Partida Rol por web

Roderigo salió de su ensimismamiento cuando su compañero dijo escuchar ruidos de batalla.

-Si, ahora que lo dices, hay ruidos de batalla ahí adelante. Igual era bueno plantearse un alto en el camino o un desvío. Pero obviamente haremos lo que diaís, Don Antón.

Roderigo sabía perfectamente que en teoría el jefe y cabecilla del viaje era Don Carlos, pues para eso los había contratado, pero hasta ahora solo había tomado decisiones funestas para el grupo. Don Antón sin embargo, siempre había sido más sensato. Sabiendo que Este último tenía mayor rango en la nobleza que Don Carlos, intentó aprovechar esa situación para que la decisión la tomase el de Muel, y no el de Mayoral.

Escuchas el inconfundible sonido del entrechocar de aceros, los gritos de los hombres y los lamentos de los heridos, todo proviene de algún lugar más adelante en el camino.

Yo también lo escucho-dijo Don Antón dando un tirón a su caballo para frenarlo- Aquella vieja va directa hacia allí... -murmuró pensativo- Bueno, no podemos hacer un alto y quedarnos aquí plantados, el combate podría venir hacia nosotros. Lo mejor será dar un rodeo-miró a Don Carlos de reojo que llevaba callado gran parte del camino y después dio la vuelta al caballo para hablar con ellos- Aleixo, Roderigo imagino que conocéis mejor estas tierras que cualquiera de nosotros, pues yo jamás anduve pro estos parajes, asi pues... ¿cual es el mejor desvío que podemos tomar?

Desde lo de Kalev y sobretedo, desde lo de Ernesto, Don Carlos no había vuelto a ser el mismo. Ya antes de caer enfermo, presa de una extraña enfermedad (o no tan extraña) estaba taciturno y callado, cosa que parece que se mantenía desde que salísteis de Burgos.

En un primer momento en Burgos, pareció ser el mismo de siempre, pero no resultó ser otra cosa más que un breve espejismo.

Caminando a pie - pues había perdido el suyo y nadie le cedía un caballo - susurra

- Yo también escucho los sonidos de batalla , acerquémonos y veámos quién está en lid. Quizás podamos ayudar como buenos cristianos , verdad ¿ Don Aleixo ?

Mi buen Don Carlos, sabéis que yo jamás dejaría en manos de unos viles la vida de un cristiano. Peor no debemos apresurarnos a lo loco, pues no me gustaría que nos metiéramos en una batalla de la que no podremos salir con vida-se apresuró a atajar el vizconde- creo que sería sensato que uno de nosotros fuera allí, a pie y echará un ojo para ver que es lo que ocurre y así podría volver y decirnos si es mejor dar un rodeo o entrar en lid, ¿no os parece?-le preguntó. 

- No puedo por menos que estar de acuerdo con vos, Don Antón. Sóis cada día más sabio y más prudente. Sólo insinuaba que quizás pudiésemos observar desde la lejanía qué es lo que ocurre y quizás intervenir si fuera necesario, pero desde la seguridad que proporciona la distancia.

Aleixo se vio sorprendido por los sonidos de batalla... pero mucho más le sorprendió el hecho de que el de Mayoral solicitase su visión de la situación tal y como lo había hecho. Igual no era algo recíproco pero desde que el Caballero se había unido a aquel pintoresco grupo no había terminado de sentirse empáticamente relacionado con Don Carlos. Su exceso de pasión por la nobleza de una batalla le perturbaba... si algo sabía de buena tinta Aleixo era que la guerra no ennoblecía a nadie; ni vencedores ni vencidos.

- Amén, Don Antón. - afirmó Aleixo a la vez que su caballo piafaba con vehemencia. - Si algo he aprendido a lo largo de los años es que uno no puede pasar por al lado de una guerra y pretender que no le afecte. Aguardad mi señal...

Dicho esto espoleó el caballo al trote en dirección a la batalla que parecía librarse un poco más adelante. En el momento en que tuviera una buena panorámica de la refriega pararía a evaluar la situación y luego... ya se vería. 

Más adelante divisas las lucha, lucha es un delicado eufemismo para referirse a lo que realmente acontece: MASACRE. Un grupo de siete jinetes fuertemente armados y sin duda, diestros con las armas. Masacran y Pelean contra un anciano fraile, cuatro monjas indefensas, cinco criados pobremente armados y tres viejos soldados que dan muestras de cansancio. Parece que los débiles viajaban en tres carruajes cargados hasta los topes.

Entonces comprendes lo que ocurre: el grupo de jinetes son bandidos que han atacado a la comitiva con el fin de robarles el cargamento y todo lo que puedan en definitiva, además te das cuenta de que al otro lado del camino, entre unos abustos junto a una gran roca, una muchacha observa el desarrollo del combate haciendo aspavientos y visiblemente conmocionada.

El bando de los débiles está perdiendo la pelea y varios hombres yacen ya en el suelo muertos o heridos, eso no lo sabes, mientras los jinetes atacan sin piedad estocada tras estocada.

Nadie repara en tu presencia.

De manera súbita Aleixo notó el calor de la furia apoderarse de su rostro helado por el clima desapacible. La imagen rozaba la repugnancia más absoluta... pero quizá aún se pudiese hacer algo. El Caballero sopesó las posibilidades, se giró para ver con perspectiva a su grupo y pudo contabilizar que además de Don Carlos, tanto Don Antón como su vasallo Samuel bien podrían cambiar el curso de los acontecimientos. Y por lo que a Hernan y Roderigo correspondía... de algo servirían en una situación tal.

Enfurecido como estaba no tardó en tomar la decisión a pesar de la probable no idoneidad de la misma. Asegurándose de ser bien visible para sus compañeros se irguió en el caballo, desenvainó su espada y la llevó en alto para señalar una carga. Con la mano hizo un gesto taxativo que indicaba que se apresurasen rápido.

El combate estaba a punto de desencadenar su momento álgido.

Aleixo se adelanta un  centenar de varas y queda quieto, como si observase algo que no podéis ver pues el camino dobla a la derecha y el bosque tapa la visión.

Parece que el caballero ha visto algo pues en un momento dado véis como se yergue sobre su caballo , desenvaina su espada señalándo al cielo.

Desenvainando a su vez echa a correr hacia el caballero mientras va gritando mientras corre

- ¡ ALGO ACAECE ! ¡ ES LA SEÑAL DE CARGA ! ¡ VAYAMOS EN SU AYUDA ! ¡ POR ARAGÓN ! - grita mientras corre sin mirar hacia detrás y sin importarle si el resto le seguís o no.

Miré atentamente al caballero y vi como se paraba y desenvainaba su arma. Parecía una señal, seguramente alguien estaba siendo atacado o algo así.

- Mi señor, creo que nos está llamando - dije mientras azuzaba al caballo - Deberíamos ir rápido, parece que hay problemas.

Pero mis palabras pasaron de largo ante el arranque de Don Carlos, que ímpetu por Dios. El viejo salió corriendo hacia el peligro, así que por no dejarlo sólo no esperé a la orden y avancé.

Don Antón no tubo tiempo para pensar. Al ver la rápida reacción de Alexio y de Don Carlos se lanzó a galope tendido mientras desenvainaba la espada.

-¡Vamos Samuel!¡Necesitan nuestra ayuda!¡Por Muel y por la virgen!-Dijo gritandó mientras alzaba la espada en su carga.

Roderigo se quedó pasmado, en apenas dos segundos, todo el mundo se había largado, solo quedaban él y aquel extraño tipo al que recogieran en el monasterio.

"Máteme Dios si entiendo algo" pensó Roderigo para si, mientras empezaba a caminar, en dirección al bosque. Quería observar que pasaba desde la cobertura que le podían dar los árboles, intentando no perder de vista a sus tres compañeros.

Antes de echar a andar, Roderigo se quedó mirando a su compañero y recordó lo que había pasado en Burgos. Aprovechando que se habían quedado solos y que nadie les iba a prestar atención por un buen rato, saco su terciado discretamente y lo escondió en la manga, por si las moscas.

Antes de echar a andar, Roderigo se quedó unos instantes quietos, mirando a Hernán. Poniéndole una mano en el hombro, para frenarlo, y encarándolo directamente le dijo:

- Vas a contarme que hacías en Burgos escabulléndote de la posada en plena noche cual maleante, o tengo que decirle a los demás que no eres de confianza?

Hernán observó la escena con detenimiento, aunque todo aconteció muy rápido. De un momento a otro todos se habían ido ante la señal del caballero.

-Quizás debería ir -Pensó-. Puede que sea mi única oportunidad de acabar con esto delante de varias personas sin ser castigado por ello.

Hernán se dispuso a correr hacia allí, pero sin esperarlo una mano le aferró el hombro. Se volvió con una mirada fulminante, dispuesto para batirse en combate, pero solo era uno de sus compañeros, el que se había quedado con él en la posada durante su estancia en Burgos.

-Parece listo... ¿Qué querrá decirme? -Se preguntó.

Cuando Roderigo le hizo la pregunta, Hernán enmudeció y se puso un poco pálido, pero rápidamente intento recuperar la compostura.

-Nada destacable realmente, necesitaba ir a las letrinas, no creo que quieras que entre en detalles -Dice intentando disimular en temblor en su voz-. Ahora lo mejor será que vayamos ¡Quizá nuestros compañeros necesiten ayuda!

Roderigo sonríe:

-Y una mierda, dudo que necesitaras mirar tanto para la puerta de Don Carlos solo para ir a mear. Además te estuve siguiendo un rato, y no fuiste a las letrinas... Dime mozo, que tramas. Y no me mientas dos veces.