Partida Rol por web

Aquél desagradable monstruo se movió por primera vez a vista de todos los mortales allí presentes. Sus movimientos eran fruto de la acción de aquellas extrañas vísceras purpúreas y se trataba de movimiento antinaturales y desacompasados. Aquel ser de ultratumba se acercó a donde se encontraban Mork-dar y Neegor y se situó entre dos de los necrófagos que acababan de ser destruidos.

Entonces rápida como un rayo, salió de la cavidad bucal de la calavera, aquella limosa lengua lila y se enrodilló alrededor del cuerpo del humano. Mork-dar trató de librarse de aquella cosa, pero le fue del todo imposible. Estaba atrapado e inmóvil como lo estuvo Borg, aunque todavía sentía su cuerpo.

Entonces aquella bestia pavorosa le lanzó un golpetazo que impactó directamente contra su persona, dejándole un tanto aturdido.

Mork-dar trató de revolverse. El agarrón al que estaba siendo sometido por aquel ser visceral era muy fuerte. Sin embargo, sus ganas de zafarse y sobre todo el impulso de supervivencia para agarrarse a la vida e impedir quedar paralizado, fueron más poderosos que aquella lengua rasposa y hedionda. Finalmente el guerrero logró librarse de aquel abrazo mortal y recuperó la posición de defensa arma en mano.

- ¡Cuidado con esa lengua! - Le dijo a Neegor. - ¡Te paraliza! ¡Qué no te coja! - Le advirtió.

Una vez Neegor se hubo librado del necrófago que tenía delante, fue testigo de como aquella bestia esquelética se acercaba hacia su posición y agarraba a Mork-dar con aquella lengua viscosa. Por suerte, aquel aguerrido humano logró zafarse a tiempo, aunque eso le impidió atacar a aquel monstruo compuesto de huesos y vísceras.

- ¡Maldita sea Thehy, haz algo! - Le gritó Neegor terriblemente enfadado. - En cuanto nosotros caigamos el siguiente serás tú! - Le amenazó.

Entonces soltó dos puñetazos contra aquel ser. Ambos fueron del todo ineficaces. Necesitaba mucho más para dañar aquella criatura regresada del Gran Abismo. 

Galdis tembloroso agarró su ballesta. Lentamente cargó un virote en la misma, apunto y disparó en dirección aquel engendro demencial. Al apretar el disparador, Neegor se movió lo suficiente como para desviar la flecha con uno de sus brazos. Sufrió un rasguño sin demasiada importancia y en el fragor de la batalla ni siquiera sintió el impacto.

- ¡Si no te apartas maldito enano gris! - Le recriminó el antiguo alguacil.

Fue entonces cuando aquel hombre miró atrás, en dirección a la salida de aquel pueblo plagado de monstruos no muertos. Sin duda sus intenciones estaban claras, a la más mínima oportunidad saldría por patas. Para él lo más importante era su su vida y empezaba a verla seriamente amenazada.

Los no muertos se abalanzaron sobre Iirag y sobre Nigrith. Uno de ellos trató de acabar con el vovit. Sus intentos por morderle y arañarla con sus purulentas garras fueron realmente muy torpes. Iirag era un versado guerrero y ante un ser tan mediocre como aquel, sería toda una vergüenza perecer. Esquivó aquellos golpes con suma facilidad.

En cambio Nigrith, enfrascada en combate con otras dos de aquellas cosas, tuvo más problemas. Primero recibió un serio golpetazo. Sintió que la zona del golpe se le entumecía. Estaba segura de que aquellos muertos vivientes potaban algún veneno paralizante y eso le preocupaba, pues no sabía cuanto lo podría resistir su organismo. Entonces recibió un mordisco y sintió lo mismo. Pero también pudo rehacerse. 

Gracias al estrecho callejón donde peleaban, no recibió un tercer ataque por parte de otro de los seres que allí se aglomeraban. Por suerte para todos, tendría que esperar a que alguno de los suyos cayera para hacerse sitio y tratar de acabar con Nirith o Iirag. El combate parecía controlado, pero un solo mordisco podía paralizarles y en ese momento las cosas se pondrían muy feas.

Nigrith trató de quitarse de encima a aquellas bestias sedientas de sangre. Utilizó sus armas contra éstas, pero sus ataques fueron torpes y lentos y no alcanzaron su objetivo. Aquella muchacha, aunque estaba acostumbrada a luchar por su vida, se estaba viendo superada por las circunstancias. Lo vivido en los últimos tiempos y aquel sorpresivo ataque por parte de una horda de no muertos, le habían pasado factura.

- ¡Matar Iirag! - Gritó sollozante. Se la veía afectada.

Koinzell se había deshecho de los monstruos que habían ido a por él y lo había hecho sin demasiados problemas. Al fin y al cabo, era un curtido combatiente y unos cuantos no muertos no le iban a echar atrás. Una vez en el exterior de aquella extraña casa, pudo contemplar como el extraño engendro que había acobardado a sus compañeros, estaba enfrascado en una batalla con unos extraños recién llegados. Se trataba de un humano y de un extraño ser oscuro. Además, otro enano tumbado en el suelo y otro humano que apuntaba con una ballesta, parecían suficiente como para tumbar a aquella cosa.

- ¡Por el sol naciente! - Gritó mientras se aproximaba al combate.

La cabeza martillo se estrello contra la pared levatando esquirlas cuando Iirag trato de desenganchar el mango de Ultima Sombra de los cuerpos de los muertos.

Girando sobre si mismo arrancó el martillo de la pared junto a unas cuantas piedras y aplastó al ser que tenia en frente.

Se lanzo hacia delante con un grito terrible.

De nuevo aquella bestia compuesta por un esqueleto humano y una serie de viscosas y agresivas vísceras purpúreas arremetió contra Mork-dar. La larga lengua se enrodilló alrededor de su cuerpo inmovilizándole de nuevo. El guardaespaldas del alguacil, volvió a sentir como aquellas babas que tocaban su piel, se filtraban a través de esta depositando el veneno de aquella bestia en su torrente sanguíneo y empezó a notar como su cuerpo se entumecía. 

De pronto recibió un golpetazo en toda la cara. Fue un golpe duro, pero se repondría. Escupió sangre al suelo y trató por todos los medios de liberarse de aquella presa. De esa forma nunca lograrían vencerla. Si tenía que depender de los puñetazos de Neegor y de la mala puntería de Thehy estaban apañados. Por suerte se había sumado a la causa un extraño hombre de barba blanca enfundado en una reluciente armadura. Igual no todo estaba perdido.

Los no muertos iban cayendo como moscas ante el poderoso martillo de Iirag. Sin embargo, sus ansias de sangre, su hambre eterna no les permitían darse media vuelta y abandonar el combate. Eso les hacía peligrosos. No tanto por el hecho de sus casi inofensivos golpetazos y sus mordiscos no causaran demasiado daño, sino porque el veneno que portaban, la maldición que transmitían con sus heridas, podía dejarles fuera de combate y eso sería nefasto para sus intereses de salir con vida de aquella extraña ciudad fantasma.

Uno de los monstruos comedores de carne, lanzó sendos ataques con sus garras contra el vovit. Iirag logró esquivarlos con suma facilidad. No así un tercer ataque, una dentellada que se clavó muy cerca de su cuello y que finalmente ocasionó un rasguño superficial en su piel. Y aunque era una herida superficial, podría haber sido bastante como para paralizarle y eso hubiera supuesto su muerte de no haber sido impedido por Nigrith.

Una Nigrith que seguía peleando con uñas y dientes. Se había quitado de encima  muchas de aquellas cosas y ahora tan solo tenía una que le amenazaba directamente a ella. Un garrotazo pasó cerca de su cabeza, una garra trató de herirla en la pierna, pero dio un paso atrás evitándolo y finalmente un mordisco se incrustó en su costado, pero no logró superar la armadura con la que la mujer oscura se defendía de aquellos seres.

Nigrith respondió de inmediato. Lanzó un tajo con su estoque que abrió en canal a aquella bestia. Sin embargo, aquel ser no parecía sentir dolo alguno. Aquello estremeció a la mujer y quizás por ello erró en su segundo ataque. El monstruo logró esquivar el ataque que le dedicó son su kurki. El combate se estaba alargando demasiado.

Nigrith estaba agotada y sudaba a mares. Aquel combate le estaba debilitando mucho. Sólo pensaba en acabar con aquellos seres y en salir por patas de allí. Por suerte Iirag no la había abandonado y esperaba que pudiera salvarla de morir bajo las garras y los colmillos de aquellos necrófagos. Antes de una muerte tan atroz, se quitaría la vida allí mismo.

- ¡Vamos! - Gritó. - ¡Muere! - Le ordenó a uno de aquellos seres.

Neegor siguió con su táctica. Golpeó con su puño contra la bestia. En esta ocasión, el golpe de su puño hizo crujir algo en su interior. El enano oscuro sonrió. Ese era el camino. En un salto acrobático y dando una vuelta en el aire, endosó entonces una patada contra el cráneo de aquel ser, para justo después volver a caer sobre el suelo grácilmente. Los dos golpes habían sido buenos. Neegor estaba orgulloso de si mismo.

- ¡Es el momento! - Gritó. - ¡Atacad con todo! - Ordenó a sus compañeros mientras miraba por el rabillo del ojo al alguacil.

Ese malparido estaba cargando un nuevo virote en su ballesta. Sólo esperaba que no le volviera a dar a él. De lo contrario, él mismo se encargaría de darle una lección a ese cobarde.

Gladis había cargado un nuevo virote en su ballesta. Apuntó hacia el monstruo y disparó. El virote silbó y pasó muy cerca del oído de Neegor. El enano gris se giró un momento dedicándole una mirada de reprobación al alguacil. Éste se encogió de hombros. 

- Fallo mío... - Dijo en un susurro. 

Entonces empezó a cargar un nuevo proyectil en su ballesta. Si seguía así acabaría por cargarse al enano negro.

Mientras tanto, Mork-dar trataba de liberarse de la presa en la que permanecía. Parecía mentira que esa lengua, ese apéndice viscoso y fibroso, tuviera tanta fuerza. Por mucho que aquel fornido hombre luchó por liberarse, le fue del todo imposible. Estaba bien agarrado y pronto empezaría a perder todavía más las fuerzas quedando paralizad y a merced de aquel ser. Por suerte Neegor y aquel extraño caballero estaban a su lado, pues si e Thehy dependía...

- ¡Acabad con él! - Rogó con la voz ahogada.

- ¡Por el sol rojo del amanecer sagrado! - Gritó el paladín alzando su espada bastarda sobre su cabeza. - ¡Libera a este engendro de su carga! - Le golpeó con toda su fuerza.

La espada de Koinzell golpeó sobre la espalda de aquel ser. Uno de los homóplatos se llevó la peor parte, pero aún así, aquella estructura ósea resistió bastante bien la embestida. Un segundo ataque fue del todo infructuoso. No llegó ni al golpear contra aquel engendro putrefacto.

- ¡Oh sol rojo, devuelve a este siervo de la oscuridad a su tumba! - Y aquel hombre seguía orando a sus dioses durante el combate. Era como si pensara que de esa forma sería más factible la victoria.

Iirag se había colocado al lado de Nigrith con la esperanza de atraer los golpes de los adversarios pero los ataques seguían llegándole, con un rugido alzó su martillo y mando el cráneo del ser que atacaba a Nigrith fuera de la ciudad. Su martillo se lío entre los huesos sobrantes y su siguiente golpe contra el enemigo más cercano fue ciertamente torpe, pero le dio la oportunidad de interponerse entre los esqueletos y Nigrith.

Tras la destrucción de otro de los muertos vivientes, Iirag ganó la posición evitando así que los monstruos se centraran en la mujer oscura. Aquellos seres embistieron contra él. Sus ataques, manotazos y mordiscos fueron bastante penosos, tan solo uno de ellos logró golpearle, aunque sin demasiada fuerza en un hombro. El combate estaba prácticamente decantado a su favor. Eso lo sabía bien Iirag y era entonces cuando se le planteaba una pregunta moral.

Tan solo le quedaban dos de aquellas cosas y podrían huir por fin. Sin embargo, un debate interior había nacido en el interior del vovit. Su primer impulso habría sido el de salir corriendo de aquel lugar maldito, aun a coste de dejar tirado al caballero Koinzell, quien se había revelado como un compañero fiel. Sin embargo, había otra cosa que le paraba, la idea de poder acabar con Neegor. Sus amenazas de que de ocurrirle algo o de separarse de él activarían un conjuro que les mataría, se habían demostrado falsas, así que podía resolver allí mismo la deuda que tenía con él.

Mientras esas preguntas tenían lugar en el interior de Iirag, Nigirth aprovechó para hacer lo que mejor se le daba, atacar amparada tras la espalda de otro. Estoque y kukri impactaron de lleno contra una de las criaturas. Rasgada de arriba abajo, tan solo le quedaba el golpe de gracia, que sin duda alguna, llegaría por parte de Iirag en cuanto tuviera ocasión.

- ¡Mátalo! - Gritó Nigirth. - ¡Mátalo Iirag!

- ¡Oh sol del amanecer, imbuye tu poder en mi espada para aplacar al maligno! - Gritó furioso al cielo.

Entonces descargó un fuerte golpe con su espada contra aquel ser de ultratumba. El impacto fue duro y aquella bestia se resintió. Koinzell lo supo al instante y le dio gracias en silencio al dios al que seguía sin duda alguna, como el más poderoso de todo el panteón. Entonces trató de asestarle un segundo golpe, pero el esqueleto controlado por aquellas extrañas vísceras,  advertido de su presencia logró esquivarlo.

Aquel terrible monstruo mantuvo apresado a Mork-dar. Éste sintió de nuevo como aquel extraño veneno trataba de paralizarle. Sin embargo, logró mantener el control sobre su cuerpo, aunque tampoco sabía por cuanto tiempo más iba a aguantar sin caer paralizado. Por lo que había visto, Borg, seguía sin poder mover un sólo músculo, sí que si caía, su vida estaría en manos de Neegor Thehy y el extraño caballero y teniendo en cuenta lo que conocía de sus compañeros, la máxima responsabilidad recaía sobre el anciano que lucía una brillante armadura.

Por si fuera poco, aquel ser no muerto lanzó de nuevo un fuerte golpetazo contra su cabeza. El impacto fue muy duro. Mork-dar sintió como su mandíbula se resentía y notó a la perfección el sabor a sangre en su boca. Estaba mareado e inmovilizado por aquella viscosa lengua, aunque intentaría liberarse por todos los medios, no iba a ser nada fácil y de hecho, cuando trató de zafarse, notó como aquel ser se aferraba aún con más fuerza a su cuerpo.