Partida Rol por web

Vais en dirección opuesta a la salida de la cueva, hacia su interior. El dragón no os ve: está muy entretenido causando estragos entre los acólitos de Helga, los soldados del Conde y los de Silvester. Escucháis su agonía, el sonido de cuerpos siendo desgarrados y el bramido de las llamas que salen de la boca del dragón. Luego de cada exhalación de fuego, deja un rastro de humo negro que comienza a llenar la cueva.

La tormenta invocada por Derek llega a su fin. Deja de llover. El agua acumulada os llega a la cintura. Os ocultáis detrás de unas grandes rocas, a salvo del monstruo. Derek le venda la herida del pie a Tatyana. Dadas las circunstancias, no es mucho lo que puede hacer, y a la cazadora se le seguirá dificultando el movimiento rápido. El sanador intenta vislumbrar una salida alternativa. Cree detectar una pequeña corriente de aire proveniente del oscuro pasillo por donde apareció el dragón.

Quizás, si siguen andando por ese pasillo, se topen con otra salida de la cueva. Quizás no, y terminen arrinconados y devorados por la bestia.

Derek y Tatyana no salen de la cueva. Ethel alcanza a ver que, en vez de ir por la entrada como han hecho ella y Brant, van hacia el interior de la caverna. Luego los pierde de vista.

—Hay cuatro barriles de pólvora —le dice Artemi a Brant—. Cuando vosotros os fuisteis para la cueva, un grupo de soldados del Conde que se quedó rezagado cargó los barriles monte arriba hasta aquí. Están allí, ¿los ves?

Señala una carreta a diez metros de distancia.

—Cuando vieron al dragón huyeron, así que esos barriles están abandonados.

Y mientras intentaba acompañar a Brant, se quedó mirando a los alrededores y a los barriles que mencionaban. No podía creer que su amiga había decidido quedarse allí cuando de alguna manera la salida era más fácil. Hay que atraer al dragón, la cuestión es como. 

—El dragón no saldrá porque están sus crías ahí—dijo al pensar en la pólvora—. Es una locura esto, pero sacar al dragón puede que termine arrasando con todo, nosotros incluidos. No sé qué hacer... No sé. 

Después suspiró y miró a Artemi. 

—Intentemos llevar a Brant y a ver si encontramos algo para curarlo. No te puedo dejar así. 

La corriente de aire fue como una brisa bresca en una tarde calurosa para Derek, aquello significaba que había una salida y no quería perder ni un segundo en encontrarla.- Mi conjuro ha terminado Tatyana y tenemos pocas opciones. La salida segura es la entrada de la cueva pero hay un dragón de por medio que no tardará en volver, si nos encuentra puedes imaginarte el resto. La otra opción es confiar en que esta brisa nos llevará a una salida, quizás menos segura, quizás imposible, pero lejos de las fauces y el fuego de la criatura. La primera opción siempre estará disponible e incluso puede que el dragón se duerma o salga a cazar, si nos falla el primer plan podemos intentar escondernos y esperar una oportunidad.-

Todo aquello era la locura más grande que había vivido nunca y había estado presente en muchas locuras los últimos meses, pero de verdad creía que era la mejor opción y aún más con el pie de Tatyana en aquel estado, no es que creyera que podía correr más que un dragón volar pero era mejor un pie sano que aquello.- Iré primero y veré que encuentro, sígueme con calma para no empeorar la herida ni crear otras. Cabeza gacha.- Se adentró entonces lo que pudo siguiendo el viento buscando la salida.

Brant requirió de la ayuda de Artemi y Ethel para incorporarse, arrastrando los pies prácticamente, mientras observaba los barriles que quedaban a su disposición. 

—No, el dragón no puede salir al exterior... Si lo hace, arrasará con todos... —comentó, torciendo el gesto—. Si supiéramos que existe otra salida en la cueva, sí que podríamos tratar de explotar los barriles en la entrada... —señaló, mientras seguía pensando—. Tengo una idea loca, pero es una idea, al fin y al cabo. Podríamos empujar la carreta dentro de la cueva y colocar algunos cadáveres dentro que captaran la atención del dragón y reventarlos en el momento en el que vaya a atacar. Quizá sería la oportunidad de oro para Derek y Tath de escapar.

Tampoco existían muchas más opciones. El resto serían un suicidio...

—No es mala idea, preparemos el carro y hagamos eso. Lamentablemente si el dragón sale morirá muchísima gente, pero si está dentro y lo matamos, también mis amigos...—dijo al bajar la mirada mientras ayudaba a Brant—. Espero que con tu idea puedan salir al estar distraído sino habrá que pensar en un bien mayor, aunque me duela. 

- Muchas gracias Derek por la ayuda, además también es verdad que en estas circunstancias tampoco podemos hacer mucho más con las heridas - le dedicó una sonrisa - Sí, sigamos en camino - cuando Derek comentó acerca de que había una brisa, se fijó más en el ambiente y podía notarla - Aunque sea menos segura o imposible, creo que será la más acertada. Te sigo Derek.

El chico le comentó que cuando estuviesen a salvo hablarían respecto a los familiares y ella asintió La verdad es que no es muy buen momento para hablar de ello...

Tatyana comenzó a ir detrás de Derek despacio, echando de vez en cuando la vista atrás para ver qué ocurría detrás de ellos y cómo se encontraba el dragón. Espero que sea una salida buena... Mientras avanzaba, movía los brazos como si fueran unos remos para ayudarse a caminar algo mejor. 

Estuvo unos minutos pensando Le he dicho a Brant lo que siento por Liselot... también le dije mi verdadero nombre... miró hacia sus manos que iba moviendo poco a poco para avanzar Se ha ganado un hueco en mi corazón y mi respeto, ha demostrado que se lo merece. Y ella... sonrió al visualizar el rostro de su amiga. Se prometió así misma que también le diría lo que sentía por ella. Miró hacia delante, a su compañero y amigo - Oye Derek... A lo mejor decirte esto tampoco es un buen momento pero... Vente con nosotros si salimos de esta... No separemos nuestros caminos otra vez - le dijo. No sabía por qué se sentía tan sentimental. Tal vez tantos años enterrando y escondiendo sentimientos han pasado factura o más bien haber visto tan cercana la muerte la han impulsado a ello ¿Desde cuando eres tan sentimental Tatyana?

En la entrada de la cueva la carnicería llega a su fin. Treinta cadáveres yacen en el agua. Las otras treinta o cuarenta personas que lograron escapar se desperdigan por el monte, despavoridos y aterrados. Algunos van hacia el campamento, otros hacia el bosque. Pero se van lejos de toda esta masacre. Eran, en su mayoría, soldados de Silvester y del Conde. Ahora son desertores.

Vosotros vais en dirección opuesta: hacia la cueva, hacia el dragón. Artemi ayuda a Ethel a empujar la carreta con los barriles de pólvora hacia la entrada. El dragón está distraído comiéndose un cadáver. Apiláis tres cuerpos inertes entre los barriles, y empujáis la carreta hacia dentro. Despacio, para que el monstruo no se de cuenta.

La carreta avanza entre la oscuridad de la caverna. Sus ruedas son lo suficientemente altas como para que los barriles queden por encima del nivel de agua y no se mojen. Luego os retiráis hacia afuera, una vez más, esperando a que sea el momento oportuno para activar la trampa. A los diez minutos, el dragón se gira y acerca el morro hacia la carreta, oliendo los cadáveres.

Artemi os ofrece yesca y pedernal.

—Yo no sé usar esto, pero si alguno de vosotros quiere hacer los honores... Quién lo diría: Artemi Valaev, ayudando a matar un dragón. Esta historia sí que no me la creerá nadie.

Avanzáis en la oscuridad hacia el interior de la caverna, de donde salió el dragón y por donde Derek detectó una leve corriente de aire. Quizás haya una salida alternativa...

Mientras tanto, al voltear la cabeza hacia atrás por última vez, Tatyana ve que la masacre ha llegado a su fin. Treinta cadáveres yacen en el agua. Las otras treinta o cuarenta personas que lograron escapar se desperdigan hacia afuera. Silvester está con ellos, aunque por el espanto de sus soldados, no es muy difícil adivinar que lo están desertando. El dragón, por su parte, se está dando un festín con los cadáveres, devorándolos de a uno.

El corredor por el que avanzáis se bifurca una vez, luego otra, y después otra más. La caverna es más grande de lo que parecía: es un laberinto. Afortunadamente os lográis ubicar en medio de la oscuridad y os concentráis en aquella brisa que viene de algún lado [1]. Finalmente, llegáis a un pasillo que desemboca en una pequeña abertura en una pared de piedra, por la que puede salir una persona agachada. El problema es que, bloqueando esa salida, hay una cría de dragón.

Derek calcula que tiene unos seis meses de vida. Tiene el tamaño de un perro y parece centrado en Tatyana. Se acerca a ella, la olisquea, abre la boca y le pasa su lengua viperina por una pierna. Refriega su cabeza en ella, acariciándola como si fuera un gato.

Era su última oportunidad. No sabía si aquella estratagema funcionaría o si el dragón pasaría de largo antes de percatarse de que en realidad esos cuerpos estaban ya inertes, ocultando debajo unos barriles cargados de pólvora con los que pretendían provocar el suficiente estruendo y caos como para que sus compañeros pudiesen huir. El dragón continuaría el resto de sus días cuidando a sus huevos y ellos se marcharían de allí de una pieza, pudiendo contar la historia de que sobrevivieron a una criatura mitológica. No estaba mal el plan, ¿no? 

Al aparecer la criatura en su rango de visión y comenzar a olfatear la carreta, comprobó que aquella era la ocasión perfecta de actuar. Cogió la yesca y el pedernal que les ofreció Artemi, pues su equipo se encontraba empapado aún y comenzó a chocarlos con cuidado, para que surgieran chispas. Brant, visiblemente agotado, trataba de atinar en el trozo de tela seca que cubría la flecha, notando que los párpados le pesaban. Meneó la cabeza, concentrándose. "Vamos, Brant... Demuestra que eres útil incluso estando malherido."

—Ethel, confío en ti... Por tu bien... no falles o tendrás que aguantarme en el más allá... —dijo, dirigiéndole a la chica una sonrisa de cierta complicidad.

—Calla, eso no será necesario. Quizás debas aguantarme en vida. 

Y sin más, no estaba muy para la labor de disparar aquello sabiendo que sus amigos se encontraban dentro. Pero tampoco es que tenían demasiadas opciones y había que hacerlo porque si el dragón salía, la cantidad de gente que podía morir era mucho más. Ni hablar de que estaría en un espacio abierto y más difícil sería pararlo, era de alguna manera el momento oportuno para hacerlo y pese a que se rompería su corazón por esto, lo haría. Básicamente por un bien mayor. 

Así que con los ojos cerrados tras sacar una flecha, inhaló profundo porque habían dejado todo en su lugar y esa flecha incendiaria era lo único que tenían ahora mismo. Por ello preparó el arco y mientras el calor de la misma llama le daba en el rostro, apuntó al carro y disparó con una facilidad que posiblemente daba escalofríos ya que la flecha salió recta, cortando el aire con un destino que sería crucial. 

Cuando Tatyana miró hacia detrás sintió que un escalofrío le recorría todo el cuerpo. Era la primera vez que era testigo de una masacre de tal magnitud. Jamás se hubiese imaginado que su aventura acabaría de esta manera pero daba gracias por haber salido viva, tanto ella como sus amigos y compañeros.

La cueva era bastante grande, no sabía durante cuánto tiempo estuvieron andando. A pesar de todas las vueltas que parecía que estaban dando, aquella brisa se seguía notando en el ambiente. Tatyana estaba esperanzada de poder encontrar alguna salida dentro de aquel laberinto. Pasado un rato, se dieron cuenta de que había una pequeña abertura por la que podrían salir sin problemas, aunque se toparon con un pequeño problema. Otro dragón.

Aquel pequeño dragón se acercó a ella y comenzó a lamerla y a pasar su cabeza entre las piernas - Oh... qué tierno... - se agachó lentamente y con dificultad para ponerse a su altura. Alzó una mano también despacio para no alterar a la pequeña criatura y dejó que olfateara su mano - Eres muy pequeñito... o pequeñita... - decía con voz calmada y mientras sonreía. Miraba al dragoncito a los ojos y cuando vio que accedía, comenzó a acariciarle la cabeza - ¿Quieres venir conmigo? Aunque no sé qué puedo darte de comer cuando crezcas... - se rascó la nuca con la otra mano - Tenemos que salir de aquí pequeñín, ¿nos dejarías pasar a mi amigo y a mí? - no le quedaba muy claro si la entendería, pero le hablaba con todo el amor del mundo Me encantaría que vinieras conmigo pequeño... pero la comida va a ser un problema... Seguía acariciándole la cabeza y luego pasó por el diminuto cuerpo - Si quieres venirte con nosotros eres bienvenido...

El ofrecimiento de Tatyana resultó tentador para Derek ya que le brindaba la oportunidad de salir de allí con vida, volver con Silvester después de lo ocurrido no parecía una opción y aunque sobreviviera al camino de vuelta la Vizcondesa daría buena cuenta de el. Estaba vivo pero casi muere y lo único que hizo el sanador por el fue preocuparse de otras personas, pero por el momento no pensó más en ello hasta no estar a salvo del lugar.

El camino fue más largo y peor de lo que hubiera imaginado en un primer momento, si el viento no les hubiese ayudado a orientarse estarían perdidos esperando una muerte atroz. Para su suerte no fue así consiguiendo llegar a lo que parecía una salida, pero entonces vio la cría y se asustó mucho a pesar de lo amistoso de la misma.- Tatyana tenemos que tener mucho cuidado, muchísimo cuidado. Parece que tiene sobre unos seis meses, pero lógicamente se trata de una cría del dragón. Si su madre o su padre lo que sea el otro se da cuenta o tiene una manera de perseguirla por el olfato u oído estaremos en serios y terribles problemas, no creo que podamos huir de un dragón enfadado, y aunque nos la llevemos que harás con ella, no se puede ocultar de manera sencilla y crecerá.- A Derek la idea de un dragón domesticado le parecía cuanto menos improbable, podían ser muy temperamentales sin contar a los peligros que deberían enfrentar solo para mantener ese dragón a salvo de ladrones y oportunistas, era algo de colección incalculable. Un dragón doméstico, algo digno de ver.- Yo no puedo decirte que hacer, pero quiero que tengas clara las dificultades a las que te enfrentarás. Voy a otear un poco el exterior.- Obviamente le resultaba fascinante pero lo primero era lo primero y así dejaría tiempo para que Tatyana supiese que hacer. Consciente de que podría haber soldados cerca se asomó despacio al exterior para comprobar lo que había, aunque en realidad el que más le preocupaba era Silvester.

El dragón está encima de la carreta. Huele los cadáveres. Abre las fauces para comerse a uno de ellos. Entonces la flecha se hunde en un barril de pólvora y todo explota a los mil demonios.

Por unos segundos la caverna queda iluminada en su totalidad. El sonido es tan atronador que sentís que vuestros tímpanos son golpeados y que un zumbido se adueña de vuestros oídos. Los cadáveres que de los que no lograron huir del monstruo salen volando por los aires. La explosión abraza al dragón. Le destroza el pecho, parte del cuello y una de las patas delanteras. La bestia deja escapar un rugido, no de furia, sino de sorpresa y dolor. Esquirlas de madera de la carreta reventada salen para todos lados y se hunden en su ala izquierda, dejándole pequeños agujeros.

Cuando el humo se disipa, el dragón es un despojo: está tendido de lado sobre el agua, respirando agitadamente, gruñendo, aturdido. Tiene la piel ennegrecida allí donde lo alcanzó la explosión, y las duras escamas que le recubrían el pecho ahora parecen tan frágiles como hojas otoñales. La sangre le mana del cuello. La pata es un muñón. Así como está ahora, hasta un niño podría atravesarle el corazón y darle muerte.

Y, sin embargo, no hay rastro alguno de Derek ni de Tatyana. Deben de haberse ido hacia la profundidad de la caverna, allí de donde salió el dragón...

El dragoncito, acaramelado por la voz de Tatyana, abre las alas y emprende vuelo, dejando de bloquear la salida. Es macho. Se posa en los hombros de Tatyana y se queda allí, como si fuera una lechuza guardiana. Emite un sonido agudo y aniñado, como una lagartija gritando. No parece ser de furia sino de conformidad. Lame el pelo de Tatyana. Su aliento es asqueroso y su lengua es áspera. A Derek lo mira con desconfianza y hasta le gruñe un poco.

Derek sale fuera de la caverna a través de la abertura. Todavía es de noche. No ve rastros de soldados ni de Silvester. Esta salida da hacia un lateral del monte. Dando un rodeo podréis llegar hasta el campamento donde estabais antes.

Súbitamente os llega el ruido de una explosión que sacude toda la caverna, seguido por un espeluznante grito del dragón que os atacó. No es un grito de furia sino de dolor. Finalmente, el sonido de un cuerpo gigantesco desplomándose sobre el suelo, allá, en la entrada de la caverna, muy atrás de donde estáis ahora.

Una sola flecha como siempre en la vida de Liselot marcaría el destino que a fuego queda en la memoria, en su piel y en la consciencia. No pudo evitarlo y cuando la explosión surgió sin más, allí quedó nerviosa mientras pensó en Fenre para pedirle de corazón que cuide a esas personas, a las que quiere con su alma. 

Pero como todo las consecuencias de aquel funesto desenlace conllevan a no ser cruel, la pelirroja siempre respetó a los animales y esta vez no haría la excepción. Por ello una vez lo pudo ver malherido, se lamentó por el daño infringido que justamente salvaría muchísimas vidas, pero no se podía obviar que se quitaba una en medio y tras inclinarse para darle su último final, susurró:

—Lo siento mucho. 

Y sin más, cogió su cuchillo y se lo clavó profundo. Había terminado con su dolor, al menos eso. 

Entendía lo que le dijo Derek respecto al dragón pero le parecía demasiado tierno y en el fondo le gustaría que fuera con ella. Después de decirle aquellas palabras al dragoncito, éste levantó el vuelo y se colocó en su hombro, lamiéndole el pelo. Su aliento olía un tanto regular, pero lo dejó en su hombro mientras le acariciaba debajo de su barbilla - No te preocupes, él es bueno... Es el... ¡tito Derek! - vio que Derek salía de la cueva para echar un vistazo. Miró a su nuevo amigo - Debería ponerte un nombre... - se quedó un rato pensativa mientras lentamente se acercaba hacia aquella abertura - ¿Qué te gusta más? ¿Viksei? ¿Alektor? - estuvo pendiente de la actitud de la criatura para ver qué nombre le gustaba más - ¿Sabes? Es una combinación entre los nombres de mi padre y abuelo, los echo mucho de menos... Se fueron a un lugar mejor hace varios años... O eso espero.

Una explosión, un grito de dragón y un cuerpo desplomándose sacudió aquella cueva. Miró al pequeño dragón - Creo que deberíamos irnos pequeño... Ahora no estarás solo. Estás conmigo y... vas a conocer a gente maravillosa. Están Brant, Líselot - sonrió al decir su nombre - Te va a encantar, es maravillosa. Vas a tener un hermanito... Se llama Tupac - le fue contando y salió de la cueva con cuidado.

Se puso detrás de Derek - ¿Qué ves por aquí? ¿Has escuchado ese estruendo? 

Cual sería el siguiente paso era una pregunta que Derek intentaba responder en su cabeza mientras intentaba ver algo por aquella salida. La oscuridad era muy grande y la luz muy poca, no había manera de ver mucho más allá de sus narices.- Bien, no hay rastro de nadie. Eso quiere decir que no han tomado esta dirección.- Hablaba en alto pero para si mismo.- Si vamos por este camino llegaremos al campamento pero ¿Queremos eso en este momento? Todo será violento y peligroso. Quizás deberíamos esperar.- Seguía formulando la idea en su cabeza cuando entonces oyó el gran estruendo y el grito.- Eso no ha sonado bien, nada bien.

Tatyana le asustó en su espalda y dio un pequeño salto.- No te había escuchado que susto. Parece que han abatido al dragón, parece difícil de creer pero ha sonado a un grito de dolor y ese sonido de desplome no lo ha podido hacer un ser humano. No se como lo habrán hecho pero no suena bien. No se que deberíamos hacer ahora, si ir al campamento o hacia donde. Si te ven con la cría pasará algo malo estoy seguro y no sabemos ni el paradero ni el estado de Ethel y Brant. No me queda ni una gota de magia en el cuerpo. Estamos en una situación muy complicada.

Esta vez estaba perdido realmente, no sabía cual era la mejor opción.- Acerquémonos con cuidado y en silencio. Tenemos que ver lo que ha pasado sin perder la calma.

Gotas de sudor caían de la frente de Brant, quien se encontraba agazapado y aguardando que funcionara esa burda trampa improvisada, que dependía en parte de la puntería de Ethel. El éxito del disparo fue tal, que la propia onda expansiva de la explosión le tiró al suelo, provocando que maldijera para sus adentros tras el golpe. La detonación fue ensordecedora, convirtiendo en una gran bola de fuego la entrada de la cueva y envolviendo al dragón en esas llamas, de las que salió muy mal parado. Había sido un espectáculo visual digno de ver y recordar.

Sujetando la empuñadura de su espada con fuerza, el cazarrecompensas pensó que aunque una escama de dragón sería un buen recuerdo de esta aventura, dejaría a la criatura allí, en sus últimos estertores de vida, cuidando a sus crías hasta que su aliento se extinguiera. Era una pequeña muestra de respeto hacia la criatura. Además, no podía engañarse a sí mismo; estaba con las energías justas en ese momento.

Pero no contaba con ella, claro. Ethel mostró una sangre fría apabullante, recortando distancias con el languideciente dragón, antes de hundir un cuchillo en las entrañas de su corazón. 

—Joder con la chiquilla... —masculló, con gesto de sorpresa, mirando a Artemi con una ceja enarcada—. Como para cabrearla en la cama... 

Suspiró, apoyándose con sumo cuidado en un lateral del exterior de la cueva, mientras una ligera sonrisa quedaba grabada en su rostro. Por lo menos lo peor ya había pasado.