Partida Rol por web

Mierda, mierda. Más misterios. Ahora un estúpido mensaje codificado. Lo miro de arriba a abajo intentando encontrarle algún sentido. Después, intento recomponer los trozos de lacre destrozados. También registro las pertenencias de mi compañera, a ver si por suerte encuentro algo que me pueda ayudar a descodificar el mensaje.

Buscas y rebuscas, y al final encuentras un dosier. El de Wayanina. Había sido previsora y había guardado de todo. Incluso "había" incluido un libro de claves antiguo. Tan antiguo que cuando lo abres tienes miedo de que se desmenuce. Tu mente dijo en ese momento: "UN TESORO". Debería tener por los menos 600 años o más, pero no te paraste a ver la fecha de publicación. Empezaste a buscar en su interior. Era tan viejo que incluso incluía sistema de claves para aparatos que no existían desde hacía siglos. Incluso de la época de "Los Mardsen" y de la "Liga Estelar".

Sería un puto tesoro, pero no llegabas a encontrar lo que esperabas. - ¿Qué significaba ese puñetero galimatías?

Sonó la alarma de 10 minutos previos para el salto.

- Ya queda poco.

Te tumbaste en el suelo, con todos los papelotes de ella esparcidos. El libro sobre su mochila y seguías repasando todo desesperadamente. Poco antes de llegar la "Hora Zero" te diste cuenta. - El protocolo lirano y sus puñeteros Generales Sociales. En las notas había referencias que buscar.

Entonces empezaron a sonar los últimos segundos. Hacía poco que había sonado la señal de un minuto. El tiempo te comía y aún no lo tenías listo, pero ya sabías que camino seguir.

Entonces sonó el pitido largo. Un nudo se te hizo en el estómago y durante un instante parecía que estiraban tus entrañas de un planeta a otro. Por suerte la angustia se pasó enseguida, pero no estabas lo a gusto que esperabas. - Lo de siempre. En un momento se pasará. Ya lo habías sufrido otras veces. Tomaste un lapicero. Uno de esos que ya no usaba mucha gente, y Wayanina siempre portaba. Con el que tomaba sus notas.

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          Tu padre y yo te deseamos la mejor de las suertes. Nuestra nación dependerá en unos años, y te aseguro que serán pocos del adiestramiento que seas capaz de adquirir y de la misión que seas capaz de generar. Muchas vidas dependerán de ello. Tanto extranjeras como propias. La tuya, la de tu padre y la mía propias incluidas.

 

 

Katrina Arconte

Guardo cuidadosamente el mensaje entre mis pertenencias y continúo registrando los efectos personales de Wayanina. Tengo la esperanza de encontrar algo, lo que fuere, que me ayudase a descifrar el por qué habían acabado con ella. Aún no podía creérmelo.

Encuentras el diario de ella.

Revisas este, pero tardarás días en terminar de leerlo. Tiene más de 700 páginas y por lo menos 600 están escritas.

Dios mío, aquello no era un diario, aquello era prácticamente una novela. Le llevaría muchísimo tiempo leerlo pero si podía sacar algo en claro merecería la pena. Lo guardo también con la idea de echarle un vistazo más tarde. Ahora quería ir al puente de mando a ver cómo iba el viaje y cuánto nos faltaba para el punto de destino.

Nada más llegar al puente, antes de entrar, salía la Capitán Estern. No te llegas a cruzar. Ella parece ir en otra dirección. A las bodegas.

Cuando tiras a entrar te encuentras de cara con una técnico. Os chocáis, y sus turgentes pechos se estrellan contra tu pecho. Ella cae de espaldas y se sujeta, por un lado contra el marcho del acceso, y por otro, porque la agarras tú. Si no es porque no la conoces, la besarías en ese mismo instante.

-Vaya, disculpe mi torpeza -la sujeto con fuerza pero gentilmente en mis brazos. No quiero que se caiga. Hago lo posible para no mirar sus redondeces, sino clavar mis ojos en los suyos. Con todo el encanto posible le digo-. Espero que no se haya hecho daño, sería toda una lástima...

Perdone, perdone... Se deshace en disculpas y tras eso se escurre por tu lado. Marcha tras la capitán.

Me doy la vuelta mientras observo cómo se mueve su trasero. Después veo que va en dirección hacia las bodegas junto con la capitana. Espero treinta segundos y las sigo.

Cuando llegas a la bodega, hay gente trabajando. Te paras, antes de entrar, y esperas. Están montando un mech, y parece haber piezas para otro más. Es algo pequeño, esbelto y de morro especialmente afilado. Parece más el morro de un caza que la cabeza de un mech.

Me acerco paseando despreocupadamente, echando un vistazo al mech que están montando. Si puedo, hablo con los técnicos a ver qué me pueden contar de él. Mientras paseo, busco con la mirada a mi superior y a su voluptuosa ayudante.

La capitán está con un ingeniero, repasando planos. Están mirando, sobre una mesa de caballetes, improvisada.

La técnico "maziza" está en un elevador de brazo. Están con otros dos trabajando en una cabina a unos 4 metros del suelo.

Me acerco hacia mi oficial mientras no pierdo de vista a la técnico.

-Mi capitán ¿Necesita ayuda? No me gusta estar ocioso durante los viajes.

Te miró enfurruñada, pero luego hizo un gesto para que le ayudaras. - Anda, ven, si no te enteras antes, lo harás después.

Ves que son los planos de un Wasp Aeromech. Quedas tan sorprendido que no te lo esperabas, pero luego, a fijarte en el mono de vuelo de ella, que además había estado adiestrando a mechwarriors, te das cuenta que no era tan descabellado.

De sopetón un golpe zarandea toda la nave y uno de los técnicos se desprende de donde trabaja y empieza a caer hacia vosotros.

¡Un Aeromech, nada menos! Era algo bastante novedoso que no se solía utilizar mucho en la Esfera Interior. Observo los planos ensimismado hasta que la nave es zarandeada por algo.

-¡¿Qué cojones?!... -exclamo. Luego veo al técnico caer e intento ir a ayudarle- ¡No, cuidado!

Por suerte, la maniobra estaba siendo en microgravedad, así que un brazo lo agarró y lo subió otra vez.