Partida Rol por web

Alberto se acomodó la capucha para protegerse mejor de la lluvia. Tenía un mal presentimiento al respecto, como si aquello fuera la antesala de algo mucho peor. Tragó saliva, algo intimidado.

- Guad... - carraspeó. Sentía la garganta seca -  Guadalupe ¿Estás aquí? Hemos traído a Margarita - dijo poniendo el dedo sobre la planchette.

Daniel suspiró tremendamente por la caída de la lluvia y miró a cada una de las esquinas comprobando que no hubiese ningún solo alma a la vista. Cuando todos se pusieron sentados puso el paraguas formando un tejado impermeable en donde estar secos. La lluvia no participaría más en ese malestar que sentía desde que se levantaron.

—Ale, ya está. ¿Cómo se hacía? ¿Poner los dedos ahí y qué más? —a lo mejor estaba tomando notas mentales para replicar el experimento más tarde.

Bajo la lluvia ponéis los dedos sobre la planchette, mientras Margarita os mira a la vez que trata de protegeros de la lluvia con su paraguas.

La pieza de madera se mueve sobra la Ouija sin mostrar ningún mensaje en concreto. De la tumba de Guadalupe parece surgir un leve llanto.

Sin apenas daros cuenta una niebla os envuelve, formando un círculo en torno a vosotros. Un frío sobrenatural se mete en vuestros huesos. Una sensación de rabia contenido flota en el ambiente.

Todo había comenzado. Aquella sensación recorrió el cuerpo de Luisa, que no estaba ni tan contenta ni tan activa como la noche anterior. Ahora no tenía ganas de compartir ese momento con nadie, solo quería terminar de una vez y dejar a aquel espíritu en su lugar.

— Guadalupe, no llores, Margarita está aquí. Dijiste que solo quería verla una última vez y aquí está... 

Alberto miró en derroteros desde su derecha a su izquierda siguiendo el círculo de niebla que los envolvía.

- Es él - pensó inconscientemente mientras sentía como se le entumecían las manos y sus nervios se alborotaban - Creo que no está sola - dijo algo preocupado.

De nuevo, las alucinaciones inimaginables que se niegan a entrar en un laboratorio para ser investigadas aparecieron delante de sus ojos, rodeándoles en un círculo espectral. No le daba explicación. Estaba seguro de que esta mañana no había tomado estupefacientes y que no era todo una de las de los otros dos. Esta vez no había directos ni tonterías.

—Joder, es el padre. Está cabreado. ¿Qué querrá? —lo único que hacía era dar vueltas como un loco—. Padre, manifiéstate, danos un mensaje. ¿Por qué llora tu mujer?

N - I - Ñ - A -- E - R - E - S -- U - N - A -- D - E - S - A - G - R - A - D - E - C - I - D - A.

La jovencita cae de rodilla entre lágrimas.

- Lo siento... - farfulla en un tono apenas audible.

- H - I - J - A...

El llanto continua.

Luisa dio un respingo cuando vio que la tabla volvía a moverse como la noche anterior. Parecía enfurecida y los movimientos eran rápidos, señalando claramente las letras y el mensaje que quería describir. Sin duda, alguien más se había unido a esa conversación y todos los miembros de la difunta familia estaban reunidos.

— ¡Guadalupe, preséntate ante nosotros como hiciste en la casa, Margarita está aquí! — pidió Luisa mirando a la tabla. Quizás su presencia ayudaría en la comunicación y a Margarita a creerse todo lo que estaba pasando — ¡Ahora!

La misma mujer que visteis en la casa se materializa a un par de pasos de Margarita.

Esto es alucinante, pensó Sara. 

Vale, que tenía un miedo total, que no se atrevía a abrir la boca, tan chula ella y decidida minutos antes, y ahora muda por completo. Absorta a lo que sucedía, aterrada por la presencia de la bruma de ultratumba.

-¿E.. el pa pa dre? -tartamudeó, mirando con ojos espantados a Daniel.

Se mareaba. Sara creyó que se iba a desmayar. Y, si eso pasaba, lo mismo la conexión se rompía por falta de energía. Fue cuando notó, de refilón, la presencia fantasmal de Guadalupe. No quiso mirar, siguió con el dedo sobre la planchette, respirando agitada y muerta de miedo.

No podía controlar el labio que le temblaba.

-Me voy a mear de miedo. Por dios... Margarita...

Fuera de todo pronóstico, los fantasmas aparecían en pleno día uno tras otro. Daniel pensaba que esas cosas deberían ocurrir en la noche, cuando todo el mundo estaba cagado por la oscuridad, si bien el temporal hacía que todo se viese en penumbra. Que aparecieran de día como si nada solo lo había visto en Casper. Su máxima fuente de información eran las películas.

—Bueno, pues ya está. Madre e hija Guadalupe y Margarita —dijo nervioso—. Ahora todos contentos, digamos adiós y olvidemos esto para siempre.

El humo negro seguía por ahí danzando, de momento era el más problemático.

Alberto alargó la mano y la colocó sobre el hombro de Margarita en un intento de reconfortarla. 

- No es una desagradecida - dijo algo desafiante aunque perdió un poco el aplomo cuando Guadalupe apareció frente a ellos. La cara de la mujer estaba cubierta de lágrimas - ¿Por qué no le dijisteis que era adoptada? ¿Qué ocurrió Guadalupe? - preguntó mirándola sin atreverse a hacerlo a los ojos. 

Aunque el miedo se estaba apoderando de ella, sentía por momentos que se acostumbraba a lo que veía y lo que sentía. Aquel humo negro le había helado los huesos la noche anterior, pero ahora se sentía algo más segura de lo que estaba pasando, sin dejar de dar por hecho que era una auténtica locura.

— El dolor de alguien que considera a dos personas su padre y su madre y no lo son es muy duro de aceptar, debéis de entenderla. Debéis de perdonar. Margarita ha hecho un esfuerzo por venir aquí, tenéis que zanjar este asunto.

El humo se mueve a vuestro alrededor cada vez más rápido. El aire se congela por momentos, como podéis ver por vuestro aliento. La lluvia cae con furia y las gotas se convierten en granizo a vuestro pies.

El lamento de una madre os llena los oídos mientras su hija trata de no unirse al llanto, para evitar un formar un dúo de plañideras.

La planchette se separa de la ouija y gira 360 grados con brusquedad, para librarse de las manos de todos los participantes.

Las palabras de la mujer no son palabras que se forman con las letras grabadas en la tabla de madera, si no que surgen de la garganta de Luisa sin que esta pueda evitarlo.

- Hija... lo siento, creímos que... -el llanto le impide seguir hablando.

La velocidad del ser etéreo sigue en aumento y su voz se propaga por el cementerio.

- Creímos que esa arpía te separaría de nosotros. Una mujer que nunca deseó tener hijos y que estaba consumida por los vicios.

Cuando la voz de ultratumba cesa, un grito surgido de las entrañas de un alma atormentada quiebra la paz del camposanto y la ouija se rompe por la mitad.

Que los espíritus pudieran alterar las condiciones meteorológicas solamente lo había visto en las películas más alocadas de terror. Llovía, hacía frío de invierno, el agua se transformaba en granizo. No tenía ninguna explicación racional. En su cabeza la física no funciona de esa manera, se necesitaría mucha energía para conseguir algo así. Todo ello resultaba muy interesante.

—Tío, si tienen tanta energía hay que eliminarla, o algo. Esto va a peor —les murmura, mientras los padres atormentados charlaban con su hija adoptiva.

Daniel no entendía mucho de lo que estaba ocurriendo. Si ya tenían a la hija, no entendía la actitud del humo cenizo.

—Entonces el problema está en esa arpía, ¿cómo se llama? ¿está viva? —puso los dedos en la planchette buscando respuestas, aunque la tabla ya estaba partida.

Alberto miró a Luisa algo intranquilo cuando habló como poseída. La planchette se había vuelto a salir del tablero, desde luego eran cuanto menos negados para el espiritismo. Para cuando la Ouija se rompió Alberto sentía los latidos acelerados de su corazón retumbando en el pecho. 

- ¿Qué ha sido ese grito? - preguntó cubriéndose los oídos hasta que sintió el ruído cesar - La arpía es la mujer que le dijo a Margarita que era adoptada y por la que ella dejó de venir al cementerio - respondió a Daniel un poco por lo bajo - ¿Qué te ha contado tu madre biológica Margarita?