Partida Rol por web

Don Carlos, vuelva aquí buen amigo. No se preocupe por esos hijos de malamadre, estas personas necesitan nuestra ayuda-dijo antes de volverse de nuevo hacia la mujer- ¿Hacia donde os dirigíais?¿Queda lejos? uno de nosotros podía ir allí para avisar a vuestro prometido y que nos vengan a recoger. El resto nos quedaremos aquí para tratar de ayudarles y protegerlos en caso de que esos mal nacidos volviesen-dijo resuelto.

Hernán intenta curar a los pobres desgraciados con saña, en esto que aparece una mujer entre los matorrales, pero no se fija demasiado en ella, está demasiado ocupado llenándose las manos de sangre. Desgraciadamente (para el herido), no puede hacer nada con uno de los heridos, y viéndolo agonizar dice:

-Don Antón, puede que esto no sea muy correcto, peor no he podido hacer nada con este hombre... Perdóneme si lo que voy a decir puede considerarse una ofensa, pero el pobre está agonizando, creo que lo mejor sería acabar con su sufrimiento, no se si me entiende...

Mira a Don Antón fijamente, aguardando de forma impaciente una respuesta (afirmativa). Aunque sabe que Don Carlos es quien se encuentra al mando de la comitiva, también sabe que el susodicho no goza de muy buena fama entre los miembros de ésta y que al parecer, Don Antón además goza de un mejor criterio.

¿Estais seguro Hernán?-le preguntó mirándolo fijamente e interrumpiendo su charla con la dama- En ese caso, no creo que sea yo quien deba hacerlo. Alexio, vos soys un caballero de la orden. Seguro que podeis darle la absolución, antes de poder darle paz...

Esperaba que el caballero pudiera hacer algo como eso, hacer sufrir a aquel hombre hasta que llegase un cura sería una crueldad pero no quedaba otra. No podía matar a un hombre de bien sin que este hubiera limpiado sus pecados, pues todo hombre los tiene y debe ajustar cuentas con el señor antes de irse a los cielos.

El Caballero de la Órden de Santiago miró con incredulidad a Hernán y a Antón... ¿acabar con su sufrimiento? ¿Acaso la vida era algo más aparte de sufrimiento? Si el altísimo había dispuesto que aquel hombre habría de morir en pocos minutos que así fuese... y si por el contrario le aguardaban horas de agonía no era él quién para interponerse en la voluntad divina.

Al segundo su incredulidad se tornó en profunda ira... la ira una vez más le cegaba y, de este modo, se bajó del caballo para atender la sagrada tarea de ofrecer extrema unción al hombre que estaba a punto de morir. 

- Todo sufrimiento es purificador de nuestra alma... - repitió varias veces en voz baja como una letanía con la que esperaba acompañar al espíritu de aquel soldado hasta la puerta del creador y, a la vez, recobrar él mismo la paz interna. - El señor es mi pastor... nada me falta. - concluyó. Con un poco de tierra humedecida por la lluvia hizo la unción en la frente y el pecho del caído y le dedicó una oración arrodillado junto al cuerpo. 

Como Caballero ordenado tenía tanta capacidad para oficiar sencillas ceremonias como cualquier párroco y, siendo como era un guerrero en las manos de Dios, no obligó al maltrecho hombre a ofrecer confesión de sus pecados para que mediase el perdón. El Altísimo sabría ver...

- Ego te absolvo... in nomine patri, et filii et spiritus sancti... Amén.

Las toscas y callosas manos de Aleixo cerraron los ojos del difundo con parsimonia. Había muerto en paz... aún siendo un instrumento de guerra. 

- Mi señora... - comentó alzándose del suelo. - Si portáis alguna sábana podremos usarla como sudario y darle santa sepultura allá dónde os dirijáis. No me parece procedente enterrarlo a la vereda del camino. ¿A dónde os dirigís? Si no está demasiado lejos podremos llegar antes que el cuerpo empiece a corromperse.

Pese a los esfuerzos de Hernán y de Samuel no consiguen salvar al soldado y a la monja , el soldado acaba de expirar mientras que la monja lo hará en seguida.

Tras ver morir al soldado, Roderigo intentó cerrar la hemorragia de la monja, que también había resultado herida, pero había perdido mucha sangre, la herida ya apenas sangraba y la monja estaba muy pálida. Era obvio que se les iba a ir.

Con un gesto de pesar en la cara, Roderigo miró a Aleixo:

-Aleixo, a ella también...

Tomando conciencia del desastre, viendo a la monja mediomuerta y como el soldado moría, viendo los componentes de la comitiva

- Hay que ser malnacido y vil para atacar a estas pobres gentes, he intentado perseguir a los jinetes pero les he perdido de vista en seguida. Han escapado... por ahora pero ruego a Dios me permita ajustar cuentas algún día con esos bastardos. ¿ Hacia dónde váis señora?

- Íbamos en dirección a Castrojeriz , mis señores cuando nos atacaron. Mi prometido nos espera allí, continuaremos nuestro camino... cargando con nuestros muertos. Han sido ustedes muy amables por ayudarnos, pero nos esperan y debemos continuar. Siempre es más seguro continuar que quedarnos aquí varados.

Con sorpresa

- ¿ Castrojeriz? ¡ vaya! , es nuestra próxima parada. Nosotros vamos camino a Santiago, y es en Castrojeriz hacia donde vamos. Si a mi señor Don Antón no le importa... podemos ir hacia allá con vosotros. Por cierto Señora, que mi nombre es Don Carlos de Mayoral, Hidalgo de... Hidalgo. - recordó que era peligroso reconocerse Aragonés con desconocidos.

El soldado murió finalmente, sus heridas eran muy graves y ni siquiera la (aún supuesta) habilidad del cirujano barbero pudieron salvarle. Pero yo seguía intentando salvar a aquella señora, hacía lo que podía pero mis conocimientos no salían de lo poco que estaba haciendo. Teníamos que salvarla...

- ¡Vamos, señora, vamos! - paré un instante para tomarle el pulso - Se nos va... se nos va... mierda, no respira - en un acto reflejo empecé a presionarle el pecho, lo había visto hacer antes - vamos, ¡VAMOS!

No quería otra muerte que pesase en mi corazón, no, no otra más...

Claro que no, si vamos hacia el mismo lugar no veo inconveniente en que los acompañemos. Pero en tal caso lo mejor será ponerse en marcha.  Mi señora, gustoso le cederé mi caballo para que pueda ir al trote en el camino que queda. Samuel, ayuda a cargar a sus muertos, cuanto antes lo hagamos antes evitaremos que esos cerdos vuelvan de nuevo-dijo resuelto.

Las manos experimentadas de Hernán no consiguieron retener en el mundo de los vivos a la sor. Aleixo regresó al suelo para practicar los sagrados ritos mientras el resto parloteaban sobre escoltar a la comitiva hasta Castrojériz. El Caballero, por su parte, consiguió abstraerse a través de sus rezos de aquellas propuestas que, de otro modo le habrían molestado notoriamente.

Pronto comenzó a colocar los miembros de los dos fallecidos como lo ordenan las exequias antes que el rigor mortis hiciese imposible tal tarea. Con un par de sábanas y algo de cuerda los dejaría preparados para el postrer funeral en cuanto arribasen a su destino... fuese el que fuese. Por muy cerca que estuvieran de Castrojériz, siempre era preferible ocultar la muerte a ojos de los vivos o los animales y las alimañas se arremolinarían como lobos ante un festín.

- Con Dios... - concluyó el santiguista.

A Don Antón - Gracias mi señor, con gusto aceptaré el caballo... ¿ puedo saber quiénes sóis? ¿ Cuál es la identidad de mis benefactores? mi prometido os recompensará amén de estar eternamente agradecido claro. - En ese momento reparó en que la monja acababa de morir y se acercó a ella y empezó a llorar mirando al suelo mientras susurraba - ve con Dios Marcela...- luego se miró a Don Antón - dejadnos unos minutos , por favor.- pidió suplicante.

El resto de la comitiva queda en torno a los dos muertos y con la cabeza gacha murmuran una serie de oraciones por sus almas...

Podeis llamarme Antón.Hijo de un caballero que se convirtió en un hombre de Dios como ellos, así que creedme cuando os digo que siento vuestra perdida-dijo Antón cortésmente tratando de ocultar su verdadera identidad sin mentir ni un ápice. Descabalgo y le cedió las riendas a Luisa.

No pude salvar a la mujer, sus heridas eran muy graves como para que un tipo torpe como yo pudiera salvarla... no la conocía de nada, pero siempre es duro ver morir a alguien, sobre todo si crees que podrías haberla salvado. Dios, estaba lleno de sangre.

- No he podido hacer nada - dije bajando la cabeza en una especie de plegaria por su alma - Tengo las manos llenas de sangre... por favor, necesito algo para limpiarme.

Roderigo se quedó impotente, el sabía algo de primeros auxilios, al igual que Samuel, pero esta vez contaban además con un cirujano y ni aunando esfuerzos entre los 3 consiguieron ayudar. Al fin y al cabo a Roderigo no le importaba en demasía la muerte de aquellos dos desconocidos, pero el rostro de Samuel se volvió taciturno. Hace no tanto un amigo había muerto entre sus manos, seguro que esto le evocaba recuerdos de su amigo.

-No te preocupes Samuel, nada se puede hacer cuando el de arriba dicta tu hora, más lo hemos intentado, no te atormentes por ello, has hecho lo que has podido, como todos - dijo al mismo tiempo que le tendía un resquijo de su capa- ten, limpiate ahí, es negra y no se notará, ya la lavaré.

Ante la petición de presentación de la señora, el gallego contestó brevemente.

-Mi nombre es Roderigo señora, no tengo título, soy un simple caminante.

- Mi nombre es Aleixo y soy Caballero Ordenado por el Apóstol Santiago que regresa a la sede Compostelana. El Camino nos acaba uniendo a todos... mi señora. - respondió taciturno.

El santiaguista había quedado prendado de la belleza de aquella señora por lo que le vino a la mente su hermano con su bella mujer y su familia y se sintió sólo.