Partida Rol por web

Con el fin de cortar una posible escalada de flirteos cada uno más osado que el anterior por parte de Lasar y Lerissa hacia la indefensa y ruborizada herbolaria, Crodos intervino carraspeando fuerte y agradeciendo efusivamente el excelente servicio prestado.

— Bueno, bueno... — dijo cuando salieron del establecimiento, mirando de reojo a sus dos acompañantes de básicos instintos — quizás sería prudente centrarnos en el asunto que nos ocupa y no distraernos con citas y... "tríos"— pronunció la palabra como si estuviera sucia. — ¿Algún lugar donde deseéis ir? Relacionado con nuestra investigación si pudiera ser, pues ya os conozco, Lasar. — miró al cielo — Seyran aún nos regalará su luz durante largo rato antes de la hora acordada. Por mi parte quisiera visitar el templo de Seyran, como os dije. Y tal vez allí nos encontremos allí con Akta. — suspiró, entristecido — Debo decir que me preocupa su comportamiento y que esté sola por esta ciudad, o peor, en compañía de ese individuo. No logro comprender qué le ocurre...

Sonreí ante el acto de Lerissa de darle un beso a la semielfa. Eso me puso a cien, la verdad. Mientras salíamos del establecimiento, la contesté alegremente.

-"Claro querida, solo comentaba la posibilidad de tener una cita para tres, que suelen ser mucho más divertidas."

Deambulando un poco por la ciudad, Crodos preguntó qué hacer en el tiempo que quedaba hasta la tarde. Me hizo gracia cuando me especificó a dónde ir.

-"Me parece bien que vayamos a tu querido templo, paladín. Seguramente arderás en deseos de orar ante la atenta mirada de tu dios y de paso ver si está Akta allí. Su errático comportamiento se debe a que la mecha del amor se le ha encendido en ese duro corazón de piedra que tiene. Si Lerissa no tiene inconveniente, vayamos pues allí."

A Crodos todo aquello del flirteo le traía sin cuidado. Yo la verdad es que simplemente me estaba divirtiendo un poco, porque lo que era hasta el momento nuestra estancia en aquella ciudad, estaba resultando algo sosa, si quitábamos la reacción que Akta había tenido al encontrarse frente a aquel criminal.

Cualquiera hubiera dicho que había soñado con él desde que estaba en la cuna.

Riéndome al pensar en ello, recuperé la seriedad, sobre todo debido a la mirada de Crodos.

-A mí no me preocupa en absoluto. Simplemente ha tenido su particular subida de... temperatura, al ver a nuestro criminal favorito y ahora no sabe qué hacer para conseguir que descienda. Pero si quieres ir al templo, por mí está bien. De momento no hay nada que podamos hacer y como le he dicho a Lassar, yo me busco las citas sola, no necesito a nadie que me ayude.

Lassar siempre endulzaba sus frases demasiado, para mi gusto, pero no dejaba de tener razón en muchas ocasiones, como en el de Akta.

-"Lerissa" no tiene inconveniente, mientras Lassar deje ya el asunto de los tríos si no quiere quedarse sin dientes, que ya he visto como babeabas al vernos a esa tendera y a mí.

La joven semielfa se ruborizó definitivamente ante el beso de la tiefling y ninguno de ellos logró sacarle una sola palabra más. Con la cara enrojecida se puso a hacer otras cosas y no tan solo se despidió de sus clientes. 

Fueron hasta la otra punta de la ciudad, en dirección al templo, hasta llegar a una plaza.. No les costó demandado encontrar el templo que se erigía presidiendo la plaza como el edificio más imponente que habían visto hasta ese momento en aquella ciudad.

Se trataba de un edificio alto, no menos de veinte metros. En su fachada lúcida un inmenso rosetón con forma solar, a través del cual se filtraban los rayos del dios solar iluminando sin duda el interior del templo. 

La fachada estaba adornada con diversos relieves solares y runas de protección, y en la cúspide se erigía un enorme orbe iluminando desde si interior por una llama que permanecía siempre encendida incluso si llovía, pues se trataba de fuego mágico. 

Al plantarse frente a la entrada del templo se percataron de que las enormes puertas doradas del mismo, se encontraban abiertas, por lo.que simplemente accedieron al interior encargándoles casi al instante un intenso olor a flores procedente de varios incensiarios repartidos por la estancia principal. 

No había nadie en esos momentos en la sala y no fue hasta que penetraron hasta la mitad de la bancada aproximadamente, cuando un sacerdote salió del interior de una estancia tras el altar con una regadera, pues tenía la intención de regar las macetas que se encontraban tras el altar.

- Buenos y soldados días. - Dijo aquel hombre vestido de blanco. - Soy el hermano Thoriac. - Miró entonces con detenimiento a Crodos. - Sois bienvenidos a este templo caballero. Y también vuestros acompañantes, aunque - miró de reojo a Lerissa - no abunden los devotos de Seyran entre los de su raza... - Comentó. - ¿Puedo ayudarles en algo, o simplemente han venido a expresar sus respetos al dios solar?

Tilla resopló algo decepcionada ante la respuesta de Iromsar, no obstante, a medida que Akta fue hablamos, dio la impresión de que empezaba a dudar de su primera impresión con respecto a ella. Finalmente, cuando Akta pidió que le acompañaran  un habitaciones donde poder cambiarse fue Tilla precisamente quien se alentó. 

- Voy yo. - Dijo acercándose a la seyranitas y haciéndole un gesto con la cabeza para que la siguiera. 

Las dos avanzaron por un pasillo dejando atrás dos puertas a izquierda y una a derecha hasta internarse en una cuarta puerta al fondo. Se trataba de una estancia bastante humilde en comparación con la habitación donde habían estado hablando hasta hacia escasos momentos. Una cama, un armario y un escrito con una silla, además de una alfombra conformaban el mobiliario de la estancia. 

- Sólo tengo una pregunta. - Comentó Tilla. - ¿Por qué una seyranita se junta con los de nuestra calaña? 

La visión del templo fue para Crodos como encontrar un oasis en el desierto de perversión que era Encrucijada Vieja. Durante el camino había ido dándole vueltas a lo que le habían respondido sus compañeros acerca del comportamiento de Akta. La mecha del amor y la subida de temperatura por ese tipo medio calvo no le terminaba de encajar...

Pero toda preocupación se desvaneció cuando atravesaron las puertas del imponente templo. Crodos se arrodilló brevemente mostrando sus respetos al sacerdote.

— Saludos, hermano Thoriac. Es posible que no abunden grandes devotos en su raza, — respondió la referencia hacia Lerissa — pero tal es de bondadoso Seyran que calienta con sus rayos a todos por igual. Y nosotros, simples mortales, no hacemos sino su voluntad. — dijo alzando las manos — No obstante, quisiera preguntaros algo, buen hermano, pues además de mostrar mi devoción al Dios Solar, vengo con una aflicción. Decidme, pues de seguro sois conscientes de la blasfemia que llena las calles, ¿qué ocurre en esta ciudad? Me apena que las buenas gentes de Encrucijada Vieja parecen haber olvidado los preceptos de Seyran y se abandonan al vicio y el placer carnal...

Miré a Mitil por última vez, esperando su consentimiento de alguna manera o incluso que se ofeciese él... pero estaba claro que simplemente lo que había visto yo en él funcionaba en una sola dirección. No sabía mucho más sobre relaciones, salvo el clásico momento de necesidad en el cual tienes confianza con alguien, damos uso de nuestros cuerpos para aliviar la tensión y el amanecer traerá otras cosas...

Pero estaba claro que Tilla quería algo de mí, de lo contrario no se hubiese ofrecido precisamente ella.

Una vez en la habitación, cerré la puerta a mi espalda. Al final quedaría completamente desnuda y que me viese una mujer me daba igual, pero los hombres eran otra cosa. Además, cuando me liberase de ambas piezas, no necesitaría más ayuda. Dejé el casco y los guanteletes en el catre desgastado y viejo, para luego librerarme de mi mochila con mis cosas y dejar el espadón pegado a la pared. No me resultó complicado librerarme de la pieza del brazal el cual tenía buen acceso gracias a que mi brazo estaba sano, mientras escuchaba las palabras y la pregunta de Tilla.

- Vuestro... marido... vuestro señor... lo que sea. - Dije refiriéndome a Mitil y tratando así de averiguar que relación tenía con él. - Será un criminal... vos os consideraréis más de lo mismo, pero yo no se que habéis hecho y no... no quiero saberlo... - Dije deprisa para evitar un mal mayor. - Mis votos me autorizan a ser juez y ejecutar la ley. Algo que no se porqué quise ocultar inicialmente a vuestro jefe... y que el paladín que me acompañaba me hizo no solo recordar, sino reconocer que podía usarlo contra él... Así que mejor no tocar ese tema conmigo.

» Pero las palabras de... mi patrón ahora, me sonaron sinceras y la causa suficientemente honorable para mí. Entrar en esta ciudad y encontrarme aquella aberrante celebración y ojo, yo no contemplo el celibato y tengo ni tendré votos de castidad, pero era demasiado para mí... Solo estábamos de paso en este lugar, así que con pasar una noche de descanso y curar mis heridas, nos sería suficiente... y dejaríamos atrás esta aberrante ciudad con su diosa del placer y el dolor atrás... pero saber que también hay un Templo de Seryan en la ciudad, que se está corrompiendo, perdiendo poder y que quizás sus más altos cargos también sean corruptos... fue la gota que colmó el vaso. Le pedí sinceridad a Mitil. - No pude evitar sonrojarme al mencionar su nombre y pensar en él. - Y este me la dio. - Sentí como Tilla soltaba mi brazal y me desprendí de él. - Restauramos el Templo de Seyran en la ciudad, eliminamos la corrupción y... las aberraciones de sus calles y permitios que un dios más justo y equilibrado proteja la ciudad. ¿Qué más me da que se os considere criminales si lo que hacéis es por una noble causa?

Una vez dejé el brazal a un lado, indiqué a Tilla los cierres a soltar. - Con que soltéis esos dos, me podré apañar yo sola para quitarme la coraza y el resto de la armadura. - Indiqué a la mujer. - ¿Queda vuestra curiosidad satisfecha o tenéis más preguntas que hacerme? - Pregunté mientras soltaba los cierres. Prefería terminar de desvestirme yo sola, a se posible sin que ella estuviese presente. Pero no sabía si quería saber más o no... - Adelante... no os quedéis con dudas. A fin de cuentas, esta noche lucharé a vuestro lado y prefiero tener a gente que medio confíen en mí a que desconfíen totalmente...

Procuré ignorar la mirada que me echó el hermano Thoriac, mientras ignoraba su vestimenta, por lo demás, bastante ridícula. Si los de mi raza no eran proclives a seguir los preceptos de su dios, al menos vestíamos con más elegancia. 

Desde luego, Crodos encajaba muy bien en todo aquello. Quién si no él, huiría de los "placeres carnales" y miraría con desprecio a todos cuantos los tuvieran. Desde luego, yo no iba a dejarme arrastrar por el desenfreno del cual habíamos sido testigos, pero de ahí a comportarse como si todavía no tuviese cuernos, había un buen trecho.

-A lo mejor el dios solar está cansado y ha decidido tomarse un año sabático. O quizás solo esté nublado -comenté, encogiéndome de hombros y sonriendo con falsa inocencia.

No me sentía intimidada por la grandiosidad del lugar ni tampoco por la decoración excesivamente cargada.

- ¿Yo su... Mujer? - Soltó una risitoda. - ¡No por dios! - Exclamó incrédula. - Mitil no está casado. Su mujer... - La expresión divertida de Tilla se esfumó de forma súbita. - Ella murió. Hace ya algunos años. ¡El cabrón de Von Kammerstein estuvo detrás de su muerte! - Resopló. - ​​​​​Mitil lleva desde entonces planeado acabar con él. Hoy es ese día. - Miró directamente a los ojos dorados de aquella mujer. - Supongo que si te mueve la fe, eres de fiar. No quería que al fiarse de unos desconocidos se fuera todo al garete, ¿sabes? Mitil merece venganza y también su pequeña. Grace casi no pudo conocer a su mamá...

- Ciertas son tus palabras hermano. Muchos de los pobladores de esta ciudad maldita, han olvidado los preceptos de Seyran y se han abonado al vicio y el placer carnal... - Respondió con tristeza. - No obstante, que nos os traicione la vista, pues aún quedan muchos devotos del Dios Solar en esta villa, no obstante los paganos y los herejes hacen mucho más ruido. - Resopló. - El mensaje de esa diosa... - Dijo aquello con evidente desprecio. - ...tiene un rápido calado en los más débiles de espíritu. Pero os aseguro, hermano, que cuando vuelvan a necesitar que los rayos de sol acaricien su piel, sabrán donde acudir...

No me esperaba la reacción de Tilla ante mi idea. - Yo... creía que estaba casado... un hombre como él... - Sentí como me volvía a enrojecer, en parte por las risas de la mujer y la mayor parte por mí misma. Retiré el rostro con disimulo, o con todo el disimulo que pude al menos, buscando que Tilla no se diese cuenta de nada y solté los cierres de la parte superior de mi coraza, la cual no tardó en desprenderse de mi cuerpo. No llegué a completar la frase. Deje aquella pieza de mi armadura en el suelo con cuidado y mimo. Era quien me protegía y salvaba la vida en combate y se merecía unas buenas atenciones. Quizás hoy pudiese limpiarla un poco aprovechando la paz del lugar.

Pero Tilla me habló de su mujer y lo ocurrido y la miré fijamente a los ojos tras soltarme los cierres de las perneras. - Von Kammerstein. -  Susurré y traté de recordar los gestos de Mitil mientras hablaba de él. Su frialdad... su odio. No solo se trataba de proteger la ciudad, sino que la venganza estaba implícita en aquella gesta. Quizás no fuese tan honrosa como pensaba... puede que ocultase un asesinato en su plan.

- La venganza no es un camino que lleve a buen fin. Puede cegar y hacer que todo se pierda por cumplir con su venganza. - Dije mirando a Tilla a los ojos. - No se si me entendéis. Supongo que él querrá dar muerte personalmente a Von Kammerstein, pero ese acto podría convertirle en un asesino... yo a penas le conozco y no puedo pedirle nada... me resulta... complicado hablar con él. Pero vos, vos sois capaz de hablar con él, de contradecirle y de llevarle la contraria sin miedo. Por eso creí que érais cuanto menos su esposa... el caso es que por lo que nos ha contado sobre ese hombre, hay motivos suficientes para mí para ajusticiarle yo misma por todos sus actos.

» Os ruego Tilla, que le persuadáis de que se intente vengar personalmente de ese hombre. Yo lo haré por él y por su pequeña. - Ahora su expresión había cobrado sentido para mí. - Como dije, desconozco los crímenes que ha cometido y verdaderamente no quiero saberlos... pero dependiendo de que ojos y mentes vean la muerte de Von Kammerstein por parte de Mitil... podrían acusarle de asesinato por venganza y no me gustaría que le ocurriese nada... Mejor que la parte de vengar la muerte de su mujer, quede entre las paredes de esta casa. - Y cuando dije aquellas palabras aparté mi dorada mirada de los ojos de la mujer, sintiendo nuevamente aquella sensación que tenía con él presente. En silencio y buscando que mi corazón dejase de bombear con tanta fuerza al pensar y hablar de él, me retiré las perneras y la pieza que protegía mi pelvis.

- Yo puedo ser más flexible, pero en mi grupo... si es que alguna vez fue mi grupo, hay un paladín que podría tomarse todo esto de otra manera. Prefiero que sea mi espadón y mi mano quien ejecuten a Von Kammerstein para que no se ponga en tela de juicio ninguna de las acciones de Ironsar... - Me senté en el catre para quitarme las botas. Bajo la coraza llevaba puesta una gran cantidad de gruesa tela, la cual me protegía de rozaduras y de las armas que se saltaban mi protección, minimizando los daños. En mi brazo se podía ver la mancha de sangre aún reciente del combate del día anterior. El resto estaba sucio y tenía algunas perforaciones y remaches con manchas de sangre ya ennegrecidas, lo que indicaba que no era la primera vez que entraba en combate.

La ropa que se llevaba bajo la armadura era ridícula y espantosa, pero cumplía su función a parte de dar calor, mucho calor. Al retirar las botas de mis pies, abrí mi mochila y cogí la ropa que usaría para estar allí. - ¿Podríais hablar con él sobre ello en mi nombre? - Le pregunté a la mujer mientras sacaba mis ropajes. - No me preguntéis porque me preocupa, pues no tengo respuesta para ello... al igual que... - Negué con la cabeza. - No importa. ¿Le transmitiréis mi mensaje mientras me cambio?

El templo era muy bonito, sí. Grande y espectacular. ¡Y olía a flores! Toda una maravilla arquitectónica. Al entrar era como ir a un verjel en medio del campo, todo paz y tranquilidad. Por respeto, al salir el sacerdote jardinero de no sé dónde, me quité mi precioso y queridísimo gorrito. Prácticamente no me lo quitaba casi nunca, ¡y eso que tenía un pelazo! Suave y brillante como ninguno. No por nada, era la envidia de mucha gente y de todos los calvos. La verdad es que me tentaba tocar algunas notas para deshacer el hechizo de silencio que había en el lugar, pero me contuve. ¡Apreciaba mucho a Crodos!

-"Mis respetos, hermano Zodiac. Ese culto al que os referís, aunque salvaje y poco ortodoxo, puede que no esté tan mal. Al final, todos son libres de elegir el dios al que seguir, ¿no? Si la gente prefiere un contacto más directo con su dios o sus fieles, ¿quién somos nosotros para prohibírselo? Es mi simple opinión, no quiero crear polémica."

Y me puse a mirar distraídamente el interior del templo.

- Os importa porque él os importa. - Respondió muy seguro de sus palabras que aunque parecían vacías de significado, para nada lo estaban. - Quiero decir... - Sonrió. - No sois la primera mujer que le mira así como le miráis vos y os aseguro que... - Ladeó la cabeza. - Que él lo sabe. Es un hombre inteligente, pero prudente. - Tragó saliva. - En ese sentido quiero decir, en el otro... - Resopló. - No puedo pedirle lo que queréis que le pida. No sólo se que no lo aceptará, sino que es precisamente lo que piensa hacer. Además, merece esa venganza que ansia y aquí, en estas tierras, es ley...

Alta sabía que, aunque no era una causa legítima para la orden de Seyran, pues ésta predicaba por encima de todo el la cultura del bien, si lo era en el encaje legal de aquellas extrañas tierras en las que moraban. Así pues, Akta estaba ante una gran encrucijada. Podía dejar ejercer su venganza a Mitil del su fe se tambaleaira o podía tratar de impedirlo y estaría quitando el legítimo derecho de Mitil a su merecido venganza según las leyes del Reino. Aunque también podía buscar una excusa para no impedir aquello y no contrariar los preceptos de su fe. Al fin y al cabo, Von Kammerstein era un hombre malvado que atemorizaba, coaccionar al pueblo y cosas peores. ¿O no?

Thoriac bajó la cabeza ante las afirmaciones de Lasar.

- Así también... - Tragó saliva. - lo creo. 

El sacerdote se dio media vuelta y puso los brazos en jarras mientras miraba hacia el orbe que representaba el inmenso rosetón de aquella iglesia. 

- Sabemos que los fines ulteriores de la iglesia de Muuglw'tli son perversos. Nada bueno buscan, pero... - Tomó aire. - ...nada malvado por si han hecho hasta ahora sus sacerdotisas o sus fieles salvo... - Miró hacia fuera. - ...todas esas atrocidades. ¿Pero es malvado relamente dejarse llevar por los impulsos pasionales de uno? Y si alguno de sus creyentes, durante esos actos comete algún abuso, ¿Podemos culpar a la iglesia o debemos culpar al individuo? - Se encogió de hombros y volvió a mirar a los recién llegados con expresión triste. - ¡He ahí el dilema!

Las palabras de Lassar parecían haber dado en el blanco, porque el sacerdote acabó por reconocer los derechos individuales por encima de los demás. Aquello no dejaba de ser algo sorprendente en una persona del clero, que además acababa de criticar a los seguidores de la otra iglesia.

-Desde luego, hermano, dejarse llevar por el placer puede ser a veces muy cansado y ciertamente distrae de otros menesteres, pero yo tampoco lo tildaría de malvado. La verdad es que a mí me da igual lo que digan las iglesias. Son las decisiones individuales las que nos definen y yo hace mucho tiempo que sé que la gente no es de fiar y que no merece salvarse... salvo en contadas casos.

Las únicas perversiones que íbamos a encontrar eran las orgías que podían montarse y desde luego, yo no las consideraría así, sino simplemente del resultado de dejarse llevar por los instintos.

Y precisamente a causa de seguir los instintos, no esos, sino todos, era lo que me había llevado a pensar como pensaba.

- Lo... sabe... - Repetí con incredulidad y miedo. - ¿Mirarle así? - Me senté en la cama sin saber que decir. Debía procesar todo aquello. - ¿Insinuaís que yo... que siento... algo hacia él? - Negué con la cabeza y miré a Tilla a los ojos. - ¿Por eso mi confusión y... todo lo demás? No querer saber que ha hecho... protegerle... pero... no puede ser... acabo de conocerle y... esto no me había pasado antes...

Miré mi armadura y sentí la necesidad de ponérmela. - No se porqué me ofreció venir... pero creo que no debí aceptar... ahora no me atrevo a salir ahí fuera. Lo sabe... no me atrevo ni a mirarle... ya no. - Le dije a Tilla desconcertada y asustada. Mi cuerpo comenzó a temblar. Jamás me había sentido así de rara y de mal. - En cuanto a lo que os he pedido... ahora queda claro que yo podría mirar hacia otro lado, por él... porque es su derecho según la ley del reino. Pero esta no es la manera. Si Crodos se enterase... El paladín no debe saber que Von Kammerstein mató a la mujer de Mitil y que este busca venganza. Verá todo como yo lo estoy viendo ahora mismo y juro por Seyran que me gustaría verlo de otra manera... No que este acto noble que creí pues es realmente un acto de venganza...

» Necesito pensar... encontrar otra forma legítima, donde Mitil pueda vengarse y donde no tengamos que intervenir... - Dije mirando el suelo, pensativa. En mi cabeza resonaba que otras mujeres le habían mirado así y en cambio seguía sin ninguna a su lado. No debía hacerme ilusiones con él. Además, debía recordar para qué fui entrenada y que mi creencia en la familia era nula, al menos en lo que a mí respectaba. - ... donde pueda seguir respirando y cuidando de su pequeña... donde yo no tenga necesidad de mirar hacia otro lado ni de romper mis votos y quebrantar las leyes de Seyran por él... Porque a fin de cuentas él me importa a mí... pero yo no soy más que una mercenaria para él. No puedo quebrantar mi Fe ni traicionar mis creencias ni a mí misma por alguien para quien solo soy un puñado de monedas... no puedo encubrirle... y Von Kammerstein no debe sobrevivir a esta noche...

Me retiré la parte superior de todas las telas que componían la segunda protección de la armadura, dejando mi cuerpo musculado por el duro entrenamiento y el peso de la armadura y el espadón, junto con algunas cicatrices de viejas heridas en él. Por el gesto al mover los brazos, se notaba que el lugar donde estuvo la herida aún me tiraba y acto seguido me puse la parte superior de aquella humilde ropa. En mi mente volvían aquellas palabras de que más de una mujer le había mirado ya así, que se había dado cuenta...

- Y lo que más me molesta de todo esto es... no saber que me está pasando con él.  Sólo se que no quiero que le ocurra nada malo... debo encontrar la manera de poder ayudarle y quedarme en paz conmigo misma cuando me marche tras acabar el trabajo encomendado. - Acto seguido, retiré la capa de telas que cubría mis piernas para ponerme unos pantalones de cuero bastante desgastados y viejos que iban a juego con unas viejas botas. Se notaba que daba mayor uso y prioridad a mi armadura que a ese tipo de ropa eventual.  - Os pediría que no le comentaseis nada, pero si decís que ya lo sabe... que se ha dado cuenta... ya solo me queda ver como me enfrento a todo esto sin salir demasiado herida.

— Las sacerdotisas de ese culto son responsables de confundir los corazones menos fervorosos, pero tampoco se puede perdonar un crimen cometido por estos excesos. Sin duda, son culpables ambos. Pero... coincido en que dejarse llevar por los instintos primarios no es un acto malvado en sí... — lo dijo como si lamentara que no lo fuera.