Partida Rol por web

Sabine no se separaba de Elodie, pero intentaba no ponerla nerviosa mientras probaba las puertas, no fuese que le temblase la mano y se le cayese la llave, eso haría que tardaran más. Y para nervios los que tenía ella, que no paraba quieta, cambiaba el peso de una pierna a la otra todo el rato mientras miraba lo que hacía su amiga. 

—¿Y Hannah y Debbie? —preguntó cuando Alex y MJ se reunieron con ellas—. ¿Se han ido?

Esperaba que no les pasara nada yendo solas por aquel laboratorio del terror, pero no podían ir en ese momento a ver dónde estaban. Tenían que buscar la caja roja.

—La caja roja… la caja roja… —Lo iba repitiendo mientras miraba alrededor ya dentro de aquella «sala de las teles»—. Una caja roja… Tiene que estar por aquí… Vamos, vamos…

Alex iba el último, protegiendo la retaguardia y vió como Hannah se llevaba corriendo a su prima hacia la salida. 

—Sí, fueron hacia la salida —respondió a Sabine—. Hacen bien, no hacemos falta todos para llevar la caja... —musitó, mientras se paraba y esperaba a que sus amigas abrieran la puerta. Los segundos se le hicieron eternos pero al final lo consiguieron. 

—Ya pensaba que iba a tener que echarla abaj... —bromeó en aquel momento, justo antes de quedarse con la boca abierta al ver aquella muestra de tecnología— ¡Vaya! ¿Habéis visto esos aparatos? Son miniordenadores, no como el de la serie de Batman, que ocupa una pared entera. 

Se había quedado completamente flipado. Ya ni se acordaba de lo que tenían que coger. 

El juego de puertas cerradas se convirtió en una agonía que la hizo gemir de angustia, hasta que dió con la puerta en cuestión. No se había parado a pensar detenidamente de qué se trataria "la habitación de las teles", pero cuando estuvo en ella todo encajó.

El aturdimiento propio de la tensión hizo que no se percatara de quíen la acompañaba o quien había decidido huír sin el resto del grupo. Solo pensaba en la caja roja y el aliento del demonio rojo sobre ella. No fue consciente de ello, pero tenía los ojos acuosos mientras comenzaba a buscar la famosa caja roja. En otras circunstancias indagaría (o al menos lo intentaría) en esos ordenadores, pero algo dentro de ella le decía que no había mucho tiempo.

La presencia de Sabine fue la primera que percibió, cuando habló sobre la ausencia de Debbie y Hannah. Luego vió a Alex y finalmente MJ, haciéndo un mohín de incomprensión al ver que, efectivamente, no estaban todos.

- Busquemos entre todos, rápido - musitó, sin cesar en su búsqueda. Ya se preocuparían luego de las primas.

Corrieron deprisa y volando. Hannah pensaba que… no pensaba. En esos momentos, no. Simplemente tenía la suposición de que todo el mundo venía detrás de su prima y ella. Pero se ve que corrieron demasiado mientras los demás buscaban la caja roja.

Frenó en seco, ojiplática, bloqueando el paso a Debbie, cuando vio al monstruo del bosque de aquella noche varios días antes.

¿Qué hacía esta criatura aquí? ¿De dónde salió? ¿De una de las habitaciones cerradas?

Alguna de sus amigas mencionó mordiscos de perro. No fue eso. Fue uno de estos seres quien mordió al señor de la bata. 

Su primer impulso fue salvar el culo, sálvese quien pueda. El segundo, regresar corriendo a avisar al grupo. El tercero,  fue proteger a su prima. Pobre, su padre me va a matar. 

-Shhhh-susurró, dando un paso atrás. Se puso un dedo en la boca, indicando a su prima silencio. Colocó su mano de bocina junto a la oreja de Debbie.-Es el monstruo del bosque. Que no te oiga y te huela. -pensó con rapidez, no era lo suyo. Era más lo impulsivo, interpretando la realidad a su manera sin darle tanta trascendencia.

-Vuelve y da la alarma. Yo corro hacia la salida, a ver si puedo abrir la trampilla. Si me sigue, yo corro más. Es un lentorro. Vete.

La ninja del escaqueo, escurridiza y ligera, confiaba en sí misma, era la indicada para esto, la que menos peligro corría. 

No podía dejar que esa cosa atacase a sus amigos. Pillaría a alguno y eso estaba mal. No. Mejor que la siguiese a ella. 

Llegué junto a los demás respirando profundamente para calmarme. La compañía ayudó, la verdad. Miré una vez más atrás, esperando ver a Em siguiéndonos tras darle la paliza del siglo al monstruo. Pero de momento, seguíamos solos.

― Joder, vaya puta mierda de sitio, estoy hasta los ―comencé a soltar una retahíla de palabras malsonantes que si en lugar de un sótano monstruoso los dijera en clase me llevarían derechita al despacho del director.

Eché un vistazo dentro de la sala sin demasiadas ganas de entrar. Miré desde el quicio de la puerta, pero estaba más pendiente de que no apareciera nada por nuestra espalda. Y entonces Sabine preguntó por las primas y me llevé una mano a la frente.

― La próxima vez creo que deberíamos traer a Hannah con correa.

Eché un vistazo en las inmediaciones de la sala, pero no quería alejarme de más y perderme.

― Solo espero que hayan ido hacia la salida… ¿Encontráis algo? No quiero estar rato de más aquí abajo.

Debbie creía estar huyendo del ruido, del horror y de esa pésima excursión y, sin embargo, se topó de frente con La pesadilla de su vida. 

El terror paralizó el tiempo y aceleró su mente. Sintió como un grito se formaba a camara lenta en su pecho y se apresuró a lanzar su brazo dentro de la boca para retener todo sonido. 

Temblaba. Y sus labios vibraban sobre la manga del jersey a punto de romper a llorar. 

Con la otra mano apretó la de Hannah tan fuerte que temió hacerle un moratón y aun así no pudo reducir la presión. 

"Estamos atrapados".

La voz de su prima solapó su pensamiento con soluciones e información. Ese día estaba lleno de cosas que hubiese creído imposibles.

"Es lento". Fue cuanto pudo grabar en el cerebro. 

La idea de separarse la horrorizaba casi tanto como esa criatura. ¿Y qué pensana hacer Hannah? ¿Pasar por su lado sin más para llegar a la trampilla? 

Negó con la cabeza intentando hacer el menor ruido posible y apartó el brazo de su boca. 

—Mejor juntas—habló también al oído y señaló hacia atrás para volver con MJ y los demás—.

Si Hannah insitía en irse, le haría caso y correría con todas las fuerzas de sus pulomes y piernas. 

Sabine estaba centrada en dar con la caja y no parecía tarea fácil. Así que, mientras el resto miraba las pantallas y los aparatos electrónicos, ella apenas abrió un cajón y ahí estaba la caja roja tan ansiada. Eso sí que era un golpe de suerte, porque tener que buscar en aquel lugar parecía una pesadilla.

La caja era algo voluminosa y pesada al estar hecha de metal, pero nada que no pudieran cargar con algo de esfuerzo.

El siguiente golpe de suerte fue para Elodie, de forma tan simultánea como el encontrar la caja. De otro cajón, bastante más alejado del que había abierto Sabine, salió un manojo enorme de llaves. Ahí seguro estaba la llave que abría la caja, o al menos podrían llevarse todo para probar.

De Hannah y Deb seguía sin haber rastro, habían corrido tanto que no se las podía ver. Tampoco les habían llamado o pedido su ayuda, seguramente habrían llegado a la salida, típico de Hannah.

El monstruo, que en el bosque no se había dado cuenta del grupo de amigos, se giró ante Hannah y la olió y escuchó de inmediato. Allí había pocos sitios donde esconderse, a no ser que se encerraran en un despacho. Aquella pesadilla hecha realidad es movía quizás más rápido de lo que Hannah recordaba, ya que solo la había visto investigando por el bosque con cuidado mientras esta caminaba.

Se ayudó de sus extremidades delanteras para acercarse a Hannah, que decidió correr en dirección al monstruo. El ser casi se relamía mientras se imaginaba clavando sus colmillos en la tersa y suave piel de la niña. Pero por azares de la vida, solo pudo rozar su pelo con una de sus garras.

Esto enfadó mucho al monstruo, que la siguió tan rápido como pudo hacia donde se dirigía. Por suerte para Deb, que no había decidido aún la dirección en la que correr, el monstruo se alejaba tras el rastro de su prima.

—¡La caja! —exclamó Sabine al encontrarla tan rápido dentro de un cajón. 

La levantó con algo de dificultad, pesaba más de lo que parecía, así que miró directamente a MJ y Alex. 

—¿La lleváis vosotros? Pesa un poco. 

Entonces vio las llaves que había encontrado Elodie y su alegría creció. Seguro que estaba ahí la llave de la caja, pero no solo eso, a lo mejor había llaves que les sirviesen para el futuro. No se sabía cuándo podía venir bien tener llaves misteriosas de un laboratorio secreto. A la scout aquel manojo le parecía un tesoro de un valor aún por calcular.

—Genial, cuántas llaves. Vale, tenemos todo. Vámonos, por favor. Este sitio da muy mal rollo.

Hannah no era valiente. Ni temeraria. O, tal vez, sí lo era, sin saberlo. Ella hacía las cosas amparada en su forma irreflexiva, imprudente a veces, instintiva y puede que alocada en ocasiones. O, simplemente, que no le daba demasiada importancia a nada.

Pero, en esta ocasión, una fuerza interior la empujaba a salvar a sus amigos. Una vez más ni siquiera pensó en las consecuencias para ella, como cuando se ofreció de anzuelo en el bosque.

Escurridiza igual que una anguila, rebasó por un lado al monstruo. Sintió el mal aliento de la criatura muy cerca.

-¡Te huele mal el aliento!-gritó mientras se puso en pie después de la voltereta y continuaba su carrera.

No miró atrás. -¡Corre, Debbie, corre!

Las chicas habían encontrado el objetivo en un abrir y cerrar de ojos. ¿Como tenían cerebros tan rápidos? El apenas había mirado un par de pantallas. Y de paso, las llaves.  

—No hay problema, la llevo yo —dijo Alex solícito—, MJ es muy fuerte, pero a la hora de destruir cosas, como puertas o paredes. Y pegar a los abusones. 

Todo estaba saliendo de color de ros... todo estaba yendo bien. Habían visto a Em, encontrado la caja, y ahora podrían salir y escapar. 

—Espero que tengáis cuerda, Luego hay que subir esta caja por la escalerilla metálica. 

Estaba seguro de que tenían. Venían preparadas. Ahora tenían que irse. 

—Vamos, seguro que Hannah y Debbie nos esperan fuera de la trampilla. 

Elodie asió las llaves y al alzar la mirada para enseñarlas a sus compañeros, se topó con que Sabine había encontrado la caja roja. Una sonrisa fugaz se dibujó en su rostro, aunque después volvió a impregnarse de tensión.

- Bien, vamonos. Vamonos rápido - comentó nerviosa, pareciéndole bien que Alex fuera el portador de la caja. Ella, por suparte, se aferró las llaves, casi abrazándolas. 

Había olvidado a Hannah y Debbie, pero el comentario de Alex la devolvió a la realidad. Si, esperaba que estuvieran ya fuera de la trampilla. De lo contrario, significaba que no lo había logrado y eso solo suponía cosas malas.

Se asomó con precaución, para cerciosarase de que podían salir del la habitación con toda seguridad y que no había ningún demonio rojo acechando el pasillo.

La ninja lo había conseguido. Debbie no cabía en ella y el cóctel de emociones que se estaba formando en su interior explotó en una sonrisa eufórica. 

Cargó el peso de la responsabilidad en los talones y salió corriendo en busca de los chicos. 

Hannah abriría la trampilla. Hannah les salvaría a todos. Y ellos debían estar preparados. 

Teníamos la caja, teníamos un manojo de llaves. Ya no quedaban motivos para quedarse ahí abajo.

― Si te cansas o algo me la pasas ―dije a Alex, señalando la caja.

Viendo el rostro de Sabine parecía super pesada, pero en brazos de nuestro grandullón particular parecía más liviana que la mochila del cole. Repasé mentalmente las cosas que había metido deprisa y corriendo en la mochila, pero diría que entre ellas no se encontraba una cuerda.

― Joder, pues tienes razón. A ver cómo la subimos. ¿Sabine? Si no, id mirando por ahí, igual algún cable gordo que podamos usar para atar la caja.

Eché a caminar detrás del resto, con ganas de empezar a llamar a Hannah y Debbie a los cuatro vientos, pero sabiendo que no era buena idea.

Sabine se sintió aliviada al pasarle la caja a Alex. No es que ella fuese una tirillas, que las caminatas por el bosque la tenían bien entrenada… ¡es que pesaba mucho! 

Al escuchar a MJ asintió con la cabeza. 

—Sí, yo tengo una cuerda, tranqui. 

Esperó a que todos estuvieran listos y salió de allí. Tenía muchas ganas de estar fuera y que todos estuvieran bien y a salvo.

El grupo de amigos tenía la caja y muchas llaves. No era nada malo el descubrimiento en aquella habitación. Estaban debatiendo sobre cómo subir la caja por las escaleras, pero tras cogerla Alex se dio cuenta que podría llevarla sin problema. Era pesada, pero nada que no pudiera manejar.

Salieron de aquella sala y encontraron un pasillo vacío de nuevo. Unos pasos iban corriendo hacia ellos y se dieron cuenta, tras ponerse en alerta, que solo era Debbie. Su cara estaba pálida y su expresión era claramente de pavor.

Debbie venía sin Hannah, no vieron a su amiga por ningún lado. La prima de la canadiense puede que ya se hubiese marchado o que estuviera en problemas.

Debbie decidió volver hacia atrás, a ver si podía encontrar ayuda en sus compañeros. Hannah corrió hacia las escaleras que subían hacia la trampilla. La cosa corrió detrás. Y aunque la chica intentó poner metros de por medio, el monstruo parecía saber moverse por aquellos pasillos y no tardó en darle alcance.

El ser la placó por detrás y cayó contra el suelo boca abajo. Antes de darse siquiera cuenta de que el monstruo estaba sobre su espalda, sintió un mordisco en el hombro. Los dientes dolían como millones de agujas, es algo que debió experimentar ya en el bosque Elodie cuando fue atrapada también. El dolor era indescriptible, peor que nada que hubiera experimentado nunca. Peor que aquel verano cuando se cayó de un árbol, se le rompió el brazo y estuvo escayolada dos meses casi.

Hannah gritó cuando sintió aquel mordisco en su hombro -¡¡Ayyyy!!

Dolía mucho. Mucho. Primero la caída, el golpe contra el suelo. ¿Cómo la había pillado? No tenía sentido, vale, que solo la alumbraba la linterna, pero ella era rápida, pisaba firme, corría como dos gacelas.

No quiso llorar, sin embargo de esa intensa punzada de dolor en su brazo, se le saltaron las lágrimas.

-¡Déjame, déjame! ¡No te he hecho nada!¡Pasa de mí!
Forcejeó con fuerza, tenía, debía escapar del monstruo, seguir corriendo y abrir la escotilla. 

Y bueno, eso, si se la comía, al menos sus amigos podrían escapar. 

Aunque Hannah ahora no pensaba, su cuerpo lo hacía por ella.