Partida Rol por web

La mujer morena desenfundó una espada corta que portaba oculta bajo la capa y se acercó a Akta, sin mediar más palabra lanzó un tajo contra ella, causándole una herida muy seria. 

- ¡Sal de aquí niñata! - Le dijo. - ¡No tienes nada que hacer!

El aasimar seguía en el suelo, inmóvil y el charco de sangre bajo su cuerpo seguía creciendo. Si nadie hacía nada por aquel joven, en breve moriría. 

El hombre de la capucha de color granate, volvió a acercase a la vieja y esta vez si, logró asestar un espadazo a la anciana. Cuando el filo golpeó contra el cuerpo de la anciana, se escuchó un ruido muy feo en su interior. Pero lo más preocupante fue el tajo que rápidamente se dibujó en rojo carmesí cerca de su cuello. 

- ¡Muere vieja! - Le gritó. 

Uno de los bandidos lanzó un espadazo cortando en la mano a la mujer rubia. Por suerte para ella, la herida fue superficial. Quien también recibió una herida fue la tiefling. Además de no poder moverse, estaba siendo brutalmente hostigada y ya había recibido dos heridas que le estaban mermando mucho las fuerzas. 

Akta fue atacada por otro de los encapuchados. Ella tuvo mejor suerte que la Lerissa, pues el espadazo fue torpe e impactó únicamente contra el suelo. Lo mismo le sucedió a Crodos, cuando pudo interponer su escudo en el momento en que uno de esos hombres trató de ensartarle.

La elfa oscura agarró el mango de su hacha, la cual portaba a su espalda y le lanzó un poderoso golpe a Akta. El hacha pasó rozando su cabeza y finalmente se incrustó en su hombro causando una herida muy fea. Otra... La sacerdotisa de Seyran empezaba a estar contra las cuerdas y además, estaba rodeada de enemigos y sin su armadura.

- Vas a morir... - Le dijo sonriente la drow. - ¿Lo sabes, no?

La mujer rubia dio un giro sobre si misma golpeando con su espada en el cuello de uno de los encapuchados. Sonó un severo "clack" y acto seguido un chorro de sangre lo tiño todo de rojo en derredor. El bandido cayó inerte al suelo. 

- ¡Salga de aquí, anciana! - Le gritó a la vieja. - ¡Ya! - Le ordenó antes de desplazarse en dirección hacia la elfa oscura, la mujer morena y otro de los bandidos.

La anciana sonrió. Dio un paso acercándose a la rubia que tantas órdenes le daba y le tocó en la espalda. 

- Acaba con ella... - Le dijo y acto seguido, la mujer rubia desapareció.

Entonces fue cuando el hombre negro, al fin pudo conectar un buen golpe. Su espadón se clavó en el cuerpo de uno de los bandidos atravesándole de lado a lado. Murió de forma inmediata por el trauma y la pérdida masiva de sangre.

- ¡Vamos! - Gritó. Entonces miró a Crodos. - ¡Que no escapen! - Le ordenó.

La estocada del bandido había hecho saltar el esmalte al hermoso escudo de Crodos, y éste se dispuso a devolverle el golpe. El hombre negro de los pelos alocados había logrado acabar con el compañero, pero éste se le había atragantado al en otras ocasiones más hábil paladín. Sin embargo al fondo de la taberna vio algo que le hizo dar un vuelco el corazón, le heló la sangre y le horrorizó hasta el tuétano.

¡Akta estaba en serio peligro! Defendiendo a Lerissa no se había dado cuenta de que la sacerdotisa había sido rodeada y la estaban destrozando. Oh, Seyran, y encima estaba sin su armadura. ¡Si ya sabía él...!

Pero no era momento de reproches mentales. Era momento de salvarla. Ignorando el peligro que suponía darle la espalda a un oponente armado que quería dejarlo como un pincho moruno, Crodos cargó valientemente contra espalda de la mujer morena que la estaba apuñalando con una espada corta

— ¡VIVE SEYRAN QUE OS ARREBATARÉ VUESTRA MISERABLE VIDA! — exclamó durante su implacable carga acorazada.

Crodos partió a la carga contra la mujer morena. Fue entonces cuando el encapuchado contra el que estaba peleando, trató de ensartarle con su espada, pero falló por suerte. 

Quien no falló fue Crodos, quién provocó un severo corte en la mujer que acababa de atacar a Akta. Fue entonces, cuando se dio cuenta, que al igual que Lerissa, bajo su mata de pelo, sobresalían dos pequeños cuernecitos. ¡Era una tiefling!

Me sentía como si estuviese en un sueño. Era una espectadora, porque no podía moverme. Vi como Crodos luchaba contra uno de los bandidos y me fijé en que era una tiefling como yo, y también que Akta corría verdadero peligro.

-Akta... ve por Akta -le dije, sabiendo que estaba siendo un lastre y que no podía defenderme a mí y dejar a los demás. Si debía morir a causa de mi propia inutilidad, que así fuese. Ese era un destino que hacía tiempo que había aceptado y quizás ahora fuese el momento.

No es que estuviese sacrificándose, sino que aceptaba mi destino, porque ese era el que me esperaba, antes o después. Ninguna asesina moría tranquilamente en su lecho.

Cargué contra la drow cuando una luz cegadora me abrasó el cuerpo. Eso hizo que mi fuerza y empuje se viesen mermados a causa del dolor y erré en mi golpe a aquella criatura de la oscuridad. Mi aullido de dolor alertó a los demás quienes se centraron en mí. No entendía porque conjuraron contra mí cuando aún no había hecho nada. La drow me miró a los ojos y sentí como decía la verdad al notar su hacha hundirse en mi hombro.

Todo estaba saliendo mal. Lerissa debió darme tiempo suficiente como para acercarme más a Lucius y a aquella puerta y no dejarme en aquel rincón vendida. Pero ya no había nada que hacer ni a quien culpar realmente. Solo a mí por estar tan cegada por el amor, que fui capaz de dejar mi armadura de lado y creer realmente que todo saldría bien e incluso que Mitil me salvaría cuando me enfrentase a Von Kammerstein.

Ahora ya no me quedaba ni esperanza.

Por el rabillo del ojo vi a Crodos cargar en mi ayuda. Mi hombro, todo mi cuerpo me dolía. Opté por luchar a la defensiva, tratando de esquivar* y bloquear los golpes que pudiese, ganar algo de tiempo... si es que me quedaba de eso. Porque no podía ni conjurar tan cerca...** Sólo un milagro de me salvaría y no llegaría a tiempo.

- ¡Crodos! ¡Recuérdale a Mitil que le amo y dile que me perdone por fallarle! - Exclamé a la desesperada. Si Crodos no sobrevivía, esperaba que Lasar o Lerissa le diesen mi mensaje. - ¡Y que como a él, me hubiese gustado parar el resto de mi vida a su lado! ¡Quería vengar a su anterior amor y ahora va a perder al presente también! ¡Esté donde esté, velaré por él! - Exclamé mientras aún me quedaba aliento y vida en mi cuerpo.

Mi pobre Lerissa estaba muy magullada y herida, con lo que necesitaría de mis cuidados luego. ¡Que no se preocupara! Yo me encargaría de cuidarla. No le faltarían mimitos de mi parte. Una ancha sonrisa asomó en mi cara resplandeciente mientras lo pensaba y avanzaba hacia el incordio que era el bandido de enfrente. Uno ya había caído y en breve caería el otro, bajo mi duro acero. El rastas apoyaba desde un lado, así que le íbamos a hacer un sandwich, o puede que el trenecito...

El caso es que fui y le endiñé un sajaraja de los buenos, de los que gritan fuertemente de dolor, de los que escuecen un montón porque llevo sin limpiar el filo un tiempo y luego se infecta, de los que entran por detrás y salen por delante, de los que... Bueno, de los que hacen mucha pupita. El tipo aulló como un chiguagua, lastimero en sus últimos estertores. Una vez cayera este tipejo, tendría a Lerissa en mis brazos para poder curarla...

Al fondo, Crodos el Valiente, cargaba para llegar a donde Akta estaba diciendo sus últimas oraciones. ¿O no?

La encapuchada, cegada como estaba, se puso en pie y tanteando contra la pared hasta llegar al esquina de la estancia. Allí se agachó y se mantuvo a cubierto mientras se agarraba las rodillas y se balanceaba adelante y atrás asustada como nunca.

La mujer pelirroja dejó caer su arco a suelo y cargó contra el encapuchado granate sacando su espada larga en la carrera. Lanzó un corte hacia éste, pero el hombre interpuso su escudo en la trayectoria evitando todo mal.

- ¿No ha oído a Helga? - Le preguntó la pelirroja a la vieja. - ¡No se exponga más!

La morena se giró contra Crodos y le atacó con su espada corta. El ataque impactó contra el escudo del caballero y éste pudo notar la expresión de frustración de la tiefling tras su fallo.

 - ¡Ésta no es tu guerra! - Le dijo. - ¡Salid de aquí antes de que os matemos a todos!

El aasimar seguía agonizando en el suelo. Cada vez le faltaba menos para morir definitivamente. Si vida seguía escapándose por momentos y si nadie hacía nada por él, pronto pasaría a la otra vida y se reuniría con su dios Seyran.

El encapuchad granate lanzó un ataque contra la mujer pelirroja que acababa de cargar contra él. Ésta pudo esquivarlo por muy poco. El encapuchado gruñó y miró a los lados. Estaba siendo rodeado y eso, sin duda no le estaba gustando ni un pelo. Sobre todo después de ver lo que les acababa de pasar a los bandidos de Von Kammerstein.

Akta vio como el bandido que se encontraba junto a ella, lanzaba un espadazo, que hubiera sido mortal de no ser porque se había adoptado una posición defensiva total, la única forma quizás, que le quedaba de sobrevivir a aquel combate desigual.

- ¡Muere ya, puta! - Le grito aquel hombre lleno de ira.