Partida Rol por web

Desapariciones en la noche (Finalizada por mesa)

La llegada de la noticia

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24/08/2009, 01:14
Director

El Príncipe te ha llamado para acudir a su presencia.

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24/08/2009, 01:26
Director

 

     Anochece en Londres, con la llegada del "amanecer" de los malditos. Con los últimos rayos de Sol se esconden también los vestigios de bondad y esperanza de los mortales que habitan las transitadas calles de la capital inglesa. Unos cuantos sonámbulos, ansiosos de fiestas y otro tipo de diversión habitan las oscuras calles. En tu caso, Ezecheil, despiertas en tu piso, solo. La soledad típica de tu no-vida se encuentra aún más acentuada en tu casa, en la que no te gusta tener visitas.

     Tras una noche típica de pesadillas con Rachel y Berenice, si tuvieras sudor te habrías levantado con la frente empapada. Pero no es así. Estás condenado, y cada luna te lo recuerda. Harto de tu existencia te dedicas a criticar a otros por su inutilidad, mas tu realmente poca cosa útil le haces al mundo.

     Pero esa noche tenía algo de especial. Lo intuías. Tras levantarte de tu cama, una desilusionada sorpresa llega a tí. A los pies de tu puerta hay una carta, con el sello de Frederic Wells. Tras abrirla, lees una escueta nota:

El Príncipe requiere tu inmediata presencia en su mansión.

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24/08/2009, 02:44
Ezechiel Evans
Sólo para el director

Me levanto, recuperando el sucedáneo de vida que me toca otra noche más, preguntándome por qué la bestia que hay dentro de mí brega tan fuertemente por la supervivencia, si es que se le puede llamar así. Un vistazo rápido, lleno de desdén, al espejo me sirve de saludo matutino, mi particular versión de la compañía, un pequeño tributo a lo que un día fui, el ínfimo suicidio de mi autoestima de todos los días.

Mi propia imagen me recuerda las que he visto durante el día. De nuevo ellas dos, una a la que odio y otra a la que no puedo evitar amar todos los días. Sea como sea, ambas me han dejado solo, y ésa es la realidad con la que debo malvivir. Mis movimientos lentos, salpicados de torpes trompicones, me resultan viscosos y grumosos, como leche cortada. Justo esa imagen, la de leche estropeada me hace mover ligeramente las comisuras de mi boca hacia el sarcástico gestículo en el que se han convertido las sonrisas.

Pero esa casi imperceptible mueca se destroza al ver la carta. ¿Por qué? Siempre me he preguntado cómo llegan esas cartas, ¿quién entra en mi casa durante el día o justo antes de resucitar para dejar esas cartas? ¿Nosferatu? En fin, sea como sea, la Camarilla tiene el servicio postal más jodidamente eficiente que se haya inventado. No me sorprende el sello de Wells, ¿quién si no iba a mandarme una carta de esa manera? Normalmente nadie quiere comunicarse conmigo si no es para insultarme, y siempre prefieren hacerlo en persona. A mí me divierte no hacerles caso.

La nota no puede ser más escueta. Abro la boca y muevo mi mandíbula en un círculo que parece más un rombo dibujado estando desnudo a diez grados bajo cero. Es mi manera de dejar salir el fastidio por la cita. No tengo ganas de ir. Realmente nunca tengo ganas, pero muchas veces es casi una obligación, y me mantiene ocupado, me permite no pensar tanto en mis... chorradas.

Me visto. ¿Por qué sigo desvistiéndome para dormir? No sudo, no me muevo durante el día, ¿qué absurdo propósito puede tener quitarse la ropa? Supongo que me mantiene cuerdo, me recuerda que fui humano una vez. Ingenuo, infantil, ignorante, pero al menos no inerte, como ahora, siendo un patético pelele a pilas de sangre. En cuanto termino de vestirme me hago una coleta. ¿Por qué no me cortaría el pelo antes de que Rachel me Abrazase? No... me gusta así. Sea como sea, no importa. En cuanto termino de prepararme cojo mis cosas, incluyendo uno de mis escoplos, por lo que pudiera pasar. Teléfono móvil, libreta de notas, pluma y mi útil plastilina. Útil para proyectar obras antes de realizarlas, útil cuando te aburres, útil para explicarle las cosas más simples a la ingente cantidad de retrasados mentales que habitan el Elíseo, y McGiver encontraría mil y un usos más al botecito de pasta azul lavable y no tóxica.

Sin hacerme más preguntas, que ya son bastantes las que me he hecho, dejo mi piso en dirección a la mansión de Wells, a ver qué quiere el viejo Ventrue de Evans.

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24/08/2009, 02:38
Director

     Anochece en Londres, con la llegada del "amanecer" de los malditos. Con los últimos rayos de Sol se esconden también los vestigios de bondad y esperanza de los mortales que habitan las transitadas calles de la capital inglesa. Unos cuantos sonámbulos, ansiosos de fiestas y otro tipo de diversión habitan las oscuras calles. En algun lugar, a lo largo del río Támesis, Pauline despierta en su cama. No lo recuerda con exactitud, pero todavia nota en su mejilla el roce de una mano al acariciarla... ¿Habrá estado ella aquí? ¿O sería un sueño? Te reconcome el hecho de que no lo sabrás nunca.

     Con un extraño sentimiento entre la soledad y la compañía de alguien que no está, Pauline se levanta de la cama. Medio sonámbula camina hacia la pared y enciende la luz. Sus pasos siguen más allá, hasta llegar al hall de su piso. Según parece, un visitante ha venido durante el día. Su misión había concluido con éxito, pues a los pies de la puerta había una carta, con el sello de Frederic Wells. Tras abrirla, lees una escueta nota:

El Príncipe requiere tu inmediata presencia en su mansión.

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25/08/2009, 02:13
Pauline Beaumont
Sólo para el director

¿Berenice?-se preguntó, acariciando su propia mejilla cuando despertó, para mantener viva aquella sensación difuminada. Pero como cada mañana, al darse la vuelta y mirar al otro lado del colchon, no había nadie. Sólo ella, fría, incapaz de darle a la cama el calor propio del hogar. Se encogió, haciéndose un ovillo y se obligó a suspirar. Como siempre, ella venía cuando menos se lo esperaba y nunca estaba del todo segura de si lo que había sentido era real.

Recorrió las paredes de su apartamento, situado en un edificio antiguo, de arquitectura parecida a la de los edificios del barrio de Pigalle, en Montmartre, París. Se situaba cerca del Támesis, pues allí la añoranza era más llevadera, por eso de vivir cerca de un río que cruza la ciudad, como el Sena.

Leyó aquella extraña misiva, no sin sentirse algo molesta por las prisas. Su expresión de apatía y desilusión denotaba las ganas que tenía de ir a reunirse con el Príncipe de Príncipes de Londres. Pero aquello era una obligación. Así que con un gesto desdeñoso dejó caer la carta al suelo, y se dispuso a asearse y vestirse.

Una sonrisa de oreja a oreja se dibujó en su cara cuando abrió la puerta del vestidor. Se sentía como una muñeca con un montón de trapitos cuando entraba en él, aunque ahora Berenice no estaba para elegir la ropa y decirle lo hermosa que estaba con ella puesta. Por un momento la sonrisa decayó, y se convirtió en una mueca de tristeza y dolor. Pero se obligó a sonreir de nuevo, pues a ella no le hubiera gustado verla así.

Cuando terminó de arreglarse, dio un par de vueltas frente al espejo, haciendo que la falda de su vestido se inflase y girase junto a ella, como si fuera a elevarse. La sonrisa volvió a pronunciarse. Colocó bien su boina y ajustó su chaqueta y el pañuelo blanco que llevaba rodeando su pálido cuello. Se guiñó un ojo a si misma frente al espejo, después de haberse pintado los labios con rojo carmín. Cogió su bolso y cerró la puerta tras de si, encaminándose hacia las escaleras para salir y buscar el coche, un mini de color burdeos.

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27/08/2009, 00:34
Director

     Bajas las escaleras de tu pisito. Por las escaleras, a través de las ventanas, puedes observar Hyde Park, tenuemente iluminado por alguna farola que ha sobrevivido al vandalismo. Un grupo de aparentes jovenes se haya reunido, y el humo de unos cigarrillos o algun sucedáneo se eleva sobre ellos. Sin hacerles mucho caso terminas de bajar hacia el sótano, donde guardas tu preciado tesoro en tu plaza de garaje. Sacas las llaves del bolsillo, haces contacto, y el suave ronroneo de tu máquina hace eco en las paredes del recinto cerrado. Arrancas léntamente con ella y sales al exterior.

     Las calles de Londres son casi tan deprimentes como tu vida. Suciedad, abandono, prostitutas, delincuentes,... aquellas calles quizás en algún momento fueron mejores... porque era bastante difícil que fueran algo peores. Semáforo tras semáforo, recorres calzada tras calzada. Alguna imagen de Berenice y de Rachel se te aparece en las luces rojas mientras esperas... si te quedaran lágrimas, a lo mejor llorarías, aunque es poco probable.

     Logras aparcar cerca de la casa de Frederic, y cuando te estás quitando el casco para guardarlo, ves que Pauline se acerca, desde el fondo de la calle. Su sensual movimiento de caderas luce mejor ahora que viste un largo traje de color rojo oscuro y su falda baila al compás de sus pasos. Una chaqueta ajustada, un pañuelo blanco y una boina terminan de adornar su bien proporcionado cuerpo.

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27/08/2009, 00:47
Director

     Sales a la calle y te enderezas antes de empezar el trote a la puerta de tu garaje. Un vistazo rápido te permite ver a algunos transeúntes por la calle, algunos arreglados para salir de fiesta y otros cansados que vuelven a su casa tras un duro día de trabajo. Te fijas en una pareja, que se besa apasionadamente bajo la luz de una farola. Las manos de cada uno juegan con el cuerpo del otro y, poco después, prosiguen con una picarona sonrisa en sus caras.

     Entras en tu garaje y abres tu mini. Te sientas cómodamente y colocas los espejos. En tu coquetería, no puedes evitar mirarte en el retrovisor para verte una vez más. ¿Quién dijo que estar muerta significaba no cuidar su propio aspecto? Te guiñas un ojo picaronamente y enciendes el motor a la vez que la puerta de tu garaje emite un crujido mecánico en respuesta al botón de apertura del control remoto. Te diriges hacia la mansión de Frederic, disfrutando del brillo que la luna emite sobre el capó de tu coche. Siempre te gustaron los edificios del casco antiguo inglés, tan bien hechos, adoquinados,... parecía un pequeño pueblo de muñecas renacentistas o algo así.

     Encuentras parking algo lejos de la mansión de Frederic, pero te dispones a andar. Un paseo te sentará bien, piensas, y quizás encuentras algo divertido por el camino. Pero tus pasos en el camino sólo te traen a una persona: Ezechiel. Le encuentras bajándose de su moto, una flamante harley davidson de estilo más clásico, meticulosamente cuidada y limpia. Su ropa, en cambio, está algo más descuidada...

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27/08/2009, 01:16
Pauline Beaumont

Le miro caminar, desde lejos. Ezechiel... Sólo con verle uno puede adivinar lo triste que se siente. Aún me siento mal por haberme ido hace muchos años ya de su refugio, pienso en lo mucho que se debe haber sumido en su propia misera. Nunca fue una persona alegre, pero desde que se fue Berenice...

Aprieto el paso, acercándome a el-¡Ezechiel! ¿A ti también te han llamado?

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27/08/2009, 01:28
Ezechiel Evans

¿Por qué grita tanto?

Sí, lo han hecho —le contesto, mirándola no sin cierta curiosidad, mientras guardo el casco. Miro hacia la fachada tras terminar, examinando el edificio como si eso fuera a darme una pista de por qué nos ha citado el Príncipe.

Le echo una última mirada a Pauline antes de entrar en el edificio, en silencio.

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27/08/2009, 02:27
Pauline Beaumont

Ah...-digo, cohibida-¿qué crees que habrá pasado? En la cita ponía que era urgente... Algo grave debe haber sido-temiendo molestarle con mi parloteo, camino a su lado, guardando cierta distancia para no atosigarle, y evitando mirarle directamente.

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27/08/2009, 02:36
Director

     En un determinado punto, la imponente verja se tuerce y deforma, dejándo conformada una puerta con barrotes para los visitantes. Tras abrirla y cruzarla, un paseo adoquinado os dirige hacia la puerta trasera. Unos pocos golpes en la madera sirven para que alguien reaccione dentro, lo cual se descubre por una sombra que se mueve a través de la mirilla. La puerta casi no cruje al ser abierta, y un joven rubio, alto y relativamente corpulento, se encuentra detrás para recibir a los invitados. No recordais su nombre, pero ya os suena haberlo visto alguna que otra vez.

Bienvenidos, pasad al Salón de Nod - lugar que ya conoceis de visitas anteriores - Ahí os recibirá el señor Wells.

     Las paredes de la mansión están escasamente iluminadas. Bien es conocido que a Frederic no le agrada la luz y no disfruta de amplias lámparas o aparejos similares. Tras entrar en el Salón de Nod, veis a muchos otros visitantes. Muchas arpías y los principales agentes del Príncipe se encuentran allí. Hay un detalle que os llama mucho la atención: los 5 Príncipes se hayan reunidos en la sala. Sólo falta uno: Frederic. Hay otro punto que os llama la atención, y es un enorme tapiz. En vuestras anteriores visitas no lo habíais visto, pero ahora está ahí colgado. Es bastante grande, como de dos metros de largo por uno de ancho. y su imágen da un ambiente bastante inquietante a la sala.

 

 

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27/08/2009, 02:51
Ezechiel Evans

Antes de entrar por la verja, miro de reojo a mi chiquilla.

Ya nos enteraremos una vez dentro...

Continúo hasta pasar la verja y, siguiendo las indicaciones del portero, voy al salón. Cuando entro, me extraña la presencia de tanta gente en el lugar, pero el tapiz me llama la atención, no tanto por su anterior ausencia, sino por la imagen que veo en él. No me cuesta mucho reconocer la escena bíblica en la que Caín, supuestamente el que empezó la maldición que ha llegado hasta hoy para joderle la vida a medio mundo, mata a su hermano Abel.

¿Barroco? Parece barroco, pero... ¿un tapiz? Mirarlo atentamente no me va a dar las respuestas de por qué tanta urgencia, aunque me quedo con curiosidad de saber de quién es esa obra de arte.

Miro a los presentes después de mi corto análisis y busco a Wells, pero no lo veo. Enarco una ceja casi automáticamente y decido hacerme hacia un lado, ignorando la existencia de los demás hasta que llegue quien me ha citado.

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20/09/2009, 20:56
Pauline Beaumont

La presencia de tantos invitados me sorprende. Supongo que han venido por el mismo motivo que nosotros. El asunto a tratar debe ser grave sin duda, pero hay algo más. ¿Con qué intención habría colocado el señor Wells aquel tapiz ahí? Sin duda transmite cierta inquietud. Quizá quiera poner a alguien en concreto de los nervios...

Miro a mi lado y descubro que Ezechiel no está en el mismo sitio. Se ha apartado. Cierta melancolía se adivina en mis ojos, sin que yo pueda evitarlo. Han pasado ya muchos años, y las cosas siguen siendo igual de extrañas. Si tan solo Berenice también estuviera presente para él...

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22/09/2009, 13:05
Director

     Anochece de nuevo en Londres. Otro día llega a su fin mientras las sombras creadas por la ausencia del sol se van extendiendo por la ciudad, ocultando terribles crímenes, amoríos secretos, vidas de pecado y otro sin fin de acciones llevadas a cabo...

     Al alcanzar tu piso, tales sombras producen la apertura de tus ojos y te levantas. Sabes que el edificio se encuentra vacío en estos momentos, o al menos debería. Todos tus inquilinos se han ido llendo uno a uno sin que hayas podido sustituirlos por nueva compañía...

     Mientras te levantas de tu cama, un leve sonido de pasos llama tu atención. Los pasos se detienen delante de la puerta de tu piso y, sin llegar a tocar, se alejan de nuevo por donde han venido. La curiosidad te llama a levantarte e investigar, encontrando únicamente una carta bajo la madera de tu puerta. La escueta nota reza en un inglés algo pasado de época:

El Príncipe requiere tu inmediata presencia en su mansión

Notas de juego

Bienvenido, vigila los destinatarios de tu mensaje.

Suerte y vamos allá

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27/09/2009, 14:32
Basilio Hallward

Leo la nota con atención, preguntándome qué es lo que puede querer el señor Wells de mí. Hace tiempo que procuro no meterme en líos de ningún tipo, por lo que dudo que se trate de alguna transgresión causada por mi persona. Sin embargo la urgencia con la que me cita es inquietante. Quizás haya sucedido algo que me deba ser notificado, o por lo que puedan requerir mi presencia. Prefiero no darle más vueltas. Acabaré descubriendo de qué se trata cuando llegue a la mansión de Waterloo, y cuanto antes lo haga mejor.

Me dirijo a mi cuarto dispuesto a encontrar una ropa adecuada. Uno no puede ir a ver al príncipe de Londres con el mismo atuendo con el que iría a una fiesta en el Elíseo, por lo que procuro vestirme acorde a la ocasión. Eligo una camisa blanca, un traje negro hecho a medida y unos zapatos a juegos, que dejo tendidos sobre la cama a la espera de que me de una refrescante ducha. Una vez aseado y acicalado, me visto, asegurándome de llevar en mis bolsillos móvil y cartera, con varios billetes en metálico por lo que pueda ocurrir, aparte del necesario para pagar al taxista que me deberá llevar a la mansión. Para eso voy al salón, descuelgo el teléfono y llamo a la compañía de taxis. Me aseguran que en un tiempo determinado tendré un vehículo en mi puerta.

Ahora solo me queda esperar hasta que lleguen a recogerme.

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27/09/2009, 15:27
Director

Tras el tiempo indicado, escuchas el motor de un coche acercándose por la calle y deteniendose delante de tu puerta. El sonido del claxon advierte que es un taxi que acude por un servicio. Al bajar las escaleras observas el típico taxi londinense, clásico y negro:

Al volante, un varón con aspecto de inmigrante, mira atento a la persona que se supone que es su cliente.

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27/09/2009, 15:36
Conductor

Buenas noches caballero. ¿Ha llamado usted? ¿A dónde quiere que le lleve?

Parece ser que le poseen los mismos nervios que a todos los taxistas. La frase "el tiempo es oro" tiene su máximo exponente en esta profesión.

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28/09/2009, 21:36
Basilio Hallward

Veo llegar al taxi desde la puerta de mi edificio, preguntándome si será el mio, hasta que se detiene frente a mí. Bajo los escalones despreocupado, sonriendo amablemente al taxista.

- Sí, he sido yo, caballero. - digo mientras me acerco a la puerta y me subo al vehículo. Trato de acomodarme en el asiento sin que se arruge demasiado el traje, y mientras me ajusto la corbata le doy las instrucciones pertinentes - Si es tan amable, querría ir al cruce de Westmister Bridge Road con Lambeth Palace Road, por favor - digo observando al taxista por el retrosivor, aunque no tardo en apartar la vista para deleitarme con el paisaje que las calles de Londres me regala a su paso por ellas.

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29/09/2009, 17:21
Conductor

Marchando, caballero.

El conductor pisa el acelerador a la vez que el leve ronroneo del motor avisa de la marcha.

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29/09/2009, 17:24
Director

Las calles oscuras de Londres se alargan delante del capó del taxi a medida que va camino de su destino. Los pocos transeúntes de las calles aparecen como figuras alargadas que adornan las muertas y secas fachadas. Poco alcanzas a ver a la velocidad del taxi: algun beso bajo una farola, algún tipo de comercio ilegal, una charla sin importanca...

Cuando llegas al lugar indicado, el taxista te cobra la tarifa acordada y te abandona en la esquina entre Westmister Bridge Road y Lamber Place Road. Tus pies conocen el camino a la entrada trasera de la mansión de Wells. Al llegar al punto indicado, la imponente verja que rodea la casa se tuerce y deforma, dejándo conformada una puerta con barrotes para los visitantes. Tras abrirla y cruzarla, un paseo adoquinado te dirige hacia la puerta trasera. Unos pocos golpes en la madera sirven para que alguien reaccione dentro, lo cual se descubre por una sombra que se mueve a través de la mirilla. La puerta casi no cruje al ser abierta, y un joven rubio, alto y relativamente corpulento, se encuentra detrás para recibir a los invitados. No recuerdas su nombre, pero ya te suena haberlo visto alguna que otra vez.

Bienvenido, pase al Salón de Nod - lugar que ya conoces de visitas anteriores - Ahí os recibirá el señor Wells.

     Las paredes de la mansión están escasamente iluminadas. Bien es conocido que a Frederic no le agrada la luz y no disfruta de amplias lámparas o aparejos similares. Tras entrar en el Salón de Nod, ves a muchos otros visitantes. Muchas arpías y los principales agentes del Príncipe se encuentran allí, además de Berenice Beaumont y Ezechiel Evans. Hay un detalle que te llama mucho la atención: los 5 Príncipes se hayan reunidos en la sala. Sólo falta uno: Frederic. Hay otro punto que te llama la atención, y es un enorme tapiz. En tus anteriores visitas no lo habias visto, pero ahora está ahí colgado. Es bastante grande, como de dos metros de largo por uno de ancho. y su imágen da un ambiente bastante inquietante a la sala.