Partida Rol por web

Muy bien, ya habíamos ido hasta allí y comprobado que el gigante tonto estaba bien. ¿Y ahora? Otro viaje estúpido que no había tenido ninguna utilidad. Sí, la elfa era mona y desde luego podía servir para un jugoso entremés pero en aquellos momentos, estaba cansada de tanta comida que se ofertaba y necesitaba algo más práctico. Dolor y placer iban siempre unidos y aquella gente no había descubierto nada que yo misma no hubiese experimentado antes, así que no veía la fascinación que podía ejercer aquel lugar para otros.

-Estupendo. Misión cumplida entonces. ¿Nos vamos? Como en todos los templos, perdemos el tiempo.

Aquella ciudad era un completo fastidio detrás de otro. Solo esperaba que el encuentro de más tarde, tuviese alguna utilidad, con o sin Akta.

Los ojos me hicieron chirivitas al observar de arriba a abajo a esta bella sacerdotisa. Al igual que con Lerissa, era una carne que no había probado y no soy hombre de dejar escapar las oportunidades de probar una buena carne.

-"¡Ohhhh adalid de Mungumungu! Es un placer para mi conoceros y deseaba, ¡ardía en deseos!, de venir a su casa de curación. He oído maravillas de las manos curativas de las clérigas que aquí están. Aparte de preguntar por el joven, y si no le importa, también queríamos verle un momento, venía a que me echaran un vistazo a un problema que tengo." Dije elocuentemente y poniéndome más recto que un palo. Así se me marcaría más el paquetón.

Miré a la sacerdotisa melosamente y la hice pequeños gestos con la cabeza y los ojos hacia abajo. Si lográbamos entrar, veríamos si de verdad estaban curando al cabezón del Jonsy.

- Oh... - Dijo la sacerdotisa sorprendida ante la insistencia. - Verán... - Tragó saliva. - Las más devotas sacerdotisas están ayudando en éstos momentos a la sanación del bueno del semigigante. - Desveló. - No puede interrumpirse el proceso. Sería... - Meneó la cabeza de lado a lado. - ...rompería la magia. La sanación no se haría efectiva. Espero que lo comprendan. - Asintió con la cabeza. - Les aseguro que cuando acaben con él, no le reconocerán. ¡Será otro! - Exclamó. - En cuanto acaben les puedo avisar para que vengan a verle. No son de por aquí, ¿verdad? ¿Dónde se hospedan?

Desagradables imágenes de las retorcidas sacerdotisas haciendo extraños rituales de oscuridad y depravación asaltaron la mente del bueno y casto paladín. En su fuero interno estaba horrorizado, aunque trataba de que no se le notara. No le gustaba en absoluto nada de lo que la elfa dijo. ¿Qué le estarían haciendo al pobre Jonsy?

A su mente volvieron los sucesos del día anterior. Cuando Lerissa noqueó al semigigante gracias a la bella tonada del bardo, Crodos se agachó para examinarlo. Unas protuberancias habían aparecido en su frente, aunque luego desaparecieron sin dejar rastro, desconcertando al caballero.

— Aguardad Lerissa, no os vayáis. — dijo a la tiefling. Estaba errada si pensaba que se rendiría tan pronto — Os lo ruego. Di mi palabra a su padre adoptivo, quien está muy preocupado. Permitidnos la visita para que esta noche pueda dormir en paz y yo cumplir mi promesa. — puso una mano en el hombro a Lasar — Además,  mi buen amigo con su, hum... problema necesita ayuda.

La sacerdotisa puso los ojos en blanco y resopló. No parecía demasiado contenta con la actitud de Cordos, aunque más que poco contenta, se podía decir que estaba fastidiada por que le hicieran trabajar para nada.

- Está bien... - Comentó. - Iré a preguntar si es posible que "ustedes" - dijo aquella palabra con algo retintín - vean al semigigante para que así se queden tranquilos... - Resopló mientras negaba con a cabeza. - Esperan aquí por favor.

La sacerdotisa se introdujo finalmente en el edificio dejándoles solos en la entrada. No había más vigilancia en la entrada de la "Casa de Curación de Muuglw'tli", por lo que si querían, podrían entrar sin problema en el interior, aunque... ¿Iban a hacerlo o esperarían como les había sugerido la sacerdotisa?

Me derretía por dentro solo con escuchar la voz de Mitil. Ya cuando me sostuvo las manos y me miró de aquella manera, susurrándome esas palabras, sentí que no quería irme a ún y se lo hubiese dicho, de no ser por la inoportuna interrupción de Tilla, donde pude sentir el cambio de como me trataba y el leve cinismo en sus palabras. Algo que sin duda no vio nadie más.

Me lanzó la capa a pesar de estar al lado, molestando, lo que me indicaba que, efectivamente, estaba cabreada conmigo, seguramente por Mitil y que todo lo que me dijo en la habitación, todas sus sonrisas, fueron tan falsas como sus "buenas" palabras dedicadas en aquel momento. De hecho incluso juraría que había un toque amenazante en ellas.

Recordé entonces que ella no se fió de mí cuando entré por la puerta la primera vez, así que no estaba de más no fiarme de ella y menos aún si Tilla estaba enamorada de Mitil y este me había elegido a mí, aunque solo fuese por un tiempo. - Tilla. - La dije con una sonrisa. En el Templo nos habían enseñado a sonreír y ocultar las emociones bajo aquel manto de mentira, puesto que si había que pregonar la palabra de Seyran y ese día no estabas bien, lo más importante era sonreír y mantener la calma. Y eso hice.

- Gracias por la capa y de verdad espero que lo que os haya pasado mientras Mitil y yo estábamos a solas, se solucione pronto y recuperéis vuestra preciosa sonrisa. Seguro que alguien la estará echando de menos en algún sitio. - Añadí con ese toque de cinismo que Tilla me había enseñado a usar en un momento. Jugando con las mismas falsas palabras que tuvimos a solas. Solo que yo no la di esperanzas con nadie. Se las quité.

Miré a Mitil y me acerqué a él ese paso que se había alejado, dejando a Tilla de lado por completo. - Cielo, ¿me ayudas a ponerme la capa? No cubrirá todo el espadón, pero no es lo que quiero tampoco. Necesito poder sacarlo con ella puesta. - Le dije a aquel hombre que me había robado el corazón tendiéndole la capa. Aprovechando la cercanía, le susurré algo al oído por si Tilla trataba de nuevo de importunarnos. - A partir de ahora, solo deseo que seas tú quien me ayude a vestirme o desvestirme. No quiero que más manos se acerquen a mi cuerpo.

Luego le miré con mis dorados ojos a los suyos y le sonreí con dulzura, para darle la espalda. - Si el espadón queda a un lado, mi vida, no pasa nada. Ya me cubriré como pueda. - Sí, sabía como se llamaban los enamorados los unos a los otros y a pesar de que me daba vergüenza, era el justo castigo para aquella cruel mujer que estaba a pocos pasos de mí. Cuando sentí las manos de Ironsar sobre mis hombros, colocando la capa, puse las mías sobre las suyas enseguida y luego las fui deslizando para agarrar la tela oscura que cubriría mis ropajes y sostenerla por delante para sujetarla y que no se cayese al suelo, mientrar que el hombre que amaba la colocaba por detrás y mi mirada ni se centraba en la capa, aunque de soslayo si observase los gestos de Tilla.

Había visto muchas muertes por celos y sabía lo peligrosos que eran y Tilla podría ser claramente mi ejecutora si no estaba pendiente de ella. El problema era que no podía decírselo a Mitil. Yo era una desconocida y a saber cuantos años llevaban juntos los dos... en ese tema confiaría más en las palabras de Tilla que en las mías.

Crodos sonrió muy ligeramente.

— Os lo agradezco. — respondió a la espalda de la elfa, que ya se metía en el lamentable templo.

En ese momento la puerta se quedó sin vigilancia. Crodos miró alrededor. Efectivamente, nadie había. Si quisieran podrían pasar. Pero, oh, Crodos no se colaría como un ladrón en un sitio donde no había sido invitado, a no ser que no quedara más remedio... Pero...

Miró a Lerissa y su armadura y ropajes oscuros. No había pasado por alto su forma felina de moverse, pues había bregado y ajustuciado elementos de su estilo

— Hmm, ¿Lerissa? Lejos de mí es el deseo de importunaros ni pediros algo que no queráis hacer, pero... — hizo un gesto con la barbilla hacia la entrada sin vigilancia — ¿Tal vez... queráis echar un pequeño vistazo? Quizás sea interesante para la tarea de esta noche...

Aquellas obligaciones no iban conmigo, pero dado que formaba parte de una especie de grupo y habíamos sido contratados, no parecía que tuviese más alternativa que seguirles hasta el final.

Así que puse los ojos en blanco y sin decir nada, procuré ignorar la espera y aquel intercambio de cumplidos corteses. Habría que aguantarse con ello.

Sin embargo, no estaba prestando demasiada atención, así que me sorprendí cuando Crodos se dirigió a mí con aquel secretismo.

-Bueno, lo haría si de verdad fuese necesario, pero no creo que vayamos a encontrar ahí dentro nada de interés. Ese Jonsy está a salvo y siendo cuidad, ¿verdad? Entonces, ¿qué es lo que teméis? -le pregunté con curiosidad.

El gesto de Tilla fue obvio. Apretó los dientes, arrugó los labios y frunció el ceño. Acto seguido soltó un bufido con cierta rabia y sin decir nada más, salió de la habitación camino de alguna parte. Si lo que Akta pretendía era hacer enfurecer a aquella mujer, sin duda alguna lo había logrado. Si por otra parte, su intención era librarse de ella, aunque sólo fuera de forma momentánea, también lo había conseguido. 

Mitil asintió con una sonrisa ¿enamorada?, ante los susurros de Akta en su oído. Mitil no era consciente de nada más. Todo a su alrededor se difuminaba cuando aquellos ojos dorados estaban presentes. Sin duda, Akta había logrado transformar a aquel hombre lleno de odio en tan solo unas horas y lo había mutado en todo lo contrario, un hombre lleno de amor... amor por ella. 

Sin embargo, ¿era bueno aquello para lo que tenía que suceder inevitablemente horas más tarde? ¿Sería Mitil Ironsar el letal asesino que acostumbraba a ser, si su sed de venganza y su ira no eran las mismas que le guiaban día a día para seguir adelante? Podía ser, que ahora que tenía otra razón para vivir, el miedo a perderla embargara su corazón y fallara en el momento decisivo y un fallo en un momento como aquel... Akta sabía perfectamente lo que podía suceder, pues era una sacerdotisa de combate...

- Te queda perfecta. - Le dijo en referencia a la capa. - Ten cuidado, ¿vale? - Le besó suavemente en los labios. - Nos veremos... luego... - Dijo con ¿dudas?

— Lerissa... — Crodos se acercó aún más a la tiefling, exageradamente confidente — ¿Recordáis a Jonsy anoche? Vos le disteis bien en la cabeza, no cabe duda de que lo pudisteis ver de cerca. Yo también lo vi, cuando me agaché a examinarlo. Pero luego, atado en su catre, volvía a ser él. ¿No os resultó extraño? — miró de reojo por si volvía la elfa, disimulando francamente mal, — No se que pudo aquejar al muchacho anoche, pero parecía algo sobrenatural... ¿y si en lugar de sanarle están... empeorando su estado?

Y a propósito de mi — carraspeó incómodo— sugerencia. Si esta noche hemos de enfrentar a Von Kammerstein durante una reunión con los sacerdotes de este culto sin duda malévolo, conocer de antemano las actividades de sus viles prebísteros podría otorgarnos cierta ventaja.

Crodos no era estúpido y eso en aquel momento, era como si de pronto hubiese encontrado un tesoro. Al menos, desconfiaba de todo cuanto le rodeaba, aunque jugarme el cuello para saber más, sin venir a cuento, no formaba parte de mis costumbres.

-Sinceramente, Crodos. El destino de vuestro buen amigo Jonsy me trae sin cuidado, pero estoy de acuerdo en lo demás. Conocer algo más de esta gente podría ser un punto a nuestro favor.

Al menos, había dicho algo con sentido, y no había nadie más puesto que el bardo era capaz de despertar a todo el mundo con sus estupideces.

Así que... lancé un suspiro de resignación.

-Entraré.

Finalmente Lerissa se decidió a entrar en el interior de aquel improvisado templo en el interior de una vivienda normal y corriente de aquella corrompida villa. Desde el umbral de la puerta poco se observaba del interior, el cual permanecía en penumbra y con el contraste del soleado día que les ofrecía Seyran, no podía ver nada en el interior. Lo que si le embargó fue un aroma a incienso muy fuerte, un olor a tierra y a madera. 

Bueno, al menos iba a estar entretenida porque por el momento, en aquella ciudad amurallada, aparte de sexo desenfrenado y mugre, no había hallado nada de interés. Quizás allí dentro consiguiese encontrar algo que fuese importante, o no, pero burlar la protección de un lugar sagrado como aquel, aunque en el fondo sabía que no lo sería tanto, me parecía ciertamente divertido.

Así que miré a Crodos con una sonrisa y me dirigí hacia el muro.

-Vamos allá.

La grácil elfa oscura, de pechos generosos, obvió mi problema, pero conseguimos que al final no nos despachara con buenas palabras. La perseverancia de Crodos era encomiable. Una vez que la sacerdotisa se marchó y se perdió por el interior del templo, me quedé escuchando cómo nuestro paladín intentaba convencer a mi diva favorita, de cuernos prominentes, de entrar detrás de la elfa para ver qué se cocía allí adentro. Quedé en silencio, ya que no quería poner nerviosa a la mujer con mi sensual voz y que aceptase dejar mi presencia unos momentos, que de seguro serían duros para ella. Al final, un poco a regañadientes, Lerissa aceptó las explicaciones de Crodos y entró a bichear. ¡A ver qué clase de obscenidades vería con sus ojos!

-"Parece que a Jonsy le están dando sus atenciones estas sacerdotisas, sean para bien o para mal. Me gustaría saber qué le estarán haciendo y cuántas de ellas están con él..." Dije, evocando una bacanal en mi mente.

Crodos devolvió la sonrisa a Lerissa, aunque no exenta de preocupación:

— Aunque no lo hagáis por Jonsy o por mí, os lo agradezco de corazón, Lerissa. — lanzó una mirada desconfiada a la casona — Si precisáis auxilio gritad, que nos abriremos paso por la fuerza si es necesario. Aguardaremos aquí.

Contempló a Lerissa perdiéndose en el interior del templucho de esa diosa del engaño. Esperó que no le ocurriera nada. Al igual que a Akta. Por Seyran que vaya día de preocupaciones... Al menos aún tenía al alegre bardo haciéndole compaña.

— Será para más mal que bien, mi buen Lasar. Convencido estoy de que nada bueno le están haciendo, aunque seguro lo adornarán de placer. — negó con la cabeza pensando en el posadero, que tan feliz les había anunciado la noticia de la curación de Jonsy. Qué pena, cuanto engaño...

Lerissa avanzó a hurtadillas en el interior de la casa. El suelo estaba enmoquetado y en los laterales, se hallaban algunos altares improvisados sobre muebles de mármol sobre los cuales se hallaban diversas esculturas de una mujer semidesnudas junto a hombres y mujeres entrelazados en las más extrañas posturas. Otras estatuas mostraban escenas de sufrimiento, como un hombre dándole latigazos a una mujer o una mujer derramando la cera caliente de un vela sobre el pecho de un hombre.

En aquella antesala no había nadie. Posiblemente, la sacerdotisa con la que habían hablado era quien debía estar haciendo guardia allí, si es que realmente pretendían esconder alguna cosa. Lerissa avanzó hacia una puerta ubicada en el fondo de aquella habitación y a medida que avanzaba, pudo escuchar unos sugerentes gemidos del otro lado. Una vez frente a la puerta, que estaba entreabierta, pudo mirar por la rendija y aunque no pudo ver más que una ínfima zona de la estancia, pudo comprobar como en el centro se hallaba una enorme cama redonda sobre la cual estaba estirado el bueno de Jonsy.

No parecía estar sufriendo, sino todo lo contrario. Estaba desnudo, al igual que la mujer de vertiginosas caderas y prominente cornamenta, que se movía adelante y hacia atrás sobre su cadera. Otra mujer se encontraba a un lado del semigigante, jugueteando con su boca con los pezones de Jonsy y una tercera le estaba besando en el cuellom y en el pecho, mientras el bueno de Jonsy no podía hacer otra cosa que sonreír ampliamente.

Vi el gesto de Tilla, pero ignoré por completo a aquella mujer. Iban a ser mis últimos momentos con Mitil antes de la trampa y quería disfrutarlos a cada instante, con cada respiración. 

Sonrisa me hacía sonreír y aceleraba mi pulso, pero más aún sus labios. Me preguntaba cómo sería mi vida a su lado y si sus crímenes tendrían redención alguna.

Una parte de mí quería saber que había hecho para ser un criminal. La otra, la que podría juzgarle y encerrarle o peor aún, ejecutarle, no. Esa no quería saber nada.

Me giré cuando estuve lista y le sonreí ante sus palabras. - Tú si que eres perfecto. - Le respondí sin pensar más que en lo ocurrido en aquella habitación minutos atrás. - Tenlo tu también. - Le contesté a sus palabras y sentí sus labios sobre los míos. Me abracé a él, dejándole claro que no quería irme ni apartarme de su lado. - Confío en que allí estarás y que me salvarás. - Le susurré entre sus brazos. - Y protégeme de Tilla... Creo que está celosa y no hay nada peor que una mujer despechada.

Volví a besarle y tiré de él para que me acompañase hasta la puerta. Con más intimidad le besé con pasión y ternura en dosis iguales. - Te estaré esperando, mi vida. Porque en eso te convertirás hoy, en mi vida y mi salvación.

Mitil sonrió ampliamente cuando Akta le dijo aquello sobre Tilla. Luego se lo llevó a un lugar apartado y le besó. Fue sólo entonces cuando pudo hablar y explicarle a su amada, lo que esytaba sucediendo.

- Verás, Tilla y yo tenemos una relación muy especial. - Le confesó. - Lo que sentimos el uno por el otro es muy fuerte. - Aquellas palabras de la boca de Mitil después de todo lo sucedido entre él y Akta, eran cuanto menos desconcertantes. - Desde luego, es una mujer de la que me fío a ciegas y bueno, ella también me protege, supongo. - Se acercó a Akta y quiso besarla, pero ella no parecía estar demasiado receptiva en esos momentos. - Akta, Tilla es mi hermana... - Sonrió sabiendo la pillería de la que había sido protagonista. - Sólo quiere lo mejor para mi y no puedes negar que lo nuestro ha sido muy rápido. Deja que lo asimile... - Y entonces volvió a tratar de besar a la aasimar de ojos dorados.