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Tan avergonzados estaban los habitantes de la aldea de El Acebo, que cuando algunos de ellos salieron de sus casas y vieron que el sacerdote estaba muerto, ni siquiera fueron tras vuestros pasos, el fanatismo murió con el sacerdote como si de un hechizo se hubiera tratado.

La gran mayoría de habitantes que había ido tras el ganado, no llegó con las "piezas" hasta que ya era noche cerrada. El plan había salido a la perfección, teniendo en cuenta las circunstancias claro y quitando el hecho de que el Santiaguista había quedado muy perjudicado y que Don Carlos ya no parecía el mismo.

La muerte de Roderigo fue un duro golpe, sobre todo porque el pillastres se había convertido en un miembro de facto del grupo, un miembro de pleno derecho y con sus gracias, ardides y escaqueos había contribuido a que no cundiera el desánimo ni el aburrimiento en vuestra larga peregrinación.

No obstante, empezábais a acostumbraros a eso de perder compañeros. Kalev, Ernesto, Hernán y ahora Roderigo... os inquietaba el hecho de que a este paso, no llegaría a Santiago ni el mismísimo Don Carlos y os hacíais la siguiente pregunta: ¿Quién sería el siguiente en morir?

FIN