Partida Rol por web

Me gusta el riesgo, a ver cuanto podemos estirar este traje. 

Página 48.

**Crrr-crraghh**

- ¡¡AAAHH!!

Si no fuera por el estridente alarido de Sonny, jurarías que el ruido que acababas de oír provenía del crujir de alguna rama abandonada en las vías del tren, indiferentemente aplastada por el peso de los vagones. Ante semejante grito, te temes que el seco chasquido se deba en realidad a un par de costillas de tu compañero siendo quebradas.

Tomando tu decisión en una milésima de segundo, y quizás sin poder ocultar demasiado bien tu turbación, te apresuras de vuelta hacia el vagón de Sinclair y los soldados de paisano. Sonny llevaba escondido un revólver, el cual seguramente se encontraba ya en custodia de esos perros. Necesitas un arma para poder sacarle de allí cuando empiece la función en unos quince minutos apenas.

Dejando a Sinclair atrás, llegas al la altura de los asientos de aquellos que creíste soldados de paisano.

- ¡Soldado, necesito que me de un arma! - enuncias con casi tanta fuerza como con la que agarras por el hombro al pasajero.

Silencio y una mirada de miedo e incomprensión son la única respuesta, mientras en tu cabeza vuelves a escuchar cómo le partían las costillas a tu compañero.

- ¡¿Es que no me ha oído, soldado?! ¡Necesito un revólver ahora mismo! Hemos encontrado al compinche de ese cerdo infiltrado en el pasaje, ¡y tenemos que actuar ya!

Te das cuenta de que la has cagado. El tipo al que estás prácticamente zarandeando es realmente un civil, y detrás de ti puedes oír como la pistola de Sinclair hace click. Y no es el único arma que te apunta... Mientras te giras, dos soldados de paisano te apuntas con sus respectivos revólveres. ¡Joder! Con la presión del momento, te equivocaste de pasajeros... Ahora ya no hay escapatoria.

FIN

Pues a por Sonny, pagina 101

Finalmente te decides a entrar a rescatar a tu hombre, sabes que él haría lo mismo por ti, cuando atraviesas la puerta ves a un par de soldados, un joven rubio y otro de mediana edad y cabello castaño, ensañándose con Sonny que está atado a una silla, parece más una paliza que un interrogatorio, durante un segundo parece que tu disfraz surte efecto pero entonces uno de los soldados parece reconocerte. ¿Qué haces tú con un uniforme de sargento? Tan solo eres el mozo de calderas.

En ese momento ambos os dais cuenta de la situación y comenzáis a intercambiar golpes, el otro soldado no parece comprender la situación y observa la pelea durante algunos segundos, justo cuando reacciona y se dispone a ayudar a su compañero consigues apartar a tu rival con una fuerte patada, el hombre trastabillea hacia atrás hasta que choca contra Sonny y la silla, ambos caen al suelo montando un gran estruendo de gritos, golpes y crujidos de madera, pero no tienes tiempo para prestarles atención ya que debes esquivar los golpes que te lanza el joven rubiales, al final acabáis golpeandoos en el suelo hasta que consigues noquearlo, en ese momento notas el cañón de un revolver apoyándose en tu nuca mientras escuchas el característico sonido del martillo. Más te vale no moverte escoria, o tus sesos pasarán a formar parte de la decoración de este vagón.

Mientras te levantas lentamente con las manos en alto oyes un golpe y ves al doldado desplomarse a tu lado con una pequeña brecha en el cogote. Sí que te a costado llegar jefe, casi creía que te habían atrapado a ti también.

Te giras con una sonrisa y ves a Sonny con una pata de la silla en una mano mientras con la otra se tapona una herida que sangra demasiado, parece que durante la pelea un trozo de madera se le ha clavado cerca del estómago, va a necesitar un médico urgentemete.

La fiesta está a punto de empezar. Para resistir en el último vagón junto con Sonny hasta que empiece la emboscada, pasa a la página 25.

Buscar un médico puede ser condenar el plan, pero hay una forma de acelerarlo, quizás una oportunidad de completar el plan sin renunciar a tu compañero. Si desenganchas unos cuantos vagones, llegareis antes al punto de asalto.

Quita el lastre necesario para llegar a la página 84

Vamos a acelerar las cosas, suelto lastre y voy a la página 84.

Le dedicas una sonrisa a Sonny por haberte salvado el cuello. Pero rápidamente se borra cuando ves como se lleva la mano al abdomen y ese trozo de madera que no apunta a nada bueno. Por suerte la camisa oscura de tu compañero dificulta ver la mancha de sangre, pero cuando estés cerca es más que evidente.

-Maldita sea, eso no tiene buen aspecto.

Sonny sonríe, o algo parecido, su cara está amoratada: -Jefe, me las he visto en peores.

Sabes que es cierto, pero aún así sin un médico no tendrá ninguna posibilidad. 

-SÍgueme el juego, chico.

Le atrás las manos a la espalda una vez más y lo empiezas a llevar hacía los vagones delanteros.

-Maldita escoria, sabía que aprenderías la lección, ahora vas a señalarme a tus compinches. -Dices en voz alta mientras lo llevas entre los vagones, intentando que esa treta no levante demasiadas sospechas.

Los soldados, te miran e intercambias risitas. Sinclair te observa en silencio, y por un momento crees que te ha descubierto. Pero no dice nada, baja su sombrero y se recuesta en su asiento.

Llegáis al vagón oportuno y rápidamente en el hueco entre vagones y empezáis el proceso de desenganche. Parece que Sonny va a desfallecer en cualquier momento del esfuerzo, pero lo conseguís y de un breve salto pasas a la parte del tren que aún sigue en movimiento.

Victoriosos entráis en el vagón para tomar posiciones, pero veis a todo el mundo con las manos en alto y varios hombres armados controlando la situación. En el centro del vagón sentado sobre un baúl, se encuentra ni más ni menos que Joe Faragan, apuntándote con su arma.

-Buen trabajo con los troncos. -asiente.- y gracias por el trabajo duro, peor si os parece mi banda y yo retomamos esto desde aquí.

El muy canalla debe haber recortado y ha abordado el tren tras cruzar el gran puente de madera. Sonny y tu habéis sido capturado y por desgracia eso significa que es vuestro...

FIN

Aunque tu primera reacción al ver a Sonny es la de una sonrisa de pura felicidad, ésta casi desparece de inmediato de tu rostro. Es increíble cómo Sonny ha podido soportar la paliza que le han dado y esa herida en el estómago, pero estáis en mitad de la nada y decides aparentar un falso optimismo hasta que pase la tormenta que se avecina. La sonrisa, entonces, se te convierte en una fingida mueca de alegría. Tu prometedora carrera de actor, imitando a mozos de calderas y oficiales del ejército, parece haber tocado techo. El dolor de Sonny es demasiado real.

- ¡Gracias, Sonny! ¡Bien hecho! -le recompensas, mientras le agarras por los hombros y él sigue con su mano izquierda sobre el vientre- Ya estamos muy cerca de Harpestown... En seguida la banda detendrá el tren.

Sonny parece perder el equilibrio al mismo tiempo que su adrenalina disminuye. Le ayudas a sentarse con la espalda contra la pared del vagón y le das un par de cachetes en las mejillas. Sigues con tu perorata, mientras preparas tres revólveres de los soldados para la que se avecina: Dos para ti y otro para Sonny.

- Hemos armado un poco de jaleo aquí, así que puede que vengan más de esos perros. Tenemos que estar muy atentos, ¿eh? He oído que en Harpestown hay un médico excelente. Ya sabes, por lo de la mina...

Miras a tu alrededor y encuentras una caja de madera lo suficientemente grande como para que uno de los dos se parapete. Evalúas rápido la situación y decides que será para ti. Sonny rezonga que no hace falta que le dores la píldora. Sabe que la herida es fea, pero hará todo lo posible por acabar con este atraco cuanto antes.

- Tan solo prométeme que no me dejarás morirme desangrado como un perro -termina su declaración, mientras trata sin éxito de arrancar un trozo de tela de su uniforme de un bocado. El dolor y la dureza de su mirada te hace entender que lo que te está pidiendo no es exclusivamente un médico, sino un final rápido si la situación lo requiere.

- No te preocupes, chico -dices, con la falsa sonrisa ya totalmente desvanecida de tu rostro.

Parapetado tras la caja y con los dos revólveres apuntando hacia la única puerta que os conecta al resto del tren, esperas. La tensión hace sentir los siguientes minutos como si fueran horas. Sonny, con su extraordinaria comprensión de la situación, improvisa entre tanto un vendaje sobre su herida con la chaqueta de uno de los soldados. Coloca una pata de madera de la silla en el nudo que ha hecho con las mangas y, tras ser incapaz de apretar el torniquete por sí mismo, te vuelve a mirar.

Ha pasado demasiado tiempo y no ha venido nadie, es muy extraño... Así que te avalanzas sobre él y completas la improvisada solución médica, frente a la cual tu colega no puede evitar soltar un grito de dolor. Su mirada muestra una rara mezcla de agradecimiento y decepción. Justo entonces, te das cuenta de que el tren está empezando a ralentizar su marcha. Abres la puerta del vagón y reconoces que estáis cerca de la mina de la emboscada. Lanzas el traje de oficial al desierto, para no generar dudas a tu banda.

- Está bien Sonny, tú quédate aquí y escóndete detrás de esa caja. Yo tengo que seguir con el plan, cuanto antes lo acabemos...

- Vete - responde el otro infiltrado, mientras se medio arrastra hacia la seguridad del parapeto.

Asegurando tus nuevas armas y munición en las cartucheras de los soldados, además de la dinamita, te subes al techo del vagón comedor y comienzas a avanzar hacia los vagones delanteros. Allí es donde deberías de haber estado, de no ser por todos los desagradables imprevistos.

Si el tren se está ralentizando quiere decir que ya debes estar cerca, si quieres comprobar que todo va según lo planeado e ir hasta la parte delantera del tren pasa  la página 47.

Si prefieres ayudar a la banda de otra forma e  ir a neutralizar los agentes que tienes detectados en el vagón de Sinclair, pasa a la página 103.

Tu banda tiene que estar a punto de aparecer en cualquier momento a lomos de sus caballos. Si quieres quedarte en la parte superior del tren para dar las ordenes de como actuar. Dirígete a la página 90.

¡Adelante! Paso a la página 47.

Avanzas poco a poco por el techo de los vagones, con cuidado de no perder el equilibrio, incluso con la velocidad en descenso una caída podría ser fatal, mientras el tren avanza puedes ver a lo lejos el desprendimiento que tus hombres han causado sobre las vias, tienes que darte prisa o no podrás apoyar a la banda en el asalto.

En pocos minutos llegas a la parte delantera, tras la carbonera ves las calderas, un par de soldados están vigilando el frente con sus revólveres en la mano mientras, el chirrido de las ruedas contra las vias camufla el sonido de tus pasos así que no se percatan de tu presencia, a lo lejos ves acercarse a tu banda al galope, levantando una polvareda tras de si, no tardas demasiado en desprenderte del techo y llegar a los soldados, a los que encañonas con tus armas mientras esperas a que el tren se detenga por completo, cuando por fin para tus hombres os alcanzan, sin pensarlo demasiado atáis a los soldados, les informas del estado de Sonny y ordenas que alguien se acerque por la parte trasera para sacarlo de allí lo antes posible.

Mientras el resto rodeáis el vagón donde está el oro y os preparáis para el asalto, es entonces cuando un disparo rompe el silencio, te parapetas tras una roca y buscas el origen, parece que en el primer vagón hay alguien apuntandoos con su arma, cuando te fijas un poco más ves que se trata de Joe Faragan, no sabes como ha llegado hasta ahí, pero junto a él está toda su banda listos para intercambiar plomo, parece que vais a tener que pelear por vuestro oro.

A grandes males, grandes remedios. La dinamita era para desbloquear las vías del tren de nuevo, pero tampoco se trata ya del golpe limpio que teníais planeado. Para lanzar el cartucho al primer vagón donde se encuentra Faragan, pasa a la página 91.

Decides que tu banda se encargue de Faragan, y vas al vagón del oro pasa a la página 12

Si quieres tomar el toro por los cuernos y empezar un tiroteo contra tu rival, apuntando directamente a por él, pasa a la página 104.

Tal vez lo mejor sea acabar con todo esto cuanto antes, enciendo la mecha y voy a la página 91.

¡Maldito Faragan! ¿Cómo demonios ha logrado asaltar el tren sin que le hayas oído siquiera?

Escondido tras la roca, echas mano a tu dinamita y asomas la cabeza antes de encender la mecha, comprobando como de factible es deshacerte de la competencia con un buen lanzamiento de cartucho. El silbido de una bala, que se va a estrellar en tu parapeto para hacer saltar una esquirla contra tu rostro, te reafirma en que allí siguen y que has de deshacerte de ellos cuanto antes.

Acuclillado tras el pedrusco y sin pensarlo un segundo más, prendes el explosivo y, como si fueras un gran resorte, utilizas todos los músculos de tu cuerpo para lanzar el artefacto. Por desgracia, a mitad del movimiento y apenas ha emergido tu cuerpo tras la peña, un certero disparo del rifle de Faragan te alcanza en el hombro, haciéndote trastabillar y caer además soltar la dinamita que sujetabas con ese mismo brazo. 

Apenas tienes tiempo de lamentarte por el dolor de la bala, cuando tu grito de dolor se convierte en uno de pánico. La mecha de la dinamita continúa avanzando y ésta está a apenas un par de pies de ti. Tu instinto de supervivencia te empuja a tratar de incorporarte y lanzar el explosivo lo más lejos posible, pero ni los más primitivos instintos pueden compensar el destrozo que la bala ha causado en tu hombro y la corta distancia entre la llama y el explosivo.

FIN

Tu banda puede encargarse del inconveniente, aprovecharé para ir a por el oro a la página 12.