No sé por qué no te imagino viendo una película quieta y tranquila.
Me meto contigo con tus evidentes nervios y saltitos y que no te he visto quita ni dormida. La mirada de incredulidad que te he hecho cuando dices que no hay criaturas imposibles en ese lugar es notoria.
... No voy a comentar...
Que la profesora empiece a meterse con ella me molesta.
Pues si no fueran reales no existiría ni estarían aquí mismo con nosotros ¿No? Han nacido hijo cada uno tiene su consciencia. Por mucho que pidiéramos un tipo de compañero al final cada uno tiene su personalidad lo han demostrado en solo 24h
Y si el progreso es el progreso como dice el, solo que en este caso sería más negativo en cuanto a más violencia y desesperación.
La profesora Yura Asano se mantuvo en un silencio tan cuidadoso como incómodo mientras los estudiantes hablaban. No era el silencio distraído del típico docente que espera terminar rápido, ni tampoco el de quien ignora las voces jóvenes. Era un silencio que escuchaba con atención.
Asano no hizo gesto alguno por desestimar sus aportaciones. Al contrario. Se inclinó un poco hacia adelante, intrigada. La profesora escuchó a la clase entera, y al final, sonrió apenas.
Caminando hacia la pizarra, escribió con una perfecta caligrafía y giró hacia todos.
— Efectivamente esto no es una clase de filosofía sino de historia. Pero no sólo nos vamos a estudiar el pasado. Estamos viviendo la Cuarta Revolución Industrial.
La primera fue mecánica. Vapor y fábricas.
La segunda, eléctrica. Producción en masa.
La tercera, informática. Internet y computadoras.
Y ahora —, añadió levantando un dedo— estamos en la cuarta: digitalización total. Inteligencia artificial, realidad aumentada, blockchain, datos que nos definen más que los documentos. Lo más probable es que la mitad de los que están en esta clase terminen trabajando con algo que todavía no se ha inventado.
Sonrió con la esperanza de haber captado su atención con el pequeño gancho sobre sus mascotas digitales.
—Ya no somos solo usuarios de tecnología. Somos parte de ella. Alimentamos sistemas con cada paso que damos, con cada palabra que escribimos. Y ahora, incluso con nuestros deseos y temores. ¿Quién controla eso? ¿Quién decide qué historia se cuenta?
Yura caminó con calma entre los pupitres mientras hablaba.
—El que controle la narrativa... controlará la realidad. Y eso— dijo mirando de nuevo a los elegidos— nos devuelve al principio. A la hiperstición. Las ideas que nos poseen, incluso cuando creemos poseerlas nosotros. A menos que tomemos el control pero entonces, ¿qué historia vais a crear?
La asignatura de aquí en adelante corrió por unos derroteros mucho más rutinarios y apegados al temario, hasta que sonó la campana.
Yura Asano ni se sobresaltó ni se apuró. Solo asintió, dio un paso atrás hacia el escritorio, recogió su tablet y dijo:
—Eso es todo por hoy. Mañana, quiero que escriban SU propia hiperstición. Una pequeña historia que podría volverse real... si alguien creyera en ella lo suficiente.
Una tarea sencilla en apariencia. Pero para algunos, mucho más peligrosa de lo que sonaba.
—Pueden retirarse.
Sus ojos, de nuevo, se detuvieron un segundo más de lo normal en los de Katsuki, Kaori, Hoshi, Ramón y Tetsuya.
Como si ya supiera algo que ellos apenas comenzaban a descubrir.
Tetsuya no se levantó de inmediato cuando sonó la campana. Su mirada permaneció fija en la frase escrita en la pizarra, como si quisiera grabarla con fuego lento en la memoria. Hiperstición. Las ideas que se vuelven reales por el simple acto de creer en ellas. Una pequeña parte de él, la que siempre había sentido que algo lo observaba, incluso en la soledad más absoluta reconocía que aquello no era solo una clase más.
Se puso de pie con calma, deslizando el cuaderno en su mochila sin apuro, como si tuviera que cerrar una puerta interna antes de dar el siguiente paso. Al pasar junto al escritorio de Asano, hizo una pausa breve. No fue un desafío, tampoco una reverencia. Solo la expresión de alguien que había entendido más de lo que esperaba entender. Y que lo aceptaba.
-Gracias por la clase, profesora.
Sus palabras fueron neutras, casi impersonales, pero sus ojos no lo eran. En ellos, un fuego pequeño empezaba a arder. No el de la rebeldía juvenil, sino el de la voluntad paciente, como un reloj que acaba de activarse. Cruzó la puerta del aula, girando apenas la cabeza hacia atrás para mirar a los demás: Kaori, distraída pero receptiva; Ramón, seguro aunque sorprendido; Katsuki, en su mundo y sin embargo, tocado por la pregunta que flotaba todavía en el aire.
Tetsuya no creía en el destino. Pero empezaba a creer que algunas historias los eligen a ellos… antes de que puedan escribirlas. Y ahora, les tocaba a ellos decidir si iban a contarlas… o a vivirlas.
Kaori recogió sus cosas en silencio, pero no con indiferencia. La clase había dejado algo latiendo muy adentro, algo que no tenía nombre todavía. Aquel desafío planteado por Yura Asano no era como los que lanzaba Katsuki, ni como las exigencias de su trabajo diario, ni siquiera como los torneos o combates por venir. Era un reto diferente. Más sigiloso. Más… subversivo.
¿Una historia que se vuelve real si alguien cree lo suficiente en ella?
Mientras guardaba el cuaderno y se ponía en pie, pensó:
¿Y si toda su vida no había sido otra cosa?
¿Acaso no había sido eso lo que la había mantenido en pie? La idea—no, la certeza—de que podía construir algo mejor. Que tenía derecho a algo más que sobrevivir.
Esa era su hiperstición.
La creencia que le daba forma.
Pasó junto a la profesora sin pronunciar palabra, pero cuando cruzaron miradas, Kaori no desvió los ojos. No había desafío, ni miedo. Solo reconocimiento. Como si ambas supieran que esa clase había sido algo más que una lección sobre historia.
La clase había sido una cascada de datos muy diversa, cada niño y niña era una fuente de sabiduría información diferente que quedaba registrada a pesar de seguir oculto bajo la manga de Ramón.
"Los humanos que me poseen tienen miedo.
Seré un Digibuddie fruto del miedo."
¿Pero qué significaba eso exactamente? ¿Cómo definiría su desarrollo y qué haría con ello?
- Cuando una hiperstición nace del deseo, puede mover a la gente a mejorar. A actuar como si ya fueran mejores, más fuertes, más unidos. A veces, eso construye algo real. Pero cuando nace del miedo… o del odio… se convierte en otra cosa. Esa es una hiperstición nacida del odio. Y costó millones de vidas.
- Cuando una hiperstición nace del miedo o del odio… ya no es solo una ilusión compartida. Es un arma... en lugar de construirlas, las corrompe.
- Sean reales o no, estén justificados o no, el miedo y el odio han servido siempre al progreso. Las guerras son miedo convertido en amenazas... usan el miedo a quedarse atrás y el odio por los rivales para avanzar su tecnología, y ser mejores.
- ...Y si el progreso es el progreso como dice él, solo que en este caso sería más negativo en cuanto a más violencia y desesperación.
Nuevas líneas de código se insceibieron en la matriz de 1010. El miedo parecía ser un concepto poderoso sobre el que crecer.
Tras terminar la clase de la profesora Asano, me levanto de mi asiento tomo mí bolsa y ajusto mí banda con cuidado paso al lado de Bijutsu y de su digibuddie me acerco y le digo a su digibuddie - Está bien tú dibujo le podrías darle a Bijutsu ésto - le da un papelito doblado escrito en él, biblioteca antes de la hora de irse del instituto. Y luego va tras Saito y tras unos metros alejado del salón y de la vista de la profesora Asano va corriendo tras Saito.
Kaori no necesitó girarse por completo para saber que era Ramón quien venía detrás. Reconocía ese tipo de pasos: no eran apresurados por nerviosismo, sino medidos, como quien decide hablar sin estar del todo seguro de si debería hacerlo, pero aun así lo hace.
Redujo ligeramente el paso, aunque no lo bastante como para parecer obvia. Tenía una habilidad natural para mantener el control de una escena incluso cuando no era su intención, y esta vez no iba a regalarla.
-¿Siempre vas así de directo?
Preguntó sin mirarlo, como si hablara con el aire, aunque sabía perfectamente que la pregunta iba para él.
Su tono arrastraba el cansancio del día, pero también una capa fina de curiosidad, apenas perceptible. No era una acusación. Más bien una especie de tanteo: ¿vienes con algo que valga la pena o solo quieres más ruido?
Caminaron unos pasos en paralelo antes de que ella le lanzara una mirada de reojo. Ramón no hablaba mucho en clase, pero lo había visto observando… más de lo que la mayoría. Y ahora, después de la lección de Asano, su silencio ya no parecía casual.
-No creo que me estés alcanzando solo para preguntarme qué pienso de los deberes de Historia.
El HoloStrap seguía encendido en su muñeca, el Digibuddy flotando a su lado con ese brillo tenue que ya era parte de su rutina. Aunque no hiciera ruido, Kaori sabía que estaba escuchando. Y también que lo que fuera a decir Ramón… lo escucharía él también.
-¿Entonces?
Preguntó al fin, girando ahora sí ligeramente el cuerpo para mirarlo a los ojos
-¿Qué necesitas?
No había dureza en su voz, pero sí firmeza. La de alguien que, aunque agotada, no se permite bajar la guardia. Porque, por mucho que deseara que el mundo digital solo fuera un juego, empezaba a sospechar que el tablero era mucho más grande de lo que Bandai había anunciado. Y algo en la mirada de Ramón le decía que él también lo sabía.