Partida Rol por web

Tras el acercamiento con la nave hostil, pasan casi el día entero hasta que recuperáis la consciencia plenamente, los sucesos son caóticos, pues tanto la tripulación como los pasajeros se vieron afectados.
La peor parte se la llevaron los últimos, al no ser arrastrados y arrojados al mar, sufrieron múltiples golpes con los elementos y mobiliario, llegando a haber heridos de gravedad, como es el caso del embajador, y la garante, los cuales os encontráis en cubierta.

Maltrecho, Marcus se levantó de su hamaca cojeando y tambaleante en busca de su bastón. Una vez apoyado en él y con la otra mano agarrándose de cualquier cabo bien sujeto, comprobó todas sus pertenencias y después se dirigió a los pasajeros.

-¿Cómo estáis? ¿Habéis podido descansar? -les preguntó al embajador, a la joven y al chaval observando si podría hacer algo por ayudarles con su control del agua.

Dolorido, me arrastro fuera de la hamaca y me acerco a mis pertrechos. Una vez allí comienzo a preparar las vendas y demás objetos que me permitirían atender a mis compañeros y a la tripulación. 

Una vez vendadas mis heridas, y dejándolo todo dispuesto para atender a los demás, me dirijo a cubierta.

Cuando llego allí digo en voz alta:
 

-Buenos días a todos. Menuda nos dieron ayer, ¿eh? Menos mal que el barco resistió. Y nosotros con él, por supuesto.

Imagino que estaréis todos tan magullados como yo. ¿Embajador, me permitiríais atender vuestras magulladuras?- y elevando mas el tono de la voz- Y también atenderé las heridas de todos los demás, pero comenzaré por los que salieron peor parados.

Por favor, embajador, acompañadme- y bajando de nuevo el tono de la voz digo mirando a Marcus y a la mujer de Chaz- luego os atenderé a vosotros, y luego al capitán y a la tripulación.

Dicho esto me encamino de nuevo a donde preparé todos mis útiles de medicina y comienzo a tratar al embajador

-A ver, ¿Dónde os duele?¿Aquí?-digo mientras palpo las heridas. 

Tras escuchar el gemido del embajador añado con voz calmada:
-Bueno,estáis de suerte, no parece que tengáis nada roto, acabaremos pronto.
 

Y Dicho esto comienzo a tratar las heridas del embajador, para a continuación atender a la garante, a Marcus, al capitán del navío y luego a todos los tripulantes que lo necesitaron.

Una vez acabado mi trabajo de sanador, recojo todo mi equipo y lo vuelvo a guardar en el petate. 

Cuando acabo de tratar al último marinero le digo:

-Dile a Marcus y al embajador que estaré abajo trabajando. Que no me molesten salvo que nos atenace algún peligro.

Tras despedir al último marinero, me encamino a mi camarote y continuo con mi investigación acerca de los artefactos.

-Como descansar con lo ocurrido, creo que tengo el brazo roto- dice el embajador.

La joven orienta su cara hacia vosotros al oír las palabras de Marcus, pero no articula palabra alguna.

El resto de la tripulación y el joven pasajero se acomodan al escuchar que los van a tratar.

Uno de los marineros que sufrió menos se pone a exprimir las pocas frutas que quedan para evitar que la deshidratación dificulte la curación.

La mayoría se muestran muy hoscos, inclusive cuando son tratados. Pero lo entendéis, la experiencia próxima a la muerte no es plato agradable para nadie.

Esa noche os llaman a cenar, han preparado un hervido de la pesca del día, y una gran jarra de agua que no tarda en vaciarse.

-Gracias Don Tomeu- dice finalmente la joven, la cual hasta ese momento no había emitido sonido.
-La comida está exquisita, muy bien muchacho, si eres capaz de hacer esto con un mero y un pargo, quiero probar lo que cocines con disposición de ingredientes- alaba el capitán.

Un murmullo de conformidad al comentario empieza a relajar los ánimos hasta el momento tensos.

-No hay de que. Es lo menos que podía hacer.  Esperemos que no vuelva a ser necesario y que el resto del viaje sea tranquilo. Cosa que seguro sucede si nuestro capitán no baja del navío.

-¿Necesitamos reponer suministros o llevar a cabo algún recambio o reparación? -pregunta Marcus al Capitán durante la cena. -Querría evitar a toda costa cualquier parada innecesaria y llegar cuanto antes a nuestro destino.

Una vez que finalizamos la cena, discretamente me dirijo a Yaz-Luz:

-Lamento que hayas tenido que pasar por esto. ¿Estás bien?

-Podremos aguantar, a pesar de los días perdidos y de estar dañado parte del velamen, los vientos actuales y las corrientes nos son favorables- comenta el capitán Klem Nemio, tras un carraspeo añade -Así que si os importa pasar algo de hambre podremos llegar sin escalas en cuatro días, puede que tres. Pero para ello debemos racionar y salvo la tripulación, deberéis permanecer a refugiados del sol o no nos llegará el agua.

Los tripulantes ponen mala cara ante este comentario, saben que significa, trabajo día y noche, con guardias extensas y eso sin contar la reparación del velamen.

-Hagámoslo, podemos llegar a casa y ya allí descansaremos y nos pondremos hasta el mismo culo de vino- aporta un entusiasta marino -Con el perdón de los presentes por mi forma de expresarme- añade.

Los ánimos están lejos de ser buenos, pero la intervención los ha mejorado hasta el punto de iniciar un autoconvencimiento.

Yaz-Luz sufrió un fuerte golpe en la cara, y aunque Tomeu ha conseguido disminuir notablemente la hinchazón, al restablecer la circulación, apreciáis que le duele gesticular.

-¡Sea entonces!. Vosotros dos id inmediatamente a bodega y traed la lona de carga de la grúa, la usaremos de parche- le indica a casi gritos a dos, antes de que se gire al par restante estos se ponen en pie -Bamua,salta al agua y comprueba el timón, vamos a cortar en ataque y necesito confiar en la nave, y Fega pon rumbo noreste este, con un frente de abrío. Voy a ir a mi camarote a revisar las cartas, muchacho, ve a bodega, y revisa si aún queda té, me hará falta.

Dicho todo esto y mientras acabáis la cena, el capitán y sus cuatro marineros empiezan con una frenética actividad.

-El resto, os "aconsejo" que descaséis y que no salgáis a cubierta por duro que pueda resultar en los próximos días, al menos con el sol en alto- os ORDENA Klem Nemio.

Marcus no se siente con ánimos de realizar una respuesta mordaz al comentario del capitán, así que recoge sus cosas y se dispone a tumbarse en la hamaca a descansar hasta que anochezca, cuando aprovechará para salir a la cubierta a ejercitarse un poco (sin cansarse).

Haciendo caso del Capitán, la nave devora las millas con una facilidad ostentosa, las pocas veces que salís a cubierta no veis costa. En aguas profundas sois sorprendidos por un banco de criaturas que no llegáis a identificar, ya que las defensas del casco están operativas y la velocidad adquirida, junto a los cambios de rumbo despistan a los curiosos.

-Estamos bajo amenaza- os dice Fila, el más viejo de los marinos.

Pero al salir a cubierta os señala una actividad acuática que ha quedado atras, la gran novedad es que el perro-foca de Tomeu está en cubierta, donde se resguardo a tiempo

Las comidas son escuetas, ya que no hay tiempo de pescar y la poca harina que queda la necesitan los marinos para operar las jarcias.

Dos horas después del mediodía del tercer día, un marinero baja a donde os encontráis dormidos.

-Dones, estamos a escasos momentos de llegar a puerto, la ciudad ya es visible- os informa con la clara intención de que os preparéis para el atraco. -Me dirijo a comunicarle la información al resto de pasaje, a menos que deseen algo los señores.

-Gracias por avisarnos. No necesitamos nada aquí, gracias. Continua con tu labor, marinero.

Tras despedir al marinero, me giro hacia Marcus y le digo:

-Tierra al fin, seguro que mi madre nos ofrecerá un suculento banquete-digo relamiéndome- Nada más de pescado, carne, una buena pieza de jabalí, con salsa especiada, pastelitos de carne,   ¡Y vino! Dioses, como añoro el vino. Malditos bárbaros bebedores de zumo, un poco más y habría muerto de sed.

Mientras escucho hablar a Marcus termino de recoger mis cosas y a subirlas a la cubierta, cuanto antes baje del barco, mejor.

Fila se retira a avisar al pasaje, y a cumplir sus labores para el atraque. Una vez que os adecentáis salís a cubierta con la intención de permanecer junto al capitán para no estorbar a la tripulación.

Pero al salir y mirar hacía puerto os sorprende que la comitiva que aguarda no es la esperada. Un grupo fuertemente pertrechado de hombres a caballo, encabezados por la condesa, junto a varias bestias sin jinetes se aproximan al muelle exterior. Uno de ellos porta una bandera que hace ondear, en esta se aprecian tres cuadrados concéntricos.

-Hay urgencia- os dice el capitán, -¡Plegad el velamen y sacad las pértigas, atracamos en el muelle exterior, rápido!

Los marineros empiezan a moverse con una velocidad y destreza incompresible, al menos tres de ellos, el viaje ha hecho mella en Fila. Cuando el casco está a escasos diez metros lanzan los cabos, que son recibidos por el personal de tierra y acercan el barco con presteza y delicadeza.

-¿Qué sucede? ¿Estamos en Guerra?

-¿Qué narices? Parece que no habrá descanso, al fin y al cabo. -dice Marcus agarrándose a la barandilla con una mano y apoyándose en su bastón con la otra.

Marcus viste sus ropas imperiales de buena calidad, con su armadura de plumas y sus dos bastardas. No porta las protecciones metálicas de brazos y piernas pues no considera que hagan falta en ese puerto.