Partida Rol por web

Pablo e acerco al hombre con el cual se sentía algo mas cómodo que entre judíos y mercaderes.

-Buenas buen hombre, el joven chico nos dijo que podría ayudarnos a encontrar a un judío de nombre Eleazar ben Jonás a cambio de comida y algunas monedas.

El chico les guio hasta una casa medio derruida, en la cual vivía un hombre que debería ser pobre de solemnidad. Sin apenas nada más que algunos harapos por ropas, probablemente viviendo de la mendicidad. Pero su forma de hablar, indicaba que estaba bien cuerdo, tal vez les podría ser de ayuda. 

Poco más se podía aportar a la información que Pablo le dio a aquel hombre, pero si un detalle que tal vez le sirviese para identificar mejor al judío que buscaban.

-Este judío lleva poco tiempo en la ciudad, y al parecer esta relacionado con algunas brujerías. Tal vez haya usted oído hablar de el, y pueda ayudarnos a dar con su paradero. Sin duda, que le recompensaremos adecuadamente, eso no lo dude.- Y tocaba esperar, a ver si con un poco de suerte les podían poner tras la pista del judío. 

El joven ladronzuelo nos llevó por callejuelas hasta llegar a la casa de un tipo que tenía el mismo aspecto harapiento que el muchacho. Me sorprendió que fuera tan educado, dado que estas gentes solían ser rateros sin escrúpulos que usaban a su conveniencia a los críos descarriados. Pero hete aquí que había uno que parecía que no era así...

-" Buenos días, soy Julia. Y mis desconsiderados compañeros son Pablo e Ignacio. Mi señor que anda atrás es don Lope. Como ha referido Pablo, andamos buscando a un judío llamado Eleazar, que todo apunta a que se dedica a la brujería. Vuestro pequeño amigo nos está ayudando en esta tarea, dado que conoce bien la zona." Dije en tono alegre. " Y no, no nos ha dicho nada él sobre este asunto. Mi amigo Pablo a veces confunde términos; ya sabemos que es MUDO el zagal."

-Buenas buen hombre, el joven chico nos dijo que podría ayudarnos a encontrar a un judío de nombre Eleazar ben Jonás a cambio de comida y algunas monedas.

Aquel hombre levantó un poco las cejas, pero entendió lo que Pablo quería decir. Escuchó las respuestas que le dísteis todos, y miró a don Lope, detrás de vosotros, apretando lo suyos dientes.

Hola... -añadió él, en respuesta-. Vaya..., parece, señores -aunque también miró a Julia-, que no sois los únicos que buscan a ese judío. Esta ciudad es grande, pero se escucha de todo y a todas horas. Y más desde los últimos acontecimientos... -pareció pensar algo, pero se contuvo. Luego retomó la conversación-. Si quieren saber algo vayan por la puerta sur, muy cerca de aquí... A extramuros está la iglesia de Santiago, entre la ciudad y el puente romano... El párroco de esa iglesia, don Pedro, sabes más de ese tal judío -miró a un lado y a otro de aquel humilde barrio-. Ahora tendrán que cumplir con Juan... -el muchacho os miraba con la mano extendida, esperando unas monedas-.

Al parecer no eran los únicos que buscaban al judío, pero aquel hombre tampoco les dio demasiada información, saltaba a la vista que se estaba conteniendo, que sabía mucho más de lo que contaba.

-No se preocupe señor, que cumpliremos con lo acordado con el chico. Pero si que nos haría un favor, y aumentaría nuestra generosidad, si nos diese más detalles. ¿Qué últimos acontecimientos son esos de los que hablo? ¿Y qué otra gente anda tras los pasos del judío? Piense usted que somos recién llegados a la ciudad y todo lo desconocemos.- No confiaba en que les aportará mucho más a lo que les había contado, pero el le recompensaría con unas monedas, si era más elocuente y no les iba soltando la información de forma tan escueta y racionada. 

Interesante fue la respuesta de aquel hombre. No solo nos dio información sobre una persona que sí sabía cosas sobre Eleazar, sino que además nos dijo que había más gente buscándole. Lo de los acontecimientos me intrigó sobremanera. Dejé que los demás preguntaran, que al final yo era una mujer y pareciera que fuera la madre de estos fulanos. Me eché a un lado y abrí bien los oídos.

-"Sí, por favor, ¿a qué acontecimientos se refiere?"

Otras gentes... no lo sé, señor -respondió a Ignacio-. Es lo que oigo aquí y allá... A Julia ni tan siquiera le dijo más. Juan, pórtate bien con estos señores ¿eh?

El muchacho asintió sin dejar de extender la mano hacia vosotros.

Con Dios... -y el tipo se metió de nuevo en aquella ruinosa vivienda, cerrando la puerta-. ¿Habría dicho más de lo que debía o no todo lo que sabía?

Estaba claro que nuestro próximo destino era la iglesia de Santiago para hablar con el párroco Pedro, el cual parecía saber más acerca del paradero de Eleazar. Me giré pensativa y di unos pasos hacia el lado contrario de donde estaba momentos antes el vagabundo. El zagal nos acompañaría hasta allí; a decir verdad, nos haría de guía por la ciudad.

-"Creo que la mejor opción es ir a esa iglesia y hablar con el párroco." Les comenté a los demás.

Pensaba quién más buscaba al judío y de qué tipo de sucesos hablaba el hombre.

No habían estado acertados con la conversación, y a Nacho no le quedaba ni la menor duda, de que aquel tipo no les había contado todo lo que sabía del dichoso judío. Pero al menos tenían lo necesario para continuar su búsqueda.

Preocupado por lo que no sabían, y que podían ser muchas e importantes cosas, separó las monedas y pago al joven.

-Toma muchacho, usa estas monedas para comer.- Tras lo que dijo al resto. -Si, vayamos a esa iglesia de Santiago, a ver que es lo que podemos averiguar.-  

En aquellos momentos tampoco podrían hacer otra cosa, a ver si tenían suerte y encontraban una pista del paradero del judío, o incluso se encontraban con este. Respecto al jovenzuelo, no le importaba si quería seguirles, o si una vez cobrada su tarea, decidía largarse por los callejones de la ciudad. 

Pablo mira el joven feliz con su paga alejarse.

-No se que tan seguro sea confiar en ese hombre pero no creo que un hombre de dios nos lo entregue por las buenas, pero imagino que tenemos pocas opciones.

Salístes de aquel barrio de curtidores, y en tal pequeño paseo os acompañó el muchacho, que tenía por nombre Juan, una vez que hubo guardado los dineros. Atravesásteis junto al convento de los Mercedarios, donde se veían algunos monjes entrando y saliendo del templo; tras cruzar la plaza del Puente, salísteis por la puerta sur de la ciudad, atravesando la muralla. Unos cuarenta pasos más allá (unos cinco minutos desde que partísteis), llegásteis a la iglesia de Santiago.

Se trataba de un antiguo templo mozárabe, construido en ladrillo y bloques de piedra grandiosos, con varios tejados a dos aguas, y podían verse por fuera los espacios de tres ábsides, enlucidos por fuera y calzados con obra de sillería. Había bonitas cornisas y ornamentaciones por fuera. Por otro lado, vísteis que estaba concurrido aquel lugar, pero era por los peregrinos que iban y venían por allí, siendo lugar de paso. Seguramente aquel templo acogiera a algunos de éstos. Don Lope miró aquel templo, esperando alguna respuesta fiable de dónde pudiera estar el que engañó al suyo buen padre.

No tardásteis en ver divisar una figura ensotanada, con hábitos clericales, charlando con algunos peregrinos, e interesándose por ellos a las puertas de la misma iglesia.

El pequeño Juan señaló la iglesia, os miró una última vez y echó a correr, perdiéndose de nuevo puertas adentro de la ciudad.

No tardaron mucho en llegar hasta la iglesia, no había pérdida posible y con la ayuda de Juan, aun menos. Al llegar, el párroco estaba hablando con algunos peregrinos. -Acerquémonos, y escuchemos la conversación. Tal vez luego se de un momento adecuado, en el que podamos hablar a solas con el párroco.- 

Y era a solas, cuando podrían preguntar por el judío, sin que nadie les escuchase, que no era cuestión de que toda la ciudad de Salamanca lo supiera. Así que de forma discreta, se acercó, y trató de escuchar la conversación, así como de hacerse una idea de que tipo de persona era aquel sacerdote. 

Con la ayuda del zagal, llegamos a la primera a aquella iglesia, sin dar rodeos. En la entrada del templo parecía estar un cura o eso me pareció, ya que vestía como un cuervo. Miré a Juan cuando corrió de vuelta a los oscuros callejones de la ciudad. Pobrecillo, le esperaba una vida dura.

-"Sí, acerquémonos y veamos qué cotorrea el párroco, que creo que es aquel de allí que está con los peregrinos." Le contesté a Ignacio.

Avancé despacio hacia allí, detrás de los dos hombres y al lado de don Lope.

Pablo siguió al grupo dentro de esa iglesia concurrida.

-Por que hay tanta gente en este lugar? que están haciendo aquí?

Miro a todas esas gentes buscando que hacen en ese lugar.

Pablo se cercioró de lo que hacían esas gentes allí. Mendigar, pedir auxilio a la Iglesia y aprovecharse del altruismo que se practicaba en aquella iglesia, junto al Tormes. Seguramente daban comida, algo de ropa y cobijo en aquel templo. Así lo atestiguó con sus gestos aquel párroco, al que os acercásteis un poco para trata de discernir de lo que hablaba.

La casa de Dios es la vuestra, entrad -le extendió aquel cura la mano a un peregrino, apuntando hacia la puerta, y éste entró. Dentro había alguien más, tal vez un monaguillo, quien le recibió enseguida-.

Hablaba el cura no de algo concreto, sino de respeto, caridad y máximas eclesiásticas. Parecía un buen hombre.

No tardó mucho en darse cuenta de vuestra presencia, cuando la gente se movía de aquí para allá. Por ello se acercó a vosotros.

Ahí está ese cura, ahí viene -anunció don Lope, con semblante serio (y no era para menos, pues no gustaba ni estaba acostumbrado a dar vueltas por un grave asunto como el de su familia-.

Buenos días... -os dijo el padre-. ¿Qué puedo hacer por vosotros?

Aquel cura de escasos cabellos en la cabeza miró a don Lope, de abajo a arriba, entendiendo que no era como aquella multitud congregada alrededor de la iglesia (la cual vestía casi con harapos o prendas humildes). Si vienen a por limosna, creo que es mejor dejarlas a estos... -se giró, miró detrás suyo un instante, y os volvió a mirar-... necesitados -respondió, sonriendo-.