Partida Rol por web

Al cogerle la mano, el zorro deja el vaso y baja la suya hacia la barra, sin apartártela.

—Vengo de Luisiana, y mi labor aquí es la de... gestor de residuos. Me aseguro de que toda la mierda de esta ciudad desaparezca. Saco y limpio la mugre en donde quiera que se acumule —te acaricia el dorso con el pulgar— Y debo decir que aquí hay mucha, mucha, pero que mucha basura que limpiar... —se toma el tiempo necesario para hablar, mientras te mira fijamente a los ojos.

El barman hace rato que os ha dejado a lo vuestro, y a quienes único has visto interesados en la conversación es a los del grupo del fondo del bar. Aunque no han hecho nada salvo mirar un par de veces.

—Dime, ¿estás realmente cansado de todo eso de ser... guardaespaldas? Quizá un cambio de aires te resulte agradable —te aprieta la mano con la fuerza justa, sin apartarte la vista de los ojos.

Leonard comenzó a sentirse muy acalorado desde que la jugada de la mano le salió bien. Se quedó casi completamente inmóvil observando al otro, escuchandole, disfrutando del momento. En varias ocaciones pensó en subir la apuesta y seguir adelante, pero miraba de reojo al barman y a los otros clientes, sospechando que probablemente no sería lo más prudente.

— Creo... — Comenzó, inclinandose un poco hacía Phineas, hablando en voz baja pero no por discreción sino por estar empleando su voz seductora. — ... que no me molestaría ser TÚ guardaespaldas. Pero cuéntame que tienes en mente... — Justo entonces hizo una pausa mientras se levantaba de su asiento, pero se quedó apoyado en la barra para mantener su mano encima de la del otro y entonces la movió un poco, acariciandola, mientras subía por su brazo metiendo los dedos dentro de la manga de la ropa. — ... mientras nos vamos a algun lugar más privado.

El zorro aceptaría enmudecido la propuesta de ir a otro lado. Por lo que antes de salir al exterior por su cuenta, apuraría la absenta, cerraría la botella y dejaría un pago de más de la cuenta. Cortaría contacto delicadamente, y así evitar miradas sospechosas. Saldría al exterior con sobriedad y esperaría fuera a que estuvieses.

Fuera, ya bien entrada la madrugada, la lluvia habría parado dejando charcos y un olor algo rancio en el ambiente. Phineas por su parte, estaría apoyado en la fachada del edificio. La calle estaba prácticamente desierta, con solo unos cuantos coches pasando hacia arriba y abajo de la misma.

Leonard observó a Phineas recoger sus cosas y retirarse. Esperaba que el otro siguiera un poco más el juego, por lo que no estuvo seguro de lo que había detrás de tan abrupta roptura de la atmósfera, pero cuando vio que él se quedaba afuera esperandolo... fue que pudo estar seguro. Tomó su botella de cerveza y se la empinó, vaciando el aproximadamente medio litro que le restaba en su interior, dejó la botella en la barra y recogió un puñado de maníes para el camino. Sin perder más tiempo salió con paso muy ligero, casi trotando, hacia la puerta al tiempo que se giraba hacia el barman y le decía.

— Ponlo en mi cuenta, mañana paso a pagarte. — Confiando en que tenía la suficiente confianza al ir allí cada cierto tiempo, y porque en ese momento no tenía un centavo en los bolsillos al salir de casa sin billetera.

Afuera se aproximó a Phineas que lo aguardaba.

— Y bien, ¿Que sigue? — Le dijo, y se metió un par de maníes en la boca. — ¿Te llevo o tu me llevas?

El búfalo se te queda mirando hasta que le dices eso y responde.

—Hm, más te vale pasar por aquí mañana —habló con tono de confianza, pero el peso de su "amenaza" se seguía notando.

En cuanto te acercas al zorro, este te sonríe de nuevo, mostrando incluso sus dientes.

—Bueno, creo que este primer encuentro puede quedar bien si acordamos seguir en contacto. Por mi parte, voy a continuar viniendo a este bar, y espero que tú también lo hagas —te coge de la manga y, si te dejas llevar, te acerca con brusquedad hasta que os besáis. Guardáis casi un minuto de silencio en ese beso, donde también te presiona contra su cuerpo, aunque no te permite que le toques. Cuando él lo considera, te separa lentamente, mira disimuladamente hacia ambos lados de la calle y vuelve a hablar— En cuanto a lo de cambiar de aires, te puedo poner en contacto con un querido amigo mío; un hombre de Dios al que le hace falta personal voluntario para ayudar en su parroquia —se estira la ropa mientras continua— Ahora tiene en marcha una iniciativa de reparto de alimentos y, al parecer, algunos tipos sospechosos han estado cerrando barrios enteros de manera ilegal. Gentuza sin moral ni compasión por los inocentes, a la que solo le importa el dinero —te agarra del antebrazo con fuerza— Mi amigo está necesitado de gente con capacidad de convicción para lidiar con esos indeseables, ya que la policía parece entretenida mirando para otro lado —te mira fijamente mientras, disimuladamente, desliza su mano por tu antebrazo hasta que queda sobre la tuya— ¿Me harías ese favor, Leonard?

— Bueno, yo soy... — Empezaba a responderle a lo primero que Phineas le decía pero inesperadamente este lo tomó del brazo, lo acercó hasta él y lo jaló un poco hacía abajo para estamparle un beso. Leonard estuvo un momento con los ojos como platos, en un instante había pasado de un estado de excitación a la decepción para luego volver a un estado de excitación aun mayor; pero enseguida se puso dentro del modo, agachó su cabeza tanto como pudo mientras que Phineas elevaba la suya para de esta forma la diferencia de tamaños se compensara y ambos pudiesen pegar el cuerpo al del otro. Durante el beso apasianado Leonard intentó primero, con una mano, sujetar la cabeza del zorro pero este con un golpe delicado con uno de sus propios brazos apartó la mano de Leonard, enseguida Leonard abrió su otra mano dejando caer al suelo todo el maní que tenía y con esta intentó sujetar al otro de la cintura pero nuevamente y con su otra mano el zorro vovió a apartar su mano. Mientras hacía estos intentos Leonard hacía algo de presión contra el otro con lo cual lo fue empujando levemente hasta que estuvieron muy cerca de la pared y entonces Leonard pudo conformarse con estirar ambos brazos y apoyar ambas manos contra la pared, afirmando todo su peso mientras continuaba besandole. Durante todo ese tiempo apenas separaban sus bocas solamente para cambiar de posición levemente sus cabezas para continuar el beso cambiando un poco el ángulo, era un largo beso conformado por varios. Leonard ardía en deseos de empezar a bajar con sus besos por el cuello del otro pero Phineas no le dejó apartar de los suyos sus labios; durante el beso ambos podían sentir el aliento caliente, la respiración, por la nariz del otro. Cuando Phineas apartó su boca y comenzó a presionarlo para separarlo, Leonard le costó unos instantes asimilar esto por lo que aunque su cuerpo se iba alejando él continuaba estirando el cuello hacia Phineas para continuar... hasta que finalmente abrió los ojos y recuperó el sentido. Leonard, escuchó lo que Phineas le contaba respirando agitadamente e intentando disimular y recuperar el control de la tienda de campaña que se le había montado.

— Si, si... — Le respondió enseguida. Pero se dio cuenta de que no estaba pensando en lo que decía, cualquier cosa que le hubiera dicho él habría respondido que "Si". — Digo... espero no tener problemas con tu amigo, porque creo que acaba de revelarse ante mi el que será MI dios. — Le dijo sonriendo de forma provocativa, ya pensando un poco más lo que estaba diciendo... poco a poco iba recuperando más partes de su cerebro. — Perdón... creo que me he puesto a pensar con una parte del cuerpo que no es presisamente la cabeza.

Phineas sonríe ante tu afirmación sobre su divinidad. Dirías que, en cierto modo, te mira como si se lo creyese. Al menos un poco.

—Muy bien entonces. Puedes visitar la capilla en la calle Dawson, queda cerca de aquí —mira su reloj de pulsera un segundo y vuelve a mirarte— Seguro que lo encontrarás nada más entrar a la basílica, pero por si no, pregunta por el padre Gibbston. Es un chimpancé de estatura media, ojos claros, típico atuendo de católico. No te será difícil de reconocer... —mientras termina de hablar, de una manera algo extraña, pone su mano sobre tu mejilla y notas un tacto suave, cálido y cariñoso. Algo que, creo, no habías sentido en mucho tiempo. La retira lentamente y, con un gesto de cabeza, se pone a caminar calle arriba hacia la zona Este de la ciudad, hasta perderse en alguna esquina. Sabes que le volverás a ver; no pareces ser solo un capricho.

Leonard se quedó allí de pie con el sentimiento de haber sacado la lotería. Aun con ello, ahora no sabía bien que hacer... ya no se sentía con el animo en el cual se le antojaba beber, y ya era muy tarde para ir a cualquier lugar. Pensó en simplemente ir a su apartamento, pero como se le había escapado el decir a los policías que vivía en aquel barrio aun temía dirigirse allí ¿Podría ser que hubiera algun coche patrulla montando guardia por si le veían?

Entonces Leonard recordó aquella tarea que Gabriella les había comentado en privado a Diana y a él por si tenían la oportunidad de hacerla. Hace una hora Leonard ya había dado por terminada su jornada del día decidiendo pasar la noche en la barra de aquel bar, olvidandose de aquel pequeño encargo, pero ahora que ya no se quedaría en el bar... se le ocurrió hincarle el diente a esa tarea. Ya luego decidiría si se atrevía a pasearse por su barrio a ver si no encontraba por allí policías.
Esa tal Lola, según Gabriella, era una de sus tantas chicas que trabajaba en uno de sus locales... ya era bien entrada la madrugada, pero para los estandares de ese tipo de locales la noche era joven; así que se subió nuevamente al coche generico de la compañía con el que se había dirigido hasta allí y se puso en marcha.

La calma de madrugada te envuelve mientra vas de camino a los apartamentos. No quedaba demasiado lejos. Algo así como entre medias de las barriadas y el centro de la ciudad; un punto céntrico, escogido estratégicamente por la caniche.

El barrio no es demasiado malo: se mantiene el mobiliario urbano, las calles están más o menos limpias y la infraestructura de los edificios no debía ser de hace más de viente años. En concreto, el edificio que buscas, es parte de un complejo de apartamentos costeros, construídos para el sector turístico. No sabrías decir del resto, pero 'To your heart's content' es donde residen muchas de las empleadas de Gabriella, y es donde estará con mayor probabilidad tu objetivo.

Dejas el coche en el lado contrario de la entrada a los apartamentos, y te vas acercando a una de las escaleras. En el camino, y a pesar de la hora, ves varias chicas vestidas con marcas mucho más baratas que de las que has visto en el Phoenix. Algunas te saludan con la vista, otras te miran sin más. Cuando estás cerca de los buzones comunitarios, no ves que haya ningún nombre en las etiquetas; como mucho insultos, palabras soeces y pintarrajeos y tachamientos, sin que nada quede reconocible. Parece que te tocará preguntar.

Durante el tiempo en que Leonard no era más que uno de los vigilantes que "cuidaban que los clientes no se propasaran con la mercancía", no llegó a tener una relación de confianza especialmente estrecha con las chicas que vigilaba más allá de lo que se podría denominar como "profesional". Aun así se dio con alguna que otra un contacto algo mayor cuando, por ejemplo, en alguna ocación tuvo que poner un par de hostias en la cara a más de uno y sacar a alguna chica del coche de otro.
Leonard entonces decidió acercarse a alguna de las chicas que le saludaron cuando pasó, a las cuales él les devolvió el saludo con la cabeza.

— ¿Que tal esta la noche? — Dijo a modo de saludo cuando se acercó a alguno de los pequeños grupos de chicas. — ¿Se han enterado de las chicas que desaparecieron hace poco? ¿Han escuchado algo... o tienen alguna idea de lo que les pudo haber pasado?

Te acercas mientras saludas a una pareja que anda charlando en las escaleras: una paloma de plumaje perlado y una gata siamesa con un peinado bastante distintivo, que le cubre un lado de la cara. Una vez ahí, ninguna hace un gesto especialmente amistoso, aunque tampoco se muestran hostiles. Quizá algo molestas.

—Aquí estamos, pasando el rato antes de dormir —dice la paloma— Y sí, hemos oído de esas que desaparecieron, sí. No tenemos ni idea de a dónde se las llevaron, no.

La gata asiente mientras te mira, a la vez que su compañera te contesta.

—¿Por qué estás aquí, cariño? ¿Vienes solo a hablar o...? —la gata le da un visible toque con el pie a la pata de la paloma, como para que evite vacilarte. La paloma pone un gesto de disgusto.

— Solo estoy queriendo hacer lo que he estado haciendo estos años... cuidar que no les pase nada a ustedes, chicas. — Le respondió a la gata. — Quiero pensar que esas que desaparecieron se consiguieron algun trabajo mejor, o se escaparon para casarse con algun amante que se hicieron; pueden estar seguras que si algo de eso pasó yo diré que no descubrí nada... pero si les ha ocurrido otra cosa, entonces quiero traerlas de regreso sanas y salvas. ¿Estan seguras que no han oido ningún chisme... o algo sobre quien podría saber alguna cosa?

Ambas te miran con atención mientras hablas, pero como si escucharan hablar al pastor durante la misa.

—Nada que te podamos contar, cielo, de verdad —vuelve a responder la paloma, mientras la gata también vuelve a asentir a su respuesta sin dejar de mirarte.

—Yo sé a qué vienes aquí —dice otra voz femenina que viene de vuestro lado. Una liebre se asoma poco a poco desde detrás de la escalera, con un cigarrillo en la boca.

—¿Karina? ¿Nos has estado escuchando? Sal de ahí, niña —la paloma la busca con la mirada sin siquiera intentar levantarse.

Una liebre blanca con negro moteado por su pelaje, termina de salir desde detrás de las escaleras que suben hacia los apartamentos. Viste un poco como las demás: prendas de época, costura barata y, si estuvieses un poco al día en el mundillo de la moda, sabrías que es una imitación de algo de hace varias temporadas atrás. La tal Karina se quita el pitillo de los labios y lo tira al suelo para luego pisotearlo con rabia, y se os acerca.

—Sí, Jay, es mi puto refugio cada noche, hasta que os marcháis a cotorrear a otra parte a espaldas de las demás —después de la respuesta de la liebre, la paloma le mantiene una mirada aviesa y la gata se la quita directamente, avergonzada— Y tú, el perrito faldero de la mierda seca esa —se dirige a ti, mientras las otras se sobresaltan por lo que ha dicho— Sí, no tengo miedo a decir lo que pienso como otras lamebotas. ¿Vas a por Lola, no? ¿Ya se ha cansado Gabriella de tener a alguien predicando entre "sus chicas" la enorme basura que es? —te echa una mirada de resentimiento terrible, a un par de metros de ti, con una pose de brazos cruzados. Aunque no puede reprimir el temblequeo de sus piernas.

— No soy un perrito faldero, Karina. — Respondió enseguida, un tanto ofendido, aunque no pudo evitar continuar mentalmente la frase diciendose a si mismo "Aunque hay veces que bien podría parecerlo". — Y que casualidad que menciones a Lola... algo he oido de ella, pero quería ver que decían otras chicas antes de hacerme una idea. Me imagino que tu eres una de las que paran la oreja cuando Lola habla, ¿No? A ver... ¿Llegó a decir algo interesante?

La liebre se mantiene en su posición, prácticamente inmóvil; salvo por el temblequeo de sus piernas. Las otras dos se empiezan a marchar sin hacer ruido, y la paloma deja el cigarrillo que tenía ya casi completamente consumido para que termine de hacerlo sobre uno de los escalones.

—Eres... eres... ¡de lo peor! —hace un gesto de indignación y se te queda mirando aún más de cerca— Lola cuenta la verdad sobre lo que pasa aquí. Esa zorra del barrio rojo se aprovecha de todo nuestro esfuerzo durante años, y luego, cuando no nos "queda más para ofrecer", ¡nos empieza a dejar de lado hasta que las drogas o nosotras mismas nos acabamos MATANDO! —esto último lo dice con un grito que con toda seguridad habrá atraído la atención— ¡No voy a dejar que me lo-... ¡Sí, qué demonios! ¡No voy a dejar ni que me lo hagan a mí, ni que le pase a ella ni a nadie! ¡¡Ninguna de vosotras se ha molestado en ver cómo está!! Lleva encerrada en su cuarto días, DÍAS, y ni una palabra de esa puta de Gabriella —Sabes que para que haya dicho tal cosa, esa tal Lola debía ser, como poco, íntima de Gabriella; ya que jamás se molestaría en tratar con sus chicas directamente.

A la vez que habla, si te fijas a tu alrededor, algunas de las otras que andaban en corrillos o en pareja por ahí, se acercan con precaución. No crees que lleven más intención que enterarse de lo que pasa.

— Chica... — Empezó a decir Leonard, con tono conciliador y comprensivo, el estallido que estaba teniendo aquella mujer le había hecho preocuparse sinceramente por ella. — Creo que nadie hace carrera para estar en este trabajo, esta debería ser la última medida desesperada por juntar unos dolares y salir a otra cosa. Mira, yo soy solo el tipo que las cuida, no sé los detalles del negocio con Gabriella... dime ¿Quieres dejar todo esto mientras aun es temprano? No puedo hacerlo con todas, pero quizás pueda ayudarlas a ti y a Lola. — Leonard entonces mira de reojo como se empieza a acercar mucha gente. — ¿Por que no vamos a ver a Lola y charlamos los tres de esto? — Le dice mientras coloca su mano en el hombro de ella.

—¡Ah, qué fácil! "Solo es mientras consigues algo de pasta y luego te vas". Además de insensible eres un maldito ignorante. Ni siquiera sabes cómo he acabado aquí, o por qué Lola ha aguantado tanto, ¡o nada sobre ninguna de las demás! —Te aparta la mano, se da la vuelta y va a sentarse en lo alto de las escaleras. Se pone las manos en la cabeza y luego las pasa a la cara. Entre sollozos, vuelve a hablarte si te acercas— ¡¿Ayud-arnos a qué, a morir?! ¡Esa... esa asquerosa no nos dejará ir jamás! Al menos a mí... A Lola está lista para darle la patada a su cadáver hinchado y deshacerse de ella, como si todo hubiera sido otro puto accidente... —se queda en silencio por unos segundos.

Mientras, las otras chicas se mantienen alejadas, pero cuchichean entre ellas.

Te acercas a ella y la ves llorando en silencio, tiritando. El resto de chicas se fijan en la situación y se dispersan poco a poco. Pasan unos incómodos minutos en los que me imagino que te quedarías cerca. Lo cierto es que debe ser realmente tarde; cosa de las 03:00 o por ahí.

En cierto momento, se da cuenta de que estás en las escaleras y trata de recomponerse, mientras se levanta. Te evita la mirada en todo momento, y en su lugar hace un recorrido del aparcamiento de los apartamentos. Se fija en  lo que queda bajo las luces de las farolas. En las chicas que se alejan hacia la calle mayor, y las que van a sus apartamentos. En ese momento sí te mira un segundo, y te invita con esa mirada a que la sigas.

Avanza unos metros después de subir los últimos escalones y pasa por un par de puertas. Se mete hacia el interior de la estructura, en una especie de descansillo por donde hay otra escalera. Justo ahí, se queda mirando a la puerta. Te mira de vuelta y luego sigue subiendo las escaleras, cabizbaja y abrazándose, hasta que la pierdes de vista. Supones que la 208, que te acaba de enseñar, es la habitación de Lola.