Partida Rol por web

Diez

LA MANSION

Cargando editor
01/06/2012, 13:45
Linda Perkins

Bienvenidos a su nuevo hogar

La señorita Perkins, o Linda, como insista en que la llaméis, os pide que la sigáis mientras os enseña el lugar.

La mansión cuenta con tres plantas, de las cuales la primera cuenta con dos salones además de una biblioteca, y por supuesto cocina y baño. En el salón principal, en el que hay dos sofás y varios sillones, se encuentran las escaleras que ascienden hasta la segunda y tercera planta. En la segunda planta hay seis habitaciones, con grandes ventanales y baños privados. En la tercera planta tan solo hay cuatro habitaciones, tambien con sus propios cuartos de baño.

Tanto el mobiliario como la decoración, evidencian que vuestros anfitriones han puesto mucho esmero en procuraros una estancia cómoda, y mas aun, se han esforzado en que todo lo que podáis encontrar se corresponda con lo que hubieseis podido encontrar en una mansión en 1.945.

Tan solo la televisión, que es una pantalla enorme integrada en un mueble de roble que ocupa toda una pared del salón, desentona con el estilo de la vivienda.

Cuando Linda se ha asegurado de atender cualquier pregunta sobre la vivienda, os indica como poneros en contacto con ella, dándoos su número de teléfono antes de despedirse.

Al cerrarse la puerta de la mansión, sentís por primera vez desde que despertasteis que tenéis algún control sobre vuestras propias vidas, algo que ni toda la palabrería de Andrew Boykin ha logrado.

Cargando editor
01/06/2012, 16:59
Anthony Massini

La mansión es perfecta. Y parece que ellos serán los únicos residentes. El, tras echar un vistazo, y para no molestar, escoge quedarse una de las habitaciones de la tercera planta.

En cuanto lo dejan solo empieza a mover los muebles. Y tras un par de horas en ella, tiene todos los muebles que necesita, una cama y un armario,  y un espacio perfecto para hacer ejerció, aunque preferiría un granero para entrenar.

Luego, baja en busca de algo de cenar, y además con la intención de buscar algo que le ayuda a comunicarse con la gente.

Igual han inventado algo que le haga hablar con la mente. Porque seria un agradable punto a favor.

Por otro lado, tiene intención de conseguir, si se puede, un aparato ordenador de los que había en la biblioteca, pues aun tiene mucho que leer.

Notas de juego

Me doy prisa, que me pisais la habitacion. Jajajaja.

Cargando editor
01/06/2012, 23:24
Zoe Sunders

Y me quedé con la boca abierta de par en par nada más vi aquella casa. Ni en sueños me imaginé que algún día iba a vivir yo en un sitio como ese. Lo mío eran los apartamentos pequeños con un casero desagradable que pedía el alquiler adelantado… cada vez más. Pero, aquello… Era demasiado para mí y sentía que no me lo merecía.

Quizá, me acostumbre a esto, dijo, sin embargo, una vocecita en mi interior, dejándose llevar por lo materialista y haciendo que clavara mi mirada en cada rincón de esa casa.

No me fijaba en lo que Linda (¿se llama Linda?) decía, ni en lo que señalaba ni en nada. Quería descubrir aquella casa por mí misma, como si de un regalo se tratase, un regalo que debía ir abriendo y descubriendo poco a poco, aguantando la curiosidad y dejando que me fuera quedando con los detalles.

Me gustó el detalle de encontrar los muebles y demás como si fueran de nuestra época, como si no hubiera pasado el tiempo. Aunque, lo cierto era que no me hubiera importado vivir en una casa… ¿del futuro?

Sonreí para mis adentros con la idea y fui curioseando todos los pisos de aquella casa. Seguí por un momento al hombre enlutado y decidí yo también escoger habitación. Me decanté por una de la segunda planta, y me tiré a la cama como siempre hacía. Miré al techo y me quedé un momento soñando despierta. Pensando en qué estaría haciendo mi hermano en el caso de que estuviera vivo.

Suspiré y salí de la habitación para dirigirme a la primera planta y buscar algo con lo que entretenerme. Si volvía a quedarme a solas y con la mente sin distraer, caería de nuevo en ilusiones vacías y en sueños rotos sobre el paradero de mi hermano, por lo que preferí curiosear las estanterías y coger un libro.

Cargando editor
03/06/2012, 13:07
James H. Little

Al entrar en la mansion me viene a la memoria la imagen de las grandes casas que los oficiales alemanes arrebataron a los nobles de los territorios ocupados.
Casi del mismo modo nosotros ocupariamos ese lugar sin preocuparnos por el autentico propietario o por quien correrá con los gastos de nuestra estancia alli.

El grupo se dispersa en busca de habitaciones y entretenimientos, yo hago lo propio y me dirijo a la tercera planta.
Elijo la habitacion mas alejada de las escaleras y dejo todas mis cosas encima de la cama.
Despues regreso al salon para examinar como ha evolucionado la television en estos cincuenta años, esta claro que la tecnologia ha mejorado mucho mas que las personas.

Cargando editor
04/06/2012, 18:41
Caprice Grenier

La mansión no le había desilusionado en absoluto, era perfecta y enorme, hermosa a simple vista y mas aun cuando se decidió por una de las habitaciones que daban al jardin pero luego volvió con los demás cuando dejó sus pocas pertenencias y les propuso algo.

-Me gustaría que cenaramos todos juntos y, bueno, volver a conocernos o como sea que se diga. ¿ Qué les parece?

Aguardó una respuesta y sonrió, necesitaba relajarse, quizás tomarse una copa.

Cargando editor
04/06/2012, 19:35
William Everett

William Everett espero a que el resto cogiesen una habitación antes de hacer lo propio. Se le veía cómodo y contento con la situación, quizá era quien mas fácilmente había aceptado todos estos súbitos cambios a los que, en un lapso tan corto de tiempo, os veíais enfrentados.

Me parece una excelente idea Respondió a la sugerencia de Caprice. Si quieren yo me encargare de la zona, solía cocinar para los indigentes, y además tengo mis propios trucos.

Con una sonrisa chasqueo sus dedos haciendo que chispas azuladas brotasen de ellos.

Cargando editor
04/06/2012, 19:51
Samuel Johnson

La mansión era tan increíble que Samuel a duras penas pudo contener su emoción por entrar a vivir en lugar como aquel. Unos meses atrás había vivido en una pequeña casucha del extraradio de Nueva York, hacinado con sus cuatro hermanos en un solo cuarto, durmiendo en literas. Claro que la última noche que recordaba la había pasado en vela, engrasando las junturas de Submarineer en una tienda de lona en mitad de Europa.

Al cruzar el umbral dejó caer su pequeña maleta -(Pues el grueso de sus pertenencias lo constituían la enorme armadura y las armas que solía acoplarle) y se quedó de pie observando la entrada, que era casi tan grande como el toda su antigua casa.

Sus compañeros iban curioseando las estancias de la casa, eligiendo habitaciones y demás, mientras él permanecía allí, con la puerta abierta a su espalda sin terminar de creerse que aquello fuera a ser su nuevo hogar. Y su nueva base de operaciones. Que comparada con los túneles ciegos y anegados en los que solía ocultar sus cosas era todo un avance.

Solo cuando Caprice regresó de su pequeña incursión hacia el interior de la casa tomó consciencia Samuel de que estaba quedando como un panoli.

- Si... si... claro... - Comenzó regresando de su ensoñación y cerrando la puerta de la entrada. - Me parece perfecto eso de la cena... - Recogió su maleta y avanzó en dirección a la escalera que llevaba a los pisos superiores. Pisos superiores nada menos. En lo alto de la casa de sus padres lo único que había era goteras. - Voy a dejar mis cosas y bajo...

Subió, eligió una de las habitaciones del primer piso al azar pues todas le parecían maravillosas y regresó de nuevo a la zona común donde se encontraban Caprince y William, todavía impresionado por la magnitud de la mansión. Era incluso mas grande que la casa dónde trabajaba su madre.

 

Cargando editor
04/06/2012, 20:43
Bryan Penrose

Casi tan instructivo como el edificio que tenemos delante es el viaje en sí hasta allí, así como poder ver cómo ha cambiado todo en este tiempo. Pero bueno, si en nuestra época hacía cincuenta años estábamos en el oeste, no me sorprende demasiado que ahora lo que tengamos es una jungla de cristal y metal. Cotilleo la mansión fijándome en todos los esfuerzos, a mi parecer absurdos, para hacer que nos sintamos "como en casa", cuando mi opinión personal es que hubiese sido más productivo ir introduciéndonos en la tecnología actual sin tener en cuenta que somos octagenarios. Y qué fácil se me ha hecho asimilar ese concepto, mientras me dedico a engañarme a mí mismo.

Entonces vuelvo de mi paseo para ver que la gente está hablando de cenar y charlar, y me doy cuenta de que la mayoría de las habitaciones ya deben de estar ocupadas.

-Ahora vuelvo, antes de tener que dormir en una bañera. -Les muestro una sonrisa afable a mis compañeros y subo las escaleras cotilleando las habitaciones del segundo piso hasta encontrar una libre. Mis escasas pertenencias acaban en una cómoda y luego no puedo resistirme a inspeccionar la amplia televisión -¡y qué plana!- sin llegar a encenderla, antes de volver a bajar. -Me apuesto un dolar a que todo el sistema de cocinas ha avanzado tanto que no reconocemos la mitad de las cosas.

Cargando editor
04/06/2012, 22:27
William Everett

Por primera vez William se quito la túnica, la doblo y la dejo sobre una silla de la cocina.

Los dueños de la casa había mantenido no solo el mobiliario acorde a una época anterior, sino que también la cocina e incluso los baños contribuían a la ilusión. La única excepción en la cocina era una enorme nevera de dos puertas y un metro de profundidad, con algunos botones marcados con gotas de agua o símbolos que indicaban hielo.

William reviso el contenido de la nevera hasta seleccionar unos filetes de ternera, y varios tipos de verduras.

Tras dejarlas sobre una bandeja, abrió el gas, y chasqueo de nuevo los dedos causando una chispa que encendió el fuego.

Bien, en media hora tendré la cena lista, asi que pueden relajarse mientras tanto.

Cargando editor
04/06/2012, 22:52
Zoe Sunders

Me enfrasqué en el primer libro que cogí y me senté en un sillón, abriendo la primera página. No pasé de ella.

En cuanto leía la primera línea, mi mente no se centraba en la lectura, sino que me llevaba al mayor problema que ahora mismo tenía en mi interior: la búsqueda de mi hermano y qué hacer con mi vida.

Cerré el libro de un golpe y resoplé. Me llevé las manos a la cara y me la froté, un tanto enfadada por no poder hacer frente a todo lo que me concernía.

-Me encanta mi vida- suspiré, con una sonrisa resignada en mi rostro.

Fruncí el entrecejo cuando empecé a escuchar las voces y miré por encima de mi hombro, curiosa. Miré después para el frente, pensando que debía de unirme a ellos y dejar de meterme en mi propia burbuja e intentar dar lástima.

Me levanté del asiento y dejé el libro en la estantería de donde lo había cogido. Aunque no recordaba cuál era su sitio en particular. Me encogí de hombros, pensando que no importaría y me dirigí hacia los demás.

Abrí la boca para preguntar si podía ayudar, si podía ser útil. No era una gran cocinera, pero me solía defender y pensé que un poco de ayuda no vendría mal, pero ninguna palabra salió de mi boca en cuanto lo vi sin su túnica. Me quedé con la boca abierta de forma estúpida y sentí mis mejillas ruborizarse.

Vaya, vaya, con el monje, pensé, divertida.

Me maldije a mí misma por ser una cría adolescente y traté de ocultar mi rubor, actuando con normalidad.

-Entonces, ¿no necesitas ayuda?- pregunté, mirándolo. Me encogí de hombros y miré a Caprice-. Fíjate cómo han cambiado las cosas, nena- dije, sonriendo-. Ahora son ellos los que cocinan- añadí, entre risas.

Cargando editor
05/06/2012, 14:37
Anthony Massini

El monje, con sus ropas monacales, sin la parte del disfraz, ni capa ni capucha. Como justo había vestido tan solo la noche anterior, bajo justo a tiempo de escuchar la sugerencia de un cena conjunta.

Le parecía una idea maravillosa, no podía imaginarse lo duro que sería ahora estar rodeado de personas y no tener contacto con ninguna.

Sería como afrontar solo su viaje hacia el futuro.

Contesto a la duelista con un gesto de cabeza,  y luego, sin preguntar mientras Finder  preguntaba se arremango y empezó a lavar las verduras.

El también sabía cocinar. Limpiar, cuidar animales, remendar ropa. Había sido un el chico para todo de aquel odioso cura. Y debía de reconocer, que al menos había sabido sacar partido de ello.

Así que empezó a moverse por la cocina con soltura ayudando al cocinero, en ese silencio suyo tan característico.

Y pensaba, en que tendría que encontrar alguna manera de comunicarse, ahora vivía con gente que hablaban o entendían el mismo idioma.

No con un cura al que se le fuera la mano pegando a niños, ni con un oriental que era incapaz de hablar una sola palabra.

Ya había pasado el tiempo en el que estar callado suponía una paliza menos al cabo del día. De eso había pasado mucho tiempo, y sentía que tenía que romper esa barrera. Pero no sabia como.

Cargando editor
05/06/2012, 15:39
Caprice Grenier

Miró a William quitarse el hábito y se quedó un poco como la joven Zoe, aunque, disimuló bastante más. Justo a tiempo para sentarse en la mesada, justo entre la cocina y el fregadero; por un lado el mago hacía cosas con sus dedos, ya casi nada le sorprendía y por el otro, Anthony se disponía a lavar las verduras mientras ella hacía las veces de arreglo de mesa con una media sonrisa y dirigiéndose a su compañera.

-Parece que ellos no necesitan de nosotras y desde aquí tengo una excelente vista para aprender qué se cocina ahora, Zoe, tú cabes acá.

Dio una palmada sobre el mármol que la sostenía e invitó a la joven a sentarse con ella y estorbar a los otros dos por el simple gusto de hacerlo.

-¿Una cena lista para siete personas?

Caprice parecía dispuesta a aprender, aunque sea sólo mirando. Observó con atención durante un rato en silencio y luego volvió a preguntar.

-¿Qué se supone que hacen las chicas normales ahora?

Bueno, en sus épocas las chicas normales no hacían mucho más que casarse, tener hijos, cuidar de ellos y del marido. Un leve desconsuelo se vislumbró en la rubia mirada pero pronto volvió a cambiar el semblante, nunca dejaba que esa parte de su vida fuera vista por nadie.

Cargando editor
05/06/2012, 16:34
William Everett

William puso una sartén con algo de aceite para que se fuese calentando.

No, tranquila. Respondió a Zoe, y al ver a Anthony sumarse al trabajo añadió. Hoy cocinaremos nosotros, aunque la compañia se agradece.

Cuando Caprice se sentó sobre el mármol, entre el fuego y el fregadero, William alzo la mirada de las llamas para dedicarle una rápida sonrisa.

Siete es un buen número, no cree mademoiselle. Como las siete virtudes o… los siete pecados…

Deja la frase en el aire mientras comienza a separar y sazonar los filetes para después dejarlos con cuidado en la sartén. El aceite salta de la sarten cayendo sobre su piel, pero no parece inmutarse por ello.

Sin embargo la siguiente pregunta de la mujer capta de nuevo su atención.

¿Las chicas normales? En realidad no lo se, pero espero que nos sigan permitiendo sacarlas a bailar.

Cargando editor
05/06/2012, 20:23
Zoe Sunders

Me gustaba el ambiente que había. Me hacía olvidar mis preocupaciones y ocultar tras un fino telón mis problemas. Pese a todo lo vivido de forma corta pero intensa, comenzaba a estar feliz y eso me gustaba. Me hacía ser yo misma y comenzar a actuar como lo que era y no como lo que pretendía ser y mostrar a los demás.

-Oh, claro. Excelente vista de lo que se cocina, sí- corroboré, irónica, pícara, alzando una ceja y dirigiendo una mirada fugaz a William.

Me alcé con un poco de dificultad y me senté junto a Caprice, sonriente. Me crucé de piernas y me quedé observando lo que ambos hombres elaboraban para la cena.

Mis tripas rugían sin que yo pudiera evitarlo y el sonido del borboteo del aceite hizo que mi sensación de hambre aumentara, haciéndoseme la boca agua.

Ensanché la sonrisa ante el comentario de Willian y me mordí los labios, divertida.

-Oh, yo sé cuál es mi pecado favorito- murmuré, mirando a Caprice, traviesa y reí después, como una cría ante la estúpida broma.

Evité seguir mirando cómo se hacía la comida para tratar de impedir que mis tripas volvieran a rugir y miré a mi alrededor, observando la cocina, pensando en que, efectivamente, se habían esforzado para que no hubiera mucha diferencia entre las cocinas que habíamos conocido en nuestra época y la de ahora.

No está nada mal, pensé, reconociendo el mérito, mientras miraba de nuevo a Caprice y mis ojos volaban hacia William en cuanto contestó.

-¿Sólo bailar?- pregunté, alzando las cejas, sugerente, y reí de nuevo.

Cargando editor
05/06/2012, 20:49
Bryan Penrose

Vaya, menos mal que nadie había apostado, porque habría perdido un dolar. En su afán por hacer que nos sintamos como en nuestra casa -y no íbamos a tener cada uno una casa distinta, solo hay que fijarse un poco-, parece que seguimos hace cincuenta años en materia de equipamiento culinario. Aun así, nuestro amigo el ahora descubierto monje marrón junto con el monje negro empiezan a trabajar en la cocina, cortando y calentando. Y tomando asiento, las dos señoritas que componen nuestro reducido grupo, ya que la invitada extranjera no está.

-Creo me disculpareis si no actúo como uno de esos nuevos hombres y no añado mis manos a la mezcla. Creo que no hacen falta dos manos más jugueteando con cuchillos y otros objetos afilados. -Y además, no sé cuanto ha avanzado mi campo, pero seguro que iba a seguir necesitando tanto o más mis manos igual de cuidadas que antes de la guerra. -Aunque iré adelantando la cuestión de las bebidas. -Digo acercándome a la nevera e inspeccionándola desde fuera. Me muero de ganas de pulsar uno de los botones, pero creo que lo propio sería tener antes un vaso o algún otro recipiente, porque parece que en cuanto lo haga saldrá algo de alguno de los sitios que tengo delante. Quién sabe de cuál.

Cargando editor
14/06/2012, 18:45
Caprice Grenier

Zoe parecía interesada y sería mentir si no aceptara que ella misma se quedó un poco obnibulada cuando William se quitó el hábito. Respiró profundo y miró a otro lado para no parecer grosera pero sonrió cuando Zoe habló de los pecados.

-Siete es un gran número, como lo es cinco o tres, o dos o uno si es que acaso uno está solo pero...

Sólo entonces volvió a mirar al hombre.

-Pero los pecados son demasiado... ¿Cómo decirlo sin ofenderlo? ¿Intolerantes? ¿Debo llamarlo padre o algo así?

Sonrió maliciosa y se encogió de hombros.

-No sé qué bailen ahora, pero seguro que Zoe lo hace mejor que yo.

Luego miró a Bryan.

-Yo aceptaré un buen vino...

Se quedó callada un rato.

Cargando editor
15/06/2012, 12:08
William Everett

Antes me llamaban padre Everett, pero dadas las circunstancias Will esta bien.

Responde con una sonrisa mientras comienza voltea la carne, moviendo la sartén evitando que se adhiera.

En mi humilde opinión, los pecados son solo una cara de las virtudes. Mire esta carne, o esas verduras. Una persona puede comer para alimentarse, disfrutar de los manjares que se le ofrecen. Solo el exceso constituye un pecado. La biblia no prohíbe los placeres de la vida, solo nos advierte para que esos placeres no sean el único objetivo de nuestra vida.

Poco a poco saca la carne y la distribuye en una bandeja, volviéndose un instante para responder a Zoe cuando lanza su pregunta.

El baile es una actividad noble y hermosa. Dos personas, moviéndose con armonía, unidos por la magia del momento. No me parece poca cosa.

Cargando editor
15/06/2012, 12:09
Director

Unos momentos mas tarde, la cena ya esta servida, una bandeja con carne, y otra con las verduras que Anthony ha cortado y preparado con esmero.

El olor de la comida recién servida despierta vuestro apetito, y es curioso pensar que es la primera vez en cincuenta y cinco años que os vais a sentar en una mesa a hacer algo tan rutinario como comer.

Bryan sirve un buen vino que elige de una generosa despensa en la comida, así como otras bebidas, y al poco los cinco os encontráis sentados, a la espera de que se os unan Samuel y James.

Cargando editor
15/06/2012, 12:09
Director

Escuchas el rumor de la conversación en la cocina, y como preparan la comida, mientras decides si unirte a ellos o no, y entonces suena el “teléfono” que te dio la teniente Reynolds. Al descolgar escuchas la voz de alguien mayor, pero sin embargo algo en ella te resulta familiar, y te habla con demasiada familiaridad para ser alguien del hospital.

Vaya, vaya, vaya con don importante. Dice con tono humorístico, sin malicia. ¿Crees que haber sido un cubito de hielo te va a servir de excusa conmigo? Aun me debes una copa.

Cargando editor
15/06/2012, 16:41
Zoe Sunders

Miré a Caprice en cuanto habló y no dejé de sonreír. El tema de los pecados seguía su curso y yo no podía quitarme la sonrisa estúpida de la cara. Callé durante su diálogo y distraje mi mente de pensamientos oscuros para pensar en la deliciosa comida que estaban preparando tanto William como Anthony.

Me moría de hambre, pero mi mente era perversa y volvía a la conversación que mantenían Caprice y William.

No, no habléis de placer ahora, pensé, cerrando los ojos y mordiéndome el labio inferior. Dios, hablad de ponis rosas o arco iris, pero no de… eso.

Suspiré y me bajé de un salto, sintiendo las piernas dormidas y el corazón latiéndome muy deprisa. Me rasqué la nariz para disimular mi rubor estúpido marcado en mi cara y centré toda mi atención en Bryan.

Di algo para beber, cualquier cosa, me obligué a pensar.

Pero, era ridículo. Tan solo había bebido agua y Coca Cola durante toda mi vida. No pensaba decirlo en voz alta. No quería que se dieran cuenta de que estaban con una niña que no tomaba alcohol ni nada pensado para... mayores.

Cuando Caprice me mencionó, alcé la vista y me puse aún más colorada. ¿Bailar? ¿Yo? Negué con la cabeza de forma imperceptible y sonreí, nerviosa.

-No, bailar, lo que se dice bailar, no es precisamente lo que se me da bien- bromeé, pero me corté en cuanto William se dirigió a mí y, sin saber muy bien por qué, no pude mantener la mirada en él, por lo que, mientras le escuchaba, clavaba mis ojos en algún utensilio de cocina o en la carne que se iba a haciendo y se dejaba en la bandeja.

Y creía que pasaron horas por qué no supe qué responder a aquello. Me quedé con una ceja alzada y sin saber qué decir.

Yo sí que te hacía cosas, pensó mi mente, sorprendiéndome a mí misma y dejándome con cara de idiota.

-Er… Ya, bailar- me mordí el labio inferior y miré a mi alrededor buscando una escapatoria-. Voy a…- señalé hacia ninguna parte y terminé sonriendo, de nuevo nerviosa, para escabullirme.

Me senté a la mesa junto a los demás y me pasé las manos por el estómago, tratando de calmarlo. La espera se me estaba haciendo eterna y mi pierna comenzó a moverse nerviosa bajo la mesa.

¿Dónde demonios estarán?, pensé, un poco irritada. Jo, tengo hambre.