Partida Rol por web

Lo que dije, hay al menos 4 legionarios salvaguardando al objetivo, dentro del patio. a parte de los dos del puente y los dos que eliminamos. No sería tan raro pensar que puedan haber 2 más por ahi... Eso sumarían una decuria. Tampoco creo que mas, pero en esto nos movemos entre el contubernio y la decuria.

Sin olvidarnos de los siervos del dueño de la hacienda y si tiene algún guardia propio, cosa que desconocemos...

Prender fuego llamaría demasiado la atención, aunque podría atraer a siervos y algun soldado dejando al tribuno mas desprotegido, pero no creo que salieramos vivos de la reyerta.

Como ves sabotear el carro? Lo de matar a más inocentes me repatea el hígado romano, y las gentes de este lugar no tienen culpa alguna. Podrían ser tu propia familia.

Duilio escuchava la chachara de su compañero detras suyo. Habia guardias, soldados, claramnete era lo que les esperaba. Y en algún momento no muy lejano terminaría manchándose mas de sangre, o muriendo en el intento. Eso lo tenia claro.

Y mas claro tenia que no quería hacer daño a inocentes, si no hubiera sido así no hubiera dejado irse a aquel muchacho sin decir nada o seguirle.

Uso la fuerza que tenia para intentar partir uno de los ejes de la carreta, a base de simple maña, pero necesitaba una palanca o punto de apoyo. O simplemente otro par de manos.

- Da una patada seca aquí, a ver si lo partimos, y luego lo disimulo.-

Porque parte del ardid no era romperlo, si no que no se descubriera hasta que estuvieran en movimiento.

Aparta, voy a probar. Vigila de mientras no asome otro criado, crío o lo que sea...

El Nubio sacó el cuchillo del bandido que se quedó e intentó debilitar un poco la zona, para luego dar un golpe seco que hiciera saltar la sujeción.

Oye, si vemos las trinchas y correajes de tiro, podemos hacerles un ligero corte en la zona de roce, para que se desgaste y cedan también.

Otro lugar fácil para someterlos es en las letrinas.  Total tenemos el rio a pocos pasos, si conseguimos salir vivos de aquí, y si no no importará mucho.

Duilio trató de fisurar el eje del carro, pero el estruendo de su patada no hizo mella alguna, sino tan sólo golpearse él mismo un poco ante la infructuosa patada. Actos seguido, Assim decidió probar suerte. Primero rascó, muy inteligentemente, el eje mediante el filo del pugio que portaba. Después le aplicó un golpe seco.

¡PRRR... Pafff! El carro se venció un poco de un lado, pero no llegó a quebrarse. Tal vez la rotura se hiciera efectiva enseguida, pero el carro al menos aguantó vuestra presencia allí.

Entonces, mientras Assim estaba aún comprobando el éxito de su empresa, se escuchó la puerta de madera de la Pars frumentaria, el almacén donde se recogía la cosecha. De allí salió una figura al centro del huerto donde estábais, y os agazapásteis un poco. Entre la negrura de la noche, bajo el manzano y tras el carro, aquel sujeto no os vio a priori. Levantaba sobre sí una fruta, como lanzándola al aire y recogiéndola, símbolo de sentirse orgulloso por tenerla (tal vez la hubiera robado del almacén). Entonces se encaminó hacia vosotros, ¡caminaba distraído hacia allí!

No pudísteis esconderos en ningún lado, y el muchacho se dio de bruces contra vosotros. Quedó perplejo: era el mismo joven que minutos antes había huido de vosotros rodeando la hacienda. La pera que portaba se le cayó al suelo al ver que tenía delante de sí al esclavo corpulento y al legionario bien armado. Gimió un instante, muy bajito, pues no le salía la voz... Luego sólo pestañeó varias veces, pues el terror y susto le tenía paralizado...

Duilio se apresuro a agarrar al chico y taparle la boca, antes de que decidiera decir nada. Ahora era el momento de ganar ventaja o perder cordura.

- Si callas, vivirás. Si no, puede que tengamos que tengamos que acabar contigo. ¿Lo entiendes?.-

El ex legionario acerco su cara a la chico al que puso contra el carro para que no tuviera alternativa a la huida.

- Bien, veo que has mangado una fruta, bien por ti chico. Estoy seguro de que prefieres comértela a …. te haces una idea, ¿verdad?. Necesito saber que puedo quitarte la mano de la boca, y que no vas a gritar.

Puedes pensar que si gritas alguien vendrá a salvarte, y aciertas. Pero no antes de que mi amigo te corte el cuello. Así que tu mejor opción es hablar conmigo, y luego irte a dormir. Soy un hombre de palabra. Tu muerte no me beneficia en nada, entiendes. No quiero matarte, pero no puedo consentir que descubras que estamos aquí.-

Le hablaba lentamente, y en ningún momento bajo la presión de la mano sobre la boca y la nariz, al chico le costaría respirar, así que movió un poco el meñique para que pasara el aire, y volvió a hablar.

- Si aceptas vivir y hablar conmigo, parpadea lentamente tres veces.-

El anzuelo estaba echado, quizás, y solo quizás, su plan no se hubiera ido al traste del todo. O puede que acabaran de acabar sentenciados a muerte. O a una muerte más cercana en el tiempo.

El muchacho parpadeó lentamente tres veces, pues había escuchado con atención y sorpresa todo lo dicho por Duilio (incluyendo mencionar a Assim cuando el ex-legionario le amenazó con el manejo de su compañero con los filos...). El muchacho entonces, se calmó cuando Duilio le retiró sus manos*

El muchacho se llevó un dedo a la boca, haciendo el gesto de silencio, como asintiendo y compartiendo vuestra complicidad en el lugar. Os miró de arriba a abajo, pues aún estábais mojados tras haber cruzado el río.

No quisiera importunaros señor, ni que mi cuello fuera sesgado de pronto -mirando a Assim un instante, y luego se agachó a por la pera caída en el suelo-. Mi nombre es Apio. No sé quienes sois, pero no soldados de ese prefecto... -hizo un gesto con la cabeza, como refiriéndose a Lucio Emilio Scabo-. Todos están ya ebrios o casi ebrios -hablaba el muchacho en voz baja, y no parecía tener ánimo de delataros-, pero ninguno lo estáis... ¿Venís a cumplir un delito? Si la vida del amo Giacomo pende de un hilo, os la facilitaré... ¿queréis matarle? -el muchacho estaba estrujando ahora la pera, y el zumo rezumaba entre sus dedos-, ¡Yo sí! Quiero ver la sangre bañando sus jardines...

El joven parecía tener razones como para querer la muerte del patricio amo de la hacienda.

Assim escuchó atentamente lo que dijo Duilio y mas tarde lo que relató el joven. sin duda un esclavo como él y quizás con menos fortuna...

El tan solo puso cara de ogro, sin decir palabra, y manejando con maestría los pugios, para amedrentar al muchacho al principio, siguiendo el juego del ex-legionario.

Cuando oyó los aires de venganza del muchacho, guardó el arma y en un suave movimiento volteó al joven y le dijo:

Tu espalda, muéstramela. Has sufrido sodomía sin desearlo, o latigazos?

Suponía que llevaría la espalda marcada a latigazos, o que fue usado como un simple objeto, que era como se trataba a los esclavos.

Duilio negó con la cabeza escuchando las palabras del joven.

- No hemos venido por la vida de tu señor. Sino del prefecto. Si quieres tomar la vida de Giacomo…., bien puede ser en pago por tu ayuda.-

Dijo mientras Assim, preocupado por el chico lo inspeccionaba. Venían de mundos distintos, pero entendía a Assim. Pero había que sacar provecho de aquel hilo de destino.

- Si consigues introducirnos sin que nos vean en los aposentos de Lucio Emilio Scabo, para cumplir nuestra empresa, podemos ser el puñal que enarbole tu venganza.-

Esa era la oferta, introducirse en la habitación de su objetivo. Eliminarlo, y escapar de allí. Quizás su compañero pudiera hacer lo mismo con el dueño de la finca, si creía las palabras del esclavo Apio.

El muchacho se dio la vuelta y se levantó la camisa, como le había pedido Assim. Ni un rasguño (buenos, los típicos de la dura vida de la servidumbre, pero nada de latigazos).

No tengo marcas, más bien las recibió mi señor padre. Éste murió a manos de Giacomo, pues le castigó por un delito que no cometió. Más bien... -explicaba Apio-, tapó mi condena, mi robo. Ahora quiero vengar a mi progenitor. Giacomo debe morir. Me parece bien, legionario -dijo mirando ahora a Diulio-. Las palabras de éste le habían sabido a gloria, claramante.

El muchacho miró a un lado y a otro, como asegurándose de que nadie miraba justo antes de asentir a Duilio.

Seguidme, pues. Os llevaré allí. Pero, os ruego, soldados, que no olvidéis mi venganza contra mi amo. Será cuestión de tiempo que me cuelgue a mí tras matar injustamente a mi padre -añadió como aterrado-. Y acto seguido se introdujo a través del cobertizo (3) justo antes de haceros una señal para que avanzárais tras él. Después, actuando rápido, avanzásteis por el vestibulum (5). Allí no había nadie, y lo hicísteis agachados, ocultos tras el muro bajo, para evitar ser visto a través de la arcada de piedra que separaba a éste del peristilum (lugar del banquete que ya parecía agonizar). Acto seguido, el muchacho avanzó raudo y agachado entrando en la domus del señor, en una habitación al lado del vestíbulum. Vísteis una estancia algo vacía, pero espaciosa, y el joven Apio os accedió a otra sala donde había una escalera que subía a una planta superior.

Ahí arriba... La sala de invitados, y dada esta oscuridad, el prefecto dormirá en ella -aseguró Apio, señalando con el dedo hacia arriba-.

Duilio antes de subir presto atención a donde era la habitación de Giacomo, por si tenia que recoger a Assim de camino a la salida en unas horas. Y llegados a este punto, era mejor no equivocarse de estancia y dar con la de los guardias beodos.

De hecho Assim parecía mas que dispuesto a dar cuenta de la vida del patricio malvado, y no podia estar mas satisfecho con ello.  Pero no podían pararse a dialogar en aquel momento. Asi que apretando la mandibula, se decidio a subir los escalones. El primero hizo un ruido que en su cabeza fue excesivo, pero parecía que la fiesta proseguía sin problemas. 

Así que se apresuro a subir arriba, procurando observar bien donde se movía, para no hacer ruido, y buscando un lugar donde estar oculto hasta que su presa cayera ante él.

Bien muchacho, y donde se aposenta tu amo?. Lo que sea habrá que hacerlo, rápido y sigilosamente. No quiero que de la voz de alarma y vengan el resto de soldados o del servicio...

Otra cosa, si piensas largarte de aquí, no te lleves cosas que supuestamente no pertenecen a un esclavo. Solo por eso ya serías sospechoso... 

Ahora podrías hacer una distracción en la otra punta del Peristilum, y mientras se fijen en ti, no miraran hacia estas arcadas, dándonos paso franco.

Al parecer Duilio pensaba hacerse cargo del Prefecto, y dejaba a Assim, la muerte del dueño del lugar... Al menos es lo que parecía entenderse de sus palabras.

Más allá, en esa zona... -señaló Apio con el dedo hacia delante*-. Y también escuchó las palabras del esclavo. De acuerdo. Daré la vuelta y haré que me atiendan desde la otra zona del patio. Ambos podréis esperarles en sus aposentos. Cuando todo pase os deberé mucho... todo -decía el joven-. Entonces se alejó por donde había venido, suponiendo que vosotros avanzaríais hasta vuestros objetivos.

Subiste las escaleras. Eran de piedra y muy pulidas. Abajo quedó tu compañero Assim, seguramente para cumplir su nueva tarea ahora. En la planta superior había dos habitaciones. Eran dormitorios, donde había un par de jergones y apenas mobiliario, tan sólo un par de bustos de mármol (uno en cada una). Una ventana discurría en ambas salas y una de ellas parecía más acogedora que la otra (por el simple hecho de tener un jergón más amplio, una mesa, y poco más. En ambas había cirios para iluminar levemente la estancia. La negrura podría esconder allí a cualquiera.

Dejaste atrás las escaleras. Apio se había marchado para allarnerte el camino. Viste que giró en redondo las columnas y los arcos, dispuesto a llamar la atención de alguna manera desde el otro extremo del peristilo. Por tu parte entraste en la sala del Domus que el joven te indicó. Llegaste aun salón pequeño y luego avanzaste hasta llegar al único emplazamiento que tenía un jergón: una sala con un busto, un arcón grande y una ventana. La decoración era mínima. Aquel lugar, iluminado levemente con algunos cirios, debía ser el lugar de descanso del patricio Giacomo.