató de asestarle duelo con su acero, justo mientras estaba éste recargando otra flecha. El cazador, entonces, sintió el metal cortar su pecho, lugar donde le había asestado el corte su rival:

Daño (a Ignacio): 8 (sin protección en pecho) (/2 por ataque preciso): 4 puntos de daño.

A la par que ambos dos, Julia trato de levantarse, pero el tipo, viéndola aún con las piernas flexionadas, le endosó una SEVERÍSIMA** puñalada a la curandera en uno de sus brazo, lo cual no pudo ni siquiera detener. El grito de Julia se escuchó y resonó en toda la iglesia.

Daño (a Julia): Crítico (daño máximo e ignora armadura): 10 (/2 por brazo): 5 puntos de daño.

Trató pues ésta de devolverle la cuchillada, una vez levantada, pero el filo de la curandera cortó el aire.

Por su parte, ocurrían un trío de cosas más, dignas de ser contadas:

La primera que los secuaces de don Lope, luchaban con fervor, tal y como vosotros. Aquellos fanáticos de capuchas y capas blancas los encaraban. Dos de los secuaces lograron acuchillar a sus respectivos rivales. Por su parte, don Lope forcejeaba con su riva, un hombre de cabellos largos, cuyo rostro estaba ya descubierto por la refriega.

Lo segundo es que, como ya saben, un inocente había sido asesinado por Ignacio, y otro por Eleazar, cuchillo en mano. Ahora el judío levanto la mano clavó el filo en la garganta de otro, hiriéndole de muerte en el acto. El judía se relamía el sudor y las babas de su cara y boca con su lengua, y la sangre de los inocentes era impregnada en su piel y holgadas prendas. 

¡Te convoco! ¡Ya estás cerca de mí, AGALIAREPTH! -gritaba-. ¡¡PRONTO SERÉ ALGUIEN ANTE TUS OJOS!!

Y los tercero, y no menos importante era que, detrás de vosotros, comenzásteis a notar un calor... de cierta severidad. El fuego espontáneo que se había formado en un par de focos en los bancos de la iglesia eran ahora un par de focos de dos metros de altura cada uno, que consumía con fiereza el mobiliario de los fieles. Había que tener cuidado, pues había muchos bancos en tal gran iglesia, y justo entre la batalla y la salida estaban todos ellos...

Pablo a unos centímetros del cultista loco con el cuchillo se acerca para empujarlo con toda la fuerza que tiene a la par que se protege con tu cayado de confianza.

No podía creer lo que le había pasado, no tan solo había fallado su ataque, sino que este había acabado con un pobre inocente. Otro pecado por el que tendría que pedir perdón. Noto como el cuchillo de su enemigo se abría paso y le ocasionaba una fea herida por la que mano abundantemente. 

Disparó a bocajarro otra flecha, tenía que acertarle y para aquel disparate.

El corte fue profundo y doloroso. Miré a mi adversario y nada vi en su tapado rostro. La luz de las llamas se reflejaba en los filos de las armas y el jaleo de alrededor copaba mis sentidos. Ya en pie, con el brazo medio inutilizado, traté de acabar con aquel malnacido, aún a riesgo de perder mi vida.

Turno 3:

Teniendo Pablo su cayado entre ambas manos, empujón sin soltarlo a su rival. Éste agarró un instante el cayado para tratar de frenarlo, por lo que el pastor no pudo echarle al suelo, tal y como prentendía*, pues la fuerza que presentó parecía mayor, en ese instante, que la de Pablo. Tan cerca estaba el rival del pastor de éste que trató a su vez de clavar su cuchillo en el pecho; Dios quiso que Pablo interpusiera el cayado entre las intenciones del vil encapuchado y él.

Mientras tanto, Ignacio, quien había tensado un segundo antes otra flecha, disparó a bocajarro a su rival, clavándole una flecha en el pecho. Ésta se incrustó debajo del hombro.

Daño (a rival Ignacio): 6 (-1 por ropas gruesas): 5 puntos de daño

Fruto del dolor, trató el suyo rival de acuchillarle, pero sin éxito.

De la misma manera, Julia y su atacante estaban enzarzados en tratar de matar el uno a la otra; sin embargo la curandera se adelantó y le clavó su cuchillo en la pierna, y éste exhaló un tremendo grito de dolor...

Daño (a rival Julia): 10 (-1 por ropas gruesa) (/2 por pierna): 5 puntos de daño.

Fue entonces cuando dos de ellos comenzaron a huir, concretamente los rivales que cargaron contra Julia y contra Ignacio, pues estaban tremendamente heridos. Eleazar se agachó de nuevo, colocó un cuchillo en la garganta de uno e los malogrados apresados y levantó la hoja degollando al mismo....

¡AGALIAREPTH! ¡AGALIAREPTH! ¡MANIFIÉSSSSTATEEE! -gritaba el judío matando a diestro y siniestro junto al altar-.

Detrás de vosotros el fuego se levantó raudo y fuerte. Las dos lenguas eran ahora una sola, ¡una muy grande! Vuestra espalda sentía un inmenso calor, y la luz cálida y anaranjada de la gran hoguera de bancos iluminaba los techos, paredes y columnas del templo, también las pocas imágenes cristianas que allí había. El apenas perceptible humo inicial de las lenguas de fuego se convirtió ahora en una humareda negra**, que comenzásteis a acusar en vuestras gargantas...

Esta vez fui más veloz que mi contrincante y le clavé el cuchillo bien profundo en la pierna. Este, herido, amagaba por salir pitando de la iglesia, que empezaba a arder descontroladamente. ¿Me había pasado? No lo sabría hasta que todo esto finalizara. Traté de respirar aire limpio, pero olía a quemado y el humo me hacía toser. Dejé que el malhechor huyera y, renqueante, porque estaba muy malherida, avancé hacia Eleazar para intentar detenerle. No permitiría que rajara como a cerdos a más gente inocente. Sostuve el cuchillo con firmeza en la mano derecha para darle una punzada al maldito judío en cuanto llegara a él.

En aquella ocasión, la fortuna estuvo de su parte y no erro el flechazo. El sicario con una grave herida comenzó la huida, y el no perdería más tiempo con el. Las llamas habían crecido y aquello se estaba convirtiendo en un horno, si tardaban mucho corrían el riesgo de morir ahogados, abrasados o quedar allí mismo sepultados si el viejo templo se les venía encima.

Y para empeorar aun más las cosas, el maldito judío estaba acabando con todos los rehenes y terminado la invocación de algún demonio de los avernos. Sin enemigo que amenazase su vida, su intención era tratar de detener al judío, tratar de evitar que terminase lo que fuera que estuviese haciendo, que desde luego no era nada bueno.

Y tosiendo por el humo, trato de alertar al resto.-Hay que acabar con Eleazar antes de que finalice lo que esta haciendo, hay que impedírselo y hacerlo ya.-

Y con todo el cuidado que pudo, para lo que hacía falta calmarse un poco, apunto al judío, con urgencia pero cuidadoso de no darle a Julia, que se había lanzado contra el malhechor.

 Pablo muestra tristeza en su rostro al ver el penoso acto que ha estado mostrando. Al ver la agresividad de su oponente busca desesperadamente evitar el daño.

Turno 4:

Mientras que los dos enemigos que peleaban contra Ignacio y Julia marcharon como ratas sobre barco zozobrante, Pablo trató de esquivar el ataque de las dos cuchilladas que le dedicó su contrincante. Y así fue. Parecía el pastor hecho a aquellas lides, tal vez a la fuerza, y pudo evitar los fieros daños.

Mientras tanto, Julia echó a correr, cuchillo en mano, hacia el judío también. No quería la curandera que ninguno de los dos malogrados que aún quedaban con vida pereciesen. En tanto así, también se acercó un poco Ignacio, con otra flecha en su arco, y le disparó. Una tímida flecha le rozó el vientre por un costado, haciéndole una herida menor.

Daño (a Eleazar): 2 (sin protección): 2 puntos.

Ante ésto, el judío se giró tras el altar, y miró a Julia que estaba corriendo hacia él. También a Ignacio, quien había disparado a su ser. Aún con cierta distancia de ellos, pasó por el cuchíllo al penúltimo de los dos apresados, quedando ahora sólo uno con vida.

¡No me detendréis! ¡Seré dueño de esta ciudad! ¡Seré un pupilo del Vencedor flamígero! -gritó el judío, embadurnada cara, brazos y manos de sangre ajena-. Y cuando el cadáver del maniatado cayó al suelo, unas chispas comenzaron a emanar en el aire. Unos jirones de luz aparecieron tras las chicas, y en el aire se materializó unas lengüitas de fuego, como la antesala de un chisporroteo de luz... ¿Estaría el demonio a punto de invocarse?

Para más inri, las llamas a vuestras espaldas crecieron bastante, y el humo salido de ellas era tal vez demasiado.

Un grito ahogado se escuchó en un lateral. Era don Lope, quien, en esos momentos, había sido atravesado por un cuchillo en alguna parte de su cuerpo.

¡Estúpida! -gritó Eleazar a Julia, la primera que se aproximaba a él-. ¡Moriréis todos! -entonces, en vez de acuchillar al siguiente, tomó entre sus manos una bolsita, que tenía colgada al cuello, y la apuntó hacia la mujer. ¡¡Ex opere malignorum, paralyticus es in poena!! -añadió a voz limpia, sin dejar de mirar a Julia, detrás del altar sagrado de la iglesia-.

Aquel maldito judío salió muy bien parado de la flecha, ya que esta, tan solo rozó su cuerpo. El malvado acabó con la vida de otro de los rehenes, y ya tan solo quedaba uno atado. Aquello fue un impulso a la convocación que estaba realizando, daba la impresión de que el mismísimo demonio aparecería en cualquier momento. 

El fuego y el humo eran cada vez mayores y amenazaban con acabar con todos ellos, quedando sepultados en aquel santo lugar, que tan profundamente estaba siendo profanado.

Cargo una nueva flecha y volvió a disparar contra Eleazar, el responsable de todo aquello, y que parecía querer embrujar a Julia, que valientemente había llegado hasta el. 

En esta ocasión el humo presente en la iglesia, le hizo toser y hasta casi marearse, le costaba respirar. Tenían que terminar pronto con aquello, evitar que invocase al demonio y salir fuera, o moriría en aquel lugar. 

 Pablo al ver a sus compañeros heridos peleando con el brujo estafador y comprarlo con su triste y penosa situación. Se aferra a su cayado para protegerse e intenta empujar a su oponente.

Hubo Pablo de esquivar el ataque del rival, interponer el suyo cayado para parar el ataque (que hizo de forma magistral), y justo después tumbó al misom al suelo. Lo empujó y cayó a sus pies, y ahora lo tenía a su merced.

De la misma manera, Ignacio tensó una flecha, disparó a Eleazar y consiguió alcanzarle, justo en la pierna:

Daño (a Eleazar): 5 (sin protección) (/2 por pierna): 3 puntos de daño.

El humo llegaba a vuestras fosas, el fuego os quemaba ya las espaldas, y las chispas azuladas que aparecían en el aire, cada vez que gritaba el mago judío, caldeaban el ambiente.

No hizo Julia sino atacar un par de veces al mago, pues era ella quien estaba más cerca de él.

Daño (a Eleazar): 9 (sin protección): 9 puntos de daño.

Julia le embistió con el acero por delante, y una de las veces la hoja atravesó su pecho. Luego la hoja salió rápido y el mago se miró la herida, de la cual comenzaba ahora a borbotear sangre. Sin embargo, no bajó el brazo que sujetaba la bolsita que apuntaba hacia la curandera.

¡Ex ope... opere malignor... malignorum... paraly.. lyt... ugh! -Eleazar se arodilló un instante, sorbido por el dolor de la punzada de Julia, no pudiendo pronunciar más palabras latinas, y así, no pudo lanzar el hechizo. ¡Maldita mujer! -le gritó-, Te... ¡MATARÉ! -sacó entonces el judío una daga, y con ello quiso atacar a la curandera-.

Horrorizada, vi cómo el malvado judío degollaba a una nueva víctima. Padecía algún tipo de locura, ya que gritaba cosas incoherentes. Quería invocar a un demonio, o eso aparentaba hacer. Algo extraño cambió en el ambiente, ya que unas lenguas de fuego aparecieron en el aire, con chispas revoloteando alrededor. Avancé hacia Eleazar corriendo, mientras este parecía echarme algún tipo de maldición. Cuando llegué a su lado, traté de ensartarle con mi cuchillo.

-"¡Para toda esta locura, maldito! ¡Asesino!" Le grité.

Vísteis pues que el fuego se extendía detrás de vosotros, más y más.

La piedra de las columnas y paredes del santo templo se ennegrecía por momentos, y el humo era cada vez más asfixiante. El calor comenzó a invadiros a vuestras espaldas. Fue entonces cuando os dísteis cuenta de la situación en la iglesia: Varios encapuchados muertos, varios secuaces de Lope de igual forma; Otros, de uno y otro bando, habían escapado hacía ya varios segundos, tratando de escapar del fuego, la maldad o el humo allí acumulados. Tan sólo quedaba don Lope allí presente, con suficiente vida como para gesticular palabra.

Sin embargo, se recostó sobre las escaleras que subían al ábside: estaba herido y se llevó la mano al pecho. Su espada yacía en el suelo ensangrentada con el líquido rojo de sus rivales. A él, también, le habían dado una fiera puñada. Y vuestra vista volvió al fuego... ¡¡¡Un infernal fuego provocado Dios sabía debido a qué y que ahora también atraía casi toda vuestra atención**!!!

El combate no estaba terminado, a pesar de sus esfuerzos y los de Julia, Eleazar aun estaba en pie. Don Lope había caído, y el humo poco más le permitía ver. Pero el calor a sus espaldas le alertó. Estaban a punto de ser devorados por las llamas. Tenían que salir de allí, y hacerlo ya o morirían en aquella iglesia.

La visión del fuego, nublo su entendimiento, y tan solo quería salir corriendo de allí. Pero mantuvo la calma y busco cuales podían ser las mejores vías de escape. No había muchas, pero por suerte el fuego aun no lo cubría todo.

-No tenemos tiempo. Tenemos que salir de aquí o moriremos todos quedamos. ¡Corred vámonos fuera!- Le habría gustado quedarse para ayudar al resto, así como a Don Lope, pero la visión del fuego lamiendo sus ropas, fue superior a sus fuerzas, no pudo superar su miedo al fuego, y salió corriendo para alcanzar cuanto antes la calle. 

Una vez fuera, trataría de localizar al judío y dispararle para acabar con el. Pero en aquellas circunstancias seguir ignorando al fuego no era posible. Su calor y el humo acabarían con ellos, de no hacerlo antes un derrumbe o las propias llamas.