Partida Rol por web

Kylian, con expresión sombría, se sentó junto a aquel hombre o más bien frente a él. Le miró a los ojos y resopló. Estaba agotado y exhausto y prácticamente a punto de echarse a llorar. Valev, su Valev había muerto y Tres Ombligos también pese a que trató de sanarle. 

- Fue un desastre... - Dijo entonces el sacerdote. - El enano nos traicionó. - Le desveló. - Habíamos planeado la emboscada y... - Negó con la cabeza. Miró en todas direcciones. No sabía si las paredes podían tener ojos pese a encontrarse en un terreno teóricamente amigo. No obstante, no quería arriesgarse a una nueva cagada frente a aquel hombre como la que ya tuvo en el camino hacia Robban. - Todos han muerto. Sólo yo logré escapar. - Apretó los puños lleno de rabia. No era una fachada, realmente sentía rabia por la pérdida de Valev. - Ellos siguen con vida. Son espías, eso es seguro... - Dejó pasar unos segundos. - No sé si volverán. Puede que Thorwyn tenga información suficiente para satisfacer a sus superiores, pero si vuelven... - Asintió varias veces con la cabeza. - Tenemos que estar preparados y no bastará un reducido grupo de hombres como el que llevamos al pantano. Nada pudimos hacer contra ellos...

—¡Eh, tú, muchacha, tráele a mi amigo una cerveza y algo de desayuno! —le dice el suboficial de los caballeros de Neraka a una de las camareras, antes de dirigirse a la otra—: Y tú, prepárale la tina del patio para que pueda darse un baño caliente y después una habitación en la planta de abajo.

Después baja la voz y clava en ti su mirada.

—Las habitaciones a pie de calle son para el personal de la posada y para gente de confianza, como tú. No te esperaba tan pronto pero me alegro de que hayas conseguido escapar con vida. Hace tiempo que sospechaba que ese sucio enano estaba jugando a dos bandas y tratando de enriquecerse a costa de todos, pero ya no tienes que preocuparte por él. A estas horas ya debe estar muerto. Todos lo estarán. Envié a unos cuantos draconianos capaces para ocuparse de todos los que supieran sobre lo que ocurre en este lugar y para traerte a ti de vuelta.

»Has demostrado ser alguien digno de confianza y también extraordinariamente capaz y por eso voy a confiarte una tarea de suma importancia. Dime, ¿has oído hablar sobre las ciudadelas flotantes?

KylIan se relajó al escuchar lo que Guiler Abrena le dijo. Al parecer confiaba en él más de lo que podía llegar a creer y eso desde luego era bueno. Bueno para la misión, pero mejor todavía para él. No parecía que fuera a "encargarse de él" y luego estaba el tema sobre las dudas que le habían alcanzado en las últimas jornadas. 

Cuando mandó traerle un desayuno y prepárale una tina caliente, esas mismas dudas se ecrentaron. ¿Si realmente eran los nerakianos tan malos, por qué confiaban más en él que los que se suponía que eran sus amigos? ¿Por qué le habían tratado tan bien desde el principio y valoraban todo lo que hacia por ellos sin tanto recelo y envidia? 

- He escuchado el término... - Le respondió Kylian muy interesado al alférez. - Pero si tengo que decir la verdad, no se mucho sobre ellas. - Negó con la cabeza. - Más bien nada...

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Aquel hombre le trataba como realmente merecía. Valoraba su esfuerzo y aunque había fracasado en el asesinato de Lowen, se lo había perdonado y había agradecido que regresara hasta allí para contar lo sucedido. Confiaba en él y eso era mucho más de lo que habían hecho sus antiguos compañeros. 

Más allá de eso, le había revelado algo inimaginable y para Kylian había cosas más importantes que el conocimiento. Un conocimiento casi ilimitado al que le iba a dar acceso si tenía éxito en la nueva misión que le proponía. ¿Cómo decir que no a aquello? No podía.

- La duda ofende, ni señor. - Le respondió. - Estoy disponible para que que sea menester. 

Tenía una nueva misión asignada. Una que parecía importante aunque quizás no lo fuera. No parecía algo complejo de realizar, pese a que muchas veces las apariencias engañan. Fuera como fuera, le esperaba un baño y un buen desayuno. Si podía descansar antes de partir en dicha misión, mucho mejor, pero...

- Una cosa, mi señor... - ​​​​​Interrumpió. - Logré escapar de Lowen y su banda, el enano, su furcia y otra mujer que no conocía. Muy buena con el arco. - Afirmó. - No dudo de que esos draconianos hayan hecho bien su trabajo, pero también es verdad que son buenos guerreros y no haríais mal en preveniros por si hubieran podido esquivar el ataque y estén ahora mismo de camino hacia Robban. Thorwyn les contó lo de los túneles y bueno... - Se encogió de hombros. - No me gustaría que nos cogieran desprevenidos... - Se mantuvo pensativo unos momentos. - Y sí volvieran... - Asintió varias veces con la cabeza. - De tener ocasiones... ¿Podría hacerles creer que he muerto? No quiero volver a cruzarme con ellos, ¿sabe?

Tras descargar un último y brutal mazazo, Lowen observó el vuelo del draconiano, que se estrelló varios metros más allá, derribado y moribundo. Pocas criaturas tan duras como aquellas había enfrentado Lowen, quien sabía que de ese golpe le habría causado una muerte inmediata a la mayoría de los enemigos que confrontaba. Enrolló el mangual, colgándoselo de nuevo en la espalda, y avanzó hacia las aguas cenagosas para tirar del cuerpo moribundo del draconiano antes de que se hundiese por completo.

- ¡Están vencidos! - gritó a sus compañeros, para que cejasen en su ofensiva - Averigüemos qué los ha traído hasta aquí.

Enganchó el pesado cuerpo, arrastrándolo colina arriba, y después sacó la daga. Miró de reojo a Lluvia, que se afanaba por atender a Thorwyn con sus artes curativas.

- ¿Está bien? - preguntó Lowen, temiendo por la suerte del enano. Aunque había escuchado numerosas historias acerca de su gran resistencia, no sabía hasta qué punto el poder de aquel hechicero habría podido causarle la muerte. Miró entonces al draconiano, abofeteando su cara escamosa para ver si volvía en sí. No parecía que fuese a hacerlo sin más. No era como si estuviese dormido.

—No están vivos —te asegura el suboficial de los nerakanos—, pero si te quedas más tranquilo, me ocuparé de que aumente la vigilancia en todo Robann y se refuerce la seguridad de la posada los próximos días. Nadie tiene por qué enterarse de que estás vivo y estas dos preciosidades no hablarán si le tienen aprecio a su lengua.

La camarera que se ha acercado con una bandeja llena de rebanadas de pan con nueces, leche, miel, fruta y vino caliente se le queda mirando aterrorizada pero no dice nada. Deja la fuente sobre la mesa y se aleja con la cabeza gacha a paso vivo.

—Bien, aquí está tu desayuno. Disfrútalo y también disfruta de ese baño y del merecido descanso. Pasará algún tiempo antes de que puedas asearte en condiciones en la ciénaga. A mediodía Goggar te abrirá la puerta del almacén, sé puntual. Te quedarás allí hasta que los porteadores vengan a llevarse la última carga y tú te irás con ellos. Bien, pues tengo un último regalo para ti, puedes considerarlo un anticipo por tu valiosa ayuda —se quita sus guantes de cuero negro y los deposita frente a ti sobre la mesa—. Encantarán cualquier arma que empuñes, durante un rato al menos. Solo tienes que pronunciar el nombre de "Tii'Mhut" y eso es todo. ¿Sencillo verdad?

Si sobrevivía a aquel hechizo, sería la última vez que acudiera a un combate sin contar con sus defensas mágicas. Aquella no era forma de morir. El draconiano, con sus poderes de hechicero de rayos, se había ensañado con el enano. Unos poderes sin duda más que relevantes, evidentemente más de lo que podía soportar un enano arcanista que ni siquiera había llegado a las Torres de Alta Hechicería.

Golpeado a continuación por la onda expansiva de la explosión final del draconiano hechicero, el cuerpo de Thorwyn estaba tan dañado que su alma pugnaba por salir a los salones de Reorx para reunirse con sus hermanos. Por fortuna la buena de Lluvia Estelar acudió a su rescate y sanó sus heridas, restableciendo su salud hasta niveles en los que su alma dejó de luchar por liberarse de su envoltorio físico. Thorwyn viviría una noche más.

De momento, el enano simplemente volvió a respirar, su pulso regresó y la bárbara que-shu pudo calmarse. Aquella, sin duda, había sido una noche intensa.

La inesperada explosión hace que detenga mi carrera mientras trocitos de hueso salen disparados en todas direcciones. Tengo suerte de que no me alcance ninguno, pero los que se encuentran más cerca de no tienen tanta suerte. Pensaba que los draconianos se convertían en piedra al morir pero ahora veo que eso no les ocurre a todos. Ojalá lo hubiera sabido antes.

Me parte el alma ver el estado en el que se encuentra mi Jiłhazhí, pero ahora mismo Thorwyn es quien más necesita mi ayuda y los demás tendremos que esperar.

—Por favor, llévalo a mi carro —le pido a Lowen, una vez que me aseguro de que mi amigo enano vuelve a respirar—. Es el lugar más seguro que podemos ofrecerle mientras se recupera.

A continuación, acariciando la cabeza de mi pequeñín, le digo:

—Me tenías muy preocupada pero has sido muy valiente. Gracias por venir a salvarme, has sido mi héroe esta noche y estoy muy orgullosa de ti. ¿Por qué no vas con papá ahora y cuidas de Thorwyn esta noche? No se me ocurre nadie mejor que tú para protegerle si vuelven los malos. No dejes que nadie entre en tu jaula, ¿de acuerdo?

Con un poco de suerte, conseguiré así que se quede en ella hasta el amanecer y no vuelvan a herirle. Pobrecito mío...

Y finalmente, me dirijo a nuestro prisionero una vez que Lowenherz comparte con los demás la nota que ha descubierto.

—¿Es este el delta de Mazrazz? —le enseño el papelito doblado y dejo que lo lea, confiando en que sepa hacerlo—. Mira, quienquiera que haya enviado a estos draconianos os quería tan muertos como a nosotros. ¿Lo ves? "Matadlos a todos". Sabían de antemano dónde íbamos a estar y es probable que hasta supieran que íbais a intentar matarnos, así que a estos sicarios los han contratado para matarnos a ti y a mí. Yo no voy a matarte, por la mañana dejaré que te vayas, pero te recomiendo por tu propia seguridad que evites volver a tener tratos con los caballeros de Neraka, ya ves cómo recompensan la lealtad de los suyos.

Kylian sonrió ante el regalo que acababa de recibir. 

- Es muy... - No pudo ocultar su felicidad y su sonrisa dejó paso hasta ver sus dientes blancos. - Es muy generoso por su parte. - La dio la mano con la intención de estrechársela. - Sí, muy generoso. - Afirmó. 

Aquello no se lo esperaba. Si bien ya le había agradecido sus actos de valor en la ciénaga, no esperaba que también lo hiciera con un nuevo regalo. Desde luego que era un objeto mágico muy poderoso y tenía que ser por fuerza bastante caro. 

- Haré todo lo que esté en mis manos para llevar ese mensaje a buen puerto. - Le dijo. - No le decepcionaré. - Asintió finalmente con la cabeza.

A Enrielle el corazón le dio un vuelco al ver la explosión y su pobre halcón saliendo despedido entre un violento movimiento de plumas.

— ¡NUDILLOS! — chilló con voz muy aguda.

Corrió a toda velocidad hasta su ave rapaz. Por una vez -por una maldita vez- su pájaro le había hecho caso, y allí había ido a picotear al draconiano. Maldita sea, y no podría culparle si decidía no hacerle caso nunca más.

Al llegar junto al animal dejó caer antorcha y arco y se tiró de rodillas. Para alivio de la exploradora, éste se movió y chilló débilmente al verla cerca.

— Ven... ven conmigo. — le dijo con una sorprendentemente dulce voz mientras lo recogía con inusitada delicadeza. Retiró con cuidado las esquirlas de hueso que asomaban entre las plumas y envolvió al animal en su capa, acunándolo con un brazo. Éste se dejó hacer, no sin chillar un poco más y dedicarle una mirada cargada de reproche que Enrielle aceptó sin decir ni media.

Cuando recogió las cosas que había tirado al suelo con la mano libre y se acercó a los otros. Su rostro, iluminado por la antorcha mágica, estaba más pálido aún. Se detuvo y torció la boca cuando vio al enano tendido, y pensó amargamente cuantos compañeros más pondrían a criar malvas... Pero unos instantes después comprendió que Lluvia Estelar había conseguido de algún modo milagroso mantenerlo con vida. Enrielle volvió a respirar y se acercó a ellos para sentarse de rodillas en el suelo, dejando la antorcha y el arco a un lado.

— Un tipo duro, este Thorwyn ¿eh? — puso una mano en el hombro de Lluvia Estelar y sonrió ligeramente. Bien hecho, le dijo con la mirada. Luego observó detenidamente a Thorwyn a la luz de la antorcha. Había visto mejores caras en las lonjas de pescado. — Vamos a echarle una mano, a ver si podemos traerlo de vuelta...

Dejó suavemente a su halcón en suelo sobre su capa. El animal protestó un poco, pero la exploradora le hizo callar suavemente. Se quitó su mochila de cuero gastado y buscó brevemente hasta que sacó de ella una redoma con un líquido dentro. Se inclinó sobre el enano con la redoma y, tras un momento dudando acerca de dónde podía tener la boca, decidió meter mano en la frondosa barba. Palpó y palpó, buscando. Se sentía como si estuviera violando una propiedad privada, y probablemente así estaba siendo.

Tras unos incómodos momentos hurgando entre el recio y denso vello facial de Thorwyn, por fin le pareció encontrar de donde tirar para abrirle la boca y verter en ella el contenido de la redoma. No estaba del todo segura de que hubiera entrado todo el líquido, pero al ver cómo se cerraban algunas heridas y ver que el enano recuperaba algo de su color pálido supuso que, más o menos, había llegado a donde debía.

El estallido de aquella criatura cogió a Lowen totalmente por sorpresa. El solámnico cayó hacia atrás, maldiciendo entre dientes mientras se cubría el rostro. Después se examinó: tenía algunos cortes superficiales, pero parecía que su malla le había protegido de la peor parte. Con aquello, la amenaza se había extinguido, al menos por el momento. La criatura no le diría nada más, pero la nota que recuperó de ella parecía contener cierta información adicional.

- Parece que nuestra suerte y la de los nerakanos estaba echada. - dijo - O al menos eso pensaba el tal G.A.

Negó con la cabeza, sopesando la bolsa de gemas.

- Quiere a Kylian vivo, y al resto muertos. ¿Qué significa eso?

¿Era Kylian un traidor? Lowen estaba casi seguro de ello. Al final, sus amigos se habían ablandado y lo habían dejado ir. Eso les ponía en una situación extrema. Si era un traidor, debían atraparlo y llevarlo ante la justicia. Si no lo era, estaba a punto de meterse él solo en la boca del lobo.

- Hemos de ir tras ellos, no tenemos alternativa. - gruñó con desagrado, pensando en las implicaciones de avanzar por el pantano de noche.

Contempló cómo Enrielle daba de beber un extraño líquido a Thorwyn. Milagrosamente, tanto como las alabanzas de Lluvia podían traer la ayuda de los dioses, el enano pareció recobrarse al momento de sus heridas, recuperando la compostura. Sin duda sus ojos serían de ayuda si marchaban en la oscuridad.

A pesar de que hace muy poco que conozco a Enrielle, me parece una mujer extraordinaria y llena de recursos. No puedo evitar reconocerme a mí misma que siento debilidad por ella y tal vez se deba a que su increíble puntería me recuerda a Glinthalas, a quien siento siempre tan cerca. Creo que a él le hubiera caído tan bien como a mí. Dice mucho de ella el que haya venido tan preparada y también que sea tan generosa como para gastar esas valiosa poción en alguien a quien hasta hace unas pocas horas consideraba una potencial amenaza.

—Muchas gracias, te pagaré lo que sea necesario para que puedas restituirla —le aseguro de corazón, tomándola de las manos y mirándola a los ojos.

Un involuntario escalofrío recorre entonces mi espalda al escuchar a Lowen sugerir que debemos ir en pos de Kylian de inmediato. Me caigo de sueño, estoy trasnochada, agotada y malherida tras las dos peligrosas escaramuzas a las que hemos conseguido sobrevivir. El cuerpo me pide decir que solo quiero irme a dormir y que si aparecen más draconianos, que nadie me despierte. En cambio, me escucho a mí misma responder:

—Si todos estáis de acuerdo en que desmontemos el campamento y regresemos a Robann sin demora, podéis contar conmigo. Aunque os confieso que me preocupa que en nuestro actual estado suframos algún percance en el pantano que nos impida llegar hasta allí. Thorwyn está muy malherido y a mí, sintiéndolo en el alma, no me quedan más fuerzas para aliviar los dolores de ninguno. Además, me resisto a creer que Kylian nos haya traicionado y, aunque de verdad lo hubiera hecho, nos lleva horas de ventaja. Dudo que consigamos alcanzarle y menos con los carros y los caballos. ¿Qué opináis los demás?

El alférez de los caballeros de Neraka se despide de ti, dejándote disfrutar en soledad de tu merecido desayuno mientras la camarera que queda en el comedor sigue atendiendo sus quehaceres sin prestarte atención. No pasa mucho tiempo antes de que la segunda suba a informarte de que tienes tu baño listo en el patio.

Allí te espera una gran tina de madera llena de agua humeante y jabón. Nada ni remotamente tan refinado como la mansión Le Besco pero un auténtico lujo teniendo en cuenta tu actual situación. Y, aunque ni la posada cuenta con servicio de lavandería ni tú tienes otra muda de ropa que ponerte, te las ingenias para adecentar las que llevas al menos lo suficiente como para limpiar las manchas de barro reseco y sangre más evidentes.

A pesar del cansancio, tras la ajetreada jornada de ayer y toda la noche de acá para allá deambulando por el pantano, optas por renunciar a un par de horas de sueño para ultimar tus compras en Robann. Probablemente tardarás un tiempo en encontrar otro lugar donde gastar tu dinero en mitad de la ciénaga.

No es que la villa fantasmal disfrute de un comercio exuberante como el de Kalaman o incluso como el de la feria de Belleria, pero eres una persona tenaz y acabas encontrando lo que buscas. Cuando uno tiene buen acero y perseverancia, como tú, a menudo acaba haciéndolo.

Para cuando regresas al Susurro de la Ciénaga, el sol brilla en lo más alto y el semiogro está esperándote en el patio con cara de pocos amigos.

Sin decirte una sola palabra, te señala con la cabeza hacia el almacén y desengancha el manojo de llaves que cuelgan de su cinturón. A simple vista todas te parecen iguales, pero él va seleccionando con asombroso acierto cada un de las tres llaves que abren otras tantas cerraduras de la puerta del almacén.

Dentro os espera una gran habitación rectangular de unos ocho por catorce metros tenuemente iluminada por una solitaria vela a medio consumir y sembrada de cajas, toneles y sacos de arpillera, todos ellos aparentemente vacíos. Goggar se dirige a una segunda puerta, también cerrada, y se aplica con el manojo de llaves para abrir las dos cerraduras restantes.

—No tocar nada —gruñe mientras te indica con la cabeza que entres y, una vez que lo haces, cierra la puerta a tus espaldas y puedes oír el sonido de los cerrojos.

La habitación, de unos cuatro por siete metros, cuenta con unas cuantas cajas y cofres candados. Intentas curiosear su contenido pero no tienes herramientas para forzarlos, de modo que te sientas en uno de ellos y te pones a escribir oraciones a Gilean en tus pergaminos.

Para cuando terminas, estás tan agotado que no tardas en quedarte amodorrado allí mismo, sentado sobre uno de los cofres. Te despiertas sobresaltado tras un periodo de tiempo indeterminado cuando escuchas el chirrido de una de las cajas siendo arrastrada por el suelo, ocultando un pasadizo subterráneo del que emergen tres altos hombres-lagarto.

Los tres se miran entre sí con expresión confundida y después te miran a ti.

—¿Quién eressss tú? —pregunta uno de ellos, acercándose a ti con más curiosidad que hostilidad.

Enrielle casi pudo sentir a través de los guantes de cuero la calidez de las manos de la que-shu. Sonrió, devolvió la mirada con sus ojos verdes y apretó a su vez las manos que le agarraba. Normalmente a ella le incomodaban todas esas tonterías, pero la energía salvaje que aquella joven le transmitía le resultaba muy agradable.

Los chillidos de indignación del halcón, que aún estaba en el suelo, hicieron que Enrielle se zafase suavemente de Lluvia Estelar y volviera a recoger al animal en uno de sus brazos, quien inmediatamente pareció complacido.

— No. No me vas a pagar nada. — respondió sacudiendo una mano libre, restando importancia  — La necesitaba. Nos necesitamos los unos a los otros, y parece que más que nunca.

Se le ocurrió abofetear a Thorwyn para que reaccionase antes, pero el hecho de que sus mejillas estuvieran bajo la barba sólo le dejaba la opción de abofetearle la calva. Decidió que ya había violentado bastante al enano y dejarlo en paz.

Se levantó, dispuesta a exponer su postura acerca de qué hacer.

— No estoy segura de que partir ahora sea lo mejor. Thorwyn está mal, y tú misma has sido herida, Lluvia Estelar. Nunca había visto hombres-dragón de cerca, pero me ha quedado claro que son muy peligrosos. Si al llegar a Robban hay más de ellos y nos atacan, agotados y heridos como estamos no vamos a conseguir nada más que morir. Ese clérigo, Kylian, nos lleva horas de ventaja y no lo alcanzaremos por mucho que queramos. Y en cualquier caso, fue su decisión marcharse. No veo prudente arriesgarnos por su necedad. Hay mucho en juego.

Lowen suspiró. Se estaba dejando llevar por la impaciencia una vez más. La enorme fuerza que impregnaba sus músculos, fruto del favor de Lluvia, le hacía sentir un vigor y un ímpetu que sus compañeros no tenían. Ellos estaban agotados, y sospechó que él mismo pronto sentiría el mismo cansancio abarrotando su espíritu. No estaba siendo justo: Thorwyn había estado al borde de la muerte, y todos tenían heridas.

- Lleváis razón. - dijo, resignado - Es mejor hacer noche aquí. De todos modos, no llegaremos a tiempo a interceptar a Kylian.

Decidió no complicar más las cosas. Registró a los otros draconianos, por si tuviesen algo de valor, además de asegurarse de que estaban muertos. Después retornó, junto a sus amigos, al campamento, y se apostó junto con sus armas al borde del mismo.

- Dormid, yo seguiré con la guardia. - sabía que tendría que hacer un sobreesfuerzo esa noche, ya que Thorwyn no estaba en condiciones de vigilar - Te despertaré en unas horas. - le dijo a Enrielle.

─Aaaaaah ─se quejó el enano, volviendo en sí e incorporándose levemente para poder participar de la conversación─ ¿Habéis acabado con esa lagartija arcanista hipertrofiada? ─quiso saber─ Tengo la sensación de que ese draconiano me ha hecho caer un rayo por fuera y por dentro. Cof, cof. Me duele hasta toser ─se quejó amargamente, no por ello dejando de hablar─. Os voy a decir una cosa, esos draconianos forman parte de un ejército, no han venido aquí por casualidad. Y no me extrañaría que hubieran querido masacrarnos a todos, a nosotros y a los nerakanos, para atar cabos sueltos. Esa posada sí que debe ser un punto neurálgico. Si no conseguimos averiguar a dónde llevan los botines, voto por pegarle fuego y que arda hasta los cimientos...

El enano, obviamente, no estaba de muy buen humor. Esta noche había esquivado la muerte por poco y le habían salvado la vida. Sí, le habían salvado la vida...

─Lluvia, has sido tú, ¿verdad? Te debo una. Una bien grande. Te lo compensaré...

Aunque Thorwyn no era la persona más moralista que hubieran conocido, sí contaba con un código de honor al que adherirse, seguramente ligado con firmeza a sus creencias y tradiciones enaniles. En este caso su creencia en la necesidad de devolver con creces lo que le había sido dado a uno, en saldar las deudas contraídas, debía ser férrea. Difícilmente iba a dar por zanjada aquella cuestión con simples palabras.

─Supongo que habría que ir a rescatar al idiota de Kylian, ¿verdad? Pero, por favor, aguardemos hasta mañana. Hoy estoy... un poco cansado... ─dijo volviendo a tumbarse allí mismo, sin más fuerzas para seguir semi-incorporado.

Enrielle asintió a Lowen.

— Que sea una hora, Lowenherz. No queda tanto hasta el amanecer y tienes heridas que limpiar.

Cuando escuchó al enano recuperar la conciencia se giró y sonrió ligeramente alzando una ceja. Inicialmente había tomado al enano como un posible traidor, pero verlo combatir a los desdichados sicarios le había hecho desarrollar cierta simpatía hacia él también. Al fin y al cabo, luchar por un objetivo común unía, pensaba siempre la exploradora.

— Yo también creo que esa apestosa posada podría convertirse en una bonita hoguera. Y ese Kylian... no sé qué confianza tenéis con él, pero si conseguimos encontrarlo antes de que le corten el gañote, no se si podré resistirme a tirarlo a él también al fuego. — se encaminó hacia el carro volcado que le había servido de refugio y se empezó a acomodar de nuevo — Lowenherz, una hora. — y se volvió dándoles la espalda, acurrucada y susurrando a su herido halcón.