Partida Rol por web

Tetsuo se giró hacia el origen de las balas y apuntó al tío que ahora iba a tomar el relevo con su escopeta. Por desgracia para él su disparo carecía del factor sorpresa y el sicario se tiró al suelo esquivándolo por completo mientras, a su vez, abría fuego con su pistola¹ contra el grandullón que era un blanco fácil allí parado en medio del pasillo. Las balas le atravesaron el hombro² haciendo que el Ijima hiciese una mueca mientras gritaba a sus compañeros:

—Encargaos de Hamasaki en la otra sala.

Se lanzó a la carrera hacia el primero de los guardias que ahora ya le apuntaba nuevamente esperando lanzar otra andanada. Esta vez pensaba abrirle la cabeza como un melón usando la culata de de escopeta mientras abría fuego contra el otro cabrón³.

Aquel despojo no tuvo tiempo ni de pestañear cuando las balas atravesaron su cuerpo. Tobu se situó detrás de Tetsuo para comprobar qué había tras la puerta y pudo ver de manera fugaz a una mujer al final del pasillo que se acababa encerrando en otra habitación; concretamente, en el despacho de Hamasaki. Iba a acercarse allí cuando unos tipos empezaron a disparar desde la otra sala y alguna bala impactó en Tetsuo. El gigantón parecía estar hecho de acero pues se lanzó contra ellos como si nada, pero el Chimpira sabía que estando solo contra tres de esos cabrones lo tendría complicado.

—¡Baiken-san, ve a por Hamasaki! ¡Saki ni iku!¹ –le vociferó a su compañero.

Con Kossetssu en sus manos, cruzó el umbral de la puerta ignorando los restos de cristal, dispuesto a batear el cráneo de algún infeliz. Mientras el Ijima trataba de hacer frente a dos de ellos él fue directo a por el restante golpeando con el bate con todas sus fuerzas.

Baiken avanzó por el pasillo a grandes zancadas, con el brazo recto y el arma sostenida con firmeza. Por el rabillo del ojo pudo ver como Tetsuo fallaba y, poco después, era alcanzado por una bala. No pareció importarle, y el gigante cargó a la vez que les ordenaba que siguieran. Tobu y Kossetsu también parecían atrapados en la peligrosa danza que había comenzado en la primera de las salas, mientras que Kawauso cubría el fondo del pasillo y vigilaba que los empleados no llamaran a la policía antes de tiempo, por lo que parecía que dependía de él. Como si el chaval pudiera leerle la mente, Tobu le gritó que avanzara y él así lo hizo, acelerando la marcha, con una enorme vena latiéndole en mitad de la frente, concentrado únicamente en lo que le decían ojos, oído e instinto.

—¡Hamasaki! —gritó— ¡Pagarás el precio de tu avaricia!

Y disparó a la cerradura, no fuera que hubieran pretendido cerrarla. Entró con rapidez, encontrándose con que Hamasaki y la mujer no eran los únicas que le esperaba al otro lado. Un guardaespaldas se abalanzó sobre él a sus espaldas, y aunque Baiken intentó dispararle, lo hizo demasiado tarde y la bala se perdió por la sala, arrancando un grito de terror a la chica. El Heiho intentó derribar con una llave a su contrincante para así poder rematarle de un disparo cuando tocara el suelo, pero el tipo debió ver venir el ataque, porque se apartó e intentó contraatacar. 

No pudo Tetsuo anticiparse al segundo disparo que le golpeó fuertemente en el hombro, frenando su avance y provocándole una herida que por aquel momento no parecía demasiado grave. Aprovechó Tobu aquel breve lapso para intentar cargar contra la puerta, pero ésta estaba cerrada y resistió el impulso del joven Yakuza.

No hubo balas en respuesta pues el ímpetu propio de la juventud hizo que los tres ocupantes de aquella sala se amilanaran por unos instantes buscando apartarse de aquel vendaval armado con un bate. En ese breve momento pudo fijarse en el interior de la sala: había una mesa baja y en torno a esta un par de sofás que se habían ladeado. Al fondo una caja fuerte abierta. No dio tiempo a ver más pues al saberse seguros, los tres tipos trajeados volvieron a levantar sus armas con la seguridad que da saberse en un búnker¹.

Mientras tanto, Baiken llegó al otro lado del pasillo obedeciendo al grito de Tobu, abrió rápido la puerta y se encontró con más compañía de la esperada².

Tobu no calculó bien la trayectoria del golpe de Kossetssu y su ímpetu no consiguió nada reseñable, pues la puerta no cedió. Pese a que sabía lo que pasaría, golpeó el pomo de la puerta lo más fuerte que pudo y, al abrirse esta, uno de aquellos tipejos le dio la bienvenida a su refugio particular con un balazo. El Chimpira retrocedió un par de pasos al sentir el impacto de la bala en su cuerpo. Le había alcanzado en el brazo; una herida limpia, de entrada y salida. Nada preocupante pero que le hizo esgrimir un gesto de dolor y apretar los dientes. Ahora sí que estaba cabreado.

—¡Chikusoumeee! –gritó a pleno pulmón con la mirada totalmente perdida y la mandíbula a punto de desencajarse. Alzó el bate, sin darle importancia a la herida, y se preparó para abalanzarse sobre uno de ellos.

Tetsuo siguió a su compañero sin dudarlo ni un instante. Usando su propio corpachón como un arma se lanzó encima de uno de los guardias mientras abría fuego con su escopeta contra el otro. El contenido de la caja fuerte le tenía sin cuidado, en ese momento lo que buscaba era causar el mayor daño posible a la par que pudiera confundir a sus enemigos. Si se pensaban a salvo estaban muy equivocados.

La vida y los pensamientos de Tetsuo eran un absoluto misterio pues no era muy dado a las conversaciones ni a robar el turno de palabra al silencio salvo que las circunstancias lo exigieran. Con la misma actitud se enfrentaba a sus enemigos, pero sus movimientos sacaron a relucir que una de sus aficiones era ver cine americano.

Sin embargo, una cosa era verlo, y otra imitarlo. Tetsuo se abalanzó por el hueco que Tobu abrió exponiéndose a la balacera, impactando contra el que tenía más cerca, en el aire intentó disparar contra el siguiente pero apenas tuvo espacio para maniobrar y el cono de destrucción que escupió su escopeta únicamente destrozó el pavimento cerámico.

Cayó el Ijima sobre blando, más escuchó el ruido del impacto de la cabeza de su recién improvisado colchón contra el suelo. No tuvo tiempo a más pues enseguida sintió la familiar abrasión que producía una bala de bajo calibre.

–¡Kusokurae!

Sabiendo que sus compañeros avanzaban por la oficina para encontrar a Hamasaki, Kawauso reculó hasta el interior de la misma para tener echado el ojo a los salaryman que habían encontrado allí "trabajando". No fuera a ser que les diera por hacer alguna tontería.

Una vez dentro, vio el pasillo por el que avanzaban sus compañeros, y aunque no podía ver el fondo, porque Tobu y Tetsuo bloqueaban la vista, sí pudo ver la puerta ante la que estos se habían detenido. Cerrada, la cristalera se rompió con el tiroteo que vino a continuación y Tetsuo resultó herido. Otro arma hizo amago de asomar por la puerta, pero los que se encontraran en su interior parecieron recular con los batazos que Tobu empezó a repartir al aire. Parecía que aquella habitación estaba llena de aquella escoria al servicio de Hamasaki.

Notando el peso en sus bolsillos, Sanosuke recordó lo que portaba en ellos. Con la mano temblando como si tuviera síndrome de Parkinson sacó una de las granadas que le había dado Baiken y la observó con intención de arrojarla al pasillo para que la cogieran sus compañeros, pero estos estaban demasiado centrados en el tiroteo y a lo que quiso arrojarla ya habían entrado corriendo en la habitación. 

Mientras Tetsuo intentaba realizar una arriesgada maniobra más propia de un especialista en una película de acción, Tobu hizo girar a Kossetssu hacia su oponente, sintiendo una punzada de dolor en el brazo al hacer ese movimiento. Apenas prestó atención a la caja fuerte que había medio abierta allí dentro. Si conseguían salir de esta de una pieza, ya se encargarían de vaciarla. El hombre que tenía en frente, bastante orondo y sudoroso, levantó la pistola para disparar, pero el joven Yakuza esquivó el disparo en un alarde de reflejos y a continuación estampó el bate en la sien de ese pobre desgraciado. Fue un golpe seco, acompañado del crujir del cráneo al hundirse y astillarse en pedazos. El tipo voló por la sala un par de metros hasta estrellarse contra uno de los sofás. El corazón de Tobu latía cada vez más deprisa, mezcla de la adrenalina y la tensión del momento. Observó durante un segundo que su bate goteaba sangre. La sangre que tanto le gustaba drenar.

El disparo impactó a Tetsuo en una pierna. Para sorpresa de su oponente el enorme ijima se levantó ignorando el dolor. La adrenalina corría por sus venas como una droga que le impidiese darse cuenta del peligro mortal que tenía delante.

—Creo que ahora deberías rendirte.— fue lo único que dijo mientras se incorporaba para abalanzarse sobre su oponente como un oso.

Cualquiera que lo viese podría pensar que era, realmente, uno de esos cyborgs de las películas de ciencia ficción que tanto le gustaban¹.

El problema de los números se estaba resolviendo impacto a impacto pues pronto se vieron reemplazadas las armas de fuego por otras más físicas y viscerales. 

En la primera sala, tanto Tetsuo como Tobushiro habían acabado con dos de sus enemigos quedando únicamente uno en pie. El estado de salud de los dos caídos era incierto, uno de ellos parecía contar con un golpe de cabeza leve que apenas sangraba; harina de otro costal era el destinatario del golpe de bate que había propinado un Tobushiro cada vez más encendido y violento, el caído sangraba profusamente y el charco ya había alcanzado la cuarentena de centímetros de diámetro.

—Vale, vale, ¡me rindo! —anunció el que quedaba al verse en inferioridad numérica. El consejo que le había dado el Ijime parecía en aquel momento una buena idea.

Sin embargo, no parecía haberle escuchado...¹

—¡Baka para! ¡Me rindo, me rindooo!

Fuera de aquel escenario, en la entrada todo parecía controlado. Las balas habían sido suficiente disuasión ante cualquier acto de valor y el ruido que venía desde el pasillo les parecía aconsejar que siguiesen allí, un par miraban de cuando en cuando hacia la salida como si esperasen encontrar algo de esperanza, más ésta no llegaba. Tan sólo parecía apelar a que todo se desarrollase como hasta aquel momento, al fin y al cabo, no habían venido por ellos.

Finalmente, en el despacho de la dirección de aquella especie de empresa pantalla, la situación distaba de ser la mejor: Baiken había perdido su arma fruto de un forcejeo violento y estaba en aquel momento peleándose con la última defensa con la que parecía contar Hamasaki². La cosa no parecía decantarse claramente por nadie pero el bakayaro que servía a Hashimoto pareció ver en aquello una oportunidad para sí mismo y echó a correr hacia el pasillo³ dejando atrás a los dos contendientes y a la mujer que se había agazapado tras el escritorio.

Tetsuo se aproximó al tipo sin mediar palabra, como era habitual en él.

—¡Pero que haces hijo de...!— gritó el pobre desgraciado cuando sintió la enorme mano del ijima sobre su cabeza.

¡BANG! Una bala alcanzó al miembro de la Yakuza en el costado. El dolor hizo que aflojase levemente la presa pero no que soltase la cabeza de su víctima que terminó igualmente estampada contra la mesa cercana. Por suerte para el guardia Tetsuo había perdido bastante sangre, por lo que el golpe no fue todo lo brutal que podría haber sido, limitándose a dejarlo inconsciente.

El ijima se apoyó en su escopeta mirando alrededor: no quedaba nadie de quien encargarse. Tambaleante se dirigió hacia el despacho de Hamasaki para terminar con aquel asunto. Ya tendría luego tiempo de curarse las heridas.

El forcejeo entre Baiken y el último de los guardaespaldas continuó ante la mirada atónita de Hamasaki y su secretaria. Los dos hombres medían sus fuerzas como dos luchadores de sumo, gruñendo igual que dos perros callejeros, enzarzados en un baile tan íntimo como brutal. Una tras otra, llaves y presas se fueron sucediendo en el espacio de unos pocos segundos sin que ninguno de los dos lograra imponerse al otro, y el abrazo terminó por romperse cuando, casi que de mutuo acuerdo, los dos decidieron separarse para recuperar el aliento. Baiken y su contrincante se miraron el uno al otro, ambos empapados en sudor, y fue entonces que el granuja que habían ido a buscar aprovechó para salir corriendo pasillo abajo. El Heiho vio una oportunidad en el breve despiste del escolta y desenvainó un pequeño tanto que llevaba en el cinturón, pero fue en vano, porque su enemigo le vio venir y logró esquivarle con un rápido salto.  

La situación estaba bajo control, o eso parecía, pues todos los enemigos yacían muertos o inconscientes. Tobu echó un breve vistazo a Tetsuo; al Ijime le costaba caminar y respirar con facilidad, ya que había sido el blanco de varios disparos. Se estaba acercando a él para preguntarle por su estado cuando escuchó unos pasos atropellados que provenían del pasillo. Rápidamente se asomó y vio a Hamasaki huyendo como alma que lleva el diablo, aprovechando la confusión del momento. No iba a permitirlo.

El Chimpira bajó un instante la mirada hacia Kossetssu. Cualquiera diría que el bate le estaba hablando en susurros. Con media sonrisa en el rostro y sin dudarlo, lo cogió con las dos manos y lo puso detrás de su cabeza, para después lanzárselo al cobarde como si de un tomahawk se tratase, en un intento de frenar su huida.

El bate cruzó el pasillo a gran velocidad e impactó en la espalda de Hamasaki que cayó fulminado hacia delante y se estampó de bruces contra el suelo. Tobu se acercó lentamente a él. Sus horas estaban contadas...

Tetsuo se acercó a Tobu, dándole una palmada en la espalda.

—¡Strike!—gritó de pronto echándose a reír como un colegial.

En la otra habitación Baiken seguía encarándose con el guardaespaldas de Hamasaki pero el ijima consideraría una descortesía hacia su amigo el tener que ir a ayudarle con aquel tipo. En lugar de eso se apoyó en el umbral de la puerta, todavía riéndose, mientras con su mano tapaba la última herida del costado.

Los tiros y ruidos de pelea inundaban aquellas minúsculas habitaciones y atravesaban el pasillo hasta donde estaba Kawauso. Guardó de nuevo la granada, pues no le tranquilizaba nada llevarla en la mano, y se preguntó si sus compañeros estarían bien de verdad.

De pronto, Hamasaki salió disparado como una bala desde su despacho.

-¿Y Baiken? -pensó durante un instante.

Venía por el pasillo a toda velocidad. Sanosuke le apuntó con el revólver.

-¡Alto, hijodeputa! ¡O te meto un tiro, konoyaro!

Pero Hamasaki no parecía tener intención de detenerse. Hasta que de pronto, cayó al suelo hecho un guiñapo. A su lado, claqueteó en el suelo Kossetsu, el bate de madera de Tobu. Más atrás en el pasillo, el susodicho asomaba de uno de los pequeños despachos con una sonrisa de satisfacción en la cara.

-¡Ah! Muy buena, Tobu-san, menudo Home Run -dijo, respirando algo más tranquilo.

Cuando el guardaespaldas vio a Hamasaki caer por el golpe del bate de Tobu, el tipo enseguida mostró las palmas y cambió su postura y expresión por una mucho más suave y dulce. Baiken, con el cuchillo todavía en la mano derecha, le despojó con la izquierda de las armas que llevaba y después, cuando hubo recuperado la suya propia, le ordenó que se tumbara en el suelo boca abajo. El Heiho caminó entonces hacia atrás por el pasillo, para acercarse a Hamasaki y al resto, pero sin volverse del todo para no perder de vista al enemigo derrotado. Parecía que solo quedaba una cosa por hacer, pues. 

Para cuando Tobu llegó hasta su altura, Hamasaki se frotaba ahí donde el bate le había golpeado fuertemente, doliéndose. Se retorcía de dolor y pivotó sobre sí mismo mirándolo con odio y furia.

–Maldito bakayaro –le maldijo–. ¿Acaso no sabes quién soy punki de mierda? Sirvo a la familia… Mierda… –dijo al ver llegar al maltrecho Ijime, a continuación vio a Baiken y finalmente al único rostro que le quedaba por ver, Kawauso.

–¿Sabes que esto es traición?, Hashimoto-sama se lo dirá al Oyabun y no tendréis dónde esconderos.

Empezó a apoyar su mano sobre el frío pavimento luchando por incorporarse, parecía que su aturdimiento se estaba esfumando.

–Podemos dejar esto en una disculpa. ¿Qué os parece un millón de yenes por cada uno? Compensará los destrozos y las pérdidas de mis hombres. –Sudaba profusamente fruto de los nervios mientras estudiaba los rostros de todos los que le rodeaban. Estaban magullados especialmente el más fortachón de todos, no parecía que fueran a dar su brazo a torcer…

—De pequeño nunca me cogían para jugar en el equipo de baseball... –dijo en un tono irónico soltando una carcajada. Una carcajada para aliviar toda la tensión de su cuerpo.

Tobu se había girado ciertamente extrañado al escuchar la sonora risa de Tetsuo. Aquello era algo sorprendente, pues rara vez se le veía siquiera sonreír. Acompañó la risa de su compañero mientras observaba con una mirada altiva a Hamasaki arrastrarse por el suelo de manera lastimosa, intentando llegar hasta la puerta que daba acceso a la oficina. Escuchó las amenazas y los insultos del capullo sin borrar la sonrisa que le acompañaba desde hacía unos segundos. Entonces, recogió a Kossettsu, sopesándolo en sus brazos como a un bebé recién nacido.

—¿Punki de mierda? Gracias por el halago, chikushoume –espetó antes de estamparle el bate en la pierna con toda la rabia que tenía acumulada.

Hamasaki se retorció de dolor y adoptó una postura fetal entre sollozos, súplicas e improperios. Una expresión de pánico y temor se dibujaba en su rostro a medida que los cuatro miembros de la Yakuza estrechaban el cerco sobre él. Sabía que se le agotaba el tiempo.

—¡Cabrones! ¡Os daré todo el dinero que queráis! ¡No contaré nada de este incidente, os lo juro! –imploró cada vez más nervioso.

El joven Chimpira resopló tras sus palabras y acercó un poco su rostro al suyo para que le escuchase bien. 

—No has entendido nada. No queremos tu sucio dinero. Lo único que queremos es que sufras las consecuencias de actuar a escondidas en perjuicio de la familia y de muchos de nosotros. Considéranos unos Shinigami¹ que venimos a llevarte al purgatorio –comentó escupiéndole a la cara-. ¿Alguno quiere hacer los honores, o me quedo yo con toda la diversión? –preguntó dándose la vuelta hacia sus compañeros buscando una rápida respuesta. De lo contrario, su bate iba a disfrutar con la cabeza de ese hijo de puta.