Partida Rol por web

Un ligero sentimiento de estrés y angustia se mezclaba con la emoción de empezar aquella aventura. Algo acechaba en las grutas de la montaña, una montaña que con cada paseo cada vez te empezabas a conocer mejor y mejor. Con cada paso, cada iniciativa y cada avance, te sentías cada vez más fuerte y seguro, empezabas a tener la sensación de que aquella montaña era tuya, y como miembro del pueblo robusto, no ibas a permitir que aquellos seres a quienes tanto detestabas la corrompieran.

Devolverías a Khâzad Felek mil y una veces lo que te regaló cuando sus fuerzas te salvaron al vida, aun que esto supusiera saltarte las normas. “¡Que le jodan a Ivor Barbabronce!” pensaste para tu adentros acompañando a tus compañeros.

Un cierto sentimiento amargo por el hecho de desobedecer las órdenes directas de tus superiores revoloteaba en la parte trasera de tu cerebro. Sentías que en cierto modo, el dictamen de Bargenta estaba en contra de este tipo de acciones o iniciativas, sin embargo en ningún momento te había abandonado.

La fuerza de voluntad del padre de todo guerrero del pueblo robusto estaba contigo, y aquél día te sentías especialmente inspirado. Si tus líderes eran unos inútiles, o no sabían guiar con sabiduría a vuestro pueblo no era culpa vuestra. Era hora de coger a los problemas por los cuernos.

Borzos estaba extático. La sensación de libertad que sentía le iluminaba la cara al verse libre de las órdenes, los mandatos y demás pamplinas que tenía que soportar cuando simplemente obedecía órdenes. Aún no podía creer que Kroggar no se hubiera negado a rebelarse contra las órdenes pero se aseguró de no hacer ningún comentario al respecto. El bárbaro, suelto en lo salvaje de los riscos, disfrutó saltando de roca en roca como si él también fuera una cabra, en busca de pistas sobre cómo entrar en la guarida de los kobolds.

Después de la tromba de agua del día anterior aquel paraje parecía ahora un paraíso, Borzos disfrutaba como un jodido bárbaro y Kroggar extrañamente, ¿disfrutaba? …

Era increíble lo que una buena cena y un buen descanso, además de la sensación de haber ayudado a nuestros compañeros podía hacer en el espíritu enano.

Toril también disfrutaba, estaba de nuevo en las montañas, al aire libre, con su dos buenos compañeros, camaradas ya, podría decirse, y en lugar de la sombría perspectiva de reencontrarse con Barbabronce tenían por delante la misión de hacer lo que más amaba en el mundo, cazar Kobolds, no eran Orcos, pero al menos eran Kobolds, y estaban mancillando sus montañas, pues bien, iban a encontrar su merecido, vaya que si lo encontrarían.

Lo primero, rastrear, todo un ritual que a Toril le corría por las venas, lo llevaba en el alma como otros enanos llevan el olor de los minerales y pueden distinguirlos a cientos de metros, comenzó con lo suyo, palmo a palmo del terreno, buscando esos detalles que solo se ven cuando no miras, solo necesitaba un primer indicio y no podrían escapar, los encontraría, no tenían donde esconderse.

El sol ayudaba en vuestra tarea de búsqueda de pistas. Toril más especializado en la búsqueda de kobolds, percibió rápidamente unas pisadas humanoides con cierto remanente reptiliano. Habían estado por aquí, y a juzgar por los rastros de tierra socavada alrededor de las huellas habían arrastrado los cuerpos, pero ¿a dónde?

Borzos percibió rápidamente algo singular en el terreno, algo que iba más allá de las huellas. Efectivamente en el montículo había extrañas grietas que estaban fuera de lugar, y que parecían artificiales, una descripción muy similar a la que había dado Toril el día anterior. Un poco más adelante, el inicio de un pequeño monte, que repetía el mismo patrón.

Entre las rocas, iluminadas por la luz del sol se podía percibir una textura extraña, y lo que parecía una entrada a una cueva debidamente camuflada a través de una grieta que apenas llamaba la atención. La curvatura de la entrada era totalmente artificial, y parecía dar lugar a algún lugar más profundo. Sea como fuera aquél lugar no era normal. Tendríais que escalar apenas unos metros para alcanzar la entrada principal, pero no sería problema.

-Allí -dijo el bárbaro, mirando hacia arriba. Allí hay una cueva disimulada por una gran roca. ¿La veis? Habrá que escalar para alcanzarla pero parece poca cosa.

Si, y aquí están las huellas de haber arrastrado los cuerpos, han venido a limpiar la zona, y han sido meticulosos, no han dejado nada. Yo llevo cuerda por si fuera necesario. Y no veo nada más por aquí.

No creo que nos esperen, así que vamos a darles una buena sorpresa.

Durante el viaje de vuelta Kroggar meditó en lo impulsivo que había sido la noche anterior. Se había dejado llevar por la rabia de ver a sus hermanos enfermos y al borde de la muerte por la incompetencia de su capitán. No podía evitar sentir un pinchazo de culpabilidad por desobedecer las órdenes de Barbabronce, pero realmente se sentía bien. El auténtico deber de un soldado no era cumplir las órdenes ciegamente sin cuestionarlas, igual que existían leyes contra el desacato y la deserción, también las había para proteger a los soldados cuando se enfrentaban a órdenes poco respetables, negligentes o abiertamente ilegales. Y ahora cuánto menos se enfrentaban a una negligencia. Así que hay estaba, acallando ese sentimiento de culpa. Y si alguien tenía algo que decirle ese era Bargenta.

—Yo también llevo cuerrda—dijo Kroggar—. Ese maldito gnomo de nuevo... aunque esto sí es más util que las antorrchas.

El enano rió entredientes recordando el episodio de las teas.

—¿Vamos?

Borzos se ató la cuerda a la cintura y comenzó a trepar pero la superficie estaba mohosa y resbaladiza y no resultaba fácil.

Borzos tomó la iniciativa y junto con la cuerda de Kroggar se dispuso a trepar por la pared de piedra, la cual no tenía demasiada altura. Al poco de comenzar parecía que aquello era un poco más complicado de lo que en apariencia se presentaba. La pared rocosa, pulida por el viento y ligeramente despejada de polvo que mejorara el agarre debido a la lluvia del día anterior hacía la tarea más difícil de lo que en principio era.

El clérigo y el explorador vieron así como su compañero iniciaba con fuerza una corta pero intensa escalada, para acabar deslizándose pared abajo de nuevo debido a la falta de agarre. Sus corazones se aceleraron al pensar en el ruido que el bárbaro estaba generando mientras descendía agarrado a la pared para evitar hacerse daño. Pequeñas piedras saltaban de un lugar a otro, provocando un ruido de tierra arrastrada.

Si queríais pillar desprevenidos a los kobold, hacer en exceso ruido no era buena idea, aun que estos mismos no salieran a la luz del día, debido a la sensibilidad de sus ojos.

Aquello requería algo más de sutileza y quizá precisión a la hora de actuar, para evitar que os esperaran a la entrada con las armas desenvainadas y las hondas listas.

Y allí iba Borzos desprendiendo trozos de musgo y ramas en su caída, la armadura no ayudaba, las hachas y todo el macuto. Toril hizo todos sus esfuerzos para escalar limpiamente y evitar en la medida de lo posible que Borzos siguiera cayendo.

Pero no solo no lo consiguió, sino que también resbaló ladera abajo.

-Espera, Toril, espera! Comienza mejor por este lado! Antes he subido yo por ahi y cuando he llegado a aquella grieta me he resbalado. Parece sólida pero está cubierta de musgo. Pon ese pie aquí, esa mano allá... ahí, ahí, muy bien. Sube tranquilo que si te caes te cojo al vuelo.

Kroggar se quedó en silenció esperando a que los demás lo intentaran. El orondo enano, aunque fuerte, embutido en su armadura no era la mejor opción. Era preferible que primero lo intentasen sus compañeros y el subiera en último lugar.

Toril se agarró en el último momento, no había terminado de perder pie, pero no tenía por donde seguir desde allí hasta que Borzos le indicó. Había seguido los pasos de Borzos y justo eso es lo que tenía que evitar ya que ese terreno ya estaba desgarrado por el paso de su compañero, un poco más al lado aún las ramas y raíces estaban enteras y le darían mejor apoyo.

Así fue, paso a paso consiguió llegar hasta un repecho dónde podía esperar asus compañeros y asegurarlos con la cuerda, Indicó a Kroggar por dónde podía subir y se asentó fimemente en el saliente de roca para tirar de la cuerda y ayudale a subir.

Borzos trepó usando la cuerda de Toril y, al llegar y chocarle la mano dijo:

-Trabajo en equipo! Hasta Kroggar estará orgulloso!

Kroggar apoyó el pié para comenzar a trepar y su pie resbaló hasta tal punto que estuvo a punto de darse de cabeza contra la pared. Eso estuvo cerca. Con el orgullo herido, el enano comenzó a trepar con una determinación y fuerza que casi parecía que iba a echarse a correr por la pared.

Cuando hubo llegado arriba puso sus brazos en jarra e inspiró.

—Bien, es horra de cazarr kobolds.