Partida Rol por web

Se detuvo en esas puertas tan bellamente talladas, ligeramente asombrada por la dedicación y derroche de dinero ante algo así. Pero poco a poco, comenzó a notar detalles que antes no había notado. Las posiciones de los “bailarines”, como alzaban sus brazos al cielo, las piernas flexionadas hacia un lado. Huían o luchaban contra algo. El cielo de ese grabado, había una enorme cantidad de murciélagos.

-Esto es bastante tétrico- apenas elevando la voz, para que quien estuviera más cerca le oyera, señaló la puerta-. Nunca vi a un murciélago atacar a alguien… al menos no a los normales.

Eran animales tímidos que comían insectos… pero había oído historias sobre algunos más grandes, capaces de atacar a los humanos. ¿Eran estos iguales? No quería ni pensar en tener que enfrentar a una enorme cantidad de esos seres.  

Luego miró el cuadro, notando esa cara de desagrado por parte de la que supuso era la madre y el estado normal de esos niños. Quizás alguna enfermedad les estaba afectando o, como afirmaba Zook, eran resultado de alguna poción o magia. Al menos todos estaban siendo cautelosos, quizás por la atmosfera siniestra que se respiraba en esa casa, donde la idea de estar caminando hacia una trampa empezaba a cobrar mas fuerza.

Rolan permanecía alerta, vigilando los movimientos en los lugares oscuros, las puertas y el hueco de la escalera.

Bueno, parece claro que algo tienen que ver con los vampiros.  Comento en voz baja al oír a Cas. Todos habían evitado nombrar a esas criaturas aunque todos habían contemplado ya dicha posibilidad.  
En las historias que se contaban de ellos, tenían múltiples y terribles poderes.  No podrían vencer a uno de ellos.

A pesar de sus tétricos pensamientos, Rolan no perdía la sonrisa ni le temblaba la voz

Que venga aquí ese monstruo en vez de esconderse -exclamó un poco más alto No tenemos miedo

—Puede que sean vampiros, puede que sea plata o puede que sea hipotermia. Nunca se sabe con los humanos —dijo el enano respondiendo a Zook al tiempo que Rolan comentaba que los grabados podían representar vampiros.

—En cualquier caso, lo mismo da ya. Vamos a seguir subiendo —dijo echando un rápido vistazo a las armaduras de lobo, pero sin detenerse apenas a mirarlas.

- Vamo chicos, no teneis curiosidad, ya que estamos aqui podriamos ver algo de la casa y descubrir porque esos colores tan azulados de los niños, jejeje ...- Zook, no solo inspecciono la sala, sino de decidio hacer lo unico logico que se podia hacer en aquel sitio, abrio la puerta del norte ( Zona superior ) . A ver que encontramos jijijij -

Hawke se guardó la pregunta de qué era un vampiro. A nadie parecía resultarle rara la palabra y él no iba a pasar por tonto ahora mismo. Ya podría preguntar luego. Los niños azules si les parecieron raros a todos, pero él dudaba que recorrer el lugar con los ojos fuera a decirles nada sobre ellos, y cualquier investigación más detenida requería de un tiempo del que no sabía si disponía.

La habitación era ciertamente extravagante, pero no llamó mucho la atención del granuja, por lo que cuando el enano sugirió seguir subiendo, Hawke ya había recorrido la mitad de los peldaños. A fin de cuentas,  habían acordado que tenían que ir al ático ¿No?

Justo cuando intentaba hacer memoria sobre los extraños niños, Beth escuchó a Zook ir hacia la puerta.

"¡Espera Zook! ¡No vayas solo!" — dijo mientras se apresuraba a acompañarle. Esto tenía todos los números de salir mal, pero sabía que la mejor manera de salir vivos de todo esto era permanecer juntos.

Te fijas en las puertas, lo que parecía una escena de unos jóvenes bailando, es en realidad una escena de gente luchando contra varias bandadas de murciélagos. Y lo que era una escena jovial y alegre de repente te parece algo macabro, desagradable y terrorífico.

Unas cortinas de terciopelo rojo cubren las ventanas de esta habitación. Un exquisito escritorio de caoba y una silla de respaldo alto a juego miran a la entrada y a la chimenea, sobre la cual cuelga una pintura enmarcada de un molino construido sobre un acantilado rocoso. 

Situados en las esquinas de la habitación hay dos sillones. Unas estanterías que albergan cientos de tomos y van desde el suelo hasta el techo cubren el muro sur. Una  escalera que rueda sobre raíles en las estanterías permite un acceso más fácil a los estantes más altos.

El escritorio tiene algunos objetos descansando encima de él: 

una lámpara de aceite, una jarra de tinta, una pluma, una caja de cerillas y un kit de escritura con una vela roja de cera, cuatro hojas de pergamino en blanco y un sello de madera con la insignia de la familia (Un molino de viento) y una llave de hierro.

Sigues subiendo mientras tus compañeros siguen a Zook. Llegas a un polvoriento balcón con una armadura de placas negra apoyada contra uno de los muros. Unas lámparas de aceite han sido montadas en los muros panelados con roble, los cuales han sido tallados con escenas silvanas de árboles, hojas cayendo y diminutas criaturas. Pero cuando te fijas un poco más puedes percibir diminutos cadáveres colgando de los árboles y gusanos saliendo del suelo.

A simple vista no parece que hayan más escaleras subiendo hacia arriba, aunque los niños os dijeron que Walter estaba arriba del todo y todavía falta el ático.

A los pocos segundos aparece Casandra detrás tuyo justo al acabar de subir las escaleras.

Eso de andarse separando no le gustaba nada, pero entendía que Hawke sabía lo que haci… ¿A quién engañaba? ¡El monje nunca sabía lo que hacía! Era como una hoja, se dejaba llevar por sus instintos o a veces ni siquiera eso, solo hacia lo primero que acudía a su mente. Al menos le consideraba lo suficientemente rápido como para salir de cualquier embrollo…

-Iré con Hawke- dijo al fin, pues no podía dejarle solo, aunque su sentido común indicara otra cosa. Siempre podrían volver con el grupo principal. Aparte esperaba poder convencerle de no hacer nada que pusiera en riesgo su vida y la de los demás.

Con una última mirada a sus compañeros, subió las escaleras detrás de su compañero. Los ojos de la exploradora iban de un lado a otro, sin saber que esperar encontrar. ¿Habían dicho vampiros? Esa cosas solo habitaban en historias de terror. Ni siquiera sabía cómo eran y esperaba nunca ver uno.

Intentando hacer el menor ruido posible, Casandra logró alcanzar a su compañero. Era incapaz de dejarle a su suerte, aunque confiara en sus capacidades. No le dijo nada, solo le sonrió brevemente y con nerviosismo, aun pensando en eso de los vampiros. Esta inquietud se hizo un poco más fuerte al ver los grabados, los cuales siempre hacían parecer que se referían a algo normal o hermoso, pero cuando les veías con atención ocultaban horrendos detalles. Nadie en su sano juicio tendría cosas así, incluso aunque fueran heredados.

No veía señal alguna del supuesto hermano de los niños, aunque a estas alturas ya podía esperar cualquier cosa. Quizás lo mejor sería revisar ese sitio a fondo, pues dudaba que alguien dejaría a un niño pequeño en un ático. Con una simple señal hacia su compañero, ella se acercó a la puerta que tenía más en frente (14), para corroborar que no hubiera nada ni nadie detrás de ella.

Justo antes de llegar a la puerta, con los nervios a flor de piel, Casandra notó que algo se movía hacia ella. No supo que era, simplemente que no quería estar en su camino, así que, con gracia y velocidad, dio un paso atrás, mirando con extrema sorpresa a la armadura* que intentó atraparle. Nunca había visto algo como aquello y seguramente la sorpresa estaba dibujado en su rostro.

—Estúpidos humanos, normal que vivan tan poco —farfulló el enano mientras la exploradora seguía los pasos del monje. La habitación parecía grande y llena de libros. El clérigo se encaminó a la estantería, a ver si había algo interesante en esos libros que pudiese darles alguna pista de lo que pasaba.

Justo cuando el Clérigo va a inspeccionar una de las librerías una molesta partícula en el aire le entra en sus ojos mientras éste maldice a todo lo maldecible por la incómoda sensación de tener una piedra del tamaño de un yunque en su ojo izquierdo.

La oscura y polvorienta armadura se mueve e intenta agarrar a la exploradora, pero el tintineo alerta a Cassandra que con un ágil movimiento evita el agarre, pero la armadura seguidamente empuña una espada y parece dispuesta a atacaros.

—¡Estúpidos libros y estúpido polvo! —grito el enano cuando una mota de polvo se coló en su ojo. Mientras se lo frotoba, dijo al resto—. ¡Aquí parece que no hay mucho que hacer! ¡Así que mirad lo que queráis y vámonos!

Miró al enano preucupado por si le ha caído alguna sustancia en los ojos.  Al ver que solo era polvo, barajo la posibilidad se agarrarle la cara y soplarle suavemente en los ojos...pero un escalofrío me recorre al imaginar la escena. No quiero morir.

Agarro la llave de hierro de encima de la mesa. Algo abrirá esto, no?  Digo mientras observo con asombro las enormes librerías.  Nunca había visto tantos libros juntos. Sólo de pensar en leer uno de ellos me lloraban los ojos.

No lo pensó fríamente, solo levantó su arcó y disparó contra una armadura. Una armadura de placas. Debería haber racionalizado que en algo así, una flecha normal poco podría hacer. Pero Casandra quería devolverle el golpe que le intentó dar. Siempre estuvo alerta, en la naturaleza, cazando, por ese este fallo era tan imperdonable, pues se saltó la única regla que siempre se había impuesto: piensa.

Elizabeth echa un ojo por la habitación rápidamente, en busca de algo de utilidad. Frunciendo el ceño, musita unas palabras arcanas rápidamente, sus ojos se iluminan con un brillo púrpura y, de nuevo, examina la habitación, más detenidamente, en busca de algún tipo de aura extraña, fijándose especialmente en las estanterías.

Tu sentido sobrenatural no te indica que haya nada mágico en la habitación ni en las estanterías.

Hawke se había detenido frente a las escaleras para intentar escuchar movimiento en las habitaciones contiguas. Lo único que escuchó a oir fue el rechinar de la armadura.

—¡Cass!— gritó en un intento de avisarle de que algo se le tiraba encima.

Hawke echó mano de su lanza y se abalanzó contra la armadura,  pero la punta dio en ángulo con la curvatura del hombro y simplemente se deslizó sin hacer apenas un rasguño. Aprovechando el impulso, el monje intentó darle un puñetazo en el codo, hacia arriba, pero el metal era duro y no cedió.

—¡Ah, la rep...!— Hawke amagó a contener la maldición, agitando su mano en el aire en un intento por calmar el dolor de sus nudillos.