Partida Rol por web

¿Qué es eso?-preguntó Antón poniéndose una mano en la frente a modo de visera tratando de ver de donde provenía esa luz.

- Parece una luz brillante... pero... acerquémonos un poco más.

El Caballero avanzaba mirando de un lado a otro. Sólo esperaba y deseaba no encontrarse con algún niño demasiado pequeño para ayudar a reunir el rebaño perdido pero suficientemente mayor como para dar un grito de alarma.

No te cabe la menor duda de que lo tienes ante ti no es otra cosa que una gran hoguera o un gran fuego.

- Creo que es allí dónde se está preparando la hoguera. Maldito sea ese cura horrible y blasfemo... como me lo tope de frente... - amenazó el Caballero. - ¡Deprisa...!

Aleixo siguió avanzando aprovechando la cobertura que ofrecían las casas, porchadas y demás recovecos en los cuales pudiese uno protegerse de un ojo indiscreto.

Subís toda el camino ascendente hasta llegar a una calle recta llena de porquería con lo que parece una pequeña taberna a vuestra izquierda y una casa ruinosa a la derecha.

Frente a vosotros a poca distancia véis un claro a modo de plaza y un gran tronco ardiendo y otro sin encender. También véis un edificio que sin duda es una ermita, pues hay una pequeña cruz de madera sobre él. No obstante, estáis aún a cierta distancia y tan sólo distinguís dos figuras en la plaza.

Antón empezó a correr tras el caballero. Sus amigos podrían estar en peligro. No podía dejar de mirar a los lados, no quería encontrarse con aquellos mal nacidos pero debían apresurarse, Samuel y el judío no lograrían entretenerlos mucho tiempo.

De pronto se frenó y observó a las dos figuras. Cerca de la hermita debía estar el pozo donde tenían retenidos a sus amigos pero debían esquivar a esos dos hombres.

No conseguísteis distinguir nada más, pero os venía un olor... nauseabundo, las tripas se os revolvieron y apunto estuvísteis de echar el desayuno de aquel día sobre el asqueroso suelo. Olí a carne quemada ¿ Y qué conclusión podías sacar de esa pestilencia? pues la conclusión no podía ser otra que alguien estaba siendo quemado. ¿ Sería Roderigo? ¿ Sería Don Carlos? ¿ O sería algún otro pobre desgraciado?

Mientras Samuel y el buhonero discutían y cuando parecía que la sangre iba  a llegar al río, giraste la cabeza por un instante en dirección al pueblucho y viste a lo lejos una luz muy fuerte que no podías identificar.

- Maldición les caiga... ¿no hueles? Parece que algún pobre diablo ha sido ya presa de las llamas. Salvajes... como sea Don Carlos va a caer hasta el más alto.

El Caballero comenzó a moverse rápidamente... quería acercarse lo más rápido posible que le permitiese la escasa cobertura.

- Adelante, Antón... prepara el acero que de esta no salimos sin mediar la sangre.

—Dejad las discusiones para otro momento —digo señalando en dirección al pueblo. Parecía como si estuviesen quemando algo, pero... ¿El qué? ¿Habría comenzado la pira en mitad del pueblo, o en su lugar estaba ardiendo algún edificio?

—Debemos de ver que es eso. ¡Espero que no hayan comenzado con su estúpida quema! —comento al ver que no puedo distinguir bien qué pasa ahí abajo—. Vamos... Y vamos todos. Vos nos habéis metido en esto, y vos nos ayudaréis a salir —comento a Teolfo.

—Y no me obliguéis a hacer que os quedéis con malas artes —termino diciendo. Desde luego, podría arrastrarle como a un muerto por todo el lugar, pero no me gustaría hacerlo. Prefiero que lo haga él solo por su propio pie.

Se dio muy despacio la vuelta y temblando dijo

- He...hechi.... hechicero! - lo escupió como si fuera un insulto. Miro a ambos lados y teniéndose por prisionero no le quedó más remedio que asentir mientras miraba al enorme judío con una mezcla de asco y miedo -voy c..on vos...otros.

- Venga, vamos hacia el fuego - dije, apremiándoles a continuar.- Espero que Don Antón y el caballero no estén en apuros... Ve tú delante, Yejiel, que yo tengo que vigilar que a este no le de por escapar - y después de eso, aún con el arco en las manos, me coloqué detrás de Teolfo para vigilarle.

Asiento con la cabeza, para comenzar a avanzar hacia la luz. No obstante, no dejo de prestar atención al pueblo y lo que pueda pasar. Puede que sea alguna trampa, o que nuestra treta sólo haya funcionado en parte.

Además, no quito la mano de mi talismán. Nunca se sabe lo que puede pasar...

Antón se santificó haciendo la cruz frente a su rostro antes de seguir al caballero. El desdichado que estaba en el fuego podría ser Don Carlos o Roderigo y no podían hacer nada para ayudarlo. ¿Pero quién era? Sea como fuere tendrían que salvar al que quedase vivo, no podían abandonarlos a su suerte.

Según os acercáis al pueblo véis que la luz esa tan brillante no es otra cosa sino un fuego, un grupo de campesinos va en vuestra dirección buscando al ganado. Ya podéis rezar para que no se encuentren con vosotros o tener... Suerte.

Ahora, ya muy cerca de la escena vísteis cómo el sacerdote "iluminado" se erguía y profanaba el nombre de Dios (a vuestro entender) entre las dos grandes piras. Una de ellas ya ardiendo con un cuerpo inerte que se consumía lentamente pasto de las llamas.

Cuando mirásteis la cara... esa cara que unos no habíais llegado a apreciar (en el caso de Aleixo) pero que otros (como el Vizconde) consideraban ya que el dueño de ese rostro era miembro del grupo de pleno Derecho. No era otro que Roderigo...

Afortunadamente, el hombre parecía que estaba muerto, no estaba siendo quemado vivo, lo cual era un gran alivio pues se dice que no existe peor muerte ni más dolorosa que arder hasta morir. Vuestra mirada se detuvo muy cerca de donde el pobre Roderigo ardía, en ese punto, vísteis tres hombres que sacaban de un agujero - seguramente el pozo - a Don Carlos sin armas ni armadura alguna, en una actitud y de unas maneras vergonzantes.

Fue entonces cuando el sacerdote - maldito sea su nombre por siempre - reparó en vuestra presencia.

- ¡ Blasfemos! ¿CÓMO OS ATREVÉIS A INTERRUMPIR LA IRA DIVINA? - dice señalándoos y grita a uno de los tres hombres -¡HONESTO! DIOS QUIERE QUE MATES A ESOS DOS HOMBRES.