Partida Rol por web

–Papá –le detuvo William–. Todo esto es muy extraño, quiero decir… Llega un forastero y se lía a tiros con el Sheriff, esa te la concedo, ¿pero el enterrador? Salvo por un indeseable, no había tomado partido por nosotros ni por los McDouglas.

–¿Qué opináis vosotros? –preguntó finalmente a todos los que estaban allí congregados: todos los miembros de la familia, así como todos aquellos que disfrutaban de una porción de las tierras adquiridas por la familia Moore.

Entre ellos estaba Homer Smith, el cobarde que tuvo la vida del Mexicano en sus manos, y no hizo nada ¹

El día había salido soleado. Hacía bastante calor para la estación que estaban. Los soldados comenzaban a recoger el campamento y se preparaban para la marcha. Robert Ford paseaba por las tiendas y en algunas se quedaba para pasar inspección y animar a la tropa. Eran buenos soldados. Eran disciplinados y valientes, también eran orgullosos, como cualquier soldado que se preciara. Robert estaba orgulloso, no se podía atribuir todo el éxito, su amigo y superior al mando era el mayor responsable del éxito de este batallón, pero ¡diablos! Ford no podía para de sentir que parte de lo que estaban consiguiendo era gracias a él.

- Le juro que el día que me vea bebiendo una sola gota de alchol, será el día en que me case con usted señor Smith- Respondió Robert a las bromas de un sargento. Robert Ford se alejó de las risas de la tropa, se dirigió a la tienda de su comandante. tenían que hablar sobre el camino que iban a recorrer, sobre futuras batallas y sobre el aprovisionamiento de la tropa. En la tienda estaban los gemelos Jhonson. Estos soldados eran los más extravagantes del batallón, nadie sabía a que tropa servían exactamente, pero si se sabía su lealtad incuestionable. Les saludaron con un saludo marcia que tenía cierto aire socarrón. Robert les saludó con un gesto de cabeza e ingresó en la tienda.

Ford no escuchó mucho de lo que habían dicho sus contratistas, no podía parar de pensar en su cobardía y en el asesinato que había contemplado. Robert no dijo ni una palabra en la reunión. Él pensaba que Robert Ford estaba bien muerto y enterrado, pero se había equivocado, otra vez. Nunca había sido Homer Smith, nunca se podría redimir, al menos en ese pueblo, o eso es lo que pensaba el ex-confederado. Robert suspiró, pensaba que ya era hora de volver a partir, a buscar otra tierra para redimirse, la tierra prometida. Pensaba que el problema era el lugar y que marchandose se podría redimir, ni se le pasó por la cabeza que a lo mejor el problema estaba en él, a lo mejor era hora de ir olvidando el pasado y empezar a vivir en el presente. Robert Ford volvió a sus pirar y un pensamiento le cruzó la mente : <<¿Dónde cojones he dejado  mi caballo?>>.

Los pensamientos se sucedían mientras un murmullo de voces que no escuchaba tenía lugar. El murmullo cada vez fue creciendo en intensidad convirtiéndose en una algarabía acalorada cuando de pronto... Un portazo dio paso al silencio.

—¡Acabo de ver a Pete Mulligan salir de su tienda! —gritó sujetando la puerta con una mano, en su mirada había una sensación de urgencia que nadie parecía compartir—. ¡Ha cargao un carro con varias cajas de suministros y s'a largao! —gritó el recién llegado al Elizabeth's Hotel.

Vestía una chaqueta marrón oscura a juego con el tono de su barba, su cabeza estaba cubierta por un sombrero de estricto negro. Llevaba en su mano una pipa que humeaba con suavidad.

—¿Y qué con él? —preguntó despectivamente Johnson—. Matan a dos y las ratas huyen del barco... Lo de siempre.

Escupió en el suelo despectivamente como si quisiera subrayar sus propias palabras, ignorante de los pensamientos que tenían lugar a un escaso metro de él.

—Chico... —le dijo Benjamin tras aspirar fuertemente la pipa y expulsar el humo con fuerza—. Iba hacia el rancho... El rancho de los McDouglas. Hacia la montaña no hay ningún pueblo, tan sólo el rancho, montaña y fieras, el mejor sitio para meter un carromato.

Aspiró nuevamente la pipa mientras los nervios se asentaban en la reunión, de pronto la algarabía volvió.

—Hijos de puta... Malditos irlandeses —maldijo el viejo Moore.

—¡A tomá por culo! Tenemos que atacarles antes de que tengan toas las balas —sentenció uno llevado por la urgencia—. ¿Habéis traío las armas?

—¡No me joas! ¡No vamos a ir a la guerra por eso!, no han hecho nada —protestó uno que no quería llegar a esa situación, algunos de los más moderados apoyaron con asentimientos y síes aquellas palabras.

—¡Uno, matar a la autoridad, dos comprar las putas armas! Pero tííííío, ¿es que quieres que te metan la puta carabina por el culo para ver algo? —le recordó el primero.

—Pues bien que cuando te daban el pan para tus hijos, no decías que nadie había hecho nada. Ahora que hay que apechugar por los Moore te rajas— le criticó el segundo acallando otras voces más moderadas.

—A vé, a vé... Vamos a calmarnos y a inventariar todas las armas que tenemos—. Contestó al que le habían llamado Asa,  llamando al orden mientras buscaba una posición estratégica que le hiciera más visible para organizar aquel improvisado ejército:

—Nosotros tenemos tres carabinas de caza, y un par de Spencer, además de cuatro pistolas. Todo el que tenga rifles que lo traiga, el que no con pistolas... Si alguien no tiene que la pida, tenemos alguna de más. Lo importante es atacar rápido y forzarles a rendirse cuanto antes. ¿O tenéis algún plan mejor?¹

Robert escucho el murmullo y se dijo para sí mismo :<< Yo no puedo más...>>. Robert se mantuvo en silencio y cuando el resto de hombres se fueran a armar jaleo, iría al bar a por un último trago... <<¡Qué le den por culo al puto caballo!!- pensó cansado cobarde Robert>>.

Robert no se unió a la conversación y se situo de manera sigilosa a un lugar apartado de la sala. Intentó no hacer ningún ruido y cuando los hombres se marcharan en busca de jaleo el ex-confederado esperaía un rato y después marcharía al bar. 

Nadie tenía ninguna buena idea que aportar así que acabaron por dar la sesión por terminada con el compromiso de al cabo de media hora estar todos en la calle principal con armas y monturas prestas para partir de caza antes de que los irlandeses y sus simpatizantes se preparasen demasiado.

Homer Smith no quería verse arrastrado por los acontecimientos así que honrando a su pasado como el cobarde Robert Ford se tomó las de Vilaldiego y enfiló para el Saloon.

–¿Tú por aquí otra vez? – le preguntó al verle ocupar sitio en la barra.

–Siempre te veo cuando se arma la de Dios es Cristo… –señaló por un momento al exterior al oír como los más rápidos empezaban a apostarse en el exterior–. No vas… Da igual déjalo. Parece que hoy no será un buen día para el negocio.

Tras encogerse de hombros, tomó un trapo húmedo y lo pasó por encima de la barra barnizada.

–¿Qué te pongo?

Robert caminó con la cabeza gacha y con un humor de perros. No sabía que hacer. Sentía que todo iba mal. No se acordaba del último día que había estado feliz. Esperó durante unos instantes en la puerta del bar, dirigió su mano a esa maldita pistola... Entró en el bar y se sentó en un taburete. El dueño del local le habló y tras unos gruñidos le dijo:

-Ya he tenido suficientes disparos por un día...- suspiró- ya ves, soy un  imán para los problemas... Haz el favor de ponerme lo de esta mañana...

Robert iba cabalgando en primera línea dirigiendo la marcha de la tropa. Hacía un calor espantoso. Iban por un camino, en medio de un bosque, eso no le gustaba a Robert, ya se lo había dicho a James, pero él insistió. Debían llegar lo antes posible... Uno de los exploradores que había mandado de avanzadilla se acercó al galope. Era un joven de pelo rubio, cuando se acercó y le dedicó un saludo el teniente Robert le preguntó: -¿Alguna novedad?,  soldado.

-No, señor. El claro está cerca y no hemos visto a ningún soldado enemigo, señor.- El soldado respondió de manera firme. A robert le resultaba extraño el muchacho. No se acordaba de su nombre, y no tenía la sensación de haberle visto mucho en el campamento... << Al final va a tener Jobs, me estoy haciendo viejo...- Pensó Robert>>

-Excelente ,soldado vuelva con su tropa-. El soldado le dedicó un saludo y volvió por donde había venido.

-¡Sargento!- el hombre se puso firme y dijo: <<¡Señor!>>- continúe el trayecto, ahora volveré, me voy a informar al capitán.- Robert Ford, dio media vuelta con su caballo y se dirigió a donde estaba su amigo, le recomendaría que acamparan en el claro, los soldados se quejarían, pero... <<aquí pasa algo raro...>> Robert cabalgaba preocupado, de alguna manera presentía lo que iba a ocurrir en apenas un par de horas. 

El sonido de unos cuantos cascos al galope sacó a Robert Ford de su ensoñación. Se fijó entonces que el barman estaba mirándole fijamente:

–¿Amigo? ¿Estás aquí? Joder, por un momento parece que estabas allá, estás llorando incluso –sacó entonces un vaso más pequeño que el que estaba bebiendo aquel al que conocían como Homer y lo puso junto a su vaso.

–Esta corre por cuenta de la casa, para celebrar que parece que no se han fijado en ti –regó entonces ambos vasos del mismo líquido que había estado bebiendo el exsoldado.

–¡Salud! –dijo, y sin esperar nada le pegó un directo con el que vació el contenido del vasito.

–Pues tenías que haber estado antes por aquí, unos cuantos han comentado lo que sucedió. Sin embargo… Eres tú quién mejor lo sabe, ¿cómo era? ¿Es cierto que era uno del sur? Descríbame todo lo que vio.

Robert juega con el vaso, hace un par de amagos para beber pero se para, tiene un humor de perros. Escucha las palbras del barman y siente cierta vergüenza de lo que ha pasado . <<Me estoy volviendo loco, eso me está pasando-pensó Robert mientras escuchaba ciertos sonidos de caballos y gritos de soldados>>.

-Sí, venía del sur y se cargó al enterrador, algo que solo da más problemas burocráticos que otra cosa... Porque, ¿ahora quién lo va a enterrar? - Robert saca media sonríia aún recuerda algo de ese humor macabro que tiene todo buen soldado.

Se quedó en silencio sin saber que decir... Se quedó contemplando el líquido que tenía delante de él, su mano temblaba, escuchaba sonidos de caballos al galope, las canciones que cantaban los soldados al marchar, podía olor el mal olor que hacía en todo el campamento. Va levantando lentamente el vaso, como si cada movimiento le causara un inmenso dolor.

-¿Suerte? Sí, suerte, siempre he tenido mucha...- farfulla unas palabras sin sentido, se siente mareado. Entonces escucha la voz de su amigo.

-¡ROBERT!-

Robert Ford gira de manera paranoica su cabeza hacía atrás, salta del taburete y se le cae al suelo el vaso que tenía en la mano. Saca la pistola y comienza a gritar mientras marcha a la puerta de la taberna 

-¿Quién me ha llamado? ¿Quién ha tenido los redaños suficientes? ¡Sal cobarde, sal!- Robert va gritando,medio desvariando. 

Sólo había dos personas en aquel momento en el Saloon y se agacharon asustados al ver la Colt Army apuntándoles, el barman hizo lo propio y se escondió tras la barra.

—Amigo... —farfulló desde su escondite seguro—. Deberíamos hablar pero antes... Tienes que bajar el arma, ya tenemos suficientes disparos por hoy.

Suspiró durante un par de segundos pero al no obtener respuesta siguió:

—Nadie te ha llamado, creo que deberías dejar de beber, al menos un par de horas hasta que aclaremos qué ha sucedido. ¿Qué te parece?