Partida Rol por web

Samuel se dirige hacia Marco. Le alegra ver que él ha salido bien parado del caso.

Sí, patrón, ese tono salmón quedaría estupendo para empapelar nuestro despacho, pero, dado lo tarde que es, ¿no deberíamos empezar ya la investigación? Cuanto más tiempo pase, más se borrarán las pistas.

Marco mira con una mirada entre acusadora, sarcástica y asombrada. Las chispas que salen despedidas de sus pupilas reflejan las palabras que Marco no puede llegar a pronunciar debido a lo atónito que está.

Después de que le tartamudee un poco la boca y se frunza su ceño, expresando toda la rabia contenida hacia su compañero, nuestro detective se lanza, gritando y con los brazos en alto, hacia su compañero reprochándole su estúpida, por no poder clasificarla de otra forma, actitud:

- ¿Pero tú estás chalao o qué te pasa? Para un caso importante que tenemos tienes que coger la maldita botella. Por si no te has dado cuenta estábamos rodeados de policías ¿sabes por qué? porque no era una puta bodega, era una jodida escena del crímen!!!!!!!!!!!!!- Marco se da la vuelta y le pega una patada a una papelera de plástico gris que había pegada a una pared, derramando así una lata vacía y algunos papeles arrugados- ¿Investigar? Pero... ¿Tú chatungo de dónde has salido? No podemos volver a pisar el restaurante y ahora me dirás tú el qué se te ocurre para salir de este lío.

Marco se rebusca en los bolsillos de su chaqueta de tweed desgastada y saca un paquete de tabaco blando, arrugado y medio roto. Se enciende un cigarro y le da caladas cortas, sin parar, como un poseso, mientras camina a pasos largos de un lado de la habitación para otro. De vez en cuando se rasca la frente. Está intentado pensar algo, pero parece que el cabreo que tiene con su compañero le impide ver otra cosa que a sí mismo enchironado, con ese traje de esa tela tan áspera, comiendo porquería, limpiando letrinas.... y eso sería lo mejor que le pudiese pasar.

De repente de detiene ante su compañero se cruza de brazos, aún con el cigarro encendido, le da una profunda calada y suelta la ceniza al suelo. El humo y las palabras nacen de su boca al mismo tiempo, haciendo el primero extrañas formas retorcidas y las segundas oyéndose algo amortiguadas:

-Ahora Samu... cuéntame todo lo que te han dicho los policías que te han interrogado.- pregunta Marco con una actitud mucho más calmada.

Samuel se mantiene durante todo el rapapolvo de su patrón mirando fijamente el suelo. Espera a que termine sin interrumpir...¿qué podría decir? Cuando acaba, decide sugerir borrón y cuenta nueva.

Nada, patrón, no hay cargos. En cuanto a lo de investigar, no encontraremos cosas sólo en el lugar del crimen. De hecho, creo que sabremos más sobre su pasado y los contactos que tenía en su ambiente más familiar y social, así que, ¿por qué no vaos a su casa? Queda unos instantes en silencio, como dándole vueltas a algo. Usted nunca ha estado en la guerra, ¿no, patrón?

- Pero ¿qué cojones te importa a ti lo de la guerra? Para tu información, NO, no he ido a la puta guerra, pero el régimen me hizo sudar como un cerdo cuando estuve haciendo la mili en Cádiz...- Marco da otra profunda calada al cigarro y cambia su postura a una mucho más distentida - Bueno, volvamos al caso. Me parece buena idea que vayamos a conocer el ambiente de la muerta pero creo que antes deberíamos pasarnos antes por los alrededores de la escena del crimen a ver si descubrimos algo que a los malos se les haya pasado por alto: alguna prenda con sangre, alguna nota que tenga relación... Y después podríamos haces eso que dices. Eso sí, ve sacando las gafas de sol y la gorra para que el cabrón de Rentería no nos descubra.

Marco se acaba el cigarro y tira la colilla prendida que está a punto de llegar a la línea del filtro al suelo. Después de esto la pisa y las restriega contra aquel dejando una marca evidente de ceniza negra.

Samuel escupe resignado en el suelo

Usted manda, patrón. Queda unos instantes en silencio. Luego se dirige con andar cansino a la parada de metro más cercana, esperando que su patrón le siga. Cuando se introducen en la boca, mientras esperan a que llegue el priemer vagón, se dirige a él.

¿Y usted? ¿Qué le hicieron ahí dentro?

El vagón de metro llega traqueteando al andén. El calor que hace unido al ruido del metro hacen que el viaje sea realmente desagradable. Caras largas y ojerosas que vuelven del trabajo, un gitano tocando el acordeón y un tullido pidiendo limosna, eso es vuestro viaje en metro. Cuando el metro llega a la parada del restaurante os sentís aliviados de poder salir de este circo de los horrores que es el metro de Cunia.

La boca de metro está a unas calles de distancia del restaurante.
Que hacéis?

Marco baja lentamente las escaleras, arrastrando los pies, con desgana.

Antes de salir del metro se compra un cafe en una de las máquinas expendedoras que hay esparcidad por ahí.

-Antes de dirigirnos a los alrededores del escenario debo decirte un par de cosas- le pega un trago largo al café y pone cara de asco - Vaya mierda de café, joder. Bueno a lo que íbamos.

"Para empezar debo pedirte o quizá suplicarte, que no se te ocurra volver a hacer ninguna locura que sepas que no estamos jugando el pellejo.

"Para continuar debemos prestar atención a cualquier detalle, aunque sea minúsculo. Eso puede darnos la clave de todo este asunto. No podemos dejar pasar nada por alto.

"Como tercera cosa: vamos antes a una tienda y vamos a cambiarnos de ropa. La que tenemos la meteremos en una bolsa de basura y la esconderemos. También deberíamos comprarnos unas gafas de sol. Algo que nos cambie el aspecto para que esos malditos policías no nos descubran.

"Como última cosa: te vuevo a repetir: NADA DE LOCURAS ¿Entendido?

Marco termina el discurso a la vez que el café. Tira el vasito de plástico a una papelera, haciéndolo antes una bolita, como si estuviese jugando al baloncesto. Obviamente falla.

Suelta un gruñido y se dispone a salir de la boca de metro.

Eso no es un par de cosas, pero Samuel no añade nada. Espera impaciente, cambiando el peso de un pie a otro, a que venga el vagón, que, dadas las horas, llega después de un buen rato. Con un estruendo ensordecedor, la máquina sale del túnel y, a través de un chirriar de ruedas, el vagón se detiene y, después de un siniestro abrir de puertas, entran ambos dentro. Samuel se va a cualquier asiento que encuentra libre (a esas horas no tiene que buscar mucho) y se sienta (o, mejor, se derrumba) en él. Da igual que sea poco o mucho tiempo el que pasa antes de llegar a su destino. Para él es una eternidad. Cuando las puertas se abren por última vez, lanza de soslayo una mirada nerviosa a su patrón y sale, del vagón, primero, y de la estación después. Tras un poco deambular por las casi desiertas calles, consiguen encontrar unos pequeños almacenes, siniestros también, donde, por una miseria, compran unas ropas más míseras todavía. El dueño del lugar sonríe mostrando su boca desdentada, pensando que ha hecho un buen negocio.

Samuel Sentencia se entretiene buscando manchas de sangre en el asfalto en la zona cercana a la puerta de servicio del restaurante.

Marco da un paseo por la zona y mira a ver en los contenedores a ver si ve algo fuera de lo normal.