Partida Rol por web

-Esta bien Willie, si crees que no corremos peligro allá afuera más que de pescar un resfriado tu palabra es garantia para mi. Pero tengo que insistir, si empeora el clima y se empiezan a agotar las provisiones podríamos necesitar cazar y me niego a creer que no hay liebres o caribues, a menos que los esquimales hayan aprendido a comer nieve. Si es verdad que no hay osos polares, seguramente las poblaciones de hebívoros esten aumentando. Te prometo no usar lo que nos des a menos que sea completamente necesario.- Negocia Macready.

Parece que la única persona que entendía que esto era una misión científica no iba a acompañarlos, lo cual era una verdadera pena por varias razones. Lo que a la Doctora Cooper le aterraba eran los siete días de travesía, las tormentas, el hielo, el aislamiento, cosas contra las que no se podían disparar. Y por supuesto, le aterraba no encontrar lo que estaban buscando, ADN viable para poder frenar en la medida de los posible la extinción a la que parecían avocadas tantas y tantas especies del plantea, solo ahora empezábamos a comprender el problema que suponía la falta de biodiversidad.

La cara de Keith no engañaba a nadie, sus pensamientos eran trasparentes, los militares llevaban décadas al mano de todo, de una u otra forma, y su solución a cualquier desastre era volver a ponerse al mando de todo. Mientras, los científicos luchábamos por salvaguardar todo lo que ellos tocaban, la mayoría de las veces gastando mas energía en luchar contra sus mentiras que en hacer nuestro trabajo.

- Encontraremos ese oso Dyer, y le aseguro que mientras dependa de mí su ADN estará a salvo. Ahora si han acabado con el numerito de pistoleros en el ártico quizás quieran ir a rescatar a los compañeros que permanecen incomunicados en la estación Moore, estoy seguro de que se alegraran bastante de vernos… lo antes posible. -

Cogió el cuchillo, como herramienta siempre sería útil, y dejó bien claro que por ella estaban tardando en salir de allí.

El científico respondió con jocosidad ante el comentario de las armas, por lo cual George se tranquilizó... después ante la ausencia de armas de fuego George tuvo que replicar: - No está bien, no creo que unos científicos en una estación alejados de todo no tengan algún arma para protegerse, nunca se sabe si los esquimales pueden volverse locos o algunos de ellos, sí algún científico pierde la cabeza, o si sufre un asalto terrorista, en estas instalaciones tiene que haber vigilancia, no estoy conforme con lo que usted dice, y no me creo que no tenga alguna arma en la instalación, haga el favor de dárnosla o no partiremos. Así de claro.

Dyer lanzó un suspiro y luego se fue a la parte trasera del almacén. Regresó con un par de escopetas y algo de munición, que lanzó a cada uno de los hombres de la expedición.

—De acuerdo vaqueros. Luego, si hacéis el favor, las traéis de vuelta cuando regreséis para volver a guardarlas. Pero si me entero de que le disparáis a un oso o a un animal cualquiera sin motivo... va a ser mejor que guardéis un cartucho para el regreso porque os paso a cuchillo.

Con aquel tipo no se sabía nunca si hablaba en serio o en broma.

INTERLUDIO

Un fundido en negro cuando los hombres recogen los fusiles y comprueban sus cargadores con una sonrisa de satisfacción en sus rostros.

La escena siguiente muestra unas botas pisando la nieve. La figura de un hombre vestido con un abrigo de campaña se dibuja contra la entrada de una cueva helada. La ventisca que se ha levantado impide ver bien sus rasgos. El hombre lleva algo en sus brazos. Tropieza, agotado, y un pequeño cuerpo cae en la nieve manchándola de rojo. Es un conejo blanco que ha sido abierto en canal pero no despellejado. El hombre se incorpora y lo coge con sus manos enguantadas. Se agacha de nuevo delante de la entrada de la caverna. Hay un par de palos de esquí clavados a cada lado como si estuvieran señalando algo. En uno de ellos hay una calavera de un animal pequeño engarzado.

El hombre se arrodilla tras dejar el conejo en el umbral.

Se oye un gruñido en el interior de la caverna pero el hombre no se mueve. La cámara se acerca por detrás al individuo pero sigue sin verse su rostro. Sólo se escucha el gruñido de fondo de la caverna y los sollozos del hombre por debajo de la ventisca.

***

Partieron de inmediato, tal como Dyer les había indicado, para cruzar la nada blanca que los separaba de su destino. Tal como el científico les había explicado fueron encontrando las banderas indicadoras que los llevarían a su destino. La primera noche al raso fue la peor. Las tiendas de campaña los protegían del viento exterior pero uno no podía dejar de imaginar cosas antes de dormir. En algún momento del tercer día avistaron un grupo numeroso de esquimales nómadas. Nuevamente siguiendo el consejo de su anfitrión se alejaron de ellos para evitar conflictos. Quizás pensaron que con el tiempo se habituarían a las noches silenciosas de aquel lugar pero costaba olvidar que estaban en el medio de ninguna parte y que si algo les pasaba tendrían que esperar más de dos semanas para que alguien los echase de menos.

Por suerte no hubo problemas.

Cubrieron las distancias sin mayor problema y por fin, al séptimo día, alcanzaron a ver la estructura de la estación Moore en la distancia. Animados con la idea de poder descansar en un sitio cerrado y caliente azuzaron a los perros para llegar cuanto antes. Estaban seguros de que los miembros de la estación estarían encantados de tener un relevo.

Pero no fue así.

Los perros se detuvieron mucho antes de llegar a la estructura. A trescientos metros empezaron a gemir lamentándose y cuando se encontraban se detuvieron en seco. No había forma de que se aproximasen más y se comportaban de forma rara, ladrando y moviéndose sin obedecer las órdenes, con evidentes deseos de dar la vuelta.

Una ráfaga de aire más frío de lo normal pasó por encima de ellos. ¿Por qué no salía nadie de la base a recibirlos? Tenían que haberlos visto ya.

Vance observaba la estructura desde su trineo. Pese a la distancia que los separaba tenía claro el diagnóstico que afectaba a las comunciaciones: la antena de radio tendría que ser visible desde aquí y no está en su lugar. Eso sería un problema porque traía material para arreglar los sistemas pero no una antena de radio nueva. Pero ¿dónde estaba? Era una estructura de metal considerable...

La actitud de los perros le puso los pelos de punta a Cooper debajo del grueso abrigo. A lo largo de la semana de viaje, había comprendido su utilidad, la simbiosis perfecta de los instintos de estos animales con aquel lugar, de alguna manera todo lo que los perros hacían tenía sentido, ellos estaban conectados entre si como una sola criatura, y esa criatura estaba conectada con aquel lugar, y funcionaba. Pero era evidente que algo no funcionaba ahora, algo estaba mal en la estación, los perros lo sentían y ella les creía.

—Tendremos que asegurar a los perros aquí si no queremos que se escapen con nuestros trineos, deberíamos atarlos con unas piquetas. Y vamos a tener que ir caminando hasta la base, cuando encontremos a alguien podrán ayudarnos con el material.

Cooper no tenía ninguna dote de mando, simplemente dijo aquello con la naturalidad de creer que era lo más normal, en aquel momento recorrer esos trescientos metros como fuera y cuanto antes significaba dar por terminada la odisea del viaje, y eso era todo lo que quería.

George al final consiguió no solo que se le armara a él sino a todos sus compañeros, situación que al inicio no había querido... pero entendía que el científico tenía un caos de cabeza. "Si así fuera para la información que le había dado y el equipo proveído iban de culo" pero bueno tomó uno de los cuchillos, el arma y se colocó en uno de los trineos.

Los pobres animales estaban preparados para partir, George con intuición más que de manejo movió las riendas, y como por inercia se pusieron a correr los huskys, los perros de carga estaban acostumbrados a recorrer largas distancias con poca agua y menos comida. Le asombró la naturaleza de esos perros, encontraron las banderas por el camino y gracias que no se lo había inventado. El paisaje era precioso en plena naturaleza con solo nieve por los lados, le daba ganas de jugar tirando bolas de nieve a las mujeres, sonreír como si estuviera de vacaciones, pero nada de eso pasó. Cada uno tenía su tienda que no permitía más de una persona, y al final las palabras de la doctora quedaron en saco roto, llegaban muy cansados de las largas jornadas para pensar en otra cosa que no fuera dormir, recuperar fuerzas, dar de comer y beber a los perros. 

Al tercer día vieron un grupo de esquimales... parecían bárbaros y se alejaron lo máximo posible tal como les había aconsejado el científico. El arma estaba de más, las dos manos iban en el trineo conduciéndolo, y no tenían tiempo ni manos para otra cosa, de todas formas no se veía o notaba nada de peligro, como dijo el científico la ruta era calmada, y los esquimales iban a lo suyo solo miraban por curiosidad y se respiraba tranquilidad durante el viaje.

Al séptimo día ya estaban ansiosos de llegar tomar una ducha caliente y dormir en una cama, era muy dura la vida de esa forma. Parecía un entrenamiento de las fuerzas especiales para adiestrarlos en entornos adversos para ver si sobrevivían. Poco a poco, día tras día el rencor que sentía por Keith fue desapareciendo, y un deje sentimental lo invadió cada amanecer que veía a las mujeres levantarse para la nueva travesía. 

Delante estaba la estación un edificio mucho peor que el del científico, pero al menos tendrían agua caliente y cama, para su asombro no hubo ningún recibimiento además que no había forma de acercar a los perros a la estación parecía que querían salir huyendo. George parado junto a los demás les habló bajando la bufanda: - Parece ser que algo raro pasa, los animales cuando se asustan es porque algo malo hay, cargar las armas iremos a pie, ¿le parece bien señorita Keith?, usted es la ingeniera militar. "Le decía gritando para que todos lo entendieran pues tantos días en silencio habían desequilibrado el sistema vocal de George, junto a la ráfaga de aire que vino creía que no se enterarían si no les gritaba".

- Algo muy raro veo y es que me dijeron que no funcionaba las comunicaciones, pero no veo la antena, la antena tendría que sobresalir del edificio y no está, es como si la hubieran arrancado... pero eso quiere decir que no hay forma de arreglar el sistema ¡Esto es increíble!

Los perros parecían haberse vuelto locos al llegar a la base, actuaban como estando en presencia de un depredador verdaderamente grande y por más que lo intentaban no querían moverse.

-Cooper tiene razón George, antes de partir debemos asegurar a los perros, esa debe nuestra principal prioridad y luego podemos ir tu y yo a explorar con los rifles. Estaremos en verdaderos problemas si huyen con nuestras provisiones y nuestro único medio de transporte.- Secundó Macready a su ex-esposa. 

-Podemos amarrar sus arneses usando las cuerdas de escalada que nos dio Dyer, son más resistentes que las que usan para tirar del trineo. También pueden ir tu y Bennings a explorar con ambos rifles mientras Cooper y yo aseguramos los trineos, ¿cual piensan que puede ser la opción más conveniente considerando nuestras opciones?- Le planteó a sus compañeros.

La inquietud de Keith fue creciendo con cada noche que pasaba. Al principio lo adjudicó a la cercanía de aquellos dos hombres con los cuales había mantenido relaciones amorosas en el pasado, pero en el fondo sabía que no era así. Hasta George se mostraba más cordial. Trato de pasar más tiempo con la Doctora Cooper pero fue en vano, el desasosiego era tan persistente como el frío.

Por fin, tras siete largos días, y con una puntualidad remarcable, habían llegado a la estación Cooper. El comportamiento de los perros era extraño, pero a veces los canes se asustaban por motivos triviales, como un animal muerto en las cercanías. Incluso podía ser el caso de que un oso polar estuviera cerca. Aquello no logró desanimarla, habían llegado a la estación por fin y estaba decidida a que nada empañara aquel logro.

—Sí, George. Vamos. Cuidad de los perros, y esperad por nosotros.— le indicó a los científcos, mientras preparaba el rifle.

Observó nuevamente la estación. Era cierto, la antena no parecía estar por ningún lado.

—¿Podría haberla arrancado una ventisca? Aquí son bastantes frecuentes.— le parecía algo muy improbable, y un claro defecto de diseño si así fuera, pero era George el especialista.

Continuó caminado en dirección a la estación, procurando detectar cualquier cosa que estuviera fuera de lugar, o algún tipo de rastro en la nieve.

George escuchó a todos los integrantes del grupo y después habló: - Doctora, Macready, Keith hacerme el favor de descargar todos los materiales que llevamos, después será mejor soltar a los perros, no pienso dejar a unos animales atados en el frío para que se congelen. Estos animales necesitan movimiento, ellos saben sobrevivir, saben donde ir, han hecho su trabajo y ahora nos toca a nosotros hacer el nuestro, no os emparanolléis con los perros. "Comentó George sacando todo su equipo del trineo, y a continuación liberando al perro del correaje que lo ataba a este". Acto seguido sacó su arma la cargó y siguió a Keith...

Se mordió los labios, pero en aquella ocasión no pudo evitar contestar.

—¿Te parece prudente soltar a los perros, George? Míralos. Se mean del miedo, y no dudarán en volverse a la mínima oportunidad. ¿No ves lo asustados que están?— volvió a coger la correa del perro recién liberado a efectos de atarlo nuevamente. Había utilizado el tono de voz más suave que podía escucharse por encima de aquel indómito viento, pues no quería generar conflictos con su ex, especialmente cuando la estación - y por tanto el calor - estaban tan cerca.

—No se congelarán, sólo nos acercaremos a la base y haremos una inspección rápida. Luego volveremos por ellos— añadió en un tono firme que también pretendía ser tranquilizador.

Macready vio alejarse al perro que Vance habia liberado antes de poder proferir cualquier negativa. -¿Perdiste la cabeza Vance? Si liberamos a los perros como rayos piensas que regresemos en caso de una emergencia?. Estos animales estan acostumbrados a dormir enterrados en la nieve, es más fácil que nos congelemos nosotros si hay algún mal funcionamiento en la base y no tenemos modo de regresar. Descargaré las cosas como dijiste y después aseguraré a los perros. No voy a dejar ir al resto hasta que no sepamos que ocurre aquí.- Mencionó molesto.

¿Me echas una mano Cooper?-

¿Cómo demonios esperas que vuelvan ellos a la estación?, llevan un mes atrapados aquí, no están de vacaciones— se refería a los científicos a los que venían a relevar— ¿puedes pensar en alguien que no seas tú por una vez? — realmente no entendía a qué tanta tensión, las comunicaciones no funcionaban, eso ya los sabían. Aquellos tipos estarían amargados o simplemente ocupados y no se habían dado cuenta de su llegada.

El camino hasta aquí había sido duro, pero sin ningún contratiempo importante. Los perros estaban nerviosos, pero eso no era razón para volverse locos, ya tenían un buen plan de acción, al menso Keith parecía mantener la calma.

Mientras los demás discutían, Cooper hizo un intento desesperado de atrapar al perro que había soltado Vance y posteriormente se encargó de asegurar lo mejor que pudiera al resto— dame esas cuerdas Macready, entre los dos no tardaremos— dijo en el tono más cooperativo que pudo.

Cuando el perro se libró de la correa se lanzó a la carrera para alejarse de la estación y del grupo. Quedaba patente que si libraban al resto de los animales tendrían una fuga masiva. Por suerte la doctora Cooper logró acercarse al asustado animal, que se mantenía a una distancia prudente, sin que llegase a escapar. Aprovechó la caricia para llevar al reticente can hasta el trineo y con la ayuda de Keith lo volvió a atar al mismo.

Mientras tanto MacReady había comenzado a descargar el equipo. Eran demasiadas mochilas para llevarlas todas sin ayuda de los trineos pero al menos podían asegurarse de llevar lo más urgente y dejar el resto allí con los perros y los trineos.

George y Keith avanzaron entonces por la nieve con los fusiles en la mano. Esperaban que la doctora Cooper tuviese razón pero aquel sitio les daba mala espina. Cuando estaban a unos cien metros el ingeniero de telecomunicaciones pudo ver la antena. O al menos parte de ella. Yacía semienterrada en la nieve, doblada por varios puntos. Se preguntó que tipo de tormenta podría haber hecho aquello. Ese material estaba preparado para aguantar condiciones extremas y no tenía noticias de que ninguna tempestad fuera de lo normal en el polo hubiera pasado por allí.

Keith le hizo una seña: había cristales rotos en la estructura principal de la base y todo estaba apagado, como si el lugar estuviese abandonado. Allí había pasado algo. Echaron un vistazo hacia atrás comprobando que sus compañeros ya había descargado un par de mochilas, probablemente con provisiones y lo fundamental para instalarse en la estación.

Los dos militares alcanzaron el perímetro frontal. Había un enorme edificio principal en el que se encontraban las habitaciones, almacenes, cocina y laboratorios. Un segundo edificio, bastante más pequeño, era un almacén. Por último había un tercer habitáculo, no más grande que un contenedor de camión, que normalmente servía de zona de almacenamiento secundario y desperdicios. La nieve cubría las entradas indicando que nadie se había encargado del mantenimiento en al menos una semana. Al aproximarse al edificio principal vieron mejor los cristales rotos de un par de ventanas. Era imposible pensar que alguien estuviese allí y no las reparase para evitar perder calor de la base.

George echó un vistazo a la antena. Vio que estaba destrozada más allá de una posible reparación. Parte de la misma había sido arrancada y no veía los fragmentos que faltaban. ¿Qué demonios había sucedido allí?

Una vez asegurado todos los perros y trineos Cooper le sugirió a Macready que sería mejor avanzar con lo que pudieran, provisiones y enseres personales, dejando el equipo técnico para después, cuando encontraran a alguien volverían a por ello, aunque está idea empezó a desvanecerse al caminar hacia la estación y ser testigo de la desolación y los daños visibles.

Cooper volvió a sentir los escalofríos que sintió cuando los perros se detuvieron en seco. Sin duda allí estaba pasando algo que hacía que incluso a ella le costase seguir avanzando. Pero estaban en medio de la nada helada, así que continuó hasta llegar a la puerta principal del edificio más grande mientras sus compañeros inspeccionaban lo que parecían restos de cristales y los restos de la antena.

Probó a abrir la puerta y entró.

La felicidad por el arribo a la estación se había congelado en un instante. Los cristales rotos, la falta de luz, la altura que había ganado la nieve en las entradas del edificio, se habían sumado al extraño comportamiento de los perros de trineo. Si estuviera menos frío, hubiera sentido la piel de gallina. Por supuesto, años de disciplina militar ocultaron el estremecimiento y la ansiedad que le sobrevino.

—Esto es malo. No me agrada dejar a los científcos allí en la intemperie— dijo a George.

Luego, haciendo señas en dirección a Cooper y Macready, les indicó que se acercaran. Vió como Cooper procuraba entrar en el edificio principal.

—No os alejéis mucho dentro del edificio. Esperadme en el vestíbulo mientras compruebo el contenedor de la basura. No debería tomarme mucho tiempo.

La basura doméstica solía ser una fuente de información bastante ignorada, pero Keith sabía que podía revelar mucho acerca de los eventos que allí habían acaecido. Durante el camino observó la nieve en busca de alguno tipo de rastro o huellas.

Sin lugar a dudas Macready no se esperaba la escena que contemplaban. No habia rastro alguno del personal y el lugar parecía haber sido atacado por algo, ¿probablemente algún animal? Cargó lo que pudo de provisiones y cosas indispensables y se acercó detras de la Dra. Cooper hacia dentro del edificio.

-¿Que rayos ha pasado aquí? No creo que una tormenta haya causado estos destrozos. Y lo principal, ¿En donde demonios esta todo mundo?.- Dejó las maletas en el suelo del vestibulo y decidió hacer su propia investigación sobre lo ocurrido. 

Se puso a revisar las ventanas rotas, revisó de cerca con una lampara en busca de restos biológicos que pudieran darle una pista sobre lo que habia causado aquellos destrozos (restos de piel, pelo, sangre). 

- Esto es muy raro Keith estas antenas están preparadas para aguantar cualquier condición extrema, la base de esta rotura la desconozco... deberemos de investigar. "A la señal de Keith Vance avanzó para ver que había cristales rotos en la base principal": - Pero... ¿qué ha sucedido aquí? "Interrogó al aire con cara estupefacta, después vió a la doctora que entraba en la estructura principal": - Espere un momento, "le comentó", "pero viendo que había cogido la iniciativa George la siguió con andar sigiloso... su idea era investigar toda la estructura empezando por el laboratorio."

Keith abrió la puerta del contenedor para echar un vistazo al interior. Estaba más limpio y ordenado de lo que se esperaba. Alumbró con una linterna el interior, manteniendo la escopeta a media altura. Los contenedores de desperdicio del fondo no tenían nada que le llamase la atención¹.

MacReady se acercó a la ventana. Había rastros de sangre, efectivamente, en el alfeizar. Alguien se había cortado con aquello. Rebuscó en la nieve y en ese momento ¡maldición! ¡había una maldita mano cercenada en la nieve! Totalmente congelada, con el guante todavía puesto pero con los tendones y el hueso destrozado. ¡Una mano humana! ¡Y no era decoración de halloween! El científico lanzó un grito que hizo que Copper, que estaba moviendo la puerta con ayuda de Vance, se girasen hacia él.

Ambos se quedaron miraron el miembro amputado. La puerta a la base principal, por otro lado acababa de abrirse gracias al impetú de Vance². El ingeniero militar echó un ojo al pasillo interior, vacío. Luego volvió a mirar la mano.

Una mano amputada en la nieve...