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[DM 01/20] El haiku de las balas

[Partida] Capítulo 4: El Haiku de las Balas

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28/01/2020, 20:33
Tetsuo Nakima

Tetsuo había dejado de reír para mirar con desdén a aquel individuo que cambiaba de argumento a cada golpe. Estaban perdiendo el tiempo dejándole hablar. Se acercó a Kawauso arrastrando los pies, sintiendo todo el dolor de sus heridas, y le tendió la escopeta que acaba de recargar.

—Vamos muchacho, haz los honores, después de todo era a ti a quien le querían cargar el muerto.— señaló al suplicante Hamasaki que se arrastraba por el suelo —Él no dudaría ni un instante en hacerlo si fueras tú el que estuviese a su merced.

El ijima retrocedió para apoyarse pesadamente en la pared. Dejaba un rastro de sangre a cada movimiento que hacía y respiraba con dificultad, pero no pensaba ir en busca de atención médica hasta que aquello hubiera terminado.

 

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28/01/2020, 22:23
Furusawa Sanosuke, alias "Kawauso"

Viendo que la situación estaba completamente controlada y que el tiroteo había cesado, Kawauso había dejado de temblar. Además sus compañeros ya estaban mirándole y tenía que recuperar la compostura. Como buen cobarde sin escrúpulos, se creció sabiendo que tenían la sartén por el mango al fin.

-Cabrón hijodeputa... -dijo Sanosuke casi masticando las palabras- Si me hubieras ofrecido un millón de yenes antes de que supiéramos nada de ti te habría cedido el territorio que te hubiera dado la gana. Pero tenías que intentar venderme a la policía, ¿verdad?

Tenían sus órdenes, debían acabar con aquella escoria para así mandar el mensaje a Hashimoto. Tetsuo le ofreció la escopeta, pero Sanosuke la rechazó, empujándola de vuelta a sus brazos con la palma de la mano. Estaba tentado de soltarle una perorata a aquel subnormal para que entendiera porqué debía morir, pero se dio cuenta de que era malgastar saliva porque apenas iba a tener unos segundos para reflexionar sobre ello. En su lugar, decidió terminar con aquello rápido.

-¡Pues a ver si vendes a tu puta madre en el infierno!

Apuntó su revolver a la coronilla del hombre que le miraba desde el suelo, acurrucado y disparó una vez. Los sesos salpicaron el suelo, pero también las paredes y parte de su traje. Los demás se apartaron un poco para evitar el salpicadura de líquido cerebral. Apartó la mirada, asqueado, y disparó un par de veces más al cadáver, sin mirar, para asegurarse de que estaba bien muerto.

-Descansa en pedazos...

Durante su arrebato, dos de los tres salaryman habían aprovechado para alejarse de aquella locura corriendo hasta la calle, pero el último estaba ahí, congelado, mirándoles.

-¿¡Tú también quieres un puto tiro!? -gritó Kawauso enajenado y apuntó al hombre, que intentó correr, se tropezó, y trastabilló como pudo hasta abandonar el local.

El yakuza dio dos pasos en dirección a la puerta y se detuvo de repente, apoyándose en una de las mesas de oficina para echar todo el contenido de su estómago. Parecía que los dango y el salpicón de cerebro no maridaban bien. Recuperándose como pudo, se dirigió a sus compañeros.

-Vámonos de aquí de una puta vez, antes de que aparezca la pasma. Vamos a tener que mantener un perfil bajo de cojones durante un tiempo -dijo con una mueca de asco, tanto por todo el jaleo en el que se habían metido y la necesidad de mantenerse ocultos de la policía e incluso de su propia organización, como por el sabor de la bilis en su boca, que no se iba por mucho que tragase saliva.

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29/01/2020, 00:19
Yasui Baiken

Baiken descargó la pistola del guardaespaldas y arrojó el arma a una papelera y el cargador al fondo de la sala, mientras escuchaba la conversación que sus compañeros mantenían con Hamasaki. El pobre idiota todavía creía posible salir con vida de la oficina. Si al menos le hubiera echado huevos, y hubiera muerto con algo de orgullo…

Tobu se ofreció a zanjar el asunto de una vez por todas, pero Tetsuo se lo ofreció a Kawauso. Personalmente, él no tenía ningún asunto, pero entendía por qué lo hacía el Ijima. Furosawa había sido el cabeza de turco al que habían querido cargar el muerto, y él, Baiken, había picazo el anzuelo. Se sentía algo culpable, y a la vez se preguntaba si el granuja sería capaz de asesinar a sangre fría a Hamasaki.

Al final lo hizo, aunque no fríamente. Había desparramado los sesos de Hamasaki por el suelo, y también todo el contenido de sus propias tripas. Baiken volvió a mirar atrás, para asegurarse de que el guardaespaldas no intentaba nada raro, y se lo encontró intentando consolar a la secretaria, que lloraba en sus brazos presa del terror. Sabiendo que todo había acabado, el Heiho comenzó a desenroscar el silenciador del arma y caminó con cuidado por encima del cadáver, siguiendo a sus compañeros.

Ellos habían hecho su parte. Ahora quedaba ver qué fichas movían Hashimoto y Mekajiki.