Partida Rol por web

Juan alumbró con su linterna el despacho. ¡Aquello parecía una nave espacial más que el despacho de una tienda de pueblo! Había paneles por todas las paredes con pequeñas pantallas, como si fueran televisores, pero de un color verdoso parpadeante, repletas de números. Y muchos cables que las conectaban entre sí y a teclados de plástico. ¡Era un megaordenador como el de la peli de Juegos de Guerra! Estaba encendido y era lo que hacía ese ruido tan extraño. Había también un escritorio de madera con su cajonera, una papelera y un montón de papeles.

Andoba informaba de lo evidente a sus compañeros mientras que Güen seguía extrañada por el comportamiento del cliente misterioso, así que decidió seguir acechando en el pasillo. Una vez había escuchado en una película que lo mejor para evitar problemas es tenerlos localizados. Y eso es lo que pretendía ella. ¡Maldición de las maldiciones! Aquello era absurdo pero fuera quien fuera ¡se había esfumado!¹ Güen había recorrido todos los pasillos volviendo de nuevo al principio, a donde estaban el Andoba y Paquito, sin encontrar a nadie. Pero aquello era imposible. Salvo que el misterioso paseante fuese un fantasma o un ninja. Y eso solo pasaba en las películas ¿no?

-Guauuuuuuuuuuu.- susurró Yule al asomarse por el despacho al comprobar que la otra puerta estaba cerrada.

Sus ojos bailoteaban al ver tantas luces y paneles. Tras unos segundos de éxtasis comenzó a buscar algo útil. Llaves o algo que le permitiera saber qué está pasando.

Yule se coló por detrás de Juan en busca de algo que permitiera abrir el ascensor. Su compañero la alumbraba con la linterna y pudieron ver que la cajonera de la mesa ¡también tenía llaves! ¡Que fastidio! Sin embargo la chica siguió rebuscando entre los papeles de albaranes que había encima hasta que en uno de los portalápices encontró ¡una pequeña llave plateada!¹ Bien podría ser de un buzón, una cajonera o ¡un ascensor!

La probó en la cajonera pero no servía para allí. Sólo le quedaba esperar que no fuera de un buzón.

—¡Eh! —susurró Paquito buscando hacerse de oír entre susurros

—¿Qué hacéis? El besugo está a punto de subir en cuanto se vaya la vieja del 23—aquel nada agradable apelativo era el apodo por el que conocían los jóvenes a aquella anciana caracterizada por situar su silla plegable cada mañana frente al número 23 de la Rúa Amarella— ¡Oye! El ascensor. Mira a ver si encaja en el ascensor. Tenemos que subir cuanto antes y coger algo de allí.

Julen tenía la llave pero en el despacho había demasiadas cosas chulas como para que Juan las pasase por alto.

El ordenador le fascinaba. Además, ¿qué hacía un ordenador como ese en el Bazar? ¿Para qué quería el Besugo esa tecnología?

Alumbró con la linterna la mesa y el resto del escritorio por si hubiera algo más de interés. Quería apurar al máximo el tiempo hasta que sus compañeros se reunieran en el ascensor y probaran la llave.

Juan estaba fascinado por el ordenador. Mientras Yule se agenciaba la llave él seguía alumbrándolo todo imaginándose que estaba en una nave espacial. Y entonces se percató que uno de los cables que salían de la pared, del ordenador, reptaba hasta alcanzar el escritorio y se metía en un cajón¹. Mejor dicho: se introducía por un agujero que habían practicado en el cajón inferior. Eso era muy raro ¿quién estropearía una mesa para guardar algo electrónico en un cajón? Cuando el chico acercó la cabeza se sorprendió al escuchar un ruidito casi imperceptible, como estática. Pero la estática estaba diciendo una palabra.

Socorro.

Separó la cabeza alarmado. ¿Había dicho socorro? ¿Qué había allí? ¿Un walkie? ¿Un walkman? Podía ser lo último. Sonaba tan bajo que podría ser los cascos de un walkman a todo volumen.

Pero la voz de Paquito les devolvió a la realidad. Desde donde estaba podía ver como el besugo recogía una caja de color turquesa del escaparate y la llevaba hasta su mostrador. La señora iba buscando en su bolso el dinero para pagar mientras el tendero empaquetaba aquello con un papel de color crema a una velocidad bastante sorprendente.

¡Hay que fastidiarse! Estaba segura que había alguien en esta planta...

Güen revisó el plano mental que se había ido haciendo mientras andurreaba todos los pasillos de aquella planta y estaba segura de dos cosas: no se había dejado ningún pasillo por revisar y no había nadie aparte de ellos.

O no hay nadie, o está jugando a que no lo pille...

Así que, con la mosca detrás de la oreja, volvió al punto de partida. Junto a sus amigos. Se asomó por la puerta que ponía despacho, que ahora estaba abierta y en la que se oían susurros. Abrió los ojos cuando vio lo que había allí y, más aún, cuando apareció Yule con una llave en la mano.

-¿Es la del ascensor? ¿Es la que búscamos? -le preguntó a Yule, sorprendida. Pero no sabía por qué exactamente, si porque tenían una llave que probar en el ascensor o por ver lo que había en aquella habitación. ¿Para qué servían tantas pantallas verdes con tantos números? ¿Estaban haciendo cuentas? ¿Tantas cuentas tenía que hacer un tendero como el de aquella tienda?

Dio un par de pasos dentro de la habitación, como encantada con aquellas pantallas verdes, mirando a uno y a otro lado. Aquello no tenía nada que ver con la porcelana de Sargadelos. ¿No? Y en ese momento, escuchó la voz de alerta de Paquito.

-¡Vamos Yule! Prueba esa llave, que se nos acaba el tiempo... ¡corre!

Al ver todo aquel panorama, Andrés entendió por qué nadie le había respondido por el walkie. Cada uno de sus compañeros parecía encargado en alguna tarea. Al ver que Juan había encontrado una llave y que Yule parecía estar trasteando con un ascensor, pudo conectar algunas de las piezas del puzzle. ¿Pero por qué diantres había un ascensor?

—Ay qué corcho con el tío Paco —dijo sin saber muy bien de qué podría encargarse.

Entonces pensó que lo mejor era encargarse de la vigilancia —cómo no—, y aguzó el oído todo lo que pudo para ver si podía escuchar al Besugo o a la bruja del 23.

- Ssssssi... La llave.- Se quedó mirando a la llave durante unos segundos. Cuando fue hacia el ascensor volteó la cabeza a la puerta que se había quedado sin abrir.- Qué carallo había ahí dentro?.- To....tomad.- dijo extendiendo la llave para quien la quisiera.
- Antes de subir al ascensor me gustaría que hay encerrado aquí.

A veces Yule era un tanto... Obsesiva y cuando se le metía algo en la cabeza, no paraba hasta conseguirlo.

-Subid primero vosotros, yo me quedaré investigando esto.

Acto seguido se quedó mirando atentamente a la puerta para saber si podía encontrar algo que le sirviera de pista para poder abrirla.

Yule le tendió la llave a Güendolin mientras seguía trasteando con la puerta. Estaba claro que la manera más lógica de abrir una puerta era teniendo la llave. Pero el papá de Yule le había enseñado algunos trucos para cuando se quedase encerrada en algún sitio. Cuando la niña le preguntaba a su padre donde había aprendido a hacer esas cosas el hombre le guiñaba un ojo y aplicaba su famosa frase:

—En la vida hay que conocer a todo tipo de gente y aprenderlo todo. Nunca sabes cuando te puede hacer falta.

Así que Yule revisó la cerradura y comprobó con satisfacción que era de las viejas, de esas que necesitan una llave grande. Si fuera una cerradura moderna ya sería más complicado pero aquello podría abrirse con una horquilla del pelo. Cosa que la muchacha hizo con una habilidad pasmosa¹. Al abrirla se quedó boquiabierta. Quizás esperaba encontrar un almacén pero no aquello.

—¡Eh! ¡Que suerte! ¡Es la llave del ascensor!— informó en ese momento Güendolin mientras abría las puertas del mismo con la llave que le habían dado.

Yule no contestó. Todavía estaba mirando aquella enorme pecera que había en el medio de una extraña sala repleta de piedras antiguas y algas. Una pecera tan grande que podrían nadar dos tiburones en ella. De hecho parecía más una piscina ya que incluso tenía una escalerilla que conducía a lo alto. El olor que antes había captado se correspondía con el que emanaban las redes que se acumulaban delante de la lonja del pueblo, el penetrante y desagradable olor a restos de pescado bajo el sol. Las enormes piedras que se amontonaban alrededor —y algunas dentro— de la pecera estaban todas talladas con extraños símbolos.

Ajeno a todos estos descubrimientos el Andoba comprobaba como el besugo entregaba el cambio a la mujer. ¡Estaba a punto de terminar para subir! ¡Había que tomar una decisión antes de que subiera! ¿Dónde se meterían?²

Socorro...

La sorpresa de Juan no tenía límites, del cajón estaba saliendo una voz metálica que no cesaba de pedir ayuda. ¿Qué podría haber allí?

La curiosidad era más fuerte que la sensación de peligro así que Taju echó un vistazo fuera del despacho y vio que sus amigos aún no habían llamado al ascensor.

Volvió a centrar su atención en el cajón y se dispuso a abrirlo.

—¡Chicos! Va a subir el besugo —volvió a insistir Paquito con su particular grito silencioso—. ¡Todos al ascensor! Vamos, vamos. ¡Ala y eso! —bramó al ver los descubrimientos de sus compañeros, sin embargo aunque le atraía la perspectiva de cotillear, dejó su curiosidad a un lado entregándose a un instinto más primario, el de la supervivencia:

—Da igual, dejadlo que no hemos venido a hacer esto y como nos pillen, nos la cargamos.

Sin esperar a comprobar si le hacían caso, terminó por abandonar su puesto de vigilancia y se dirigió raudo al ascensor que Güendolina había abierto.

—¡Venga, vamos! ¿A qué estamos esperando? ¡Nos van a pillar! —susurró el Andoba acercándose hacia el ascensor.

No estaba dispuesto a que le castigasen sin poder jugar a la NES en lo que quedaba de verano. Imaginarse detrás del mostrador, aguantando las puyas de sus hermanos y las miradas severas de su madre, le ponía enfermo. Y eso contando con que al Besugo no le diese por hacerles algo peor.

- Jo....- suspiró con pena Yule viéndose obligada a dejar tan interesantísima sala, con esos símbolos tan extraños.

Así que cerró la puerta rápidamente y se adentró en el ascensor junto a sus amigos.

-Espero que... Vayamos a un sitio seguro... Sabéis? Había una pecera gigante en esa sala!! Parecía incluso una piscina. Y había unas piedras con símbolos extrañísimos. Jolin, tengo que volver a esa sala, era súper misteriosa!!

Güen había entrado en el ascensor y estaba mirando a donde tenía que pulsar para poner aquello en marcha y tirar para arriba, porque era para arriba sí o sí.

Todos fueron entrando, menos Juan, que seguía ensimismado dentro de la habitación a la que había entrado.

-Nos van a pillar por su culpa, me lo cargo...-dijo Güen mientras guardaba la llave en el bolsillo de sus pantalones-Que no se cierre la puerta...

Tenía poquísimo tiempo, pero no iba a dejar a Juan alli. Salió rápido del ascensor y corrió hacia la habitación. Con un solo vistazo localizó a Juan. Se acercó a él y, agarrándolo de la mano, tiró de su amigo hacia fuera.

-Nos va a pillar. Recuerda, tenemos que subir al tercer piso y terminar esto. Después... después ya veremos si podemos volver. Vamos o subiremos sin ti y te la vas a cargar cuando te pille el tendero aquí... ¡Vamos! -Güen volvió a tirar de él hacia la puerta con todas sus fuerzas.

Juan estaba tan ensimismado intentando forzar el cajón con un abrecartas que había encontrado sobre la mesa que no pudo reprimir un grito de susto cuando Güendolin lo agarró de una mano para llevarlo, casi a rastras, de aquel despacho. El abrecartas cayó al suelo haciendo un ruido metálico que se debió oír claramente en toda la tienda.

Juan también oyó algo más. La extraña vocecita del cajón que decía claramente:

—No me dejéis aquí...

Güen se lo llevaba a toda velocidad hacia el ascensor en el mismo momento que unos pasos apresurados se escuchaban por las escaleras que daban a la tienda. ¡El besugo venía en camino! Los niños se apretujaron en el ascensor mientras el Andoba apretaba desesperado el único botón que había para subir. Las puertas se cerraban tan lentamente...

Pero se cerraron.

Y justo en ese momento se oyó el golpe que el tendero propinaba a esas mismas puertas. ¡Los había visto! ¡Ahora sí que estaban en un buen lío! Por suerte el ascensor comenzó su viaje hasta la tercera planta antes de que el otro pudiera bloquear o abrir sus puertas. ¿Tendría otra llave? ¿Habría alguna otra manera de acceder a esa tercera planta? ¡Vaya tontería! ¡Claro que tenía que haberla! Una vez que los bomberos visitaron el cole les habían explicado que cuando hay un incendio no se debe subir en un ascensor. Por lo tanto siempre tiene que haber una escalera en algún sitio. Aunque la verdad es que ellos no la vieron en todo el lugar, ni en las dos habitaciones ni en el resto de la tienda.

Luego se dieron cuenta de otra cosa: aquel ascensor tardaba bastante en llegar a la siguiente planta. Claramente se estaba moviendo hacia arriba pero tardaba tanto que habrían pensado que subían una docena de pisos en lugar de una única planta. Cuando por fin hizo ¡pink! y se abrieron las puertas se quedaron un tanto extrañados al ver un pasillo de metal en lugar de la deseada tercera planta. ¿Dónde demonios estaban? Aquello se parecía más a uno de esos laboratorios de los supervillanos que leían en los comics. Las paredes eran de metal, igual que el techo, y todo era de color claro y aséptico. Había una puerta —¡también de metal!— un poco más adelante a la derecha y luego el pasillo se bifurcaba —quizás a unos diez metros— cruzándose con otro pasillo de forma transversal, formando una T. Y allí, en la pared del fondo, podían ver una enorme cristalera que parecía dar a un sitio enorme. Los niños sintieron un poco de mareo porque aquello no tenía sentido. Incluso sus pequeñas e imaginativas cabezas eran capaces de darse cuenta de que las medidas del lugar en el que estaban no se correspondían con la planta inferior. ¡Aquello era tan grande que ocuparía toda la plaza del pueblo! ¿Dónde demonios estaban? ¿Se habían teleportado mágicamente a algún otro lugar? ¿Qué estaba pasando allí?

—¿Pero hemos subido o hemos bajado? —preguntó Paquito buscando dar voz a un pensamiento extendido entre todos—. Esto no es normal. ¿Cómo vamos a salir? 

El chiquillo empezó a respirar cada vez de manera mas entrecortada, sentía cómo incluso su propio diafragma parecía tener sus propios plantes antes de obedecerle. Le faltaba el resuello y tenía que tranquilizarse porque si no aquello iría a peor. Se apoyó en una de las paredes metálicas que le rodeaban, el tacto era suave y frío.

El pasillo era demasiado grande como para formar parte de la tienda, pero, por suerte, las matemáticas no eran el fuerte del Andoba. Si le decían que la Tierra era plana o que plasmar en la realidad espacios no euclidianos es perfectamente viable solo conseguirías que se encogiese de hombros.

—Bueno, creo que está claro que el Americano se estaba tirando el moco. Estaba visto, Mefisto.

A pesar de la chanza y de su aparente tranquilidad, había metido las manos en los bolsillos para que los demás no viesen cómo le temblaban. ¡Acababan de librarse por los pelos! Tenían que encontrar una prueba jugosa de que habían estado allí y escabullirse lo antes posible.

—Será mejor que avancemos, creo.

Aún intentaba tranquilizarse después de verse, literalmente, pillada por los pelos por el tendero, cuando se abrieron las puertas del ascensor.

Se quedó mirando aquel pasillo con cara de boba intentando descifrar lo que estaba viendo, porque aquello no se parecía en nada a lo que ella pensaba que tenía que ser la tercera planta.

-Flipo en colores. ¿Un pasillo? -se volvió y miró a El Andoba- ¡Es enorme! ¡Ya te digo! Ese no ha estado aquí ni en sueños. Tiene tela esto, pero ahora no vamos a darnos la vuelta ¿no? No se si os habéis dado cuenta, pero ya nos han pillado, así que por lo menos, yo voy a intentar cumplir nuestra apuesta sea como sea...

Salió del ascensor y se volvió a mirar a sus amigos- Yo no he visto otra forma de subir aquí asi que, ¿alguna idea para hacer que la puerta del ascensor no se cierre? ¿Alguien lleva algo que sirva?

Miró por encima de su hombro al pasillo. Su mente le decía que no era posible que estuviera viendo lo que estaba viendo pero, estaba ahi, un enorme pasillo y otro al final. Y no tenía para nada pinta de tienda, ¡allí no había cosas para comprar! Pero como sabía que ya se la iba a cargar sí o sí, quería saber que había al final del pasillo. Si, es verdad, lo quería saber, le picaba la curiosidad aunque su estómago se encogiera. Era como cuando veía a escondidas una peli de miedo. Se cagaba por las patas abajo pero quería ver el final.

Pues lo mismo, ea... vamos allá... solo es un pasillo, ¿no?

Yule estaba estupefacta:

- Uauuuuuuuuuuuuuu.....-exclamó con los ojos desorbitados, sin poder creer lo que veían sus ojos. 

Su corazón palpitaba frenéticamente mezcla de nerviosismo porque el tendero estaba tras ellos y excitación porque estaba sintiendo que en ese mismo momento estaba dentro de una de las miles de pelis que ha visto. 

-¡Rápido! Debemos recorrer el pasillo a toda prisa... no nos poden pillar. Si encontramos un escondite tal vez podamos explorar tranquilamente este.... lugar.