Partida Rol por web

–¿Ley agraria? Repartir las tierras… Tener más soldados –pensó en voz alta hilando el tejido que Tatiana le había dejado expuesto. Y con estos soldados podríamos controlar nuestras fronteras y pacificar el país…

- Sólo los ciudadanos romanos pueden formar filas... si se ampliara el concepto de ciudadanía a todos los que trabajan y se dejan la piel por Roma, podríamos hacer del mar NUESTRO mar - le dijo.

–No es cosa baladí esa que mentas. Desde luego que a los Patricios terratenientes no les gustará un pelo el asunto… –se mesó la barbilla estudiando la propuesta y miró alrededor antes de contestar:

–Debo decirte que, francamente aspiraba al puesto de Pretor, sin embargo, las cosas están como están. Tribuno de la plebe… –dejó las palabras en suspenso como si quisiera saborear el significado de éstas–. Es posible que desde ahí pueda cambiar mucho las cosas. Con vuestro patrocinio.

De pronto elevó algo la voz abandonando el susurro que había estado manteniendo hasta aquel momento:

–Creo recordar haber escuchado a alguno de los viejos senadores cómo maldecían por las pintadas en las rostras. Me llamó candidato del populacho… ¿Quién me lo iba a decir? –preguntó meneando la cabeza.

–Bueno, por el momento voy a disfrutar la fiesta, pero prometo que estudiaré vuestra propuesta. Muchas gracias.

Y tras aquellas palabras se despidió para hablar con otro corrillo de gente, pudo advertir Tatiana, cómo le estaban felicitando por su popularidad en aquellas elecciones que estaban a punto de tener lugar.

Agradecido por haber podido hablar con Escipión, Lucio se despidió de el, dejándole que visitara la finca y disfrutase de la fiesta. Se giró y comenzó a caminar en busca de Tatiana. Miró también para divisar a Paco, quien había visto de reojo entablar conversación con el, en ese momento, cónsul y le hizo una señal con la cabeza.

Al llegar a la altura de Tatiana se acercó a su oído para hablarle en voz baja.

- Parece que nuestro candidato a cónsul está más que motivado para ocupar su puesto - dijo - ¿Qué hay del futuro Tribuno de la Plebe? - preguntó.

Cuando vio que Quinto disfrutara del sarao que habían montado. Vio como Séneca le hacia un gesto con la cabeza y se acercaba a su "esposa" que también había acabado su conversación. Se acerco a ellos sin interrumpir la intimidad del matrimonio para que nadie pudiera sospechar de sus maniobras.

Había que contrastar opiniones sobre sus indagaciones, cual era la actitud de los protagonistas de aquella historia. El actual cónsul opinaba que Hispania caería inmediatamente sin esfuerzo, no podía estar mas equivocado. Por lo que habían averiguado hasta el momento habría que poner sobre la mesa la peligrosidad de los numantinos para que mandaran a un cónsul competente. 

- ¿Que habéis podido averiguar?

La actitud de los tres era cordial pero distante, como si el matrimonio se hubiera encontrado con un viejo amigo o un primo de la familia. Alrededor las bandejas con esclavos que mostraban más que insinuar seguían pasando entre los comensales que parecían estar a gusto hasta aquel momento.

- Como le decía a Tatiana - dijo Séneca -, nuestro candidato a cónsul está más que motivado para ocupar su puesto, con lo que podemos descartar el hecho de que esté, en cierto modo cediendo su puesto, por otra parte, si Graco está más encaminado a ser Tribuno de la Plebe, deberemos descartar un interés o desinterés de ambos, e intentar hablar con todos y cada uno de esta gente importante ¿qué tal con el actual cónsul? - le preguntó a Paco.

- Eso son buenas noticias. La conversación con el cónsul fue poco provechosa. Es de la opinión que cualquiera puede ir a Hispania y conquistará toda la península. No será un buen aliado si lo que pretendemos es que un cónsul excepcional vaya a enfrentarse a los numantinos por su peligrosidad. 

Escucha la información que han recopilado sus compañeros junto con la que ya conseguimos en el foro y el mercado para ordenar las ideas. Parece que los protagonistas de nuestra historia están interesados en sus respectivos cargos. Ahora les toca hacer lo necesario para que cada uno ocupe su cargo.

- Parece que tendremos que conseguir que Escipión se a nombrado Cónsul por segunda vez. ¿Alguna idea de como conseguirlo? Quizá este es un buen lugar y momento para empezar a mover la idoneidad de Escipión como próximo cónsul.

Parece que Tiberio esta interesado en ocupar el puesto del tribuno de la plebe. Habrá que apoyar su candidatura, preparar una campaña política. Mover su nombre por todos los rincones de Roma, hacer que la plebe le ame y le consideré la mejor opción.

- Los próximos días puedo moverme por las tabernas para conseguir algunos veteranos de Hispania. Podrán apoyar a Graco en su carrera política y además hablar sobre la peligrosidad de los iberos.

- La conversación con el Graco ha ido bien. Es un hombre ambicioso tal y como cuentan los libros de historia. Le he dicho que Séneca y yo estaríamos interesados en patrocinar su carrera política siempre y cuando nos prometa que igualará los derechos de los nacidos en roma con los nacidos en las provincias, todos somos romanos - dijo Tatiana orgullosa de lo que había conseguido.

- Creo que lo tenemos casi convencido. Desde el consulado no podrá llevar a cabo todas las leyes que quiere para repartos de tierra, limitaciones a los ricos y igualdad de derechos, eso solo lo podrá conseguir desde el tribunado de la plebe y él lo sabe pero parece que tiene que habar algo que se nos escape. Tal vez sea buena idea que Séneca aborde al Graco dentro de unos días para confirmarle que tendrá nuestro apoyo con ciertas condiciones, yo podría acompañarte. 

Tatiana se quedó pensativa. 

- También hay que seguir expandiendo los rumores de que Numancia será un problema más grave del que parece.

La fiesta fue un éxito que se alargó unas cuantas horas hasta que todos empezaron a marcharse, acompañados de sus esclavos que se encargaron de que los dómines llegasen sanos y salvos a sus respectivos hogares. La fiesta había sido provechosa y había arrojado bastante luz sobre la situación.

Y es que según parecía, el destino estaba trazado, únicamente necesitaba un empujón para que todas las piezas terminasen de ocupar su lugar y la rueda del tiempo avanzase inexorablemente tal y como había sucedido. Debían empujar a los dos actores a terminar de interpretar su rol en la historia, provocando olas de influencia en la historia para finalmente... Morir por ello.

En la Domus de los Graco, Roma. Al día siguiente, por la tarde...

Para cuando se despidieron al día anterior, Tiberio Sempronio Graco les ofreció visitarles en su Domus para concretar los detalles del apoyo, se había referido a aquello como un deseo de honrarles con la misma hospitalidad que había recibido.

El exterior era muy sencillo, al llamar les abrió el Atriense que les llevó a lo largo del vestíbulum, donde estaban las dependencias más públicas, después pasaron por un impluvium ricamente cuidado en la que el agua era cristalina, y de ahí fueron llevados hasta el peristilo al que se abría el triclinium.

Allí estaba el paterfamilias del hogar. Tiberio Sempronio Graco, acompañado de su madre Cornelia también por su jovencísimo hermano Cayo quien contaba en aquel momento con 20 primaveras.

El mayor de los Graco se levantó y saludó con afecto a sus invitados, entonces se dirigió a los dos que le acompañaban:

—Madre... Hermano... Os presento a Lucio Anneo Séneca y su mujer —después se dirigió a los recién llegados e hizo lo mismo con ellos:

—Mi madre y mi hermano Graco. Les he contado la conversación que mantuvimos ayer... He estado incluso madurando la idea.

—Tiberio... —le reprendió suavemente su madre, sonrió después a los recién llegados—. Deberías dejarles descansar antes de hablar de política. ¿Desean un ágape? ¿Un poco de vino?

En ese momento apareció el atriense acompañado de otro par de esclavos, cada uno de ellos depositó un asiento reservado para las visitas para que el par tomase lugar. Entonces los dos esclavos se largaron a escepción del Atriense quién siguió en su sitio a la espera de algún pedido para satisfacerlo.

En la Subura, Roma. Al día siguiente, con las últimas luces...

Las calles de la Subura habían empezado a convertirse en un lugar más familiar para Paco, la ostentación de la que habían hecho alarde la noche anterior no iba con él. Era soldado, aunque fuera de otra época, y se sentía cómodo con sus semejantes quienes vestían túnicas baratas, ajadas en sus esquinas y recorrían las calles de la Subura. De la misma guisa iba el soldado de áfrica acompañado de un par de brazaletes que eran el único lujo que se había permitido. El resto de sus compañeros de oficio iban idénticamente.

Llevaba dos copas de un vino aguado para evitar acabar tan embotado como otros que ya lo estaban en aquel momento en aquella misma mesa. En la mesa de detrás cuatro estaban apostando dinero a los dados. Probablemente por allí encontraría alguno de los soldados licenciados, aunque la mayoría de los que estaban en aquel momento eran jóvenes que estaban de paso tras haber acompañado al Cónsul al mando de vuelta a la ciudad de Roma.

Había tomado un par de copas de vino aguado mientras observaba a su alrededor a los que andaban por allí para poder seleccionar cuales eran los más apropiados para sus intenciones. Había visto una mesa donde se juntaban un grupo de soldados con pinta de recién regresados con el Cónsul, que charlaban y reían animadamente. Esperaba que hubieran estado a las órdenes de Quinto Calpurnio Pisón en la última campaña.

Pidió una jarra de vino y se acercó a la mesa con intención de invitar a los presentes. - Buenas tardes caballeros. – dijo ofreciendo vino a todos – Mi nombre es Publius, puedo sentarme junto a ustedes.

Cogió un taburete cercano para sentarse a la mesa junto a ellos. Se mantuvo escuchando a sus compañeros y ocupado en que ninguna de los vasos estuviera vacía. Pidió otra jarra de vino y le pregunto a sus compañeros - ¿Cómo se ha dado la última campaña?

Séneca estaba cansado por la fiesta, ya estaba mayor para aquellos trotes, eso era lo que pensaba y el cuerpo no le ayudaba a cambiar de opinión, pero aguantaba como había hecho siempre, con todo.

Tatiana y el se dirigieron a la Domus de los Graco, aceptando su invitación y poco después de llegar a reunirse con Tiberio, este ya comenzaba a hablar de política. Séneca sonreía de satisfacción.

- No es problema, soy un, más que apasionado, hombre de política, aunque no rechazaré algo de comida y bebida, tengo la garganta seca y el estómago vacío - dijo -. Pero, mientras llega el refrigerio, contadnos, por favor, que idea habéis estado madurando - añadió como si fuera una pregunta al que habían venido a asegurarse que fuera el Tribuno de la Plebe.

–Si compartes esa jarra con estos pobres soldados, no vamos a prohibírtelo – sugirió el primero de ellos.

–Roma es un lugar libre y por ello hemos luchado.

–Venga amigo, ven y cuéntame de dónde vienes –dijo el tercero echándose a un lado permitiendo que se sentase el recién llegado–. Nosotros acabamos de llegar con el Cónsul desde Hispania, nos queda una semana y se acabó lo que se daba. Precisamente estábamos hablando de qué haríamos a partir de ahora.

–¿Y tú? –inquirió el primero otra vez al tiempo que acercaba su vaso, dejando claro que no se había olvidado de su sugerencia–. No te recuerdo la verdad, sin embargo esas manos que tienes están trabajadas.

–¿Sicilia? –aventuró el último de ellos–. ¿Los esclavos?

No necesitó el atriense una señal por parte de sus amos, entendió la petición de los invitados y en ese momento se escurrió tras el peristilo para, oculto entre las columnas marchar hasta las dependencias más privadas de la lujosa Domus.

–Me encanta este tipo de personas, de las que van al grano –confesó mirando a su madre, quién suspiraba con resignación al tiempo que sonreía, y a su hermano quién estaba embargado por la excitación propia de la juventud.

–Sea pues, empecemos a hablar en lo que llega Baltser con comida y bebida. Llevo un tiempo viajando con mi esposa Claudia, a lo largo de diferentes regiones de Roma y me he dado cuenta de una cosa: hay pocos romanos. –creyó entrever un atisbo de interrupción y levantó la mano buscando detenerla–. He visto que hay pocos romanos con propiedades, la mayoría están en manos de unos pocos patricios que las explotan por medio de esclavos. Si por un casual, éstos contratasen a ciudadanos libres, las condiciones no distarían mucho de la esclavitud así que llevo tiempo preguntándome por el destino de nuestra República.

Se levantó en ese momento como si adquiriese una posición de orador y empezó a recorrer el peristilo.

–Si alguien nos ataca, no tendremos salvo esclavos para defendernos. Gente que odia a Roma y todo lo que significa, porque para formar parte del ejército poco tendremos salvo esos pocos équites propietarios de tierras. Así, la República de Roma caerá –sus hombros cayeron afligidos y alicaídos, y en esa posición abatida volvió a tomar sitio.

–Con las leyes de ahora, sólo podemos crear soldados, dándoles tierras. Es por ello por lo que es necesaria una reforma, no ya social… Si no agraria. Una reforma que obligará a que todos los ciudadanos devuelvan la tierra a la República y sea ésta quién la reparta entre todos sus hombres libres. Sólo de esta forma tendremos hombres suficientes para defender nuestras fronteras contra la próxima Cartago.

Aquella debía ser la primera vez que manifestaba Tiberio su postura en voz alta lo que provocó el asombro de su madre y su hijo, sin embargo, se cuidaron de opinar en voz alta por la presencia de invitados.

–Todo ello habría que verlo. Concretarlo para que nadie lo vea como una traición a la República, si no como un acto de… Patriotismo sí –matizó entonces Tiberio, consciente de lo reaccionario de su propuesta.