Partida Rol por web

Andaba Paquito inmerso en sus dudas existenciales cuando advirtió que un par de los de la pandilla habían andado más espabilados o con menos instinto de supervivencia y habían hecho sus descubrimientos. Primero se dirigió raudo a donde se encontraba Güen y lo que vio le hizo ponerse de lo más nervioso. Su escasa pelusilla en la nuca se erizó y un gran frío le embargó por el miedo.

—Joder... —Acabó por escapársele, si sus padres estuvieran ahí le habrían reñido de lo lindo pero ante aquello que había descubierto su amiga, no había filtro que valiese—. El Besugo debe ser uno de ellos... Es como la serie de V. Es horrible, tenemos que avisar a la policía.

Sin embargo el Andoba tenía otros planes: herramientas. Útiles si buscaban sobrevivir en una pelea pero aquello era superior a ellos. Tenían que contarlo pero, ¿cómo?

—Juan. —Susurró—. Sujeta bien el ascensor, vamos a salir en nada. El besugo es un extraterrestre... 

Entonces se dio cuenta que iba de un lado como pollo sin cabeza y se detuvo brevemente para ordenar sus pensamientos:

—A ver, tenemos que buscar pruebas —empezó a pensar mientras volvió donde Güen había realizado su descubrimiento, un plano, un papel. No podrían llevarse aquel ordenador sería demasiado puede que fuese demasiado avanzado... ¡Eureka!

—Estoy seguro de que usan una tecnología demasiado avanzada. Podemos ir cogiendo una prueba, además si mi walkie tiene más alcance lo mismo podemos contactar con la policía para que vengan a buscarnos. Podemos decir que el besugo nos ha secuestrado y que nos ha metido en un ascensor situado en la planta primera. No podrá defenderse de eso.

—Esa idea era formidable. —Se felicito mentalmente mientras empezaba a desembarazarse de su mochila—. ¿Por qué no se le ocurrió antes?

—¡Con todo esto podemos hacer que se caiga con todo el equipo! Solo tenemos que llevárselo a la policía o algo así, aunque tengo miedo de que pasen de nosotros por ser unos chavales. Espero que con todo esto nos crean.

El Andoba recogió todo el material que pudo y lo guardó con cuidado en la mochila.

—Sigo convencido de que el Besugo tiene que tener alguna forma de subir —dijo, todavía algo paranoico—. Debemos darnos prisa antes de que alerte a todos esos bichos de abajo…, o intente algo peor.

Paquito sacó su walkie probando varias frecuencias. Para su consternación todas daban estática excecpto las del otro walkie talkie de la mochila. ¡Era imposible! Estaban muy cerca del puerto y como mínimo debería captar la frecuencia de alguno de los barcos atracados en el muelle que tenían aparatos de radio siempre encendidos. ¿Serían las paredes de metal? ¿O aquella subida en el ascensor había sido todavía más elevada de lo que había parecido?

Por su parte el Andoba llenaba la mochila de todas las cosas raras que parecieran tecnológicas. Algunos aparatos proyectaban hologramas, otros parecían calculadoras pero con números rarísimos, había unas cosas planas como carpetas pero que tenían pantallas. ¡Y al tocarlas se encendían como si fueran pantallas de televisión! ¡Y no eran más grandes que un folio! Y el imbécil del americano quería que llevasen de vuetla una vulgar navaja. ¡Iban a flipar en el cole con la historia!

Pero para contarla tenían que salir de allí, claro. Güen buscaba desesperada otra vía de escape. Entonces se fijó en un panel de la pared que parecía un conducto de ventilación. Había visto una película hacía poco donde un tipo se escondía de unos terroristas moviéndose por los conductos de ventilación, así que se acercó a ella. Estaba asegurada aunque había allí herramientas de sobra para sacar los tornillos¹. 

Y fue justo en ese momento cuando se oyó la válvula iris del fondo del pasillo abrirse².
 

—Mierda... Tenemos que coger algo para poder salir. —Dijo rápidamente Paquito en cuanto escuchó el sonido del peligro aproximarse de manera inexorable—. Entonces recordó dónde el Andoba había estado un instante antes y decidió encaminarse ciegamente en busca de una de aquellas herramientas que en sus diminutas manos se antojaba como un machete: el cuchillo de gran tamaño.

Después podrían encaminarse al ascensor con las pruebas de que habían estado allí y ningún Besugo se les resistiría.

—Mierdamierdamierdamierdamierda… ¡Nos van a pillar! —musitó Andrés al escuchar la puerta del fondo del pasillo —. Tenemos que salir de aquí ahora mismo. ¿Hay algún sitio donde podamos escondernos?

El Andoba buscó por toda la habitación pero solo se le ocurría agacharse como un cobarde bajo el escritorio. ¡Y eso en las pelis siempre acababa mal!

Pero quizá estaba cediendo demasiado pronto al pánico —cosa bastante lógica, dada la situación—, ¿y si en realidad venían a salvarles? Era una posibilidad astuta pero, por si las moscas, decidió tener el oído atento mientras seguía rebuscando y afanando todo lo que podía.

Güen solo lo había escuchado una vez, hacia pocos minutos, pero lo reconoció enseguida. Lo malo es que el sonido venía de la dirección contraria a la que le gustaría.

-Viene alguien...-susurró a sus amigos, dando un salto, literalmente, hacia la puerta de la habitación en la que estaban. Visualizó el pasillo, a Yule al final del pasillo, ellos en mitad y la puerta que acababa de abrirse al otro lado- Yule, ¡Yule está allí sola! Mierda, mierda, mierda... Nos van a pillar a todos...

Se llevó su mano al bolsillo de sus pantalones. Solo había un camino posible.

-No se si voy a ser tan rápida... pero... ¡vamos allá! -se volvió hacia la trampilla, corrió hacia ella y, sacando del bolsillo de sus pantalones su navaja, se dispuso a desatornillar la trampilla- ¡Chicos!¡Chicos! Voy a intentar abrirla... pero Yule, ¡se va a quedar sola, mierda!

No era la primera vez que hacía algo parecido, por eso tenía ya la hoja de la navaja mellada, pero aquello era diferente. ¡Venia un bicho a por ellos! ¡O varios! Sentía como las manos le temblaban pero tenía que hacerlo, ¡tenía que ponerlos a salvo de los bichos o sus cerebros iban a terminar en un tarro! ¡Como las alcachofas blancas esas asquerosas que su madre le obligaba a comer los martes por la noche!

Yule cuando vio al androide se quedó paralizada. En su vida había visto algo parecido. Pero pero pero... Cómo puede moverse solo? Y cantar?? Tendrá un humano dentro? Aunque en realidad.. Parece inofensivo.
Si le digo algo dará la voz de alarma? Me entenderá?. Estas y otras muchas preguntas más pasaban velozmente por la cabeza. Sabía que era una locura intentar hablar con esa... Cosa... Pero por otro lado... Cuándo volvería a tener una oportunidad así?.

Así que la muchacha, suspiró, tomó aire y dijo con una voz muy suave:

-Eh.... Ho... Hola.- el saludo estaba acompañado con un leve gesto de mano a modo de llamada de atención mezclado con timidez.

Paquito salió corriendo hacia la sala de la autopsia. El sonido de la válvula iris lo había puesto tan nervioso que no se paró a pensar que moverse hasta la sala donde podía haber armas lo acercaba al origen del problema. Aún así se hizo con un machete de tamaño considerable. Mientras lo cogía se paró a pensar si sería capaz de usarlo contra alguien. ¡En las películas todo parecía tan fácil!

El Andoba estaba aterrado. Se ocultó rápidamente debajo de uno de los escritorios bajo el ordenador. Afinando el oído.

Güen intentaba mantener la calma. Conteniendo la respiración mientras la tensión resonaba en sus oídos desatornillo, a toda velocidad, el panel del conducto de ventilación. ¡Era una vía de escape! Desde la protección de su escritorio el Andoba vio como la chiquilla se colaba rápidamente por el conducto. Pero lo que el chico escuchaba por el pasillo no era precisamente un equipo de salvamento: ¡sonaba como un insecto andando con patas sobre el metal mientras hacía revolotear sus alas!

Yule, casi por instinto, se aproximó al androide...

Yule descendió la escalinata de metal mientras se aproximaba al sorprendente robot. En el cine, hacía unos meses, habían puesto una película sobre uno que se volvía humano: 'Cortocircuito', que hacía que la muchacha fuera positiva hacia el encuentro.

Quizás el robot no lo era tanto porque hizo un movimiento brusco hacia atrás al darse cuenta de la presencia de la niña.

—¡UAH! ¡Que susto!— dijo el robot —¡Oh! ¡Dios mío! ¡Eres una niña humana!— añadió ofreciendo un dato totalmente evidente —¡Escóndete! ¡Que no te encuentren!

El robot se desplazó rápidamente para ponerse entre Yule y la escalerilla por la que había bajado.

—¿Cómo has llegado aquí? ¡Estás en peligro!

- Pero.... Qué sucede?? Dónde estamos? Quién eres? Qué peligro?- los ojos de Yule no podían creer lo que estaban viendo. Estaba hablando con un robot en un sitio súper extraño y le estaba avisando de un peligro. Acaso se quedó dormida viendo una peli y ahora está soñando que está en una?

—¡Los Mi-Go están robando los cerebros de la gente adulta y los meten en botes! Luego ellos mismos ponen sus cerebros en los cuerpos humanos y bajan de nuevo para invadirnos silenciosamente. ¿No te has dado cuenta de que cada vez atienden menos a los niños y están absorbidos en sus trabajos?

Yule se quedó pensativa. Sus padres no eran como los demás y siempre hablaban de cosas como la alienación del trabajo  o el sometimiento al Gobierno de los demás. ¿Sabrían algo de este complot? Pero si lo sabían ¿por qué no habían avisado a las autoridades?

—Yo era un niño como tú cuando me descubrieron aquí. Como era muy pequeño decidieron deshacerse de mi cuerpo y en vez de meter mi cerebro en un tarro lo metieron en este robot. No está mal... es muy flipante tener un corazón positrónico... Pero es muy aburrido barrer estos conductos.

Mientras hablaban la pequeña seguía atenta al lugar en el que se encontraban¹. Parecía, claramente, un pasillo de servicio y mantenimiento. Probablemente recorrería todas las instalaciones. Había múltiples lugares donde esconderse si aparecía uno de esos bichos.

-¿Los...Mi-go? ¿Quiénes son esos? ¡Invasión! Pero.. pero.... y ¿esos insectos qué son? ¿son peligrosos? ¿qué podemos hacer contra ellos?- las manos de Yule temblaban cada vez más, no sabía que hacer con tanta información de repente. Estaba frente a la prueba máxima de que estaban en un peligro mortal. ¿Dónde narices se habían metido?

Sus ojos comenzaron a mirar a todos los lugares, pendiente de cada detalle.

Después de entrar en un mini pánico, miró fijamente a ese robot que extrañamente irradiaba humanidad.

-¿Cómo te llamas? ¿Puedo ayudarte para salir de aquí?

Lo más escalofriante no era el sonido de las alas, era casi como un ventilador antiguo de los muchos que había en el bar al que sus padres gustaban de frecuentar. A paquito le gustaba en los días de bochorno situarse bajo uno de ellos para sentir cómo el aire se movía lentamente a su alrededor mientras el propio mecanismo parecía desafiar con cada balanceo su estabilidad. Lo tétrico era el sonido de las pisadas, unas pisadas metálicas que resonaban al tiempo que producían arañazos, casi como si una araña gigante estuviera caminando.

Entonces Paquito se dio cuenta de su error, era horrible... Y estaba cerca.

—¿Qué hago? No puedo salir de aquí —Valoró negativamente mientras miraba nerviosamente a su alrededor—. Ya está.

Pensó entonces, no era la mejor opción, lo tenía claro pero era la única de la que disponía. Entonces se movió lo más silenciosamente que pudo bajo una de las dos camillas. Concretamente la que no tenía ningún cuerpo y que estaba algo más escondida respecto de la entrada.

Andrés, oculto bajo el escritorio y viendo que su compañera estaba a salvo pero Paquito se exponía al peligro, pensó rápido en algún plan para salir de aquel apuro. Era un insecto, ¿verdad? A las cucarachas se las aplasta. Por muy grande que fuese, tenía que tener algún punto débil. 

Rebuscó nervioso en su mochila. Basura, basura, basura…, ¡bingo! ¡Las bombas fétidas! Solo tenía un lanzamiento y debía hacerlo bien. Tenía que atraer a la criatura y aturdirla con el dolor. Si la memoria no le fallaba, Paquito había salido a por las armas. Solo esperaba que su amigo no le fallase. Hizo pantalla con sus manos alrededor de la boca para potenciar el sonido y empezó el show:

—¡Crrrrrrk, Crrrrk, Booooop!

Con suerte, alertaría a la criatura y lanzaría la bomba a la entrada en cuanto se acercase. Cuando la criatura estuviese distraída, alertaría a Paquito para que se lanzase a por la espalda del alienígena. Él, por su parte, contaba con un tirachinas y podría ayudar a su compañero mientras aprovechaban el conducto. ¡Esperaba que el alboroto alertase también al resto!

Cuando la cosa apareció en el umbral de la puerta alertada por sus ruidos el Andoba casi se mea encima. Aquel bicho, de cerca, era mucho peor que de lejos. Una criatura enorme, más grande que cualquier persona que hubiera conocido, aunque delgada y desgarbada. Sin embargo sus patas quitinosas parecían muy fuertes, aparte de algo afiladas. Pero era su cabeza, aquella cabeza totalmente alienígena, lo que más acojonaba: una especie de seta de color grisaceo de la que salían un montón de pólipos que se movían incansablemente, como si tanteasen el aire para encontrar a su presa.

Quizás debido al miedo, precisamente, el lanzamiento del Andoba fue perfecto. La bomba fétida realizó un arco ascendente para estrellarse en esa extraña cabeza¹. Para sorpresa del chaval la cosa empezó a moverse de forma frenética como si le hubiera tirado un bote de ácido en vez de una inofensiva bomba fétida. Parecía confundida y lanzaba las garras de sus patas en todas direcciones, intentando sin duda alcanzar a quien le había tirado aquello. ¿Sería el equivalente de tirarle la bomba fétida a un persona humana en un ojo?

El monstruo se detuvo un momento y luego se abalanzó hacia donde estaba el Andoba lanzando un zarpazo que éste esquivó por los pelos. No parecía andarse con coñas.

—Vienen a conquistar nuestro mundo para abrir un portal a otra dimensión donde habitan unos monstruos mucho peores que ellos. Creo que sirven a otros marcianos más horribles. Los Mi-Go son más científicos que guerreros, pero han ido cambiado a adultos por gente de los suyos poco a poco, mientras estudian los cerebros para entender como somos.

El robot parecía inquieto.

—Mi nombre es Avelino Santos. No sé cuanto tiempo llevo aquí. Me secuestraron cuando durante unas fiestas del pueblo me alejé siguiendo a un hombre que me parecía muy raro. Pensé que era un borracho y quería gastarle una broma pesada... pero era uno de ellos. Y acabé aquí. Vaya broma más mala.— se notaba la tristeza en su voz —Aunque pudieras sacarme de aquí ¿qué le diría a mis papás? ¿que ahora soy un robot? Se deshicieron de mi cuerpo, para ellos los cuerpos de los niños no sirven para nada. No creo que...

En ese momento se escuchó un montón de ruido procedente de pasillo al otro lado de la puerta, donde deberían estar los compañeros de Yule.

—¡Crrrrrrk, Crrrrk, Booooop!

Aquella parecía la voz del Andoba gritando tonterías ¿qué estaba haciendo? Y en ese momento se escucharon golpes como si alguien tirase cosas al suelo con violencia.

—¿Qué es eso?— el robot estaba realmente alarmado —¡Si os encuentran os harán lo mismo que a mí! ¡Debes huir! ¡Conozco una ruta de escape!

Yule dudaba. Si seguía al robot dejaría atrás a sus amigos. Pero ¿cómo podría ella ayudarlos? Ni siquiera sabía que estaba pasando.

-Jolin... hmm... tal vez si te llevara a casa mis padres se pensarían que es algún artilugio raro que he encontrado por ahí tirado y que yo he ido trasteando... no sería la primera vez... jeje- ríe nerviosamente Yule.

Tras escuchar el estruendo y la voz del Andoba, Yule palideció de repente.

-¡Oh no! Mis amigos, ¡tenemos que ayudarles!. No podemos escapar Avelino, tenemos que ayudarles, ¡sí o sí!. ¡Vamos rápido! Aunque tenemos que ir con cautela.... Ve tú delante, a tí te conocen y si hay alguien ahí no pasará nada que te vean, yo mientras tanto iré detrás escondiéndome. 

Cuando Yule abrió la puerta sólo tuvo tiempo de atisbar como algo grande y extraño se colaba en una de las salas del pasillo que tenía más adelante. Oía los gritos de Andoba y ruido de pelea pero de momento no pudo discernir con claridad lo que se había metido en el laboratorio ¿era uno de esos insectos gigantes?¹

El robot Avelino, que la acompañaba, que había subido las escaleras enganchándose a la barandilla como si fuera una silla para personas discapacitadas, se había adelantado a ella en el pasillo.

—¡Oh no! ¡Es uno de los jefes Mi-Go!

Con una sorprendente velocidad el robotijo iba en cabeza. Yule vio como de su cuerpo salía una especie de destornillador gigante, puntiagudo.

—¡No dejaré que le hagan a tus amigos lo que me hicieron a mí!— gritó el robot valientemente.

Yule avanza por el corredor hasta llegar a una posición donde pudiera ver el ascensor... ¿Juan estaría ahí? ¡Cuanta mayor ayuda consigamos mejor!

Avelino se va a encargar del bicho, ¡Bien!, pensó Yule a la que casi le salía humo por las orejas.... ¡Tengo una idea!, sacó su ocarina del bolsillo, se la colocó en la boca y comenzó a tocar suavemente ¹ con la esperanza que el Andoba la escuchara y supiera que la música iba en camino.

¿Dónde diablos estaba Paquito? ¡Aquella cosa espantosa había estado apunto de partirle en dos! Se suponía que se había ido a la otra habitación a por armas, ¿no? ¡Pues ese era el momento idóneo para una aparición heroica!

Sin embargo, la aparición estelar vino de la mano de Yule. A modo de fanfarria, su amiga comenzó a tocar la ocarina para anunciar los refuerzos o, intuyó, distraer a la criatura. Pero cuando se giró, vio una papelera rodante apareció en el umbral de la puerta. ¿¡Un robot!?

Había visto cosas parecidas en la serie esa del señor del sombrero y la bufanda que echaban en la gallega*. ¿Cómo se llamaban? Ah, sí: los "Dalek". ¡Ya era lo que le faltaba!

—¡La cabeza! ¡Su punto débil es la cabeza! —gritó, con la vana esperanza de que el pimentero mecanizado le ayudase, y para que Paquito espabilase un poco y pillase la indirecta.

O, al menos, lo que él intuía que era la cabeza. Al tratarse de un alienígena, aquella cosa amorfa podía ser un culo.