Partida Rol por web

Lo había intentado, arrastrada por su impulsividad, pero la ninja no calculó sus fuerzas, y además ese tirón en los gemelos casi le hace caer.

-¡Ayyy! -saltó a la pata coja, tambaleándose, hasta que Alex la agarro, evitando que siguiera corriendo y a la vez desplomarse al suelo lleno de hojarasca y piedras del bosque.

-Qué rollo -anunció cuando tomó asiento sobre un anciano tronco muerto donde una hilera de industriosas hormigas se afanaban en su trabajo diario. Las miró mientras se masajeaba la pierna -Que vida más aburrida, chiquitinas.  Necesitáis fiesta - Movió la fila de obreras aquí y allá con un palito provocando el caos en el diminuto ejército.

Escuchó a Elodie. -Hay que regresar-  afirmó, apoyando a la busca reptilianos. Se fijó en la mancha de sus pantalones. Oh. -Si quieres te dejo mis pantalones, Elodie. -propuso, amistosa como siempre. 

Mike suspiró aliviado cuando comprobó que Hannah no llegó muy lejos en su carrera hacia el bosque y más cuando Alex le echó el guante. Volver allí era una locura. Aunque se sentía fatal por haber perdido a Em, y también estaba deseando ir en su busca. De hecho, ahora que habían perdido de vista a aquella cosa infernal, parecía que todo había sido algún tipo de alucinación. Mike no dejaba de pensar que todo aquello era muy raro.

—Ya lo creo que hay "animales" peligrosos... —resolló por lo bajo al escuchar a Don. 

Si le contaban al señor Holliday lo que habían visto, jamás les creería. Pero Elodie probó suerte de todos modos. Mientras tanto Mike se estiró, mirando en la dirección de la que habían venido y buscando con la vista el menor signo de Em o de la aberración con la que se habían encontrado. Ni la niña ni el monstruo podían haber desaparecido sin más. ¿Lo habían soñado todo o qué...? Poco a poco, su ceño se fue frunciendo de nuevo. Mientras Elodie y Hannah hablaban con el señor Holliday, Mike se acercó discretamente al resto de su pandilla.

—No creo que sirva de nada discutir con Don —susurró—. Pero no podemos irnos de aquí sin más y dejar a Em.

Se moría de ganas de decirles que fueran con los adultos y se pusieran a salvo, pero sospechaba que el resto se sentían igual que él. Le daba un miedo horrible volver sobre sus pasos... ¿pero de verdad podían dejar a Em abandonada a su suerte en el bosque con aquella cosa rondando? Si le pasaba algo, no se lo iba a perdonar nunca.

—¿Qué pensáis...?

Alex suspiró. Trayendo a Hannah de vuelta —Descansa. Ahora te diré como estirar para que no te duela, Hannah.

Pensó que mejor ser sinceros con el Señor Holliday. ¡Pero no tan sinceros como Elodie! 

—No, no lo saben. Pero nosotros conocemos el bosque como... —de hecho decidió ser muy sincero— Sabine conoce el bosque la mar de bien, y no nos perdemos. Pensamos por donde podían haber ido los perdidos y mire ¡Encontramos a los niños!

—Le acompañamos con el resto —después de todo estarían cerca— y que cuiden de estos dos... Y luego nos volvemos para casa. Todos —incluida Em. Miró a Mike de vuelta. "Volver a casa" podía ser algo bastante largo, incluyendo volver a buscar a Em— sin faltar ninguno. 

Con suerte haber encontrado a los niños les daba un pase para "volverse solos". 

Todo estaba pasando demasiado rápido para poder procesarlo. Esa cosa infernal sería protagonista de mis pesadillas durante muchos años, lo tenía claro. Por suerte los niños reaccionaron a nuestros tirones y conseguimos que nos siguieran, echando a correr como locos por el bosque para ganar distancia con el demonio. Cuando los pulmones ya me quemaban y las piernas palpitaban de dolor, vi como el resto del grupo empezaba a aminorar la marcha hasta que finalmente nos detuvimos todos. Terriblemente ahogada y secándome el sudor de la frente me giré hacia el resto de mis amigos, todavía con la piel erizada.

― Todos hemos visto esa cosa, ¿verdad? No estoy loca. ¿Verdad…?

Sabía que los adultos nos acabarían encontrando y, aunque esperaba asustarme o enfadarme, lo que sentí fue un terrible alivio al escuchar la voz de Don. Era un buen adulto. Seguro que se ocupaba de todo. Pero el hilo de voz de Hannah hizo que me diera cuenta del gran problema que teníamos delante de las narices: Em no estaba con nosotros.

― Señor Holliday, como dice Elodie tenemos una amiga perdida. Hemos encontrado un… Bicho muy grande y feo, que tenía atemorizados a los niños -dije señalando a los pequeños-. Hemos conseguido alejarlos de eso, pero nuestra amiga se ha quedado atrás. No vamos a dejar a nuestra amiga atrás. Si no quiere que vayamos solos, a pesar de ser los que han sido capaces de encontrar a los niños perdidos, ¿por qué no nos acompaña?

Había medio recobrado el aliento, lo suficiente para que mis últimas palabras sonasen bastante más autoritarias y amenazadoras de lo que quizás deberían. Pero no iba a dejar atrás a Em, por mucho fuego que pudiera echar por la boca. Cuando Alex propuso ir con los adultos me crucé de brazos y me alejé un par de pasos del adulto, cada vez más enfadada.

― Yo no me voy del bosque sin Em.

Sabine escuchaba a sus amigos protestarle al adulto, pero ella ya sabía que los mayores cuando querían eran demasiado cabezotas. Así que cuando Mike se acercó cuchicheando, ella también bajó la voz.

—Si echamos a correr todos a la vez no podrá atraparnos. Además, está pendiente de los niños, seguro que podemos escapar de él. Podemos contar hasta tres y volver a por Em.

Oyó que Alex decía su nombre y estiró la espalda como si la hubieran pillado hablando en un examen, para asentir con la cabeza, muy decidida.

—Tengo una brújula, Don. Y mi kit de scout. MJ y yo nos conocemos el bosque genial porque hacemos muchísimas excursiones. No nos vamos a perder, te lo prometo. —Levantó una mano como jurando a lo scout—. Pero si vienes con nosotros mejor, porque el bicho ese era grande y feo.

El hombre no parecía de acuerdo con dejar a los niños sueltos con el bosque, más cuando ya se le había perdido una familia entera. Gente desaparecía todos los veranos, aquel bosque era un bosque antiguo. Los indios de la zona, los Chippewa, veneraban aquel lugar y tenían leyendas que hablaban de monstruos, portales a otros mundos y dioses que habitaban entre esos árboles. Elodie lo sabía bien, pues todo estaba recopilado en grandes tomos muy viejos en la biblioteca municipal. Tomos que los niños, e incluso muchos adultos, nunca querían leer.

De hecho Elodie recordaba una ilustración de uno de esos libros, donde hacían rituales de fuego para calmar a los espíritus del bosque. Apenas quedaba algún descendiente de los Chippewa en aquellas tierras y, quien quedaba, no tenía ganas de retomar rituales ancestrales que a poco servían.

-No, no, de ninguna forma os voy a dejar adentraros en el bosque de nuevo. Iremos con el resto de la partida de búsqueda y buscaremos también a vuestra amiga- sentenció el señor Holliday. -Está oscureciendo, en el bosque la noche llega antes porque son árboles muy grandes y antiguos que cubren el sol. Es muy peligroso.

Huir de Don era una opción, pero quizás el castigo no iba a ser pequeño a cambio. Se chivaría a sus padres, seguro, sus argumentos no lo habían convencido para no decirles que los había encontrado en el bosque. El señor Holliday conocía lo suficientemente bien a los padres de todo el grupo como para que salieran de rositas.Los niños pequeños de la familia se dejaban llevar. El más pequeño se agarraba fuerte a Don mientras este lo llevaba en brazos.

Caminaron y caminaron y no parecía que los pasos del señor Holliday fueran a las lindes del bosque. Sabine pensó por un momento que se habían perdido, hasta que vio lo que había en el claro del bosque...

Hannah podía pensar que habían llegado al verdadero reino de los elfos dentro del bosque. Ninguno de los niños tenía recuerdos de ese lugar. Sabían que había muchos objetos extraños engullidos por el bosque, como coches antiguos o máquinas de las fábricas... Pero se acordarían de haber visto unas escaleras como aquellas, que conducían a ninguna parte.

-Esperaréis aquí- dijo Don a todos.

-No estás loca, MJ. No más que ayer, jaja. -bromeó, mientras atendía a las indicaciones de Alex y sus ejercicios.- Lo hemos visto, sin duda. ¡Ay! -le dolía un poco la pierna.

Don no les hizo mucho caso, no cedió, y ellos no se atrevieron a llevarle la contraria. Aunque Hannah, que marchaba la última en la fila, más de una vez estuvo tentada de desaparecer. Se lo impidió el tirón, que le seguía molestando, y que no quería asustar de nuevo a sus amigos.

Dejaron atrás a ese grupito de hormigas y se dedicaron a explorar el bosque por una zona que no habían pisado antes. No encontraban a Em, ni rastro, y estaban perdiendo el tiempo, que bueno, ni tan mal, andaban por zona desconocida.

Y la criatura fea no se dejaba ver. 

-Lo mismo es esa criatura la que se ha asustado de nosotros, ¿no? -se le ocurrió decir.

Su primera preocupación por Em dejó paso a la indiferencia y confianza en que su amiga estaría bien -Emily corre muy bien, es ágil, y si es una elfa o duende, puede que conozca al monstruo.

-Halaaaa- exclamó un poco boquiabierta ante la visión de las escaleras.Miró hacia arriba siguiendo los escalones- Puede que sea de un castillo de las hadas.

Tenía claro que en cuanto Don se diese la vuelta, ella le seguiría, sigilosa, no pensaba obedecer ni esperar a nada.

Alex asintió sombríamente a las palabras de MJ. Estaba el miedo a esa cosa y estaba el deseo de proteger a Em. El asunto es que él sabía que podía correr rápido y esquivar al monstruo. Todos podían hacerlo, sobre todo si estiraban bien y estaban descansados. ¡Para no correr viendo esa cara! Ayudó a Hannah a desentumecer las piernas. 

Ojalá tener aquí mi equipo, mi casco y armadura...

Al final suspiró. Don se había enterado de que había desaparecido otra chica. Em. ¿Por qué se lo habían contado? Ahora habría que dar explicaciones de quién era. Pero claro, entre seis había sido difícil que nadie lo soltara. Más con los nervios. 

Pronto llegaron a otro lugar del bosque, uno en el que había unas extrañas escaleras. 

—¿Este sitio? —miró a Sabine, por si sabía su localización, aunque luego se fijó en Elodie, porque todo era demasiado extraño. 

Miró con calma a todos, si dejaban a Don pirarse, podrían conducir expediciones desde ahí, al lugar donde podía haber ido Em. 

Elodie no reparó en el estado de su pantalones hasta que Hannah le ofreció los suyos. Se sonrojó un poco, pero no se permitió sentirse estúpida puesto que la visión que habían visto era de autentica pesadilla. Quizá solo se avergonzó de ser la única entre los niños más mayores, pero el foco de sus preocupaciones no era ese en este momento.

- No, así está bien, gracias - dijo con la boca pequeña, pasando a otra cosa.

Puesto que las excusas no sirvieron de mucho, Elodie pasó el trayecto hasta aquellas escaleras pensativa y preocupada. Le preocupaba Em y, sobre todo, haber corroborado que los texto acerca de los Chippewa eran verídicos. Ya nadie realizaba los rituales para calmar a nadie y quizá por eso desde hace tiempo se estaban dando tantas desapariciones. ¿Y si ellos....?

La idea quedó interrumpida por la vision de las escaleras. Las miró con curiosidad, sin encontrarlas conocidas en la maraña de información que se agolpaba en su cabeza.

- ¿Qué sitio es este? No aparece en los libros - preguntó.

Ella tenía claro que los adultos no podian ir a por Em, porque preguntaría sobre sus padres y ella tenia muy seguro que había salido del laboratorio del que habló la Kirby. Era lo que pasaba siempre en las películas. Así se la llevarían. Es por eso que miró de vuelta a Alex. Era muy probable que tuvieran que huir de ahí en cuanto Don se despistara, si. 

 Dio igual todo lo que dijimos. Entendía que por mucho que yo le dijera que me conocía el bosque mejor que él no me creyese, pero ni si quiera hizo caso a Sabine, siendo la mejor scout que conocía. Eso me enfadó todavía más. Prácticamente a rastras, seguí al grupo, echando miradas hacia atrás para tratar de ver si Em nos seguía. O el bicho. O alguien.

― Oiga, señor Holliday, ¿no deberíamos aprovechar que hemos encontrado a los niños para preguntar por sus padres? No sé. Igual están cerca y los estamos dejando a su suerte con esa cosa horrible. Como a nuestra amiga. Que es una niña como nosotros, por cierto.

El tipo siguió andando, guiándonos por el bosque. Casi parecíamos Blanconieves y sus ocho renacuajos. A pesar de mi mal humor, no tardé en darme cuenta de que no nos estábamos acercando a la linde del bosque, ni al resto de adultos. En el bosque no se escuchaban otras voces, nada más nuestras pisadas y los sonidos de la naturaleza. Me acerqué un poco a Sabine, hablándole bajito.

― ¿Sabes dónde estamos? No me suena esta parte del bosque, pero está claro que este tipo no nos está llevando a fuera. Me da mala espina.

No sabía si era mi enfado, o que realmente algo me chirriaba, pero no me estaba gustando nada la situación. No tener cerca a la niña fuego me daba más intranquilidad en caso de enfrentamiento. Cuando llegamos a esa extraña estructura, mi cabreo ya estaba por las nubes, pero decidí quedarme calladita cuando Don nos dijo de esperar ahí. Si el tipo se alejó de nosotros, me acerqué al resto hablando en voz baja.

― Bueno ni de coña nos vamos a quedar aquí, ¿verdad? Me he paseado millones de veces por el bosque y aún así no conozco esta parte. Me está poniendo los pelos de punta y no me fio una mierda del tipo ese. ¡Que nos ha obligado a dejar atrás a una niña indefensa, diciéndole que hay un monstruo! Dios, ¡cómo odio a los adultos!

Como Mike esperaba, no quedó más remedio que seguir a Don. Pero aunque lo hizo sin rechistar, la expresión del chico no había cambiado. Seguía sin gustarle nada aquella situación, había demasiadas cosas raras en ella. Hannah sugirió que tal vez era el monstruo quien se había asustado de los chicos, algo en lo que Mike no había pensado. Pero dudaba mucho de que tuvieran tanta suerte...

Mientras MJ sugería que debían preguntar a los niños por sus padres, Mike caminaba sin perder detalle de los lugares por los que pasaban. Quería poder orientarse lo mejor posible si tenían que volver sobre sus pasos. Miró un instante a su malhumorada amiga, y comprobó que no era el único al que las cosas no le cuadraban. Aquello no le alivió, si no que le indicó que no eran imaginaciones suyas.

—A mí tampoco me gusta nada la pinta que empieza a tomar esto —susurró junto a MJ y Sabine—. Será mejor no bajar la guardia.

Entonces llegaron a aquel sitio en el bosque donde se encontraban las misteriosas escaleras a ninguna parte. Mike las contempló asombrado, y por lo que dijeron los demás, el resto de la pandilla tampoco parecía saber nada de ellas. Ni siquiera Elodie, que se pasaba los días entre libros.

—Primera noticia de que esto estaba aquí. ¿Ni siquiera tú las conoces, Sab? —preguntó a la scout. Luego se volvió hacia MJ con un gesto para apaciguarla un poco y bajó la voz—. Tranquila, enseguida nos pondremos a pensar algo para buscar a Em. Pero será mejor que lo hagamos cuando Don se haya marchado. Yo tampoco me fío de él...

Le fastidiaba tener que decir eso, pero era la pura verdad. Había algo muy raro en la actitud de aquél hombre, y en el hecho de que les quisiera hacer esperar solos en un sitio tan extraño.

—Don, ¿por qué no dejas a los niños con nosotros? Cuidaremos de ellos, no te preocupes... Así tú podrás ir más ligero a buscar al resto de los adultos.

A Sabine todo aquello le estaba oliendo raro, a chamusquina. Iba detrás de Don mirando alrededor con una arruguita en la frente, extrañada por el rumbo que parecían estar tomando. En un par de ocasiones sacó la brújula para comprobar la dirección y cuando el hombre se detuvo en aquellas ruinas, negó con la cabeza.

—Nunca había estado en esta parte del bosque —cuchicheó hacia sus amigos—. Es rarísimo. Esto no sale en los mapas. Y tenemos que encontrar a Em. 

Apretó los labios y miró a Don. ¡Tenían que averiguar qué estaba pasando!

—Oye, Don. ¿Y por qué quieres que esperemos aquí? Has dicho que no podíamos estar solos en el bosque y esto es el bosque. ¿Dónde vas a ir tú mientras?

Lo que tenía claro era que MJ tenía razón. No se iban a quedar ahí solos ni locos. Si Don se iba y los dejaba ahí, se piraban a buscar a Em. 

El señor Holliday frunció levemente el ceño al escuchar las historias de lo que decían los niños. Sin duda los videojuegos del salón de recreo los estaban dejando tontos. Hablaban de elfos y de criaturas, cosa que le llamó la atención y abrió ligeramente los ojos.

-¿Qué criatura? ¿Habéis visto un oso?- preguntó enseguida, no dando por otra cosa lo que unos niños hubieran encontrado en el bosque. Aunque ya encontrarse un oso era un asunto bien peligroso, como sabía Sabine, aunque en su última aventura tuvieron una suerte increíble al pasar al lado de uno.

Tanta pregunta a la vez lo apabulló un poco y soltó al más pequeño de los niños, el que cargaba, sobre uno de los escalones.

-¿Hacéis tantas preguntas a vuestros padres? Aquí hemos quedado los adultos como punto de referencia, vamos a calmarnos todos. Si habéis visto un oso tranquilos. Alguno de los padres traen escopeta por si acaso, ya sabéis que aquí hay animales salvajes... Y por eso no debisteis entrar solos en el bosque-  insistió, esperando que dejaran de marearle con sus peticiones y cuchicheos que no alcanzaba a escuchar.

Don no se fue a ninguna parte, espero con los niños. Ponía el oído atento por si escuchaba algo, seguramente esperaba que el supuesto oso se acercara e intentara algo. Pero ningún oso se acercó, tampoco ninguna criatura. Al poco aparecieron un par de adultos por allí, una de ellas Elodie la reconoció de inmediato. Gladys era la bibliotecaria del pueblo y, pese a su edad, era bastante activa e inteligente. Sabía donde estaban todos los libros que se guardaban en la biblioteca, de algunos no solo sabía la sección sino también el estante.

-Pensaba que solo se habían perdido dos niños- dijo Gladys, inspeccionando a los presentes y reparando en Elodie. -Señorita, ¿saben tus padres que estás aquí?

También estaba Tonny de Tonny's, el bar al que solían ir los adultos. También hacían unos batidos de fresa espectaculares, pero los niños no estaban permitidos si no iban acompañados de un adulto. Y los adultos no siempre querían llevar a los niños. 

-¿Y estos niños? ¿No deberían estar en casa? Este es un sitio peligroso- dijo Tonny al señor Holliday, como culpándolo de la presencia de los chicos.

Los adultos que los rodeaban llevaban todos una vara de andar y una especie de chubasquero, o algo similar, el grupo de amigos juraría que era un vestido. Conocían esa vestimenta y es que era propia del grupo local de senderismo: Los amigos del senderismo. Eran al menos seis y, aunque Don no era miembro en sí del grupo, a veces les guiaba en sus caminatas.

Quien quiera tratar de escaquearse debe tirar evasión dif. 10. Quien no la pase deberá quedarse con los adultos.

Quien no quiera escaquearse no tiene porqué tirar. Los adultos dan bastante miedo ya sin enfadarse, como para irse ahora que os han pillado y que luego se chiven a vuestros padres.

-No era un oso. Al oso ya lo conocemos, es gracioso y le gustan los chuches. -respondió con desparpajo a Don. -Era algo diferente. Daba mucho miedo su aspecto, y su chillido es muy estridente. No tiene ojos y parece una mantis. Creo que está herido. No se lo que es. A lo mejor la limonada llevaba drogas, que mi hermano mayor suele gastar bromas. No se -se encogió de hombros.

La mayoría de sus amigos querían escabullirse para encontrar a Em. Y a los padres de los niños, ¿no? Si no se los había comido el oso, claro. O la "Criatura". Hannah estiró las piernas y brazos, ya se le había pasado el dolor del tirón. Asintió con la cabeza a sus amigos, decidida a actuar, como si fuese una señal de salida. Se movió con sigilo y lentitud entre adultos y niños, entre los arbustos y los árboles.

Buscó la mirada de Mj, que parecía tan decidida como ella a largarse en busca de la elfa o duende. Hannah uso la habilidad ninja de mimetismo, confundiéndose con el lugar, desapareciendo, y ayudando a sus amigos a hacerlo. *

Que a Sabine tampoco le sonase esa parte del bosque fue un poco la gota que colmó el vaso, pero decidí aguantarme cuando Mike me dijo de esperar a que Don se largase. El problema fue que Don no iba a largarse, y empezaba a impacientarme. Mucho. Y al parecer no era la única con poca paciencia: el tipo, más allá de contestar a todas nuestras preguntas, se puso gruñón y nos ignoró por completo. Típico de adulto.

Me puse a dar vueltas alrededor de la zona en la que estábamos, no alejándome demasiado del grupo para no poner más tenso a Don. Iba dando patadas a cualquier roca-rama-cosa que encontrase por el suelo, bufando y mostrando claramente mi enfado. Cosa que no mejoró con la llegada de los demás adultos.

― No deberían estar en casa -repetí con tono repelente-. Por lo menos nosotros hemos conseguido encontrar a los niños perdidos.

Me crucé de brazos manteniendo la mirada al patán de la gorra, con el ceño fruncido. Pero noté que alguien me miraba intensamente y me encontré a Hannah, con ese brillo ninja que tanto la caracterizaba en los ojos. Era momento de largarse de ahí. Asentí con la cabeza a Hannah y, aprovechando que los adultos, como siempre, nos dejaron de prestar atención para solo fijarse en ellos, seguí a Hannah con el mayor disimulo posible.