Partida Rol por web

[DM 05/20] Momentos en el tiempo

[Partida] Un momento único (Imperial y TortugoKamikaze)

Cargando editor
16/05/2020, 21:45
Goi Sanosuke

Primeros de junio de 1638.

Se parapetaron tras las ruinas de una fortaleza abandonada, y reforzados con el armamento saqueado a los Matsukura, los sublevados vendieron cara su piel aunque finalmente fueron derrotados. En cuestión de un puñado de meses la rebelión había terminado.

Solo rindieron las armas cuando se quedaron sin alimentos, y sin pólvora. El sitio había dado sus frutos, aunque el orgullo de algunos comandantes causó bajas terribles en el ejército del shogunato. Entre rendidos y simpatizantes, se me asignó la supervisión de la ejecución de cerca de 35 mil rebeldes, y por fin habría cumplido mi cometido.

Con el último de ellos muerto, el culmen de mis obligaciones había concluido. Volvía al hogar sin historia alguna digna que contar. No tuvimos oportunidad de entablar combate personal, y más allá de alguna patrulla esporádica por descongestionar el cuerpo, nunca ocurrió nada relevante allí donde me encontrase. De todas formas tampoco habría sentido necesidad de contar, pues seguía sintiendo el hogar como algo ajeno, distante, así como a sus dos moradoras. Al menos allí podría finalmente descansar, aunque fuera en soledad.

***

En el camino de vuelta una vez me desmovilizaron, recordé apáticamente la misiva que mandé al daimio de los Goi, misiva que hablaba de la de la desobediencia, deslealtad, deshonor y conjura por parte de mi esposa e hija frente a mi voluntad y a la del clan. No quedó detalle sin narrar, y todos aquellos los que te concernían tampoco fueron una excepción.  

Tus caprichos de adolescente habían traído el deshonor a mi familia. Fui consciente de ello, y no me quedó más opción: “Restituirán sus faltas con la vida, si ese es su deseo. A la espera de confirmación de tal evento, o de un designio más… conveniente a su parecer, procedo a desheredar a la hija y a repudiar a la mujer.” – Escribí sin dudar dispuesto a entregar la vida de las dos personas que más amaba en esta vida, con tal de restituir el honor arrebatado por la estupidez de una muchacha, la simpleza cándida de mi mujer, y la vil traición de aquel al que llegué a considerar no solo un amigo, sino una suerte de hijo que nunca llegué a tener. Con su muerte asumida, solo me quedaba la duda de cuál sería su voluntad respecto a mí.

No hubo reacción cuando me enteré de tu exilio. Ni felicidad ni tristeza alguna, solo brotó el pensamiento de que debía redactar otra carta, contándole a mi señor las novedades… y nada más al respecto supe desde entonces. Resignándome, asumí que alguna respuesta me esperaría en el hogar... y que el descanso deseado, lejos de ser descanso, sería aún un mayor martirio; o el final de todo... a saber.

Cargando editor
19/05/2020, 12:32
Matsuoka Hayate

Finales de Junio de 1638.

Meses atrás había abandonado Shimabara tras ver finalmente las velas anaranjadas en una brumosa mañana de invierno. Yo creía que con aquella información el ejército del Shogunato iba a poner fin de inmediato a toda la rebelión pero no fue así. En su lugar, se capturó a la célula en la que yo me había infiltrado y con la información que se les extrajo se procedió a erradicar las células existentes en otras ciudades del suroeste de la nación. Mis tareas no finalizaron allí, y fui orquestando reuniones con otros miembros de la rebelión, que días después solían acabar en ejecución sumaria de los reunidos, tras su captura. Los últimos reductos de la rebelión se organizaron para hacerse fuertes en un castillo al que el ejército sitió. Los últimos estertores de un movimiento abocado al fracaso desde su concepción. Para aquel entonces Yoshinobu-sama y sus informantes me desplazaron a otras tareas y menesteres que requirieran de un agente "ajeno" al gobierno, mientras los meses pasaban esperando la rendición de los rebeldes.

El ambiente seguía bastante tenso tras la rendición y ejecución de los rebeldes sitiados, pero yo me encontraba bastante entretenido con mi nuevo cometido hacia finales de Junio. Junto con otros dos agentes "libres" del shogunato, Hideaki-san y Kazemaru-san, debíamos hacernos pasar por un grupo criminal en busca de armamento moderno. Al parecer había unos gaijin afincados en unos almacenes de Osaka de los que se sospechaba que habían importado armas ilegales pero no se sabía dónde almacenaban dicho material. Era una tarea muy arriesgada al encontrarnos tan cerca de Kioto y de la autoridad imperial, pero intentábamos movernos con cuidado y discreción.

En una izakaya apartada del puerto me esperaban mis dos compañeros. Habíamos quedado allí para planificar la reunión que teníamos con los gaijin al día siguiente. La noche era calurosa pero la brisa marina del puerto de Osaka aliviaba en parte esa sensación. Abrí la puerta corredera y accedí al interior...

Cargando editor
20/05/2020, 11:00
Narrador

...allí estaban, recurriendo uno a las pintas de marino y el otro a las de mercader, conversando distendidamente como si su labor no fuera con ellos. Hideaki solo te dedicó una mirada, pues era el que tenía la puerta a la vista, pero siguió como si nada. Había más clientela, y pese a lo pequeño del lugar aún quedaba espacio para más. Todo parecía estar en calma, por lo que tomaste asiento con ellos tras un tibio saludo, te sirvieron algo de sake, y el asunto continuó con normalidad... hasta que otros tres hombres entraron.

Dos de ellos, ya de edad estaban serios, muy serios, mientras que un tercero parecía intranquilo y malhumorado. Eran samuráis sin duda, tanto por la forma de moverse, como por su forma de exigir las cosas, como por el daisho que portaban. "Pidieron" sake y se mantuvieron largo rato en silencio. Tus compañeros siguieron como si nada, de conversación insustancial mientras tus ojos se iban instintivamente a los mon de aquellos tres. Te resultaban familiares, pero no lograbas asociarlos concretamente a nada. Su estancia parecía ser breve, intercambiaron cuatro palabras con el regente del local, dejaron una pequeña bolsa con lo que jurarías que era dinero, y según terminaron el sake se levantaron, se ajustaron las ropas, y cuando se disponían a irse, justo al pasar por vuestro lado atacaron sin mediar palabra alguna matando a tus dos compañeros en un instante.

Eran competentes, en un visto y no visto a Kazemaru le cercenaron la columna de un tajo limpio con una katana mientras que, a Hideaki, el otro le cogió por el cuello y, estrangulándolo, aprovechó a que tu compañero intentase librarse de la presa para hundirle hasta el fondo de las entrañas un tanto antes de estampar su cuerpo contra el suelo. No corriste una suerte parecida por mera cuestión de distancia, pues tuviste margen para ver cómo acababan con ellos y, en el proceso, percibir cómo el malhumorado, al que reconociste como el exprometido de Maru, desenvainaba su katana y lanzaba un fiero tajo hacia tu cabeza.

Cargando editor
21/05/2020, 11:26
Matsuoka Hayate

Aún recuerdo la sorpresa con la que me pilló aquel ataque. Lo que no entiendo es cómo no pude reconocer el mon de los Yagyu a tiempo para sospechar. ¿Tan enfrascado estaba en mis asuntos? Reconocer a Kisemaru-san habría sido otro cantar, pues el hombre estaba muy cambiado, algo demacrado y con ojeras. La cuestión es que mi despiste costó la vida a dos buenos agentes del shogunato. Aquellos capullos venían a por mí pero estaba claro que les daban igual los daños colaterales.

Vi la katana de Kisemaru aproximándose hacia mi rostro en arco descendente. Mi mano diestra fue a agarrar la empuñadura de mi espada para desenfundar, pero por rápido que lo hiciera no me daría tiempo a detener aquel tajo. Me cercenaría la cabeza. Impulsado por la adrenalina, supongo, dí una rápida patada a la mesa que logró dos objetivos. Por una parte, la mesa se estampó contra los dos acompañantes de Kisemaru, quitándoles de en medio por unos valiosos segundos. Por otra, me impulsó hacia atrás derribando mi asiento de tal forma que evité acabar decapitado. Pero no fui tan ágil como para salir indemne.

El filo cortó el aire, pero también carne, y la sangre salpicó el suelo de la izakaya.

¡Iaaaargh! —con un grito de dolor me incorporé tras rodar hacia atrás, derribando otra mesa y alejando a los parroquianos que en ella había.

Mi sangre bullía por dentro, y también por fuera, manando en un reguero continuo desde el tajo en mi faz que me había inutilizado el ojo izquierdo. Mi espada, siseó en el aire y se interpuso entre Kisemaru y yo, temblando ligeramente mientras me acostumbraba al tremendo dolor que hacía palpitar mi cabeza.

Kisemaru no se lo pensó demasiado y atacó con rapidez de nuevo, para aprovechar la ventaja que creía tener sobre mí. No habría sido una mala estrategia, de haber sido cierto. Pero era un pobre espadachín y no me costó mucho desviar su violento pero inefectivo tajo vertical con una guardia alta, dejando la espada fluir con la fuerza de mi oponente. Al esperar impactar contra mi espada en horizontal en la guardia alta, imprimió más fuerza a su golpe echando el peso de su cuerpo, mientras que yo daba un paso lateral y sujetaba la espada sin firmeza de tal forma que mi hoja en vez de recibir el impacto, se inclinó con el empuje de la espada rival dejándola avanzar hacia donde había estado yo, pero ahora sólo había aire. Perdido su equilibrio y lanzado hacia adelante, volví a sujetar con firmeza la espada y crucé los brazos descargando un potente tajo cruzado sobre la espalda expuesta del antiguo pretendiente de Maru-chan. 

Cargando editor
21/05/2020, 22:33
Goi Sanosuke

De vuelta al hogar.

"No quiero recordar..."

El ocaso ya daba paso a la noche cuando abrí la puerta de la hacienda familiar. Estaba agotado de la breve campaña, y lo único que deseaba era darme un baño antes dormir. Saludé como de costumbre, por inercia, y procedí a descalzarme antes de proceder a retirarme el resto de la armadura. Ahora vendrían mi esposa y mi hija a curiosear mientras me ayudaban a quitarme el armatoste... pero no fue así. Desde la habitación que hacía las funciones de cocina apareció la vieja Ume, con su pelo cano y sus cada vez más marcadas arrugas. Lánguida, se postró en el suelo tal y como le llegamos a prohibir que hiciera, pues con su avanzada edad y maltrecha espalda no veíamos pertinente este tipo de gestos, por muy sirviente que fuera. No... No me dio tiempo a llamar su atención.

Escuché un sollozo antes siquiera de poder hablar, y su voz entrecortada por la más sentida de las penas me hizo preocuparme por ella. Mi somnolencia desapareció de golpe. Jamás la había visto así. Salvando las obvias... diferencias, pese a su estatus modesto y humilde, para mí era prácticamente parte de la familia. Me aproximé hasta una distancia cercana, y me arrodillé junto a ella para posarle una mano amiga en la espalda.

- Tranquila... - Hice una pausa mínima. - ¿Qué te ocurre? - Recuerdo preguntar antes de mirar a mí alrededor. ¿Dónde estaban ellas? Fruncí por un momento el ceño, volviendo a sentir cierto... cabreo tras tanto tiempo. Una vorágine de sentimientos comenzaban a surgir tras haber abierto la veda al haberme preocupado por la criada. Como no lograba articular palabra, volví a insistir formulando otra pregunta, en un tonto afable, aunque más severo. – Ume-san. ¿Dónde están mí mujer y mí hija?

Rompió en llanto.
 

***

Cargando editor
21/05/2020, 23:12
Matsuoka Hayate

Kisemaru se precipitó al suelo como un plomo tras mi tajo. No tuve tiempo para preguntarme si había acabado con él, pues sabía que debía devolver mi atención a los otros dos sicarios del clan Yagyu o mi vida tendría un abrupto y rápido final. Parecían furiosos después de haberles estampado la mesa contra los morros, pero ya la habían quitado de en medio y se acercaban, uno enorme blandiendo un tanto que parecía minúsculo y algo ridículo en comparación, y otro ancho y fuerte con una katana de excelente factura. Me preocupaba el de la katana, que parecía mejor espadachín que Kisemaru, y probablemente lo fuera viendo el certero tajo que había segado la vida de Kazemaru. Aunque tampoco podía dejar que el otro me rodease y se me acercara por detrás. 

Con una guardia clásica centrada afronté la aproximación de mis dos enemigos. Como preví, el grandote intentó rodearme por la izquierda aprovechando además mi falta de visión en ese ángulo, con el lado izquierdo de mi cara cubierto de una película de sangre. Di una tentativa de tajo en su dirección, pero sin llegar a ejecutarlo, y reculó un par de pasos. En el suelo, detrás suyo, vi unos trozos de cerámica rota y líquidos derramados durante la pelea. Vi claro mi curso de acción. Avancé hacia el espadachín y finté un ataque que le forzó a adoptar una defensa desde la que le sería muy incómodo atacarme mientras hacía mi siguiente movimiento. Muté el falso ataque hacia un tajo horizontal en dirección al grandote del cuchillo, que volvió a retroceder, esta vez pisando los restos de porcelana y el suelo húmedo. Resbaló y se dio un costalazo contra el suelo. Ahora eramos el otro y yo, solos. Aproveché la distracción de su compañero cayendo para encadenar una serie de golpes seguros sobre él y mantener la presión, analizando su guardia mientras tanto. Me percaté que cuando lanzaba un golpe vertical, tendía a ayudarse de la otra mano para sujetar la hoja. Eso limitaba mucho la velocidad a la que podía responder después con un ataque. Efectué un tajo vertical, con fuerza, cambiando el peso del cuerpo pero sin llegar a mover mis pies para avanzar. Protegió alto y cuando mi espada se encontraba a la altura de la cintura, avancé con dos rápidos pasos estocando su pecho y fulminándolo en el acto. Sabiéndole muerto, me giré mientras se desplomaba y me abalancé sobre el grandullón que se acababa de incorporar, apoyándose en una mesa. Un tajo a la mano apoyada le hizo retirarla y perder el equilibrio lo suficiente, no para caer, pero sí para que no pudiera evitar la andanada de cortes que le dirigí. Con los ropajes teñidos de rojo, se desplomó sobre sus rodillas con un gruñido y luego dio con su frente en el suelo.

Miré alrededor. No quedaba nadie, ni dueño ni parroquianos. Sólo cinco cadáveres cubriendo el suelo de madera, teñido de rojo. Limpié la katana en las ropas de uno de los caídos, y justo en ese momento un gemido llamó mi atención. Me giré y me percaté de que Kisemaru seguía vivo. Se arrastraba hacia la puerta. Me acerqué y pisé su mano.

¡Aaaagh! ¡Malnacido! Mi familia acabará contigo...

Habéis cometido un grave error, y no lo digo por el resultado de vuestro ataque —dije, críptico. Aquellos estúpidos no sabían el mal que le habían hecho a la nación con aquella estupidez.

No he podido vengar su muerte —dijo tosiendo sangre— pero al menos me consuela saber que no llegó a casarse con un sucio rebelde traidor al shogun y al emperador.

Aquella frase me descolocó por completo. ¿Cómo que vengar su muerte? ¿La de quién? No podía estar refiriéndose a... ¿o sí?

¡Eh! ¿A qué demonios te refieres? —pregunté, nervioso e iracundo, sujetándole de la solapa del yukata. Pero no contestó, y observé cómo su mirada se apagaba al perder la vida.

Cargando editor
22/05/2020, 10:33
Goi Sanosuke

***

 

Prendí el incienso, y me arrodillé.

Bajo el fuego del ishidourou rocié con agua la piedra cincelada, y con un sencillo paño la limpié. Mis ojos se posaron sobre mi nombre escrito rojo, y continuaron bajando. Pude leer el nombre de mi esposa escrito negro, y algo más abajo en el mismo color, el de mi propia hija. Acaricié la lápida con las yemas de los dedos, y tras unos momentos de silencio, proseguí limpiándola.

Ume lloraba a mi vera. Me pidió perdón cientos de veces. Ella no debería haber estado cuidando de la tumba familiar, pero era incapaz de permitir que su estado se deteriorase en mi ausencia. Se lo debía a ellas. Me lo debía a mí. No tuve nada que reprochar.

Rellené un poco de sake en un cuenco, y comencé a hablar. - Siempre fuiste torpe, ingenua... - Se lo serví a mi cándida y adorada esposa. - pero tampoco tenías malicia. Nuestros primeros años fueron complicados. Sé que sabías que no te apreciaba pese a que me querías, tampoco me molesté en ocultarlo... pero siempre estuviste ahí, afable, intentando prender hogar mientras que lo único que yo aportaba era indiferencia. No sé en qué momento ocurrió, pero con el paso del tiempo comencé a quererte, y no me di ni cuenta. Al final tu inocencia se me antojó entrañable, y de alguna forma las Fortunas quisieron que aprendiera a apreciar esos vicios que tenías. Con los años tuvimos una preciosa hija, y todo habría estado bien si además de tu belleza, torpeza e inocencia... hubiera heredado mi inteligencia… pero no lo hizo. Nunca imaginé... que habría tenido que protegerte de la estupidez de nuestra propia hija. - Negué sutilmente con la cabeza, antes de acariciar su nombre una última vez. - Te extrañaré.

 

 

Un rato antes, Ume contó como pudo lo ocurrido. En mi ausencia, al parecer un mensajero Yagyu se presentó un día en nuestra casa, y habló directamente con Hatsu ante las puertas del hogar. No fue... ni sutil ni... discreto. Comunicó a viva voz que te habían estado siguiendo el rastro. Se te había visto codeándote con los rebeldes y perros cristianos, algunos de los interrogados incluso te habían delatado, y para colmo se sabía que habías dado muerte a un yoriki, pues este se encontraba... amparado por la familia Yagyu, e iba informando de los progresos de tu inminente captura. Su silencio se consideraba prueba más que suficiente para inculparte.

A los ojos de la sociedad tus acciones eran imperdonables, y Hatsu-san lejos de impedir la relación de Maru contigo, incluso la había avivado. Tu relación con mi familia había traído la más profunda de las deshonras, ya no solo por las deslealtades cometidas, sino por la vinculación de mi primogénita con un criminal. La vergüenza y el deshonor no dejaron más salida a mi esposa, que ni siquiera esperó a la decisión del daimio de los Goi. Cogió el kaiken que le entregó su familia cuando se casó conmigo, y tras prácticamente rogar a la sirvienta que impidiera que se deshonrara más, permitió que Ume le atara los tobillos, se cubrió las manos con un paño, y sin mayor dilación se sajó el cuello dentro del hogar.

Maru lo había escuchado todo, pero no se percató de las verdaderas intenciones de Hatsu hasta que ya fue demasiado tarde. Entró en la habitación cuando daba sus últimas convulsiones, ni siquiera tuvo tiempo de acercarse cuando cesaron. Al parecer Maru lloró y se aferró al cuerpo de su madre… Recriminó a Ume por no impedírselo y esta le respondió como pudo: “Hizo lo que debía”. Se hizo un largo silencio solo perturbado por los sollozos reprimidos y las respiraciones entrecortadas, antes de que mi hija dijera: “Ayúdame”.

Con diligencia, Maru designó tareas a los sirvientes. Ordenó preparar el entierro, la asignación del pago, cómo, qué y cuándo, además de cómo mantener la hacienda hasta mi vuelta. Escribió una carta, simple y descuidada, con letra temblorosa, gotas de tinta salpicadas en un rincón y no pocas lágrimas derramadas sobre el lienzo. “Perdóname, padre.” Decía, aún la conservo. Finalmente, y bajo la atenta mirada de Ume, tras limpiar el mismo filo con el que se había suicidado su madre, se quitó la vida con dignidad.

 

 

Ante su tumba, coloqué y abrí los sellos que guardaban los kaiken que yo mismo adquirí para la ocasión. Habían respetado su palabra, y deduzco que jamás se imaginaron que un desenlace similar podía ser inminente, sin necesidad de mayores afrentas. Habían sido felices con sus cuentos de amoríos y mundos de fantasía, sin darse cuenta de que estaban destruyendo la realidad a su alrededor.

Por mi parte era incapaz de sentir, no hubo odio, ni ira ni resentimiento, pero había una tarea inconclusa que debía completarse. Con sendas manos abiertas, ofrecí las dagas a los dioses y cerré los ojos. Hablé con voz templada, clara aunque profunda:

- Ante los Kami y las Fortunas juro, por mi honor y el honor de mi familia, por todas las afrentas, daño y dolor causados, que si me dan la oportunidad de cruzarme de nuevo con Hayate y lo ponen en mi mano, acabaré con él.

Afiancé las empuñaduras con los dedos al abrir los ojos, y alumbrado por el vaivén de luz del ishidourou, alcé la mirada al oscuro cielo estrellado.

 

Notas de juego

Yoriki , serían una suerte de agentes de policía.
Ishidourou , farolillo de piedra.

Cargando editor
22/05/2020, 14:45
Narrador
- Tiradas (2)

Notas de juego

Asignación de marcadores:

Sanosuke es enviado a la guerra a combatir la rebelión, lo cual es potencialmente peligroso. 1 marcador de elección para Sanosuke.

Hayate mata a un alguacil lo que sumado a sus crímenes previos para ganar renombre y poder infiltrarse implica que es perseguido activamente por la ley. 1 marcador de elección para Hayate.

Sanosuke se vio obligado a informar a su daimio del comportamiento de su familia, poniendo sus vidas a disposición de su señor. 1 marcador de elección para Sanosuke.

Hayate es descubierto por los Yagyu y un par de sus compañeros espías son eliminados. 1 marcador de elección para Hayate.

Hayate pierde un ojo en el combate contra los Yagyu. 1 marcador de elección para Hayate.

Hayate se entera por los Yagyu de que Maru-chan se ha suicidado. 1 marcador de elección para Hayate.

Sanosuke encuentra a su familia muerta, al parecer motu proprio, por pensar ellas que Hayate era un rebelde. 1 marcador de elección para Sanosuke.

(Todos los marcadores asignados).

Recuento: Goi Sanosuke (3) / Matsuoka Hayate (4)


Consonancia:

Los jugadores han acordado que Sanosuke ha representado mejor el Honor. +2 dados.


Cicatrices:

Sanosuke no se inflinge ninguna cicatriz.

Hayate se inflinge 1 cicatriz (+1 dado).


TIRADAS

Goi Sanosuke (5 dados) = 19

Matsuoka Hayate (5 dados) = 15


RESULTADO

Goi Sanosuke es el vencedor. Elige como terminar el capítulo y recibe: 3 ventajas.

Matuoska hayate recibe 1 cicatriz y 5 marcadores de odio.

Cargando editor
22/05/2020, 23:51
Goi Sanosuke

***

Son silenciosos… y a veces sus respuestas se hacen de rogar, pero hay algo de lo que estoy seguro en esta vida: Al justo, los dioses… le escuchan.

 

Tras el fallecimiento de mí… familia… siguieron tiempos difíciles, pero como no podía ser de otra forma, la vida encontró su lugar entre la muerte.

Los criados continuaron con sus labores como de costumbre, y yo con las mías, pero con la marcha de Hatsu el hogar perdió su llama y se convirtió en un lugar sombrío y frío. Volver a la hacienda carecía de sentido ya, salvo que necesitase distanciarme de la urbe.

Tan pronto como pude procedí a intercambiar misivas con el daimio de los Goi, comentándole el desenlace y las tribulaciones de lo acontecido. Si bien su designio había sido otro, el resultado final también le resultó complaciente. En cambio, tenía otros planes para mi persona.

Pasé cerca de un año sin tener noticias suyas, y entre tanto, seguí buscando y erradicando sistemáticamente a los escasos rebeldes y cristianos que se habían escapado de la purga. Finalmente llegó una carta en su nombre. Era momento de saldar el honor en entredicho: La palabra dada debía mantenerse.

Yagyu Kohana, primogénita del heredero de los Yagyu, se acabó convirtiendo en mi nueva esposa. El enlace no acabó siendo del gusto de nadie, pero seguía resultando beneficioso para ambos clanes. Yo era un hombre viudo, viejo, y con el honor en entredicho, y ella era una joven de casi veinte años, indómita, altiva y guerrera, con un carácter que la hacía indeseable para el común de los varones; para mí no era la excepción, pero debía hacerse.

 

Escasos meses más tarde me desposé, y con ello el honor de la familia quedó restaurado; cuando se vino a la hacienda familiar junto a una dote de criados, por su boca me enteré de tus andanzas y de que diste muerte no solo al prometido de Maru, primo suyo, sino a dos hombres más.

Acabé adoptando el papel de tutor más que el de marido, y me costó lo mío reencauzar a alguien como ella, pero finalmente, con comprensión, paciencia, y mucha mano izquierda, finalmente parece que lo conseguí. Por desgracia, el aprecio y el cariño tardaron muchos años en llegar.

Consumamos no por gusto, sino porque era lo que se esperaba de nosotros. Jamás la forcé, ni siquiera saqué tema al respecto, pero era algo que ambos sabíamos que debería acabar ocurriendo. Simplemente, cuando se vio preparada… ocurrió; y gracias a los Kami y las Fortunas, no fue necesario repetirlo por aquel entonces. Bajo muy buenos auspicios, de aquella unión nacieron 9 meses más tarde el entrañable Kenzo, el mayor de los hermanos, y la revoltosa Anzu, la pequeña. Y no fue otra cosa, sino el amor hacia nuestros hijos, lo que permitió que Kohana comenzara realmente a apreciarme.

 

Mi vida había vuelto a quedar encauzada, y la llama del hogar comenzó a calentar una vez más; los dioses son testigos de que jamás he faltado a mí deber para con mi difunta esposa… ni mi hija. Incluso Kohana, ahora que empieza a serme más afín, respeta y me acompaña a cuidar su lugar de descanso. Pronto, Kenzo y Anzu nos acompañarán también… si… los dioses me lo permiten.

 

¿Y la buena de Ume? Bueno… falleció poco antes de que me desposara con Kohana. No tenía familia conocida, así que dispuse lo pertinente para que sus restos descansaran próximos a la tumba familiar. Pero eso… eso es otra historia.

 

 

 

En esta vida

Si siento algo será

no verlos crecer.

 

 

Cargando editor
22/05/2020, 23:57
Narrador

 

*** Fin del Capítulo 3 ***

Cargando editor
23/05/2020, 11:46
Narrador

~ INTERLUDIO ~

~ Lidiar con el Odio ~

 

La lluvia fría
corre sobre el rostro
como lágrimas.

Notas de juego

Ambos jugadores deben "entregarse al odio", al no superar ninguno los 10 puntos de odio necesarios para "liberarse" del odio.

Cargando editor
23/05/2020, 12:14
Matsuoka Hayate

Tras el enfrentamiento en Osaka, Yoshinobu tuvo que buscar otra manera de afrontar lo de los contrabandistas gaijin, y ni él ni sus subordinados directos tenían muy claro qué hacer conmigo, entre el jaleo y lo del ojo, por lo que me indicaron queme recuperara y mantuviera un perfil bajo pero me dieron libertad de movimientos para mis asuntos, simplemente debía informar de mi paradero regularmente.

Mi estado de salud podría haber sido mejor, pero tras la visita de emergencia a un cirujano de campaña mi rostro cicatrizaba bien. Había perdido el ojo izquierdo pero al menos conservaba la vida. Mi estado mental y anímico, en cambio, era un caos tras las ominosas palabras que había pronunciado Kisemaru. ¿Realmente había ocurrido alguna desgracia? ¿O creyendo que yo no podría regresar nunca a casa pretendía torturarme? Durante las siguientes semanas apenas pegué ojo. Había tenido que abandonar Osaka a toda prisa por el incidente, pero aun después estando a salvo y recuperado en casa del cirujano era incapaz de relajarme. Siniestros pensamientos turbaban mi descanso continuamente. Tenía que confirmar o desmentir aquel terrible presentimiento.

Aprovechando mi libertad de misiones oficiales, durante los siguientes dos meses recorrí el país en dirección a la hacienda familiar de los Goi. A una semana de camino dejé de informar de mi paradero, para evitar problemas y filtraciones, y porque aquello era un asunto privado. No quería ser interrumpido. Cuando estuve en la zona, desde un pueblo cercano abandoné los caminos y avancé bosque a través, entre la espesura, hasta adentrarme en el terreno de la hacienda. El lugar era inmenso y no tenían a nadie guardándolo, así que fue un simple paseo. Desde la distancia examiné la casa, no considerando prudente acercarme a ella, pero ardiendo en deseos de hacerlo y de encontrar allí dentro a Maru-chan sana y salva. Pero apenas había movimiento. Un par de luces tenues se apreciaban desde el exterior, pero ni un solo ruido se oía en la noche otoñal más silenciosa que recuerdo. Caminé en círculos por el exterior, dirigiéndome hacia el jardín trasero. No era normal que a esas tempranas horas de la noche, con dos personas y múltiples sirvientes viviendo allí, la casa estuviese vacía. La congoja me atenazaba el corazón a cada paso que daba. Y al girarme la vi...

Al lado del estanque, una lápida junto a un farolillo de piedra. Temblando me acerqué a ella hasta que pude vislumbrar los kanjis cincelados en ella. Allí estaba... su nombre. También el tuyo y el de tu esposa. Los símbolos se tornaron borrosos al brotar en mi ojo sano las lágrimas, mientras el otro lado de mi rostro palpitaba, la reciente cicatriz doliéndome como si hubiera sido del día anterior. Caí de rodillas, llorando, preguntándome qué podía haber ocurrido. Cuando logré controlar mis sollozos, empecé a percatarme de más detalles. Vi los kaiken depositados frente a la lápida, y empecé a atar cabos. ¿Os habíais quitado la vida? ¿Por qué? ¿Acaso era por orden tuya? ¿Yo u otra persona os habíamos agraviado tanto que la solución había pasado por sacrificar a toda la familia? Siempre habías sido un hombre cerril. Te abrazabas al bushido como si fuera una ley escrita en piedra y no una filosofía sobre la que reflexionar e interpretar. ¿Cuánto hacía de vuestras muertes? En ese momento me fijé en que tu nombre estaba grabado en otro color, simbolizando que sería tu futuro lugar de reposo. Ergo, tú seguías vivo. ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía aquello? ¿Por qué? ¿POR QUÉ?

¿¡POR QUÉ!? —grité al cielo estrellado, el llanto dando paso a la confusión y a la ira, mientras desenvainaba mi espada y asestaba tajos al aire.

Con un tajo taché tu nombre de la lápida, que del impacto se inclinó unos centímetros hacia atrás. Con otro talé un pequeño cerezo que crecía unos pasos a la derecha. Y con el último furioso tajo que di, mellé mi espada contra el farolillo de piedra que se resquebrajó de la fuerza del golpe y acabó cayendo al suelo. Nada me importaba.

Con el estruendo, alguien salió de dentro de la casa y oí la voz de una mujer anciana preguntando a la noche.

—¿Q-Quién anda ahí?

Pero no recibió respuesta, pues yo ya corría entre los árboles, perdido en mis lamentos.

 

***

 

Sin ninguna motivación real para volver a mi antigua vida, permanecí en la sombra al servicio del shogun como supuesto ronin durante los siguientes años, realizando las misiones que se me encomendaban, sin volver a insistir en cuándo recuperaría mi estatus, como hacía antes. Poco a poco me fui recluyendo en mí mismo, volviéndome a su vez más despiadado en mis acciones y afilando todavía más mi camino de la espada. Hasta que finalmente el Shogun no tuvo más uso para mi espada en la sombra, y se me ordenó regresar a Edo a comienzos de 1643. 

- Tiradas (1)

Notas de juego

10 marcadores de odio -> 10 dados.

Resultados pares: 6 --> Hayate obtiene 6 ventajas.

Resultados impares: 4 --> Hayate recibe 4 cicatrices.

Cargando editor
24/05/2020, 11:14
Goi Sanosuke

Pese al paso de los años y el nuevo rumbo que había tomado mi vida, el juramento que les hice a los dioses no cayó en el olvido. Teniéndolo siempre presente, intenté... y aun hoy intento aprender de mis errores. Mis hijos pronto tendrían edad para aprender el manejo de armas, y ya que los cristianos y rebeldes apenas resultaban un pequeño incordio, podía entretenerme en filosofar sobre otros aspectos de la vida.

¿Cómo debería educarlos?

Ni lo tuve, ni lo tengo claro, solo sé que cada vez que pienso en ello me vienes tú a la mente. ¿Debería hacerlo como hice contigo? Esa pregunta se respondía sola. No, no puedo. Te tendí la mano y lo cogiste... todo, lo emponzoñaste y lo condujiste al abismo. No, no... no era una opción viable.

Caminando próximo a la tumba de mi difunta hija, y de mi difunta esposa; ambas muertas por tu culpa, volví a ver los estragos que causaste hace tiempo en otro de tus berrinches. La sirvienta ya me contó que le pareció escuchar tu voz, y viendo la falta de templanza y los daños estaba claro, solo podías ser tú. Tú, que ya no respetabas ni a los muertos, y menos aún el legado que compartí contigo. Aquel cerezo lo había plantado con mi hija poco después de que empezara a entrenarla con la espada, como otros tantos árboles jóvenes de la zona.

Recuerdo que me llamó la atención una ramita del mismo tipo de árbol. Me agaché para cogerla, y la así en mi mano. La zarandeé brevemente, silbaba al cortar el aire. Lancé un sencillo varazo sobre mi mano, y picó. Arqueé una ceja. "Cariño y dolor.", musité. Gracias a ti, había encontrado una nueva forma de hacer las correcciones. La idea estaba formulada, quedaba llevarla a la práctica.

Volví hacia la hacienda familiar, y dirigiéndome directamente a la zona de entrenamiento, la reclamé con mi voz.

- ¡Kohana! Vamos a entrenar.

Tras de mí quedó la tumba de mí esposa y de mí hija. Un nuevo árbol había sido plantado con mi nueva mujer, y el ishidorou había sido recolocado en su sitio, y su muesca, reparada. Lo único que quedaba de tu paso por aquel lugar era el tajo que le diste a mi nombre. Pude percibir tu odio, aunque el mal resultante fue... ninguno. A mis restos ya no les correspondería descansar con ellas, si no con los de mi nueva familia.

- Tiradas (1)

Notas de juego

5 marcadores de odio -> 5 dados.

Resultados pares: 2 --> Sanosuke obtiene 2 ventajas.

Resultados impares: 3 --> Sanosuke recibe 3 cicatrices.

Cargando editor
24/05/2020, 21:12
Narrador

~ FIN DEL INTERLUDIO ~

 

Cada eslabón
forma, ignorándolo,
una cadena.

Notas de juego

RESUMEN DE MARCADORES OBTENIDOS:

Goi Sanosuke

13 ventajas

5 marcadores de odio

3 cicatrices


Matsuoka Hayate

11 ventajas

10 marcadores de odio

9 cicatrices

Cargando editor
24/05/2020, 21:48
Narrador

~ UN MOMENTO ÚNICO ~

Un hombre caminaba deprisa por las callejuelas de Edo en dirección al castillo, vestido de forma discreta y con un kasa1 cubriendo su cabeza. Otro más anciano aprovechaba su breve estancia en la ciudad para comprar algún juguete a sus hijos. Pero al levantar la vista de un posible regalo, abandonó todos sus otros pensamientos y se centró en la cara que había creído reconocer por el rabillo del ojo. Más adulta. Más desaliñada. Pero los mismos rasgos. Dejando al mercader con la palabra en la boca se adentró por las callejuelas persiguiendo a aquel fantasma. Con un conocimiento más reciente de la ciudad, acortó por una bocacalle y salió al paso del escurridizo sujeto sin emblemas en su vestimenta.

—Desenvaina.

Una única palabra, y un sencillo gesto para acompañarla sacando a relucir el acero. El otro hombre se detuvo, con el rostro oculto bajo su sombrero, e hizo lo propio con su espada. El cazador se lanzó al ataque, pero el perseguido arrojó su sombrero hacia delante, que acabó hecho trizas por un par de rápidos tajos aunque le ganó algo de tiempo para reposicionarse e intentar un par de golpes tentativos. A la sombra del callejón y con su único ojo centrado en los movimientos de la espada de su oponente, el ronin aún no había reconocido a su atacante. Cruzaron aceros un par de veces más mientras retrocedía, hasta que salieron sin pretenderlo a una amplia y concurrida calle del mercado de la ciudad donde se separaron unos metros. Fue entonces a la luz del atardecer, cuando el viejo samurái se interpuso entre el ronin y el castillo, que este último reconoció a quién tenía enfrente.

Omae...2

La gente a su alrededor se apartó dejándoles espacio, pues las katanas desenfundadas no auguraban una resolución amistosa y se podía percibir la tensión en el ambiente. Las intensas miradas de los dos samurái se cruzaron, sus mentes rememorando los momentos del pasado que les habían llevado hasta esta situación. Sus ojos se cerraron fugazmente.

 

Abrió los ojos
llorando la ausencia
de la ilusión.

Notas de juego

1 Kasa --> Sombrero. Hay de muchos tipos, con nombres específicos, pero en este caso concreto quería referirme al típico sombrero de paja de arroz cónico.

2 Omae --> Literalmente, "Tú". Pero dado lo protocolario de cómo los japoneses se refieren unos a otros (con los sufijos de respecto correspondientes, -san, -sama, etc), referirse a alguien así es directamente un insulto.


Matsuoka Hayate tiene más marcadores de odio, por lo que ataca primero.

AL COMIENZO DEL COMBATE:

Goi Sanosuke Matsuoka Hayate
Ventajas Odio Cicatrices Ventajas Odio Cicatrices
13 5 3 11 10 9

 

Cargando editor
25/05/2020, 02:24
Matsuoka Hayate

¿Cuál era la probabilidad de que nos encontráramos justo el día de mi regreso? Y más siendo tú un hombre que, por sus deberes para con el shogun y el emperador, debía viajar constantemente por el país. Pero allí estabas frente a mí. Me habías reconocido al pasar cerca de ti y me habías perseguido por las callejuelas hasta darme alcance. Habría preferido poder enfrentarme a ti con mi honor plenamente restituido por el mismísimo Tokugawa Iemitsu, en lugar de como un simple ronin acusado de múltiples crímenes, todos realizados por el bien de la nación. Pero si se me ofrecía la oportunidad de hacerte pagar por sacrificar a tu familia como si no fueran nada, por los kamis que no la iba a rechazar. Otro crimen para la lista de indultos. O no. Me importaba una mierda mientras pudiera vengar a mi amada.

Recordando el día en que confirmé la muerte de Maru-chan, mi cuerpo instintivamente se movió como lo hizo aquella fatídica noche ante la tumba en la que descansa. Con un par de pasos rápidos recorté la distancia que nos separaba y, de igual forma que antaño mi espada tajó tu nombre grabado sobre la lápida, esta se dirigió fugaz hacia tu cabeza en un tajo horizontal.

- Tiradas (1)
Cargando editor
25/05/2020, 02:47
Goi Sanosuke

Era el momento de ajustar cuentas. Según te vi me las ingenié para interceptarte, y según lo hice, te di un único aviso: "- Desenvaina." - No pasaron dos segundos que ya te lancé el primer tajo, y la evolución del encuentro nos ha llevado hasta donde estamos ahora.

Tomas la iniciativa y lanzas un torpe ataque hacia mi cabeza. ¿Te falta un ojo? Da igual. Telegrafías tus movimientos, como cuando eras pequeño, y pese a mi edad tengo margen más que suficiente para desviar hacia arriba tu ataque, dejándolo resbalar sobre el acero de mi espada. Y desde esta posición busco deslizar el filo en dirección hacia tu tsuba, y propinarte un tajo en la mano dominante.

- Tiradas (3)

Notas de juego

tsuba, guarda.


Embite 1

Goi Sanosuke Matsuoka Hayate
Ventajas Odio Cicatrices Ventajas Odio Cicatrices
13 5 3 11 10 9
      -1    
Cargando editor
25/05/2020, 03:15
Matsuoka Hayate
- Tiradas (1)
Cargando editor
25/05/2020, 11:53
Matsuoka Hayate

Sonrío cuando desvias mi primer golpe y pasas al ataque. Crees estar leyendo mis movimientos como cuando sólo era un muchacho. Pareces haber olvidado que mi habilidad con la espada me granjeó un puesto como guardaespaldas del shogun. ¿Cómo iba a efectuar un ataque tan torpe salvo que fuera una simple finta? Me subestimas. Por suerte para mí, yo no te subestimo a ti. Tras recolocar tu espada sobre la mía, en tu ataque deslizando sobre el filo hacia mis manos no veo ninguna apertura importante que me permita hacerte una herida relevante, pues no noto suficiente fuerza en tu movimiento. Levanto por tanto la empuñadura de la espada, poniéndola vertical hacia el suelo y doy un paso a la izquierda, aislándome así de tu hoja a mi derecha. Como digo, has tenido el suficiente conocimiento como para no apostar todo a aquel golpe por lo que enseguida recuperas tu guardia y no puedo causar ningún estrago, pero la edad no perdona y no eres lo suficientemente ágil para evitar una fugaz estocada a tu muslo tras la que regreso rápidamente a la guardia vertical que había adoptado. La estocada apenas te roza, un pinchazito, pero lo suficiente para recordarte a quién te enfrentas. No me subestimes, carcamal.

Aprovechando que por el dolor en la pierna posicionas mal tus pies, elevo mi diestra y con ella la katana y efectúo un tajo cruzado hacia tu hombro. No es el movimiento más rápido, pero desde mi guardia no tenía muchas más opciones y es un ataque bastante seguro. Debería ser fácil de detener desde una guardia estable, pero quizás tus titubeo me permita herirte de nuevo.

 

- Tiradas (2)

Notas de juego

  Goi Sanosuke Matsuoka Hayate
  Ventajas Odio Cicatrices Ventajas Odio Cicatrices
Inicio 13 5 3 11 10 9
Envite 1 13   3 10   9
Envite 2 12   4 10   9

 

Cargando editor
25/05/2020, 13:11
Goi Sanosuke

Mis ojos se entrecierran al percibir que desvías mi ofensiva contra tu mano con facilidad, y lo hacen aún más cuando llegas a punzarme levemente la pierna. La adrenalina está por las nubes por lo que el dolor se siente lejano. Un ligero manto de sangre comienza a manar de la herida, la cual ni me digno a mirar. Después de todo, vuelves a arremeter contra mí, y perder el tiempo en trivialidades podría costarme caro.

Con un sencillo balanceo hacia mi diestra dejo que tu ataque pase, y como el que no quiere la cosa, en un movimiento poco ortodoxo logro deslizar el filo de mi katana sobre la parte superior de tu antebrazo siniestro antes de retirarme, abriéndote una ligera herida.

Según mi pie más atrasado se posa en el suelo, me impulso suavemente al frente, hacia la derecha, buscando tu lado muerto mientras el filo busca morder en un corte ascendente, esta vez, la parte inferior de tu antebrazo izquierdo..

- Tiradas (2)

Notas de juego

  Goi Sanosuke Matsuoka Hayate
  Ventajas Odio Cicatrices Ventajas Odio Cicatrices
Inicio 13 5 3 11 10 9
Envite 1 13   3 10   9
Envite 2 12   4 10   9
Envite 3 12   4 9   10