Partida Rol por web

Una vez entraron en el bosque, Sabine se lo pensó un instante antes de empezar a guiar al grupo. 

—Por aquí, así podemos atajar sin tener que encontrarnos con los mayores. Y además sé dónde hay unas ruinas y un coche abandonado, así que no nos perdemos segurísimo que no. ¿Viste cómo les gustó la galleta a las hormigas, Hannah? Seguro que cuando volvamos ya se la han llevado, porque las exploradoras avisan a las otras y van todas a trabajar en equipo. 

Iba parloteando y pendiente también de lo que le preguntaban a Em para ver si les contaba algo más de su vida de antes, que seguía siendo un supermisterio, pero cuando Mike se acercó ya toda su atención fue para él. 

—Ah… qué mala es esa Kirby —respondió también en voz baja, apretando los labios con todo el disgusto que le provocaba esa niña malvada—. Los dos, pero ella es la peor. ¿Qué podemos hacer? Espero que no se chive a los mayores de que tenemos a Em. 

Entretenida con eso, no se enteró del plan de trepar a los árboles y tampoco iba muy pendiente de mirar al suelo, porque iba hablando con Mike. Así que cuando escuchó a Elodie sonrió ampliamente y se acercó a mirar. 

—Hala, ¿qué es? Parecen huellas. 

Ni corta ni perezosa se agachó para examinarlas bien. 

Em negó a la pregunta de Hannah, no parecía entender tampoco los conceptos que le presentaban.

-¿Elfa?- arrugó el entrecejo, esforzándose por pensar qué quería decirle su nueva amiga, pero enseguida lo relajó al no encontrar nada en su cabeza relacionado con tales cosas. -¿Qué es?

La chica caminó con desgarbo por entre raíces y piedras y escuchó también las palabras de Alex.

-Pero yo ya sé hablar...- replicó, tampoco entendiendo qué quería decirle con aprender palabras nuevas. De hecho, el problema de Em no parecía ser que sus padres no le hubieran enseñado a hablar, era más que era una chica callada. Como Didi, la chica de trenzas rubias que pasaba las tardes en el parque con su libro de plantas. Era el tipo de chica que Elodie cruzaba muchos días en la biblioteca, saludándose vagamente cuando esto pasaba, pues ninguna quería hablar demasiado de sus cosas.

Elodie encontró una pista en el bosque y decidió seguir aquellas huellas. Sabine le ayudó con sus conocimientos para que no se perdiera y para que no diera otras marcas en el suelo como un rastro que les guiara a ninguna parte. Entre ambas hicieron al grupo recorrer un buen trecho hacia el interior del bosque. A veces se paraban y decidían por dónde seguir, pero finalmente retomaban las pistas y volvían a la dirección correcta.

Y tras aproximarse con cautela, porque los adultos no estaban demasiado lejos, encontraron a dos niños escondidos tras un árbol.

Eran niños muy pequeños para haber salido en una aventura. Ambos estaban muy pegaditos entre sí. El mayor de ellos tapaba su boca y la del otro niño, usando sus manos, para no hacer ningún ruido. Era evidente que se escondían y no querían ser encontrados. Ambos tenían raspones en brazos y piernas, así como la ropa sucia de tierra del mismo bosque.

Hannah no entendió a Alex con eso de un buen plan. Bueno, en realidad sí lo comprendió. Que tampoco era tan tonta. 

-Si nunca me hacéis caso, que más me da. -dijo, riéndose a continuación de buen humor. La verdad es que le traía sin cuidado lo que pensaran los demás de ella.

Observó las huellas -Si piensas en catástrofes te lloverán catástrofes, Elodie. Si piensas que veremos cadáveres no se qué hacemos aquí en vez de estar jugando en mi jardín o en el río. -Mordió una galleta, pensando que su amiga en realidad no quería salvar a esa familia de lo que fuese, de "algo peor" . Se lo dijo, masticando y sonriendo, tan alegre. -A ti lo que te gustaría es encontrarte que se han transformado en zombis o una nota de rescate de los reptilianos. 

Siguieron el sendero con Elodie y Sabine de guías -Una elfa es como una ninja, pero en el bosque. Van saltando entre los árboles y tienen sus casas en lo alto. Algunas son pequeñitas y otras como nosotras. Tienen las orejas en punta. Tú, no. Pero yo no se todo de los elfos. Mañana vamos a la biblioteca y lo miramos. -aclaró con su desparpajo habitual.

Cuando se toparon con los dos niños, Hannah mantuvo una distancia prudencial. No se acercó esta vez. Podía ser una trampa. ¿De quién? De los elfos. De las hadas. De las brujas. O simplemente estaban jugando al escondite. 

-Tened cuidado -advirtió- Puede ser un engaño de las brujas o las hadas para pillar a la gente y hacerlas sus esclavos. -Notó que hablaba como Elodie y eso le dio ansiedad.- Bueno, que no, jajaja. Si les gustan las golosinas es que son niños sin más. 

—Los elfos son una raza mágica de gente que hace lo que dice Hannah y además ayuda a Santa a fabricar y repartir los regalos —respondió Alex a Em— son muy buenos cosiendo balones, y quedan igual que los de marca —o al menos el suyo era así, aunque tenía la duda que empezaba a corroerle de que eso de Santa era una broma extraña que los padres hacía con ellos. De hecho estaba casi seguro. ¡Y no la entendía! Pero recibía balones nuevos. De todas formas lo que estaba seguro era que si él había sido engañado, los niños y niñas más pequeños también lo serían. 

—Sabes hablar pero nos cuentas pocas cosas —respondió a la pequeña, sin embargo, pronto la conversación quedó atrás, porque Sabine la girl-scout y Elodie habían encontrado un rastro y había que seguirlas. Iban a toda velocidad. 

Y entonces encontraron a los niños. ¡Debían ser ellos! Alex casi saltó de júbilo. Pero... pero ¿Por qué se tapaban la boca y tenían esos raspones? ¿Habrían encontrado al oso!

Bajó la voz —Todos callados. El oso puede estar por aquí... —¿Qué otra cosa podría haber en el bosque? Dejó que los demás se acercaran a los niños, quizá sería mejores con ellos.  

Mike no pudo evitar sonreír ante las respuestas de Em. Aquella niña era la inocencia personificada. Pero habría que esperar un poco para preguntarle más cosas, porque Elodie y Sabine avanzaban a toda velocidad a través del bosque y debían concentrarse en seguirlas. Mientras Hannah y Alex le contaban a Em cosas sobre los elfos, Mike iba escudriñando entre los troncos según corrían, para asegurarse de que no había peligros cerca. Y por fin encontraron algo.

Eran dos niños de aspecto normal y corriente, aunque lo raro eran aquellos arañazos y sobre todo su actitud. Los adultos de Romeo quizá hubieran dado con ellos, de no ser porque parecían estar escondiéndose a propósito. Mike frunció el ceño y se agachó de forma instintiva. Por algún motivo pensó que sería mejor no sobresaltarlos.

—Vayamos con cuidado —susurró—. No creo que corran más que nosotros, pero se pueden hacer daño si les asustamos e intentan escaparse. O puede que griten y entonces Don y los demás nos pescarán a todos...

Observó a los dos chiquillos, preguntándose qué podría haberles asustado tanto. Además, esos arañazos daban bastante mala espina. ¿Y dónde estaba el resto de su familia? ¿Qué estaba pasando allí? Mike se sorprendió al darse cuenta de que casi esperaba que Alex tuviera razón y todo se debiera "simplemente" al oso...

― Pues si la tonta de Martha se atreve a acercarse a nosotros se encontrará con estas dos bellezas -contesté a Mike, alzando los puños.

Pero la atención se desvió rápidamente cuando Elodie indicó que había encontrado algo. Como el resto, me acerqué a echar un vistazo, viendo las huellas. Parece que la faena iba a ser más rápida de lo que pensaba. Así podríamos ir a nuestra bola a echar la tarde. Las huellas nos llevaron directamente hasta unos niños escondidos tras un árbol. Por un instante sentí alivio de haberlos encontrado, pero en cuanto detecté sus heridas y su postura, se dispararon las alertas.

― Algo va mal. Esos niños están muy asustados.

Miré alrededor, buscando la fuente del temor de los niños. Al no ver nada que llamase la atención me fui acercando muy lentamente, agazapada, hacia el árbol en el que se escondían.

― ¿Qué ha pasado? ¿Estáis bien? ¿Y vuestros padres? -pregunté acercándome con mucha cautela y en la voz más baja posible.

Mike cayó es una cuestión que ella pasó por alto completamente: el padre de la Kirby trabajaba en ese laboratorio. Se sintió un poco estúpida por no haber caído antes y sólo preocuparse por como y cuando sería el proximo ataque Kirby. Sin duda, era algo de lo que debian ocuparse cuando solucionara, o no, el problema de la familia desaparecida.

- Lo hablamos a la vuelta y vemos qué hacer - le contestó de vuelta a Mike. Elodie siempre agradecía con alguien como Mj en su vida, para estos casos y tanto otros. También depositaba confianza en la fuerza física de Alex.

Sopesó la acusación de Hannah, decidiendo finalmente que... quizá era verdad. Encontrar a la familia sana y salva, tras simplemente perderse, sería del todo anodino. Ella esperaba algo más espectacular, si.

- Que mal piensas de mi - miró a su amiga, negando.

Se paró en seco en cuanto encontraron a los niños asustados. En primer lugar,  se le cruzó por la cabeza la teoría de Alex del oso. Por lo que igual que le resto miró alrededor en busca de la amenaza. Si no hay nada a la vista, acaba siguiendo a Mj, siempre escudada en la seguridad que ella le transmitia.

Durante el camino Sabine se había entregado a la apasionante tarea de seguir huellas con tanta energía que hasta parecía que disfrutaba con aquella búsqueda más que estar preocupada por la familia. Que lo estaba, claro, pero eso no impedía que fuese superemocionante seguir el rastro que Elodie había encontrado. 

Cuando vislumbraron a los niños se detuvo en seco con los demás. Le dio mucha lástima ver el susto que tenían encima y los arañazos, pero ella no pensó que se hubieran encontrado con el oso. Siendo tan chiquitos los habría devorado sin mucho problema, así que tenía que ser otra cosa. 

Miró alrededor, intentando localizar la fuente de su miedo, y cuando MJ se acercó a ellos, se fue con ella, también agazapada. 

—¿De qué os escondéis? —añadió a las preguntas de su amiga, muy bajito—. Hemos venido a ayudaros.

Em miró a Hannah conforme hablaba y sus ojos se alzaron para ver qué podría saltar de entre los árboles. Luego se tocó las orejas para comprobar que realmente no acababan en punta como narraba su nueva amiga y finalmente negó a todas las opciones que le propuso.

-Yo no vivo en los árboles...- luego se quedó extrañada ante las palabras de Alex. -¿Qué es Santa? ¿"Reglalos"?- no parecía comprender las referencias a la navidad, a los duendes que Alex confundía con elfos, ni nada relacionado con ese folclore mágico que Hanna nombraba por primera vez para sus oídos.

La niña se quedó congelada al ver a los niños sin moverse. De inmediato pareció tomar cobertura para esconderse entre los árboles, seguramente tan asustada como podían estar los niños. Hizo gestos, tratando de indicar que hicieran lo mismo, gestos que el grupo de amigos no conocía del todo, aunque pudieron identificar que les decía que guardaran silencio.

Es al acercarse a los niños que vieron enseguida a qué temían. Y temieron hablar de nuevo porque el horror les paralizó durante unos segundos. Aquello no podía ser real, una criatura se arrastraba entre las agujas de pino y el resto de hojarasca del bosque. No debía llegar a medir metro y medio, pero solo su aspecto les hacía pensar que había salido de alguna pesadilla.

Tuvieron que pellizcarse para darse cuenta que no era un mal sueño muy vívido, lo que veían era real. Demasiado real. Tan real que atemorizaba a esos niños y pronto al grupo de amigos.

Su piel era de un color brillante, como las heridas más aparatosas cuando quedaban abiertas. Caminaba medio agachado, como si le costara erguirse y apoyaba ambas manos en el suelo para ayudarse a avanzar. Las manos estaban sucias hasta los codos, de un líquido viscoso escarlata. También aquella boca, que le atravesaba de forma vertical toda la cara, estaba untada de ese mismo líquido. Por alguna razón respiraba de forma pesada y sonora, como Roland, el chico gordito de quinto, cuando le obligaba el entrenador a dar vueltas extra al campo.

La cosa no tenía ojos, pero por los ruidos de respiración, seguramente tenía olfato.

• Tirada de agallas dif. 10 para no quedar paralizados ante lo visto.
• Tirada de evasión dif. 6 para esconderse con éxito y que no os vea la criatura.

Mike observó cómo MJ, Elodie y Sabine se acercaban con cuidado a los niños para llamar su atención. Mientras tanto, vigiló los alrededores con la vista, muy atento a lo que les rodeaba. Al principio, no vio nada inusual. Pero luego Em se agachó para esconderse, haciéndoles gestos para que ellos también lo hicieran. Mike frunció el ceño y miró a lo lejos una vez más. ¿Qué podía haber asustado así a su nueva amiga? Entonces lo vio... y sus ojos se abrieron como platos. La mandíbula se le aflojó, temblorosa, y un escalofrío le recorrió de pies a cabeza. 

Tragó saliva e intentó respirar hondo para calmarse. No podía dejarse llevar por el pánico.

—Vo... volved... —susurró a las chicas mientras se agachaba—. Sa... Sabine... Elodie... MJ... ¡volved!

Siseó aquellas palabras mientras gesticulaba con desesperación, deseando que alguna de sus amigas girase la cabeza y le viera señalar a aquella... cosa que merodeaba por la zona olisqueando el aire o algo parecido.

—Mierda...

Sin pensárselo dos veces, avanzó lo más agachado que pudo para llegar hasta ellas sin ser visto y avisarlas del peligro sin hacer ruido. Tenían que salir pitando de aquél sitio inmediatamente o aquello podía ponerse mucho más feo que cuando se encontraron con el oso.

Era normal que los niños estuvieran asustados en el bosque, pero para Em no, Em les hizo gestos de que se agacharan y se ocultaran. Alex no iba a hacer eso. ¿Que razón había? No lo iba a hacer hasta que vio... aquello. 

Aquello no era un oso. Claramente era el Demonio. El Demonio estaba en los bosques cercanos a Romeo y estaba allí para llevarse a los excursionistas. Y a cualquiera que pasara por allí, con esa boca. 

Alex apretó los dientes para no gritar de susto y trató de esconderse tras unos hierbajos. Había demasiadas cosas que controlar, sus amigos, los niños... y sobre todo la criatura monstruosa. 

Si el bicho aquel, si el Demonio, veía a uno de sus amigos... tenía un plan. 

Hannah se pensó la respuesta a Em, pero cuando fue a abrir la boca, la visión de aquello, le dejó sin palabras. Enmudeció. Parpadeó varias veces, incrédula. Eso no lo había visto nunca en el bosque. Se acordaría, claro. ¿Era real? 

"Jolín, qué alucine". 

Quiso moverse y descubrió que su cuerpo no respondía a sus órdenes. Estaba asustada, comprendió que estaba paralizada por el miedo. A pesar de que su mente se mantenía, más o menos, tranquila. Pero su cuerpo reaccionaba por su cuenta, ajena su parálisis, a lo que pasaba por su cabeza.

Se parece a una mantis. 

"Esto es lo que no es un elfo, Emily. Ni creo que sea una hada. Puede que una clase de bruja", pensó, incapaz de decirlo en voz alta. 

"Luego lo dibujaré. Si no me come. ¿Le gustarán los chuches?

Sabine iba con la mirada fija en los niños y ni se dio cuenta de que Em se escondía ni de los gestos de Mike. Sin embargo, al mirar alrededor en busca de lo que asustaba a los críos y ver esa cosa… se quedó helada durante un segundo. Eso no era un oso, eso seguro. Ni ninguna otra cosa que debiera estar en un bosque. No salía en el manual de scouts porque eso, eso… ¡eso era un demonio! O algo así. 

Alargó la mano para tirar de la manga a MJ. No miró a su amiga porque no era capaz de quitarle los ojos de encima a la cosa. Daba muchísimo miedo escuchar su respiración y ver cómo se movía, sin ojos y con esa boca enorme y rara. 

_{^{—Ayyyy… —}}murmuró muy bajito y se tapó la boca ella misma con la mano, como hacía el niño grande con el otro.

No veía dónde esconderse, así que solo se agachó y se quedó quieta quietísima, suplicando mentalmente que no se fijase en ellos.

Mike se acercó para advertirles, pero Elodie ya no estaba allí mentalmente.  El cuerpo se le quedó rígido y sus ojos no cesaban de mirar aquella cosa encendidos en pánico. En aquel momento era incapaz de articular palabra alguna y su tez palideció. Por mucho que te digan los libros, por muchas ilustraciones y fotos morbosas que muestren,  a veces no te preparan para afrontar algo de aquel cariz enfrente de tu cara.

Apretó los diente hasta un punto doloroso e inconsciente, que sin duda le resentiría la mandíbula más adelante. También puede que se estuviera orinando encima. Se le pasó por la cabeza que iba a morir.

Algunos de los chicos no pudieron evitar ponerse a temblar o incluso hacerse un pipí encima. Allí no había nadie para reírse de ellos por suerte, ya que todos los presentes entendían que un poco de pis en el pantalón en esa situación era lo de menos. Los niños pequeños estaban asustados y con razón.

El monstruo del bosque no parecía haberse dado cuenta de que estaban ahí, pero el grupo de amigos no era tan silencioso como creía, así que se giró en su dirección. Les miraba sin ojos y olfateaba el aire en su dirección. Soltó una especie de chillido, que sonaba como una gran puerta mal engrasada y oxidada abriéndose. Luego tomó rumbo hacia donde trataban de esconderse todos. Mike por suerte se escondió algo más apartado y no parecía haberse percatado de su presencia.

Era el momento de correr, debían hacerlo porque no era una broma y porque ningún adulto (o oso) rondaba alrededor para salvarlos.