Partida Rol por web

— ¡ASÍ ES, PAYASO! ¡Y, ME CAGÜENMIVIDA, COMO ALGUNO SE MUEVA LA REVIENTO CONTRA EL SUELO Y A TOMAR POR SACO! — añadió Juanga agitando la pieza del ventilador, supliendo con volumen de voz donde no llegaba su templanza. Iba bien pegado a Serguei y dispuesto a liarse a palos. Y si se liaba esperaba recordar algo de las peleas callejeras en las que se metía en su época de niñato.

Serguei no le quitaba la vista al hombre que se encontraba armado, puesto que era en estos momentos el elemento peligroso  abatir. Cualquier movimiento extraño por su parte haría que cargase hacia él. 

Mientras pensaba eso, sus compañeros hablaban poniendo en marcha su (precario) plan, que era intentar engañar a los tipos pensando que habían estropeado la máquina. Esperaba que ese engaño colase lo suficiente como para que trajeran a Elisa hasta allí. Cuando ocurriera eso ya pensaría que hacer a continuación. 

Los hombres se miran extrañados primero y podéis ver que algo asustados después. La mentira de Marta parece lo suficientemente convincente como para que los tipos respiren profundamente y se preocupen. Se miran entre ellos, murmuran algo de que no pueden fallar y después de eso el hombre armado resopla. 

- Se acabó la fiesta - dice, tira su espada y saca una pistola con la que os apunta. - Elisa arreglará la máquina, sino mataremos a sus amigos - dice y con un gesto de cabeza el tercero en discordia, el único que parecía que era de la época se acercó a vosotros y sacó unas cuerdas. - Si os portáis bien os dejaremos vivir - dice sin bajar el arma - Que os aten, cuando venga Elisa, ella  nos ayudará con la máquina, lleva días negándose a colaborar, seguro que con vosotros cambia de opinión. Qué mal hicisteis en venir y qué bien nos va a venir... - comenta con una sonrisa.

—  ¡QUE NO! ¡NO TE ACERQUES Y BAJA LA PISTOLA, CAZURRO! ¡VOY A REVENTAR LA PIEZA CONTRA EL SUELO Y A VER CÓMO ARREGLÁIS LA MAQUINITA ENTRE ESTOS CAVERNÍCOLAS! ¡SUELTA LA PISTOLA QUE LA REVIENTO EH, QUE LA REVIENTO! — Juanga decidió estirar un poco más el chicle. Nervioso como un flan, hizo ademán de tirar la pieza al suelo dando gritos. Marta los había engañado, pero el plan se había venido abajo. Los pamplinas esos habían sacado una pistola. Pero también se habían creído que esa era la pieza clave para la máquina que tanto querían que funcionase. Tenía que intentarlo. Tal vez llamara tanto su atención que bajara la guardia y Serguei pudiera para placarlo (ya había demostrado ser un buen saco de patatas cuando se trataba de echarse sobre alguien). O tal vez incluso el pistolero se asustara y bajara el arma.

En cualquier caso, nunca hubiera pensado que sus vidas dependieran en algún momento de aquel motor de ventilador roto cuando lo estaba arreglando. Si salían de aquella, lo pondría de adorno en su casa.

Una pistola... aquí estaba el problema de todo. Contra esa ventaja poco podían hacer. El farol había sido un éxito pero con un arma de fuego el plan se desmoronaba en un abrir y cerrar de ojos. Escuchó como su compañero comenzó a gritar en un intento de seguir con el engaño, pero eso solo le podría poner en un verdadero aprieto. Sin embargo, quizás fuera su oportunidad, con suerte llamaría la suficiente atención del tipo como para que él pudiera cargar. 

Tras fijarse en el hombre, y ver que su atención se va momentáneamente hacia Juanga, Serguei no lo duda, coloca el escudo a su frente, cubriendo su pecho y embiste contra el tipo, en un intento de hacerle caer. 

Había colado pero cuando parecía que todo iba a ser pan comido aquel tipo había cambiado la espada por una pistola, ¡una pistola! en aquella época. No había imaginado que tuvieran una, aunque si eran criminales y habían llevado una máquina para infectar el agua, qué no podían haber llevado.

Además pretendían utilizarnos de cebo contra Elisa, con la clásica amenaza de "o colaboras o mato a tus amigos" Estaba pensando a la velocidad que podía, algo se me tenía que ocurrir para escapar de aquella situación. Serguei tenía una espada, que de acuerdo no era comparable a la pistola, pero quién sabe igual si la arroja elimina la amenaza, o podíamos tratar de inutilizar la máquina como fuera, igual lanzar el arma contra la máquina a alguna zona vital - ¡eh, dónde vas, loco? ¡no puedes disparar! ¿no has pensado en el tumulto que podrías provocar? - la ciudad estaba hasta los topes, si sonaba un disparo, ese sonido tan distinto a cualquier cosa conocida les provocaría cierto pánico - la gente se asustará, crearás un tsunami que arrasará con todo como los toros con los san fermines cuando se saltan el recorrido.

- Vamos a hacer una cosa, tú bajas la pistola y mi amigo repone la pieza en su sitio - igual aquella negociación servía, sería el momento oportuno para que Juanga se acercara al panel de control como si fuera a colocar la pieza en su sitio y podría entonces destrozar la máquina - ¿de acuerdo? 

Lo siguiente que sucedió, sucedió muy deprisa.

Los dos hombres que os apuntaban con la pistola se asustaron por las palabras y la actitud de Juanga. Se habían creído que aquello era una pieza de la máquina y ahora, ante el temor de que pudiera romperla se habían paralizado. En aquella época sería muy complicado o imposible conseguir materiales para rehacer la pieza y no digamos ya para hacer la máquina. El parloteo de Marta también contribuyó a la distracción. 

Aquellos dos segundos de distracción sirvieron a Serguei para abalanzarse sobre el hombre que llevaba la pistola. Fue rápido y fue preciso, para cuando os distéis cuenta vuestro compañero estaba aprisionándolo contra el suelo. A Serguei le había sobrado uno de los dos segundos de distracción para llevar a cabo su acción. Seguramente los dos hombres ni contemplaban la posibilidad de que tomarais la iniciativa y mucho menos de que consiguierais derribar a uno de ellos. 

El hombre que quedaba levantó la manos. 

- Solo cumplimos órdenes, por favor, tenemos que reparar la máquina - dijo cambiando el tono a un tono casi de súplica. La situación había cambiado, ahora la teníais favorable.

Había funcionado, y Serguei de nuevo había hecho su magia. Qué forma de hacer placajes. Cuando volvieran le arreglaría para meterlo en un equipo de rugby. Era una pena desaprovechar ese talento. Ya habría tiempo. De momento, seguían allí atrapados tratando de salvar a su amiga y saber qué leches pasaba. Se movió sin perderlo de vista para ayudar a Serguei y que pudiera coger la pistola. Las cuerdas les vendrían de perlas.

— Vamos a atar a estos piezas y los escondemos por ahí. Tal vez podamos preparar una emboscada al que falta antes de que vuelva, que traerá a Elisa. Si tiene una pistola y nos ve la puede coger de rehén, como en las películas. — a decir verdad, todo aquello era como una peli, pero real. Con lo tranquilo que estaba en Barcelona arreglando cerraduras... Se giró hacia el suplicante— Órdenes ni órdenes... Ya nos estás contando de qué va esto. Que, obviamente lo sabemos, porque hemos quitado esta pieza tan importante de la máquina a conciencia... ¡pero desembucha, o la rompo!

El hombre se extraña ante las palabras de Juanga. Seguramente si hubiera hecho esa pregunta antes no habría colado que tenían la pieza clave de la máquina, el manitas del grupo había elegido bien los tiempos para qué decir y cuándo decirlo. 

- ¿No os ha enviado Elisa para destruir la máquina? - pregunta abriendo mucho los ojos y mirando a su compañero - ¡Nos habéis engañado! ¿Quienes sois? ¿Cómo habéis llegado aquí? ¿Trabajáis con Elisa?

Marta, tráeme la pistola por favor- pidió Serguei mientras mantenía en una férrea presa al hombre- por otro lado, no eres tú quien hace las preguntas, sino nosotros. Así que contesta rápido sino quieres que te meta una bala entre ceja y ceja en cuanto reciba la pistola. ¿Para quien trabajas y donde está Elisa?

El hombre se toma en serio la amenaza de Serguei y se aleja unos pasos mientras mantiene las manos en alto. 

- Elisa y yo trabajábamos para la misma empresa hasta que ella decidió ir por su cuenta. Nos traicionó. Ella y la señora Hidalgo robaron nuestra tecnología y desaparecieron del mapa. Están poniendo en serio peligro nuestro trabajo.

El hombre carraspea ligeramente atemorizado. 

- La apresamos cuando la pillamos merodeando por aquí, si nos hubiera ayudado habríamos terminado antes. Pero.. creo que Elisa no os dijo una cosa.. la tecnología que hemos desarrollado para viajar en el tiempo... no tiene forma de volver al presente. Viviréis aquí y moriréis aquí. Así que... sería mejor empezar a ser amigos.

Como en las películas... los buenos ganan, estábamos en esa inercia. Sorprendemente Serguei había conseguido vencer a aquel guardia y teníamos la situación controlada, a la espera de que Elisa viniera con otros guardias (o uno sólo). En aquellas circunstancias, Juanga exigió explicaciones y aunque no fueron del todo claras, al menos una idea se nos había generado - Sabíais que en ésta época se expandió la peste negra ¿qué hace esa máquina? - estaba claro que habían venido del futuro, allí mismo estábamos más gente del futuro que del pasado, algo sorprendente pero aquello de incluir a Elisa en un plan perverso no me encajaba, creo que nos tratan de manipular o no, de ahí la duda.

- Tiene pinta de ser una depuradora o parecido... si extendéis la plaga, también moriréis aquí y no podréis viajar al futuro entonces - me extrañó que dijeran que se habían quedado atrapados en esta realidad. Aquello no podía ser posible - ¿me estás diciendo que habéis viajado en el tiempo sin la tecnología suficiente para regresar? ¿Acaso no habéis dejado a nadie atrás para que genere un agujero de gusano y poder retornar? - aquello no tenía sentido; incluso de ser así, cualquiera con 2 dedos de frente, trataría de que no se originara la peste negra, ya que, precisamente al estar anclados en esta época... morirían sin remedio.

Le acerco la pistola a Serguei y trato de separar a la gente de la máquina a la vez que le extraigo alguna otra pieza indispensable.

¿De verdad se iban a quedar allí? Desde luego cuando llegaron aparecieron sin más en mitad del desierto. No había ninguna máquina alrededor. Ningún DeLorean a la vista. Pero no podía ser. A nadie se le ocurriría viajar en el tiempo sin poder volver. No tenía mucho sentido... A no ser que fueran ¿Kamikazes temporales?

Juanga se quedó mirando como un idiota la pieza de ventilador que tenía en la mano mientras escuchaba a Marta. Necesitaba un cigarrillo.  Y hablar con Elisa. Se estaba poniendo malo con tantas historias.

— ¿De verdad habéis viajado en el tiempo sin poder volver? ¿Nos lo estás diciendo en serio, socio? — Juanga se mordió el puño. No iba a pegarle, pero ganas no le faltaban.

Niega cuando oye las palabras de que no iba a poder haber un viaje de vuelta. Simplemente para Serguei eso no tenía sentido. ¿Viajar de ida y no tener la posibilidad de volver? Era absurdo.

Creo que nos estás lanzando un farol con eso que nos cuentas- dice, mientras mantiene la pistola (con la que estaba mucho más familiarizado que la espada y escudo) apuntándole- pero tanto da, cuando llegue Elisa nos lo explicará todo. La otra cuestión que tengo es, ¿por que queréis usar esa máquina?

El hombre no dice nada, escucha vuestras preguntas y pasados unos segundos se ríe. 

- No sabéis nada, de nada, de nada - dice entre risas.

Poco más dice pero no tenéis posibilidades de probar si habla algo más porque escucháis pasos que se acercan. Son varios soldados que vienen y entre ellos podéis distinguir a Elisa. Está maniatada. 

Tanto esfuerzo, tantos días, tantas cosas extrañas os habían pasado hasta que por fin ahí teníais a vuestra amiga. No tenía buena cara y estaba cubierta de barro. Desaliñada y apenas levantaba la cabeza. No tardasteis en comprender que bien lo que es bien no la habían tratado. 

Cuando los guardias llegaron a donde estabáis vosotros se produjo la confusión y se tensaron, blandieron sus armas. Habían visto al hombre que habíais tumbado vosotros. Elisa todavía no se había percatado de vuestra presencia, ni había levantado la cabeza. 

Los guardias miraron la pistola en las manos de Serguei y se inquietaron todavía más, parecían esperar órdenes y miraban al hombre que reía, pero este, posiblemente atemorizado porque Juanga cumpliera su promesa, no dijo nada.

— ¡Elisa! Amiga, ¿estás bien? ¡Cabrones! ¿¡Qué le habéis hecho!? — Juanga se volvió al hombre risueño. Empezaba a estar hasta el gorro de él. — Eh, risitas, tú parece que no entiendes bien tu situación, ¿eh? Si aquí mi amigo se lía a tiros no va a quedar ni El Tato con vida. Tú no lo has visto manejar la pistola. — Él tampoco, pero ya había visto que Serguei era un Chuck Norris. Con la pistola ya sería letal, imaginaba. — ¡Empieza a hablar o al final te comes la pieza esta!

Deberías tranquilizarte, Juanga- pensó Serguei para sus adentros. Si bien es cierto que se encontraba preocupada por Elisa (su estado indicaba a todas luces que no le habían tratado nada bien) en esos momentos no podía bajar la guardia. Ahora mismo se encontraban en una clara inferioridad numérica, solo compensada por el arma de fuego que tenía en sus manos. Y debía aprovechar esa ventaja.

Os aconsejo que tiréis las armas ahora mismo o vuesto jefe- señala al hombre que se estaba riendo- muere ahora mismo. Elisa, ve hacia Marta, ella te desatará. 

Allí estábamos, controlando la situación hasta que aquel hombre descubrió el pastel, aunque ya era tarde porque el engaño había colado y Serguei tenía el arma en sus manos. Así que, cuando llegó el guardia con Elisa, a pesar de que éramos menos, sin embargo teníamos la situación controlada.

Me dirijo hacia la máquina y alejo al resto, vamos que, no se pongan al lado ni tampoco en una zona donde nos puedan bloquear la puerta - ¡¡ELISA!! Cuánto tiempo... - me aproximé para desatarla.

Elisa está claramente maltratada pero la veis sonreir bajo su enmarañada melena. Los hombres allí presentes sueltan las armas y Elisa avanza hacia vosotros. Marta llega hasta ella y la libera. Juanga reune las armas.

El hombre que os apuntaba y que os había ofrecido un trato vuelve a reir como un demente.

-¿Y ahora qué Elisa? Has engañado a estos jovenes para venir aquí a rescatarte... ¿Para qué? ¿eh? ¿Para qué? -vuelve a reir sin control.

-Al menos la Corporación se hará cargo de mi familia. Pero vosotros estáis condenados a esta época ilusos. ¡Condenados os digo!

Elisa os mira y asiente con la cabeza. Su respuesta no os gusta pero hace que al hombre le de un ataque de risa.

Serguei, cansado de tanto drama y risa sin sentido noquea al hombre de un puñetazo que de seguro le ha roto la ceja por la manera de sangrar.

-Debemos anular la maquina -dice Elisa sin más -el futuro de la humanidad depende de ello. La cepa de peste negra que la corporación quiere soltar aniquilará al 80% de la población occidental. China y sus ejércitos están preparados para lanzarse a la conquista de todo occidente, alertados por Marco Polo, otro infiltrado de la Corporación.

Se acerca a la mesa y comienza a rebuscar en los recipientes sobre la misma. Hasta que encuentra una botella de algo que podría ser lejía por el olor.

Abre el contenedor con el liquido raro y vierte parte de la botella. Luego mira como pensativa y acaba por volcarla del todo. Se encoje de hombros y tira la botella por encima del hombro -es biodegradable, como toda esta máquina, está diseñada para convertirse en polvo inerte en un año o dos.

-Gracias por venir a por mi -os dice y por fin se permite el lujo de abrazaros y llorar.

-Salgamos de aquí antes de que lleguen más soldados.

Salís del templo y de la ciudad en plena fiesta orgiastica al amparo de la oscuridad. Caminais toda la noche internandoos en el desierto hasta que, casi al amanecer unos jinetes os interceptan.

Son los amigos de Elisa. los que os ayudaron en el desierto.

-Bruja -dice el jefe -me alegra ver que tus amigos brujos han conseguido rescatarte. 

Os entregan unos caballos y provisiones para una semana de viaje.

-Os acompañaré a vuestra tienda y me llevaré los caballos como ordenasteis.

Durante varios días viajáis por el desierto ni sabéis la dirección ni la distancia recorrida. todo es arena y calor hasta donde alcanza la vista. La noche es fría y os brinda imágenes del cielo estrellado que jamás hubieseis imaginado ver. Imágenes que raramente volveréis a ver.

Cuando llegáis a la tienda donde aparecisteis el primer día os parece que hayan pasado meses. Todos excepto Serguei tenéis ampollas en el trasero de montar tan largo tiempo.

Sin deciros nada rebusca en su baúl descubriendo un doble fondo. Saca unas chapas metálicas y graba algo en ellas con un láser. Unos números. Una fecha y unas coordenadas. Os entrega una a cada uno de vosotros.

Con la chapa os entrega también una capsula que contiene una pastilla de olor almendrado. -Cianuro -os explica -En un año dejará de tener efecto.

-Ahora sólo nos queda esperar. hasta entonces, podemos hablar mientras esperamos que llegue nuestra hora. gracias otra vez por confiar en mi y venir en mi rescate. Habéis salvado a la humanidad.