Partida Rol por web

[DM 05/20] Momentos en el tiempo

[Partida] Un momento único (Imperial y TortugoKamikaze)

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25/05/2020, 14:44
Matsuoka Hayate

El paso atrás de tu pierna izquierda, que yo creía debido al dolor en realidad era el comienzo de un paso circular y veo cómo te inclinas, adelantando también la pierna derecha, evitando así mi tajo cruzado y dándote una apertura para tajar mi antebrazo. Por suerte la posición que has adquirido es incómoda para un buen ataque y sólo logras un leve rasguño. Quizás sí que te estaba subestimando en cierta manera. Eres viejo, pero también condenadamente terco. Me queda claro que debo tener extremo cuidado contigo, más aún cuando aprovechas la inercia y te mueves hacia mi punto ciego, en el lado muerto de mi ataque lo que te aleja aún más de mi espada.

Deslizo mi pie izquierdo hacia atrás, rotando mi cuerpo, e intento interponer mi espada ante tu ataque, pero mi falta de visión por el lado zurdo me impide llegar a tiempo de impedir el tajo ascendente que dirigías de nuevo a mi antebrazo. Mi reposicionamiento hace que sólo logres otro corte superficial, pero ya son dos seguidos sobre mi antebrazo izquierdo y me pregunto cómo puedes seguir siendo tan hábil con la espada tras tantos años de politiqueo, además de por tu avanzada edad. Bien es cierto que hace tiempo que no tengo el honor de combatir con oponentes dignos y he debido mantener mi filo interior entrenando en soledad. Debo espabilar.

Mientras pienso todo esto, apenas una fracción de segundo ha pasado y tu espada aún asciende frente a mi, arrastrando una gota de mi sangre en el extremo del filo. Aún pasará al menos medio segundo hasta que puedas detener el impulso del arma y posicionarte en una nueva guardia, así que me agacho levemente hacia adelante y estoco a tu hombro derecho por entre el marco que forman tus brazos.

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Notas de juego

 

  Goi Sanosuke Matsuoka Hayate
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25/05/2020, 15:13
Goi Sanosuke

Gota a gota se acabará haciendo un mar...

Apenas percibo cuando mi espada rasga la carne, pero los tintes rojizos que comienza a tener tu brazo me indica que algo estoy consiguiendo, aunque aún no he tocado hueso. Tu estocada me toma en una posición no especialmente cómoda, pero logro evitarla venciéndome y recolocándo el paso sobre el que recaía el peso. El filo rasga la ropa, pero por suerte no logra encontrar carne. "Estoy viejo para esto." Pienso.

La nueva inercia me lleva a lanzar un tajo de retirada oblicuo contra tu hombro expuesto, y tras lanzarlo, aprovecho el impás para recuperar una posición estable. Respiro dos veces mientras veo un nuevo hilillo de sangre brotar de ti. Mi gesto serio y sereno, no varía ni un ápice. Los dioses sonríen a los justos.

Bajo el mentón y mirándote directamente al ojo, desde una guardia neutra cambio rápidamente a la alta para lanzar un golpe vertical, que busca encontrar tu frente.

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25/05/2020, 16:00
Matsuoka Hayate

No sólo fallo la estocada sino que además recibo otro tajo de regalo. ¿Qué me está ocurriendo? No puedo estar tan agotado del viaje a Edo. ¿Por qué este hombre en vez de una vieja gloria con ganas de morir parece un oni implacable?

Otro tajo vertical se dirige con fuerza hacia mi cabeza y me veo obligado a protegerme usando mi mano como refuerzo en el extremo de la hoja, conteniendo así el poderoso ataque recibido. Mi espada sin embargo se ve severamente mellada con el impacto, mientras la tuya permanece impoluta. ¿Qué clase de broma es esta?

Hastiado, haciendo fuerza en mi espada desde mis dos puntos de apoyo, empujo con fuerza tu arma hacia arriba y me abalanzo hacia delante, embistiéndote con mi hombro. Si en el arte de la espada, de alguna forma incomprensible, me había quedado atrás, tocaría utilizar otras estrategias que había aprendido durante los últimos años.

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  Goi Sanosuke Matsuoka Hayate
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25/05/2020, 22:03
Goi Sanosuke

En un acto desesperado, ante un ataque que con toda la mala fe buscaba encontrar tu frente, logras bloquear interponiendo espada, pero no lo haces con el reverso si no con la parte blanda. El detalle de la mella se me pasa por alto, pero tengo claro qué va a venir a continuación. Aún eres joven, impetuoso, y un tanto soberbio, yo en cambio soy viejo, y ya no tengo el músculo que tenía antaño. El instinto sugiere que vas a cargar peso para provocar que nos destrabemos, y así lo haces. Me dejo llevar por la inercia intentando mantener la guardia alta.

Tu siguiente paso me resulta... arquetípico. Conozco la defensa y la he practicado hasta la saciedad, pero mi cuerpo poco tiene que hacer contra la fuerza bruta, así que... en lugar de oponerme a ti, opto por redirigirte y dejarte fluir. Desde una posición alta, prácticamente erguida, observo tu embestida. Con el tiempo bien medido, echo un paso atrás cuando vas a impactar contra mí, dejándote con el equilibrio roto hasta el próximo paso. En el impás, atendiendo a que tu pierna no dominante va a ser la que apoye, me limito a darle una pequeña patada, poco más que un empuje en su mismo sentido, pero redirigiéndola hacia mi lado vivo (mi diestra, en este caso). Con tu espalda completamente expuesta, me limito a dejar caer con fluidez el filo contra tu dorsal, sajando tela, piel y carne antes de coger distancia de nuevo. Definitivamente, no era inteligente lidiar contigo a corta distancia.

 

A distancia de un paso de ti, se me escapa una mueca de desagrado. ¿Sería posible que, en un intento de protegerte durante mis entrenamientos, no te enseñara a lidiar con la frustración y el odio? Mirada y gesto se me tornaron serios. ¿Era posible que hubiese creado una gran espada, pero hubiese fracasado a la hora de templarla? Negándome a creerlo, lanzo un corte horizontal contra tu mano, buscando estudiarte y repelerte, más que el herirte en sí.

Por desgracia para mí, atendiendo a lo acontecido y a lo que estoy viviendo... esa reflexión parecía cobrar sentido.

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26/05/2020, 11:08
Matsuoka Hayate

Mi furibunda carga es desviada con facilidad y me encuentro trastabillando y con una laceración en la espalda. Un simple corte, podría estar muerto ya. Rechino los dientes mientras me doy la vuelta. Cierro los ojos un segundo mientras retrocedo un par de pasos y controlo mi respiración. Mi mente está en tinieblas, pero con la calma forzada aparece una lívida luz, y de ella surge el rostro de Maru. Me reconforta. Abro los ojos, más sereno. El dolor de los numerosos cortes me mantiene más alerta.

Atacas hacia mi mano de forma comedida. Detengo tu espada con un golpe seco a la derecha y, mientras tu filo se separa del mío por el impacto tras morderse ambos durante una fracción de segundo, ejecuto un tajo horizontal a la izquierda que rasga tu pecho, sin cortar muy profundo pero hiriendo. Con un paso atrás y una guardia simple evito tu posible represalia y vuelvo a estudiarte.

Dejaste que se mataran por nada —sentencio, mientras la sangre de tu pecho empieza a fluir. La mía cubre mi vestimenta por distintos puntos.

Sin esperar a tu respuesta, me lanzo al ataque con una serie de tajos oblicuos muy rápidos. La precisión no sirve contra ti. Eres como un cirujano de la espada. Así que te abrumaré con celeridad.

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26/05/2020, 11:39
Goi Sanosuke

Había sido indulgente, y ahora siento con claridad cómo el acero se abre camino entre mis carnes. La misma indulgencia que mostré antaño, manifestada esta vez de otra manera. Definitivamente, me había equivocado. Emito una suerte de gruñido fruto tanto del dolor físico, como de haberme dado cuenta tan tarde y en un momento como este de mi fatídico error.

Los dioses favorecen al justo, pero no al imbécil; o al menos, no suelen. Vuelvo a centrarme, y adopto una guardia neutra mientras mi nueva herida me empieza a arder y el dolor del pinchazo de la pierna comienza a despertar. Te escucho farfullar antes de que comenzara tu frenético envite.

Con cierto apuro retrocedo sistemáticamente ante ti. Ante el primer ataque cojo distancia con un paso largo atrás. Con el segundo me veo obligado a balancear el peso a la pierna rezagada, o me habría llegado el corte. Con el tercero, en una posición poco estable, me veo obligado a desviar tu ataque con un ligero impacto lateral de mi espada pero, al hacerlo, me parece percibir con claridad un patrón. He ahí la oportunidad. Cuando te dispones a cargar el cuarto, en el entretiempo me impulso levemente con la pierna retrasada hacia delante y, encarando el filo de la katana contra tu pecho, lanzo una estocada defensiva que logra emitir un ruido sordo y pararte en seco según impacta contra tu esternón. Unos centímetros más abajo y el combate se habría acabado.

Según poso el pie adelantado tomo impulso para retroceder de nuevo y, con la espada, te empujo  levemente para generar una mayor distancia; y hendir idealmente más profundo, pero el esternón no lo permite.

En un acto inconsciente, te respondo con automatismo y con un tono de genuino asco. - Hiciste que mi hija pretendiera a un asesino. A un criminal de guerra. - Según terminé de decir la última letra, avanzo lanzando un tajo oblicuo contra tu mano dominante.

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26/05/2020, 13:53
Matsuoka Hayate

Realizo varios tajos y me vuelvo predecible. Estúpido y descuidado. Hincas tu filo en mi pecho y un potente dolor me recorre el cuerpo. Por azar, la hoja se clava en el hueso y ni se hunde más ni se desliza sobre el mismo.

—¡AAARGH! ¡KISAMAAA!1 ¡No conoces la verdad sobre mí!

Tras empujar intentando clavar más la espada te retiras un paso y diriges un tajo a mi mano diestra. En vez de bloquearlo, lo que te habría permitido mantener el dominio sobre el intercambio, suelto mi mano de la empuñadura dejando que tu hoja corte el aire, y en que se dirige al suelo doy un paso rápido que al avanzar me protege del extremo de tu katana mientras estoco con la mía, sujeta únicamente por la mano zurda. Consigues girar la cara a tiempo de evitar que te ensarte a través de la cuenca de tu ojo, pero recibes un severo tajo en el pómulo.

Aprovechando que estoy tan cerca de ti, y que tu espada apunta más allá de mi cuerpo, devuelvo la diestra a la empuñadura y descargo la espada hacia abajo contra ti, más que en un tajo, en un intento de desgarrarte desde el hombro hasta la cadera.

—¡SHINE!2

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Notas de juego

1Kisama --> "Tú", de nuevo, pero traducible al español como un "hijo de puta" o algo así de fuerte.

2Shine --> "Muere".


  Goi Sanosuke Matsuoka Hayate
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26/05/2020, 22:26
Goi Sanosuke

Tus alaridos y justificaciones vacuas me son irrelevantes, aunque bien se merecen una respuesta. Pretendía dártela, pero me encuentro con tu acero buscando mi rostro, y solo por puro reflejo logro evitar un golpe fatal. El pómulo se abre y el dolor agudo me hace entrecerrar el ojo, momento en el que percibo tu próxima acometida. Demasiado tarde. Sin tener margen para apartarme o desviar en condiciones, solo me queda la huida hacia delante.

Penetro en tu posición, agachándome inclinado hacia adelante. Me estremece dolor, pero más aún el ruido sordo de tu filo impactando directamente contra mi hueso. Más concretamente, mi escápula izquierda. Llegas a hundirme un tanto la posición por la virulencia del golpe. Gracias a los Kami y las Fortunas, el destino ha querido que la parte mellada de tu espada fuera la que diera la mayor parte del golpe.

Dolorido, pero dentro de tu guardia, nos mantenemos un momento los dos estáticos y en silencio, sin llegar a comprender qué diantres había ocurrido. Mi mente divaga brevemente por tiempos pasados, tiempos de entrenamiento, cariño y amistad, tiempos cándidos sin malicia ni egos desbordantes. Tiempos de sonrisas e inocencia, tiempos donde otra mujer y otra hija eran la razón de mi vida y mi hogar. Estos pensamientos me llevan a hablar de nuevo, después de todo... las divinidades me han otorgado una nueva oportunidad.

- Hayate-kun. - Hablo con un tono de tiempos lejanos. Cercano, afable, casi tranquilizador, más propio de un tutor que, sin severidad, pretende reprender a su alumno. - Solo hay una verdad. - Junto a las gotas rojizas que surcan mi rostro, comienza a brotar una más salada, amarga y cristalina. - Mi mujer se quitó la vida cuando supo de tus correrías. No podía soportar que hubiese alentado la relación de... su propia hija... con un criminal, alguien que era capaz de matar incluso a un leal yoriki. - Sigue un pequeño quejido por mi parte, el filo clavado aún en mi piel y los dolores más que aparentes comienzan a hacer estragos. - El deshonor que trajiste a la familia... era tal que ni Maru-chan lo pudo soportar. - Por un momento cierro los ojos. - No supe de su muerte... hasta que terminó la campaña contra los rebeldes con los que te codeabas. - Suspiro de forma profunda, mientras más lágrimas manan de mis ojos. - Me lo arrebataste todo. Hayate-kun.

Acto seguido, reafirmando el agarre de la katana y dirigiendo el filo contra tu vientre, me levanto con fuerza hasta llegar a abrazarte, buscando hendirla... y ponerle fin a todo al llegar a tu corazón.

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Notas de juego

  Goi Sanusuke Matsuoka Hayate
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26/05/2020, 23:37
Matsuoka Hayate

Una gota de sangre salpica el suelo empedrado de la calle del mercado. Le siguen otras tantas y se unen a las muchas que ya han sido derramadas en el largo duelo. Aún quedan espectadores en las cercanías, guarecidos en los locales colindantes o en los callejones próximos. Observan anonadados cómo parecemos fundirnos en un abrazo. 

La verdad sobre la muerte de Maru-chan me ha pillado desprevenido. De alguna forma has conseguido colocar tu espada de tal forma que has podido hundirla en mi carne por debajo de las costillas. Atraviesa mis entrañas hasta mi corazón. Abro los ojos sorprendido, y toso un poco de sangre.

Cof... Yo... yo no soy nada de eso —te respondo entre estertores, defendiendo mi honor— Siempre he estado... cof... al servicio de los Tokugawa... en la sombra.

Dejo de sentir los dedos y mi espada se resbala entre ellos hasta caer al húmedo pavimento. Confuso, me apartas un poco de ti, pero me sujetas del yukata y por la espada hendida en mi carne. De otra forma caería al suelo de inmediato. Elevo mi mano izquierda, en la que aún noto algo de movilidad, aunque los dedos me hormiguean y noto cómo se debilita mi brazo. Busco entre los plieges de mi ropa y extraigo un pequeño sello, pero no llego a enseñártelo ni a entregártelo, pues se escurre entre mis dedos. No importa. Qué más da mi honor ahora. 

Vi... vi los kaiken en la tumba. C-creía que había sido cosa tuya. Lo siento...

De repente dejo de ver tu rostro y veo el cielo púrpura del atardecer. Un golpe seco. He caído al suelo. ¿Me has soltado? No lo tengo claro. El cielo púrpura se torna tenebroso conforme la vida abandona mi cuerpo.

De todas formas, no tenía sentido seguir viviendo así —digo ya casi en un susurro—. Llevo cinco años vagando como un fantasma... ahora al menos volveré a verla...

Una vez más, las tinieblas se disipan cuando el rostro de mi amada aparece ante mi, envuelto en una luz que esta vez es cegadora.

—M-Maru...

Su nombre es la última palabra que abandona mi boca.

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28/05/2020, 11:28
Goi Sanosuke

Pese a la sorpresa, no, no te había soltado. Había intentado mantenernos en pie, pero ni mis fuerzas ni mis heridas me lo permitieron. Cuando tus piernas te fallaron, nos fuimos los dos al suelo.

Inmediatamente me reincorporo y acabo arrodillado junto a ti. Te acompaño en tus últimos momentos, concediéndote silencio para que puedas morir en paz... pero cuando tu cuerpo pierde el tono, y tus ojos lucen ya sin vida, murmuro para mí.

- Dudo que acabes en el mismo lugar mi hija después de lo que has hecho en vida, Hayate-kun.

Al erguirme para proceder a levantarme, mis ojos reparan en el sello buscabas y que ahora descansa tirado en el suelo. A simple vista reconozco la heráldica allí representada. Por un momento me pongo tenso, ¿realmente tenías algo que ver con los Tokugawa? Si era cierto o no, era irrelevante. Cara al público que un... "delincuente" porte algo como aquello podría levantar suspicacias poco convenientes contra el recién consolidado shogunato. El sentimiento del deber aflora de nuevo. Convenientemente apoyo la mano zurda sobre el pequeño objeto, lo agarro al formar un puño con el que apoyarme y aprovecho para levantarme mientras que con la diestra saco el acero de entre tus entrañas.

Cojeo. Soy incapaz de mantenerme completamente erguido, pero la espada no puede seguir por más tiempo desenvainada. Con un rápido gesto sacudo la sangre del filo hacia el suelo. Introduzco la mano siniestra en la parte interior del kimono, a la altura del pecho, que acaba manchándose con mi propia sangre, y aprovecho para guardar el sello mientras saco un paño en no muy buen estado a consecuencia del combate, con el que procedo a limpiar con cuidado la katana antes de envainarla; mis ropas podrán encontrarse sanguinolentas, ensuciadas por el polvo y tierra después de la caída, pero la espada ha de quedar impoluta, como el honor y el alma.

Tomo aire pesadamente, pues mi respiración se encuentra desbocada y debo controlarla. La musculatura tiembla levemente fruto de las heridas y de la descarga de adrenalina. Doblando la manga del kimono, con el reverso procedo limpiarme el rostro. Limpiarme de lágrimas más que del polvo o de sangre, por el qué dirán. Observo tu cuerpo muerto, sin ánimo. Había cumplido mi promesa, pero no encuentro regocijo alguno. Tampoco lo buscaba. Era algo que debía hacerse.

Me meso la barba con la mano diestra, cavilando las implicaciones que has podido tener en el asunto de la rebelión. Sabía a quién realizar las preguntas pertinentes, pero tal vez no fuera conveniente. Miré hacia mi diestra. Prácticamente a la carrera, uno de los yoriki de Edo junto a varios doshin se aproximan hacia mí. Percibo como abren sus bocas, deben de estar gritando, pero los percibo lejanos. Cuando me dan alcance reconozco al yoriki Takeda Kichiro. He tenido algo de trato con este hombre debido a mis investigaciones. Pertenece a la nueva generación de los Takeda, hijo de uno de esos pocos con Takeda que siguieron con vida después de su derrota frente a los Tokugawa. Es joven y honorable hasta la muerte. Me interroga, pero apenas le oigo. Percibo preocupación por mí en su rostro, pero yo solo puedo preocuparme de una cosa: ¿qué ocurriría si descubriera él el sello? Mi mirada se pierde en el entorno pese a tenerle delante. Te mira, me mira, posa una mano sobre mi hombro sano e inmediatamente dos de sus doshin vienen a ayudarme.

Se agacha levemente y me mira a los ojos. "Sanosuke-dono." Le oigo decir mi nombre. Mi mente es una vorágine de pensamientos, pero finalmente logro poner algo de orden y alcanzo a hablar, con voz más o menos serena y firme. - Que se sepa que el rebelde cristiano y criminal de guerra, Hayate, ha muerto. - Si el propio shogun te tuvo como espada en la sombra... en la sombra te has de quedar.

He de abandonarte... por ahora. Dejando descansar parte de mi peso sobre sus hombres, permito que me lleven ante el "matasanos" para que trate mis heridas. Al menos... sé a ciencia cierta que el misionero portugués ha renunciado a su fe. Qué complicado es intentar mantenerse digno cuando las fuerzas fallan.

***

Han pasado muchos años desde que nos conocimos, pero ahora que lo pienso, tal vez los dioses te pusieron en mi vida por un buen motivo. Nací predestinado a hacer grandes cosas, y en mi vida no había logrado nada relevante... hasta ahora. Viniste a mí y te entrené lo mejor que supe. Creciste conmigo, y pronto te convertiste en uno de los mejores espadachines que ha conocido Edo. Por desgracia, la grandeza no acostumbra a conseguirse sin sacrificios; mi familia... y tú mismo. Todo esto nos ha llevado a este momento. Por ellas te exiliaron y por ti murieron. De alguna forma, juntos hemos dado caza a los rebeldes, y juntos hemos logrado expulsar la falsa fe del imperio.

Una vieja espada quedaba expuesta reclamando la atención, quedando bien visible ante el público, mientras una segunda se movía de forma sibilina llegando a mellarse en la sombra. Pero son solo eso... espadas, herramientas con las que se busca conseguir un fin. Nuestra función había concluido. La vieja herramienta, bien cuidada, siempre fiable volverá a su lugar, pero la otra... la otra se asumió como desechable, se le asignó el peor trabajo de los dos y tras cumplir su cometido... finalmente se rompió.

Definitivamente los dioses sonríen al justo. Pero he de decir que sus designios son... demasiado caprichosos y enrevesados.

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29/05/2020, 03:13
Narrador

Una de las puertas laterales del gran salón se abre dando paso a un hombre a la estancia completamente vacía salvo por la presencia del shogun.

¿Cómo es que tarda tanto? Hacerme esperar no es la mejor idea cuando pretendes recuperar tu honor. Será que pretende servirme como espía otros cinco años más... —se queja el hombre más poderoso del país, sentado en su sobrio trono.

Me temo que no va a venir, mi señor —dice solemne el hatamoto Yoshinobu—. Al parecer ha fallecido de camino al castillo.

Iemitsu se limita a enarcar una ceja, en gesto de sorpresa.

Según me informan los yoriki, Goi Sanosuke-san se ha encontrado en el mercado con el rebelde cristiano y criminal de guerra Hayate, según las propias palabras del mismo Goi-san, y ha puesto fin a su vida. Estamos interrogando a algunos testigos. Al examinar el cadáver no se ha hallado nada fuera de lugar, lo que es bueno de cara a las actividades encubiertas, pero plantea la duda de dónde está el sello. Habrá que avisar a los agentes por si cayese en malas manos.

El shogun se queda pensativo, con el abanico plegado apoyado contra el mentón.

Una verdadera lástima. El chico era bastante bueno. En fin, qué se le va a hacer. Encárgate de todo, como siempre —sentencia agitando el abanico e instando a Yoshinobu a abandonar la sala.

Unos minutos después, pensativo, el shogun abandona el gran salón y vuelve a sus quehaceres. El país no se dirige sólo...

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29/05/2020, 22:39
Narrador

***

Cuatro años más tarde, próximos al invierno.

 

Dentro de un cementerio, Sanosuke se encuentra sentado junto a una tumba bastante descuidada. Es medio día, pero hace viento y frío. Al menos el viejo cuerpo del metsuke encuentra confort en la agradable caricia de Amateratsu. De forma lenta, metódica y respetuosa, se dedica a limpiarla y quitarle las malezas mientras suelta un soliloquio. Su cuerpo ya no es el que era, y algunas de las heridas fruto de su última gran pelea no sanaron como deberían a consecuencia de la edad. Un bastón lo acompaña allá a donde va, y apenas es capaz de levantar el brazo izquierdo. Aun así, se esfuerza en ser diligente y en honrar al difunto.

Una mujer se acerca a una tumba próxima, impoluta y bien cuidada. Vuelve a limpiarla por costumbre más que por necesidad, prende incienso, realiza una ofrenda de sake, y dedica una oración por el difunto. Al terminar con el ritual, se percata de la presencia de Sanosuke, y de que se encuentra cuidando de aquel sepulcro que parecía abandonado, pues jamás había visto a nadie preocuparse por su mantenimiento... ni por mostrar respeto al hombre que allí reposaba. "Matsumae Ryuichi." Recuerda el nombre escrito en ella. Había asumido que se trataba de un hombre huraño, arisco y sin familia, por lo que no puede evitar mirarle extrañada. Pero el soliloquio sigue, y por... decoro, decide dejar a Sanosuke tranquilo y abandona el lugar.

- ... y entonces... acabé con su vida. - Comenta el viejo con tranquila naturalidad, mientras prosigue con los cuidados de la tumba, y profiriendo algún que otro gruñido según se tiene que recolocar. - Llevaba un... anillo. - Musita brevemente en voz baja. - Que lo vinculaba con los Tokugawa. Lo oculté y me trataron las heridas. - Por deferencia al muerto, omite la parte en la que las curas son realizadas por un misionero gaijin. - En mi... convalecencia, con toda su cohorte el propio shogun se pasó a preocuparse por mi existencia. Más bien por su propia... seguridad, pues al fin y al cabo un viejo como yo había matado a alguien que antaño había pertenecido a su guardia. Recuerdo que estaba febril, y ante la insistencia del converso con que necesitaba reposo, me quedé a solas con Tokugawa-dono mientras al otro le daban unos latigazos por... no saber mantener la boca cerrada. Recuerdo que aun tumbado, e incapaz de moverme, le hablé con impropia franqueza. Vencí porque los dioses me lo permitieron y porque debía hacerse justicia con mi familia. Además de porque el tonto de Hayate-san debía de haber perdido el ojo contra los Yagyu; sus capacidades en verdad no se correspondían a las del hombre que entró a formar parte de su guardia... aunque yo mismo le entrené y conocía su carácter, todo hay que decirlo. Sea como sea, al parecer el shogun se quedó más tranquilo. Recuerdo que en algún momento mientras hablaba al respecto le tendí el anillo, y aunque no llegué a mencionarlo entiendo que lo cogió, pues no he vuelto a saber de él. Para nuestra suerte, Tokugawa Iemitsu-dono es  justo y magnánimo cuando lo desea, pues no obtuve reproche alguno por mis innumerables faltas... que no debieron ser pocas según el estado en el que me encontraba... menos mal.

Habiendo dejado la tumba impoluta, Sanosuke se inclina ofreciendo sake... y prendiendo otra varilla de incienso mientras continúa hablando.

- Siento que Hayate-san muriera así, sensei. Tal prodigio y tan poco... seso. Me temo que al intentar depurar tus enseñanzas le hice demasiado... complaciente y por tanto débil. Entiendo que por ello no supo respetarme como era debido, y prefirió cortejar a mi propia hija antes que serme leal a mí, su senpai, tutor y amigo. - Negaba con la cabeza, antes de servirse un poco de sake, brindar y tomar un breve trago. - Aun... con lo que hizo, no pude permitir que su cuerpo se pudriera en la fosa común. De forma poco... ortodoxa, trasladamos su cuerpo y lo enterramos en nuestra finca, alejado en el cerro más alto. Sorprendentemente a mí esposa le pareció bien, y ya que no podíamos... ponerle una tumba como tal, sugirió marcar su sepulcro plantando un álamo encima. Así, las próximas generaciones de los Goi podrían admirar la rectitud con la que crecía aquel único árbol, y nuestros descendientes podrían contarles mi historia y la de mi pupilo a sus propios hijos.

Tras un largo silencio,  continuó.- Sé… que mi tiempo en el Nin-dô se acaba. Pronto llegará la hora en la que deba presentarme ante los Diez Reyes y se juzguen todos mis actos de esta vida. Solo quería darte las gracias una última vez. Pocos te comprendieron y menos aún te apreciaron. Eras verdaderamente sabio, y aunque te tenían por un maniático disciplinadamente sádico, solo lo hacías por nosotros. – El anciano Sanosuke, asentía repetidamente con la cabeza, lentamente. – Nos dabas forma y nos templabas. Yo a Hayate-san le di forma, pero no lo supe templar… y se rompió. – Finalmente, tras otro largo silencio, concluyó. – Gracias por escucharme. Espero que hayas alcanzado la iluminación… o que la alcances en tu próxima vida, maestro.

***

Los últimos años Sanosuke los pasó más tranquilo, relativamente feliz, en familia, sirviendo a su señor como debía pero sin apenas cristianos por los que preocuparse. Tras la muerte  de Hayate, las noticias del encuentro corrieron como la pólvora. Algunos samurái y ronin se presentaron en su hacienda familiar, esperando ser admitidos como sus discípulos, pero el viejo Sanosuke ya no estaba para esos menesteres, y los rechazó a todos. En compensación les dedicaba una única corrección teórica tras que le hicieran una breve demostración, y con eso debían darse por satisfechos. No todos lo entendían, pero era lo que había.

Para 1647 percibió que su vida se acababa, su salud se deterioró rápidamente y, un par de meses más tarde de presentar los respetos en la tumba de su difunto maestro, falleció en su hogar acompañado de Kohana, su mujer, Kenzo y Anzu, su hijo y su hija de siete años, y finalmente Renzo, su hijo de tres. Tal y como temió en su momento, ya no podría verlos crecer. Los abandonaba siendo niños, pero tampoco lo lamentaba. Su mujer era de armas tomar y estaba convencido de que se las apañaría con las tres pequeñas fieras, y así lo hizo. Vivió viuda el resto de su vida, pero los crio tal y como Sanosuke había deseado. Renzo se acabaría desposando con la primogénita de los Matsuoka, Anzu encontró su esposo entre los Oda, y finalmente Kenzo viviría para convertirse en Kuge, tras un matrimonio conveniente con una Tokugawa de avanzada edad.

La descendencia de Sanosuke proliferó, y todos y cada uno de aquellos vástagos conocieron la historia de su abuelo y de su amigo y discípulo Hayate, recordado sin nombre familiar… por el posible qué dirán. Por ella aprendieron del valor del Respeto, de la Lealtad y del Honor. Puede que con el paso de los años la historia no fuera exactamente igual, pero su finalidad acabaría siendo la misma. Y… por si alguien se lo pregunta, no… Hayate no era el antagonista, sino un coprotagonista con su ancestro, pero el que por una serie de malas decisiones acabó por mal camino. Cumpliendo con su deber, pero por mal camino. ¿Sabías que en una de las versiones, Hayate se enamora de la hija de Sanosuke engañado por un yokai? Pero eso es otra historia.

 

Y… al igual que su alumno, Sanosuke también se presentó ante los Diez Reyes. Se encontraba en paz consigo mismo y tranquilo, y lo que ocurrió allí… Bueno, eso… eso definitivamente sí que es para otra historia.

 

 

Notas de juego

"La caricia de Amateratsu": Lo que vendrían a ser los rayos del sol. (Amateratsu es la diosa Sol)

Nin-dô: El mundo mortal.

Diez Reyes de los Difuntos: Deidades que juzgarán el karma del alma, y procederán a permitir su descenso o ascenso en las “esferas” de reencarnación más próximas a infierno o a la iluminación.

Yokai: Como algo muy genérico, se tratan de espíritus tradicionales del folclore japonés.