Partida Rol por web

[DM 05/20] Momentos en el tiempo

[Partida] Un momento único (Imperial y TortugoKamikaze)

Cargando editor
07/05/2020, 23:34
Goi Sanosuke

Recuerdo que según saliste por la puerta, despaché a Maru a entrenar de nuevo. Cuando me quise dar cuenta me encontraba con el ceño fruncido, meditabundo mirando a la nada. "Vaya par de bobalicones." Pensé, haciendo por no pensar en la obviedad de lo ocurrido, pues sentía que estaba haciendo genuina mala sangre de aquello.

No había forma, me estaba poniendo realmente tenso. Así que decidí levantarme e ir a por el kiseru. Lo rellené a conveniencia y prendí el contenido antes de salir por el mismo lugar por el que entramos, ya que el humo molestaba a mi querida y adorada esposa, y por deferencia a ella, siempre fumaba fuera... y aun hoy lo hago.

Te vi parado en la barandilla, y me aproximé haciendo acopio de voluntad para no decir absolutamente nada al suceso. Me apoyé en la misma, y di mi primera calada, larga y profunda. Sostuve unos segundos el humo, y lo exhale en la dirección contraria a la que te encontrabas.

- No sé si alegrarme o entristecerme por tu ascenso. - Me limité a decir en un tono más seco del que me gustaría admitir, pero ciertamente tratándote de nuevo como a un amigo y a la vez, pupilo. - Desde luego tu vida será más cómoda, pero como guardia personal del shogun... dudo que vuelvas a cruzar espadas de nuevo. - Volví a darle otra calada al kiseru, y hablé antes de echar el humo. - Ya no queda oposición alguna al shogunato.

Ahora sí, sin haber llegado a mirarte en ningún momento desde el... evento, exhalé en profundidad.

Cargando editor
08/05/2020, 00:49
Matsuoka Hayate

Tras unos minutos tomando el aire fresco ya me había serenado, al menos lo suficiente como para mirarte a la cara sin morir de vergüenza cuando saliste a fumar a mi lado.

No... no lo había visto así, la verdad —creo recordar que dije contestando a tus palabras, cabizbajo y mirándote de reojo.

Una extraña desazón se apoderó de mí. ¿Y si tenías razón? ¿Se apagaría mi esgrima como la llama de una vela a la que privas de aire fresco? Por suerte o por desgracia, eso no acabaría siendo cierto, pero en aquel momento no pudimos sino quedarnos en silencio, con la mirada perdida en la nevada campiña.

Mi mente volvió, ya más calmado, al desencuentro que había tenido lugar dentro de tu domicilio.

Sanosuke-sama... lamento si he sido incorrecto para con vuestra hija. No había visto nunca a una muchacha tan hermosa y temo haberme... propasado —intenté justificarme por las evidentes miradas inoportunas que había lanzado a Maru-chan durante su aparición, que dudaba se te hubiesen pasado inadvertidas.

Cargando editor
08/05/2020, 12:54
Narrador
- Tiradas (2)

Notas de juego

Maru-chan (Personaje clave: CODICIADO) está prendada de Hayate, por lo que Sanosuke recibe 1 marcador de elección.

El nuevo puesto de guardaespaldas de Hayate, aunque prestigioso, implica que quizás no vuelva a combatir, salvo entrenamientos, por lo que Hayate recibe 1 marcador de elección.

(Todos los marcadores asignados)

Conteo: Goi Sanosuke (4) / Matsuoka Hayate (3)


Ni Sanosuke ni Hayate se asignan cicatrices para lanzar dados extras.

Los jugadores consideran que ninguno de los dos ha representado el Respeto de una forma más significativa que el otro, por lo que nadie se lleva los +2 dados.


TIRADAS:

Goi Sanosuke (4 dados): 13

Matsuoka Hayate (3 dados): 7

Gana el "enfrentamiento" Sanosuke, que elige cómo terminar el capítulo.

Cargando editor
09/05/2020, 00:28
Goi Sanosuke

Ladeé brevemente la cabeza para mirarte, y aunque fue solo por un instante, lo que duró un parpadeo, pudiste percibir por primera vez en tu vida cierta hostilidad en mis ojos. Por más que había tratado de reprimirme, poco podía hacer si incidías en la llaga estando en mi propio hogar. La mirada seguía siendo severa, al igual que el tono de voz.

- Ciertamente es bella como su madre, y como toda joven a su edad, ya se le ha encontrado pretendiente de conveniencia que sirva a los intereses del clan y de nuestra familia. – Siguió una pausa, mínima, donde aproveché para retirar la mirada al frente y dar otro calo al kiseru. Tras echar el aire con cierta brusquedad, apunté: - Confío en que sabrás dejarla tranquila.

***

El resto de la tarde transcurrió tensa, aunque no silenciosa. Demasiados años conociéndonos y demasiado aprecio acumulado como para mandarlo todo al traste de un plumazo. Los días siguientes continuaron como si nada hubiera ocurrido, pero es innegable que, en mi persona, había prendido una llama y en consecuencia quedaron brasas… brasas que nunca dejaron de amenazar con reavivarse y causar un incendio.

Nuestros caminos se separaron de nuevo después de aquello, cada uno con sus quehaceres aunque coincidimos con mayor frecuencia en las cortes... aunque nuestra interacción acabó siendo... similar a la de antaño, pues pocas palabras deben intercambiar un custodio y un consejero.

Cargando editor
09/05/2020, 13:16
Narrador

El gran silencio
en la noche profunda
llena el alma.

*** Fin del Capítulo 1 ***

Notas de juego

Goi Sanosuke recibe 4 ventajas.

Matsuoka Hayate recibe 5 marcadores de odio.

Cargando editor
09/05/2020, 13:22
Narrador

~ CAPÍTULO 2 ~

 

El sable quieto
corta desde su vaina
el pensamiento.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Virtud

VII. Chuugi: Lealtad. La lealtad es más preciada que la vida misma.


Tema clave

TEMA CLAVE II: EL MOMENTO EN EL QUE TE PASASTE DE LA RAYA

—Recuerdo lo que hiciste para que todo esto empezase…


Personaje clave

EL CATALIZADOR

Esta persona es, en muchos sentidos, la razón por la que
se produce el momento único.


Matsuoka Hayate recibe 2 ventajas (como jugador activo en capítulo con tema clave).

Cargando editor
09/05/2020, 15:54
Matsuoka Hayate

Verano de 1636.

Recuerdo con claridad el canto de las cigarras en los jardines del castillo del Shogun. Maru-chan y yo paseábamos por ellos a la par, pero separados un metro, mientras conversábamos. Había vuelto a venir a Edo sin tu conocimiento, pero con el beneplácito de su madre, para verme una vez más, como llevaba haciendo casi un año.

Debemos comunicárselo a tu padre de una vez, Maru-chan. Sigues prometida con uno de los Yagyu y sólo está en su mano cambiar eso, si de verdad queremos estar juntos —le dije con seriedad, la preocupación en mi corazón por cómo te tomarías este asunto, que era en sí mismo un insulto a tu persona. Más aún teniendo en cuenta el tiempo que llevábamos ocultando nuestros encuentros.

Lo sé, Hayate-kun... —me contestó, compungida— pero aunque contamos con el apoyo de mi madre en esto, temo que no atienda a razones. Tú ya sabes lo cabezota que puede llegar a ser.

No te preocupes —intenté tranquilizarla— yo le haré entrar en razón. Vuelve a Edo en un par de días, ¿no es así?

Ella asintió, y a la sombra de un viejo cedro, ocultos de ojos indiscretos, nos fundimos en un profundo abrazo.

***

Unos días después.

Había dejado encargado a un criado de estar atento a tu llegada. En que pusieses pie en el castillo, si estabas libre de asuntos oficiales, debías ser informado de que teníamos un asunto urgente que tratar, y dirigido a mi habitación privada. Terminé mi turno de tarde vigilando los aposentos del shogun y ese mismo criado se acercó a mí, indicándome que ya me estabas esperando.

Con decisión, me dirigí hacia mi alcoba, en una de las ramas laterales del edificio principal del castillo. Lejos quedaba ya aquel muchacho que, inexperto y temeroso, balbuceó en presencia de tu hija al conocerla. El tiempo pasado juntos había fortalecido aquellos sentimientos que parecieron aflorar a primera vista. La valentía y convicción de Maru-chan se habían filtrado poco a poco, visita a visita, dentro de mi ser, sustituyendo mi indecisión previa en muchos aspectos de la vida que no fueran el camino de la espada, que era lo único en lo que había mostrado esa faceta previamente. Ahora era un hombre más completo, mejor, y todo se lo debía a ella.

Corrí la puerta de papel washi que otorgaba acceso a mi habitación y te encontré allí, dando vueltas. Parecías inquieto. Probablemente te hubiera sorprendido mi llamamiento. Recuerdo que fuiste a abrir la boca para decir algo pero no te di tiempo a pronunciar ninguna palabra.

Prácticamente me arrojé al suelo, postrándome ante ti 1.

¡Goi Sanosuke-sama! ¡Concededme la mano de Maru-san! ¡Os lo suplico!

Notas de juego

1 dogeza - una reverencia en la cual la persona se sienta en el suelo sobre sus rodillas, inclinándose hasta que su frente toca con el suelo. Se utiliza cuando la situación es tan difícil de solucionar, que no hay otra opción que usarla, como por ejemplo durante la comparecencia de un directivo tras la quiebra de su empresa, o una catástrofe natural cuyos efectos podrían haber sido minimizados.

Cargando editor
09/05/2020, 22:52
Goi Sanosuke

Abrí ampliamente los ojos por la sorpresa y pregunté por inercia. - ¿Qué? - Tu actitud me había cogido completamente de imprevisto, especialmente por la voz tan terriblemente alzada que habías usado. Había protocolos perfectamente establecidos y formas de proceder para estos menesteres, pero te los habías saltado absolutamente todos, y con creces. No paso ni un instante en lo que me costó procesar la pregunta, la respuesta fue directa y sin duda tanto hosca. - No.

Por aquel entonces desconocía la motivación real de todo aquello... pero también he de decir, que a la persona que escuché y a la que respondí fue a Hayate-kun, un muchacho prácticamente imberbe y no a Hayate-sama, de la misma guardia del Shogun. Si bien la respuesta fue franca y directa, tenía preocupaciones de mayor envergadura en la cabeza como para atender un momento de estupidez de un buen pupilo y mejor amigo. 

- Levántate, y no alces tanto la voz. - Sin duda alguna, la voz dada habría llamado la atención de algún criado o algún otro invitado o servidor de alguna de las habitaciones colindantes. Mi papel de mentor había quedado relegado a un segundo o tercer plano hace mucho tiempo ya, pero de forma instintiva salía al frente cuando la ocasión lo requería. - La discreción es una de las virtudes mejor valoradas en un guardia. No lo olvides.

Y sin añadir nada más, quedé mirándote sin mirar, distraído por una vorágine de pensamientos que parecían alejarme de la realidad que me estabas intentando contar.

Notas de juego

"¿Boda? Tararí." - Marcador para Hayate.

Cargando editor
10/05/2020, 18:06
Matsuoka Hayate

Contestaste con un seco 'No' al instante, pero no parecías enfadado sino confuso, y tus siguientes palabras reforzaron esa sensación. Me incorporé como me pediste y pude observar que estabas claramente distraído, tu mirada perdida en algún punto indefinido más allá de mi persona, mientras cavilabas vete a saber qué.

Hablo en serio, Sanosuke-sama. Maru-san y yo estamos enamorados.

Con férrea determinación procedí a informarte de los encuentros que habían tenido lugar entre Maru y yo, asegurándote que ninguna línea de las marcadas por la decencia se había cruzado. Cuando te relaté todo el contexto, insistí, pues parecía que las explicaciones te habían devuelto, aunque fuera por un momento, a la habitación que en ese momento compartías conmigo.

El pretendiente con el que planeáis desposarla ni siquiera la conoce. Maru-san no desea ese matrimonio, y será infeliz en él. Yo tengo un gran puesto como guardaespaldas del shogun y podremos vivir una vida plena aquí en Edo. Os juro por todos mis ancestros que la amaré y protegeré mientras viva. Esta promesa ya se la hice a ella en persona. —dije arrodillándome de nuevo y ofreciéndote mi katana.

Había sido unos meses antes, con nuestro amorío in crescendo tras habernos revelado finalmente nuestros sentimientos el uno al otro, cuando le hice aquella promesa a Maru-chan. Una promesa que nada podría impedirme cumplir, o eso creía yo en aquel entonces.

Con todas las cartas sobre la mesa esperaba que comprendieras que negarte a nuestra boda era un gesto fútil, puesto que conociendo lo atrevida que era tu hija, sabrías perfectamente que sería capaz de casarse en secreto conmigo, aun sin tu permiso, en caso de que siguieras negándote de forma cerril. La otra salida que te ofrecía de forma velada, mediante mi propia arma, era acabar conmigo allí mismo, algo que tenía la certeza de que no tendrías el estómago de hacer. En aquel tiempo, por lo menos.

Notas de juego

Maru-chan se opone al matrimonio de conveniencia que había planeado su padre. Sanosuke gana un marcador de elección.

(Quedan 5)

Cargando editor
11/05/2020, 11:19
Goi Sanosuke

En algún momento mientras me relatabas la sarta de indecencias y de cosas impropias que como samuráis habíais cometido, cerré los ojos y, llevándome la mano diestra al nasal, me los froté con suavidad. Cuando acabaste, finalmente los abrí y con gesto adusto respondí de la forma más serena posible... aunque pudiste notar una vena palpitante y bastante acelerada en mi cuello.

- Vamos a ver... - Volví a negar directamente con la cabeza y te miré con absoluta frialdad. - No estoy para gilipolleces de amoríos adolescentes. - Y lo que continuó sonó gélido y tajante, cual corte de una cuchilla de hielo. - Tengo los acusadores ojos de mis superiores clavados en la nuca. La actividad cristiana ha aumentado y se piensan que es por negligencia mía, siendo que es gracias a mí que están saliendo los casos a la luz. Se está tramando algo importante, pero aún no sé ni cómo, ni cuándo, ni dónde. - Siguió una pausa, mínima, lo justo para coger aire y añadir. - Maru-san es joven y estúpida, como lo eras tú, y lo éramos todos en su momento. Ni sabe lo que le conviene a ella, ni sabe lo que le conviene a la familia. - Cerré el tema con un gesto de mano y la voz más seca si cabe. - Se acabó, y por nuestra amistad, no vuelvas a molestarme con este asunto. - Ya había tenido suficiente. Te rodeé dirigiéndome a la salida, y tras correr la puerta, volví a mirarte y te pregunté directamente, pretendiendo cerciorarme de que habías captado el mensaje. - ¿Te ha quedado claro?

El tono, las formas, y la actitud eran las propias de alguien que le respondía a un amigo que había roto toda suerte de protocolo, y que en su necedad, no se estaba dando cuenta de que estaba llevando la contraria al que no solo era su senpai, sino que además se trataba de alguien de mayor edad y estatus que él. Inciso que me aseguré de recordarte.

 

 

A decir verdad... con cualquier otra persona el proceso y el resultado habría sido muy diferente. Lo único que evitaba que exigiera represalias era nuestra amistad y el aprecio que tenía al recuerdo de cuando eras pequeño. Ya me habías faltado al respeto... innumerables veces, tantas como las que te viste con mi hija sin mi permiso, y a su vez, ya habías traicionado la confianza que tenía en ti. Si en ese momento... maldita sea... si solo en ese momento hubiese sido más contundente contigo... todo... todo habría sido diferente.

 

 

En esta calle transitada, mientras los gritos continúan y estudiamos las posibilidades que brinda la distancia, mis ojos se humedecen momentáneamente.

Cargando editor
11/05/2020, 18:31
Matsuoka Hayate

Decidiste zanjar la conversación y salir de allí, como si aquello fuera a solucionar la problemática que se te había planteado. Debiste pensar que tus meras palabras pesarían más sobre mi persona que el intenso amor que sentía por tu hija. Por eso no viste venir lo que ocurriría unos días después. Pero en aquel momento agaché la cabeza y dejé la espada en el suelo, mirándote de reojo con rencor, sin contestar a tu última pregunta. Te marchaste sin respuesta igualmente.

***

~ Una semana tras la discusión ~

Había hecho ya mis averiguaciones y recorría las estrechas calles de un barrio exterior de Edo. Conociendo la identidad del futuro marido de Maru-chan, por tu designio al menos, no me fue difícil conocer dónde residía, por dónde solía moverse. Menos aún teniendo en cuenta que era de una familia de renombre, por lo que siempre había alguien con los ojos puestos en él o sus congéneres.

El cielo empezó a chispear cuando me aproximaba a mi objetivo. Un pequeño salón de té donde al parecer solía refugiarse el susodicho por las tardes, junto a algunos amigos. Por lo que había oído de él, se trataba de un joven noble, algo mimado. No esperaba que me causase ningún problema. El chispeo se convirtió rápidamente en un aguacero, pero no podía importarme menos aquella tormenta de verano.

Entré en el local empapado y chorreando agua. Un grupo de tipos de aproximadamente mi edad charlaban en una mesa bebiendo saque. Uno de ellos se giró hacia mi con un comentario que supongo consideró apropiado, pese a ser una obviedad.

Cómo está el tiempo, ¿eh?

No me molesté en contestar.

¿Yagyu Kisemaru-san? —pregunté al grupo, sin muchas ganas de adivinar cuál de aquellos era.

Soy yo, ¿qué ocurre? —contestó el segundo más bajito de aquellos tipos.

Pretendéis desposaros con Goi Maru-san, ¿no es así? —mi interior comenzaba a bullir con enojo reprimido— No lo puedo permitir. ¡Si la queréis tendréis que matarme! —grité desenvainando mi espada y provocando miradas de terror en alguno de los presentes— Soy un hombre de honor. Desenvainad vuestro acero y luchad conmigo. Si renunciáis a la boda, sin embargo, no tendré ninguna cuenta pendiente con vos y os doy mi palabra de que no os haré ningún daño.

Desconozco si mis ropajes me delataron como guardia personal del shogun, o simplemente fue porque actuaba como un lunático, pero todos los demás presentes se apartaron trastabillando, formando un círculo abierto en cuyo centro quedó Kisemaru, balbuceando.

 

Cargando editor
12/05/2020, 11:42
Narrador

Ciego de amor, poseído por un yokai, maldito por el Señor Luna o fuera la razón que fuera para semejante conducta, la irrupción fue propia de un perturbado mental, y no de un honorable samurái. Aquellas gentes de alta cuna, en shok, que habían estado felizmente pasando la velada, y ni en sus peores sueños se habían visto en una como aquella, por lo que fueron incapaces de reaccionar ante tal evento.

Completamente descolocado, a Yagyu Kisemaru le costó incluso comprender la pregunta, tanto que entre sudores fríos apenas logró responder.
- ¡Va~ale! Va-vale. ¡Lo que tú quieras! - Dijo, mirando alternativamente la katana y tus ojos. - Pe-pero tran-tran...quilo y guarda la espada. - Encogió la cabeza sutilmente y añadió más que preguntando afirmando, fruto del miedo. - ¿Por favor?

 

El común de los allí presentes estaba prácticamente tanto o más bloqueado que Kisemaru, ya que ninguno se dignó a articular palabra o a reaccionar de forma mínimamente digna o violenta. Puede que todas sus catanas hubieran sido convenientemente colocadas junto al armero tuviera algo que ver... o no, pues aún portaban la wakizashi.

Te habías convertido en un tiburón, y aquel particular banco de peces se apartaba a tu paso.

Cargando editor
12/05/2020, 21:33
Matsuoka Hayate

Miré fijamente a aquel hombre y, aunque mantuve un rostro serio e imperturbable, por dentro no pude sino sonreír. No tenía ninguna intención de luchar por el corazón de Maru-chan, como ya había supuesto. Era el destino.

No quiero tener más noticias vuestras, Kisemaru-san, salvo la de que habéis anulado el compromiso —sentencié envainando mi espada.

Con la misma rapidez con la que había aparecido me fui de allí, dejando tras de mí únicamente un charco de agua en la tarima del salón del té, y al grupo de jóvenes nobles cuchicheando. Salí de nuevo bajo la intensa lluvia sin que esta me importunara lo más mínimo y encaminé mis pasos de vuelta al castillo.

Unos días después me enteré por una misiva de Maru-chan que los Yagyu habían finalmente anulado la futura boda. Creo que nunca una carta me había hecho tan feliz. Tú, Sanosuke-san, habías partido de viaje otra vez y tardarías algún tiempo en enterarte de la noticia.

Lo que yo no sabía entonces era que, en profundo contraste con la facilidad con la que Kisemaru había renunciado al compromiso para proteger su vida, puesto que el enlace beneficiaba más los Goi que a los Yagyu, no renunciarían tan fácilmente a su rencor. Me había ganado la enemistad de los Yagyu, y aunque por aquella época aún no me podían tocar al ser uno de los guardianes directos del shogun, esperaron pacientes su oportunidad.

***

Un par de meses después. Otoño de 1636.

Durante tu ausencia, no me dormí en los laureles y junto con el amor de mi vida, la que yo creía mi futura esposa, empezamos a hacer los preparativos de boda. Informé a mi familia y mi padre me envió el colorido kimono que había vestido en su propia boda. Junto al kimono, en el mismo paquete una carta de mi madre felicitándome por mi suerte, e instándoles a informarles con tiempo de la fecha en que celebraríamos el evento, especialmente si iba ser durante el invierno para planificar el trayecto a Edo y no quedar atrapados en las montañas.

De tu rama de la familia se encargaron la propia Maru-chan y su madre, la siempre amable Hatsu-san, a la que se veía mucho más entusiasmada por el nuevo enlace que por el anteriormente fijado. Poco quedaba ya por hacer, mas que fijar una fecha y realizar el enlace.

Y fue cuando me llegó noticia de tu regreso. No habías vuelto a pisar Edo desde que pedí la mano de tu hija, pero para entonces ya te tenían que haber alcanzado las buenas nuevas, aunque funestas para ti y tus planes, supongo. Se me apoderó la congoja durante un momento. ¿Seguirías empecinado en impedir nuestra unión, ahora que nada ni nadie más que tú se interponía entre nosotros? ¿O, pese a tu más que probable ira, habías llegado a aceptar que nuestro amor era verdadero e ineludible? 

Cargando editor
13/05/2020, 20:27
Goi Sanosuke

1636. Semanas más tarde de haber recibido noticias.

La misiva ya había sido enviada. No había vuelta atrás.

Como un espectro, vacío y sin ánimo, observé las dos piezas que quedaban ante mí. El artesano, recomendado por un amigo íntimo, sin duda  era uno de los mejores de todo el archipiélago y era de confianza. Sus creaciones eran realizadas con los mejores materiales, y en conjunto a su talento y esmero, la factura resultante resultaba increíblemente bella, y el detalle, cuidado.

Pese a realmente no sentir nada, comprendí que eran perfectamente dignas y que cumplirían con su función. El coste fue alto, terriblemente alto, pero la situación bien lo valía. - Estas son. - Comente con voz tranquila y serena, antes de dirigirme al sirviente. - Realizad el pago, y consigue dos recipientes adecuados. - Volviéndome hacia el artesano, continué. - Probablemente sean lo más hermoso que haya visto en la vida. Gracias por todo. - y tras dedicarle una profunda inclinación, abandoné el local.

***

Otoño de 1636. De vuelta al hogar.

Con paso ligero aunque mortecino, abrí la puerta y entre en mí casa. Por costumbre saludaba, y así lo hice mientras me descalzaba y comenzaba a destrenzar el obi. Mi buena y querida mujer me abordó risueña, y me preguntó algo, creo que respecto a la boda, respondí con un sencillo - Ahá. -, sin haberla escuchado realmente y se fue más que contenta. Dirigiéndome a la tradicional pequeña palestra sobre la que descansaba mi armadura (al estilo Hotoke dō gusoku), coloqué el daisho en su pertinente atril, me arrodillé y observé el kabuto desde abajo. Me gustaría decir que pensaba en algo, pero no lo hacía. Una suerte de murmullo rondaba por mi mente, pero no decía nada en concreto. Miraba sin mirar, y veía sin ver. Simplemente existía... y bastante tenía en aquel momento con eso.

Emocionadas, ambas, vinieron a molestarme tanto Maru como mi mujer. Mis ojos se dirigieron hacia ellas, y de nuevo... no sentí, nada. Miraban mis manos. Ni me di cuenta de que aún llevaba aquellos pequeños cofres dorados con detalles en turquesa y jade,  motivo de mi... reprimido desasosiego y de su creciente furor. Sonreían e irradiaban tanto júbilo que ni se percataron de mi estado de ánimo. Mire por última vez los pequeños cofres… y librándome de aquella pesada carga, se los tendí a mi esposa. - No las abráis... aún. - Estallaron aún en mayor alegría y los cogieron... al menos... con el tiempo, me quedó el consuelo de saber que obedecieron.

Hasta que llegara el momento, si llegaba, envueltos entre las mejores sedas blancas que pude encontrar, los kaiken quedarían a buen recaudo.

 

***

Era febrero de 1637.

Aquel día, la reunión rutinaria en la corte del Shogun había evolucionado de forma extraña. Mi papel tendía a ser meramente presencial, simplemente hacer acto de presencia, y generalmente el que intervenía era el hatamoto Oda Yoshinobu; aquel que por suerte o desgracia me acabó… consiguiendo un sitio en la corte y al que rendía cuentas.

Pero, en lugar de dar por concluido el evento, el mismo Shogun nos indicó que nos quedáramos y aquello se acabó convirtiendo en un interrogatorio… hacia mi persona. El asunto, los cristianos. Me preguntó deliberadamente si debería preocuparse, a lo que respondí con algo más elaborado que un “no”, aunque dejé constancia que más pronto que tarde, el shogunato debería implicarse directamente en el asunto.

Cuando parecía que todo había terminado, mandó desalojar la sala, y una vez nos disponíamos a salir por el umbral… reclamó mi atención, y la puerta se cerró con Yoshinobu-sama fuera… y un servidor, dentro.

Una audiencia sin mi valedor resultaba un honor, impropio y del que no era digno, todo sea dicho, pero no era quien para rebatir la voluntad de un hombre como aquel. Me aproximé, tal y como me dijo, y me postré y humillé tal y como debía.

La orden que siguió fue directa, y sin adornos, aunque se encontraba tranquilo: Había escuchado los rumores sobre uno de sus guardias. Me exigió que le contase más detenidamente aquel suceso… y así lo hice.

(…)

Al terminar, por un sonido que produjo, deduje que hizo una mueca de fastidio, pero con la frente pegada al suelo poco se puede ver. Me dio una respuesta breve y te hizo llamar inmediatamente. Mientras tanto me mantuvo un rato a la espera, por si tenía alguna duda más que pudiera surgirle, pero no surgió. Finalmente me despachó, y mientras yo abandonaba el gran salón y me perdía por aquellos pasillos, tú ya te dirigías para entrar. Nos cruzamos por casualidad, pero no cruzamos palabras. Reparaste en mi presencia y me miraste, me viste con el rostro un tanto demacrado, luciendo como un espectro, vacío y sin ánimo. Yo percibí tu presencia, pero mi cuerpo no dio constancia de ello, y mi mente, tampoco. Continué andando, lúgubre, con aquellas incómodas ropas protocolarias, con la única idea en mente de abandonar aquel lugar. No recuerdo a donde fui, ni lo sé, y francamente… a día de hoy… tampoco es que me importe.

Notas de juego

Kaiken: Una daga/cuchillo de doble filo. Las mujeres los llevaban en su kimono, ya sea en un espacio de bolsillo (futokoro) o en la bolsa de la manga (tamoto) para defensa propia y para el suicidio ritual al cortar las venas en el lado izquierdo del cuello.

Cargando editor
13/05/2020, 23:16
Narrador
- Tiradas (2)

Notas de juego

Asignación de marcadores:

La relación entre Hayate y Maru se estableció y se ha estabilizado con el tiempo. 1 marcador de elección para Sanosuke.

Sanosuke se opone totalmente a la boda entre Hayate y Maru. 1 marcador de elección para Hayate.

De la misma forma, Maru no parece dispuesta a acatar el matrimonio de conveniencia propuesto por su padre. 1 marcador de elección para Sanosuke.

Sanosuke está sometido a graves presiones de sus superiores por la actividad cristiana, y de fracasar en su trabajo, podría haber graves consecuencias. 1 marcador de elección para Sanosuke.

Hayate, cegado por la frustración y el amor, se ha saltado protocolos y convenciones sociales llegando a amenazar al pretendiente de Maru. 1 marcador de elección para Hayate.

Kisemaru, el pretendiente de Maru, accede a las presiones de Hayate, por lo que parece que la boda no se llevará a cabo. 1 marcador de elección para Sanosuke.

Kisemaru y su familia, los Yagyu, se enemistan con Hayate por lo que ha hecho, aunque aún no le pueden hacer nada por ser un guardia del mismísimo shogun. 1 marcador de elección para Hayate.

(Todos los marcadores asignados).

Recuento: Goi Sanosuke (4) / Matsuoka Hayate (3)


Consonancia:

Los jugadores han acordado que Goi Sanosuke ha representado mejor la Lealtad. +2 dados.


Cicatrices:

Goi Sanosuke no se inflinge ninguna cicatriz.

Matsuoka Hayate se inflinge 4 cicatrices (+4 dados).


TIRADAS

Goi Sanosuke (6 dados) = 21

Matsuoka Hayate (7 dados) = 32


RESULTADO

Matsuoka Hayate es el vencedor. Elige como terminar el capítulo y recibe: 4 cicatrices y 3 ventajas.

Goi Sanosuke recibe 5 marcadores de odio.

Cargando editor
14/05/2020, 19:44
Matsuoka Hayate

Me sorprendió verte allí, abandonando el gran salón al mismo tiempo que yo era convocado a él. Además me habían convocado no de la forma habitual, sino a mí como persona, en lugar de como arma o guardián. Eso me creó una extraña sensación, un mal presentimiento. Ni siquiera te diste cuenta de que pasaba a tu lado. Llevabas evitándome meses, a pesar de que parecías haber dado el visto bueno para la boda, o al menos habías omitido queja alguna. Maru-chan nunca me lo llegó a aclarar. Desde luego no parecías el mismo hombre.

Mis pasos me alejaron de ti y me adentraron en el gran salón, hasta que a la distancia protocolaria, me arrodillé ante el mismísimo shogun, Tokugawa Iemitsu.

Levanta, Hayate-san. Han llegado a mis oídos unos rumores muy poco favorecedores a tu persona. Y uno de los implicados ha terminado de confirmármelos. Confío en que sabes de lo que te estoy hablando, ¿no es cierto?

... Sí, mi señor —asentí tras haberme incorporado pues por tu presencia allí no había equívoco al tema que se estaba tratando, evitando mirar al rostro del hombre más poderoso de Japón.

Estaba claro que los Yagyu habían hecho llegar esos rumores al shogun. Lo esperaba. Lo que no esperaba era que nadie hubiera podido confirmarlos. Sí, quizá alguno de los presentes junto a Kisemaru-san hubiera podido reconocerle. Cometió el error de ir vestido con los atuendos de la guardia personal del shogun. Pero estaba seguro de que no se había presentado ante ellos. Sin pruebas, le podían acusar de lo que quisieran, pero sólo le hubiera caído algún rapapolvo. Pero tú... Sanosuke-sama. Tú confirmaste toda la historia, ¿no es así?

Comprendes la posición en la que me deja esto, ¿verdad? Por muy románticas que fueran tus intenciones, estoy seguro pues te conozco Hayate-san, cometiste faltas graves al desafiar a alguien a un duelo fuera del procedimiento legal. Eso provocó anular un matrimonio concertado entre dos grandes familias. Y además, pusiste en entredicho la integridad y el honor de mi guardia personal al completo.

Conforme mi señor hablaba me fui percatando de realmente grave que era todo lo que había hecho. En mi fuero interno lo sabía, pero hasta ese momento la euforia había estado reprimiendo la preocupación que debería haber sentido. Crímenes como estos recibían siempre el mayor castigo. ¿Acaso había estado loco? Me esperaba la muerte, estaba seguro. Sin embargo, no notaba enfado en la voz del shogun. Fastidio, quizás, pero acompañado de un deje de expectación. Por algún motivo aquello le divertía.

Tus terribles crímenes no pueden quedar sin castigo, está claro. —hizo una pausa, que me pareció eterna— Por suerte para los dos, esta situación me viene como anillo al dedo. Mis informadores me han alertado de que se está gestando una rebelión contra el shogunato. Al parecer hay varios grupos implicados, pero el foco está en Shimabara. Necesito a alguien allí para infiltrarse en uno de esos grupos e informarme desde dentro. Sé que eres un muchacho capaz, confío en que esto no escape a tus habilidades. Así es cómo vas a expiar tus crímenes. De cara a la galería desde ahora estás exiliado. Se te privará de clan y de honor. Consígueme resultados y dentro de unos años te permitiré regresar y restituir tu honor...

El silencio invadió el gran salón mientras procesaba toda la información. El shogun confiaba en mí para una tarea tan importante, eso era un glorioso honor. Sin embargo... exiliado. Todo el mundo me trataría como escoria. A efectos sería como haberme castigado de verdad. Comprendí lo que pretendía el shogun, pero no pude sino sentir una lápida que se cernía sobre mis hombros. ¿Qué ocurriría con Maru-chan y nuestra boda? ¿De verdad tendríamos que esperar años para cumplir nuestro deseo? Esas eran las principales preguntas que me rondaban la mente en aquel momento. No pude ni alegrarme por el honor que aquello suponía o por conservar mi vida. Mi futuro con mi amada Maru-chan se me escapaba entre los dedos, pues sólo había una persona a la que le debía mayor lealtad que a ella, y era al mismísimo shogun. Tragué saliva, aceptando mi amargo destino, y pregunté.

¿De cuando tiempo dispongo, mi señor?

Hablad con Yoshinobu-san, él os dará todos los detalles. Pero debéis partir al amanecer.

Me postré de nuevo ante él, y le escuché murmurar.

Cuando llega una desgracia, un samurái debe alegrarse y aceptar la suerte que les ofrecida, por poder emplear así su energía y su valentía —dijo, como recitando un antiguo proverbio. Elevé la vista para mirar, por última vez en mucho tiempo el rostro de mi señor, aunque no fuera algo correcto, y pude ver una media sonrisa antes de que desplegara un abanico y me despachara con sorna— Ahora fuera de aquí, sucio ronin.

***

Horas más tarde, el hamamoto ya me había dado todos los detalles que necesitaba. Dónde debía ir, dónde contactaría con correos y agentes del shogunato. Protocolos a seguir en caso de ciertos sucesos. Con toda la información bullendo en mi cabeza, me había dirigido presto a mis aposentos. Con delicadeza, escribí una larga carta para Maru-chan, explicándole que no creyera todo lo que iba a oír de mí, rogándole que me esperase y disculpándome por no poder explicarle más. Prácticamente no dormí, pues en verdad escribí múltiples cartas, seleccionando al final la que consideré que mejor expresaba mis sentimientos sin llegar a revelar nada que pudiera ser información clasificada. A primera hora partí con mi petate, dejando la misiva en el servicio de correo del castillo.

Por primera vez en mucho tiempo, mis pasos me alejaban de Edo, y esta vez no sabía cuándo iba a poder regresar.

Cargando editor
14/05/2020, 22:03
Narrador

El mayor logro
consta en hacer algo
sin consecuencias.

*** Fin del Capítulo 2 ***

Cargando editor
14/05/2020, 22:05
Narrador

~ CAPÍTULO 3 ~

 

A diario viene
el recuerdo de tu voz
sin ser llamada.

- Tiradas (3)

Notas de juego

Virtud

VI. Meiyo: Honor Vivir y morir por honor. O cometer harakiri (seppuku) para preservar el honor perdido.


Tema clave

TEMA CLAVE III: LAS PROMESAS
—Recuerdo la promesa que le hiciste a (nombre) ...


Personaje clave

LA VÍCTIMA
Se trata de la persona que sufre la tragedia que el samurái no ha podido evitar. Aunque se pueda pensar que es un rol semejante al del catalizador, en realidad la función de este papel es potenciar la enemistad entre ambos samuráis.


Goi Sanosuke recibe 2 ventajas (como jugador activo en capítulo con tema clave).

Cargando editor
15/05/2020, 21:30
Goi Sanosuke

Era invierno de 1637.

 

El salón se sentía extraño.

Sin pasión alguna, volví a mirar en derredor. "Ya está todo." Pensé, antes de volver la mirada por última vez al atril donde, hasta ese momento, siempre había estado descansando la armadura. Extendí el brazo como si fuera a tocarlo, pero no era eso lo que pretendía. Mis ojos se posaron sobre el kote, el cual recorrí desde la parte más lejana hasta que desapareció tras el sode. Pertrechado para la guerra, en otra ocasión me habría maravillado por la factura de la armadura de mis ancestros, pero en el estado en el que me encontraba no sentía nada. Solo era sabedor de que no era digno de portarla. Tras presentar mis respetos, me retiré y salí al exterior.

Un par de criados Goi me esperaban junto a un corcel castaño, no especialmente grande, aunque sí recio. Ambos eran varones, pertrechados con yari y sencillas armaduras negras, sin simbología alguna. A uno le entregué la naginata; al otro, el kabuto. Miraba a la nada mientras mi adorada y querida esposa me anudaba convenientemente el sashimono.

Con su característica buena voluntad, me dedicó alguna palabra bella en el proceso; aunque no causó reacción alguna por mi parte. Una vez terminó subí al corcel, me ajusté el kabuto según se me tendió y coloqué convenientemente la naginata.

- Ten cuidado. - Me pidió, notablemente emocionada, mientras mi propia hija guardaba silencio mirando al suelo.

Le miré sin espíritu ni ilusión. Partía a la batalla dejando atrás el hogar, a mí hija y a mí mujer, pero estaba viejo, y morir en combate tampoco me importaba. Tal vez... incluso lo hubiera buscado si este estado de ánimo no me hubiera durado... tanto. Después de todo, motivaciones no me faltaban, y las que se supone que podrían suponer un impedimento... por aquel entonces no me importaban nada.

- Ha. - Sí, respondí seco y frío. Inmediatamente miré a los dos ashigaru y ordené la puesta en marcha. No volví a mirar atrás.

 

 

El último medio año había tenido que tomar medidas drásticas para tratar de disuadir a aquellos... estúpidos herejes de seguir cometiendo barbaridades, pero ni las ejecuciones sumarias ni las quemas fueron suficientes.

Como predije, los cristianos habían estado tramando algo lo suficientemente importante como para movilizar al shogunato, y así ocurrió. Escasos dos, tres meses antes, la insurrección estalló instigada por ronin, comerciantes, clases bajas y cristianos. Habían osado levantarse en armas contra el legítimo gobierno del Shogun. Sugerí aplastarlos personalmente, y a través de Oda Yoshinobu, se me hizo caso. El ejército del bakufu (shogunato) se movilizaba para aplastar una pequeña rebelión (normalmente delegada en el clan local, o en una pequeña congregación de clanes a lo sumo). La victoria estaba asegurada, y el mensaje que se pretendía mandar era claro y conciso: La disidencia no sería tolerada, y sería aplastada en el proceso.

Notas de juego

Kote, protector del brazo.
Sode, hombrera.
Kabuto, casco.
Sashimono, bandera típica que portaban los samurái en la espalda. En el caso concreto de Sanosuke, sería un modelo de menor tamaño (y con nombre particular) propio de las unidades de caballería.
Ashigaru, tipo de tropa compuesto básicamente por la clase plebeya (heimin). Portaban escasa armadura, y acostumbraban a ser llamados filas portando yari (lanza) o yumi (arco), pero en los tiempos del shogunato ya era común ver unidades armadas exclusivamente con teppô (arcabuces).

Cargando editor
16/05/2020, 09:27
Matsuoka Hayate

En las afueras de Shimabara.

Al amparo de la noche y con paso acelerado me dirigí al punto de entrega habitual, entre la vegetación detrás del Santuario de Iwado, a los pies del Monte Unzen. Cada dos semanas debía acercarme a este lugar, que estaba a una hora de camino de Shimabara, para proporcionar la información obtenida a uno de los agentes del shogunato. La distancia servía tanto para no poner en riesgo a los agentes como para darme tiempo a percatarme si alguien me seguía por los bosques del monte. La información requerida de mí iba variando cada vez, pero la semana pesada se me dijo que debía informar de nuevo antes del tiempo habitual, en una semana, sobre la localización esperada de los principales orquestantes de la rebelión en los siguientes días. Me había costado bastante obtener la información sobre alguno de los implicados, pero la tenía. Hice un alto y me escondí tras un árbol. Mientras esperaba, mi cerebro recapitulaba sobre los meses pasados.

~~~

Hacía tan sólo unos cuantos meses que había abandonado Edo privado de mi clan y de mi honor, por los crímenes que había cometido pero al mismo tiempo como pretexto para esta misión de infiltración secreta. Me había llevado un par de meses recorrer el país hasta la recóndita Shimabara, los cuáles aproveché para afianzar mi estatus de ronin y enemigo del gobierno montando un par de escándalos en locales de juego y en un puesto de guardia local. Los agentes de Yoshinobu me indicaron que hice bien, y que todo aquello quedaría apartado cuando terminaran mis servicios como infiltrado, pero que mientras tanto las fuerzas de la ley me buscarían de verdad y debía andarme con ojo. Así lo hice a partir de entonces, aprendiendo a comportarme como un verdadero criminal, ocultándome de la ley y cambiando de lugar cada pocos días, aunque reconozco que la paranoia que adquieres cuando te encuentras en una situación así me sirvió muy bien para muy diferentes propósitos.

Con la fama que me había ido granjeando, cuando llegué a Shimabara no me costó demasiado establecer contacto con los miembros de la incipiente rebelión. Eran muy recelosos al principio, pero un día me localizó un joven alguacil. Su cara me resultaba familiar, creo que llevaba más de una semana siguiéndome el rastro. Era muy tenaz y había logrado encontrarme de nuevo. No podía dejar que pusiera en riesgo mi misión y, si debía acabar con su vida, al menos aprovecharía para que su muerte no fuera en vano. Lo guié entre callejones hasta hacerle creer que había entrado en un pequeño local. En su interior tenían una breve reunión algunos de los rebeldes, y los sorprendió al abrir la puerta repentinamente. Lamentablemente para el muchacho, un veloz tajo de mi katana por su espalda segó su vida antes de que pudiera alertar a nadie. Pobre diablo. Pero su insistencia me permitió granjearme la confianza y la amistad de alguno de aquellos traidores, por lo que desde entonces le agradezco su entrega.

~~~

Había vuelto a pensar en aquel muchacho otra vez. No era la primera vida que segaba, pero hasta ahora habían sido criminales sin moral a quienes liquidaba para ganar algo de renombre. A los agentes de la ley me limitaba a herirlos para poder dejarlos atrás. Con un amargo regusto en la boca, devolví mi atención al camino y concluí que nadie parecía estar siguiéndome. Continué a buen paso, aún me quedaban veinte minutos hasta el santuario.

Finalmente llegué al lugar. Unos faroles iluminaban la escalera frente al santuario pero, como era habitual a esas horas tan tardías, los dos sacerdotes encargados de su cuidado ya estaban durmiendo, aunque lo comprobé como siempre, observando durante un rato. Evitando hacer ruido me dirigí a la parte trasera y avancé unos metros entre los matorrales. Oí el sonido de una katana saliendo unos centrímetos de su funda y localicé el brillo de la afilada hoja a un par de metros a mi izquierda. La figura en las sombras dijo el comienzo del santo y seña.

Si os adentráis en el camino inexplorado...

Al final aparecerán infinitos secretos —concluí, dando cuenta así de mi identidad.

El agente envainó de nuevo la espada y salió de entre las sombras. Poco importaba pues iba vestido de negro de la cabeza a los pies y con el rostro oculto.

¿Has conseguido la información?

Así es. He detallado los lugares más probables donde puedan estar los próximos cuatro días en este pergamino. No he podido afinar a un lugar exacto para cada uno, pero la lista es reducida.

Muy bien. Sigue actuando con normalidad los siguientes días. Cada amanecer, observa el puerto. Si ves un navío de velas rojas abandona Shimabara inmediatamente, hacia el norte. Encontrarás más instrucciones en una caja de madera bajo un banco frente al templo de Komyoji.

Asentí a las instrucciones y me marché. Todo apuntaba a que la rebelión tocaba a su fin. Regresé de inmediato al ryokan donde residía e intenté dormir algo. Recuerdo que aquella mañana miré con avidez el puerto, pero no, no era ése el día. Demasiado pronto. Tenía la vana esperanza de que con el fin de la rebelión terminase mi tarea y pudiera volver a casa, pero algo me decía que el shogun no estaría satisfecho con tan poco.