Partida Rol por web

Ethel hunde su cuchillo en el pecho del dragón, ahí donde está el corazón. La criatura respira pesadamente, cada vez más despacio, más despacio, más despacio, hasta que deja de moverse. Fuera de la cueva algunas personas se están acercando a contemplar el cadáver del dragón. No pasan muchos minutos más hasta que aparecen Derek y Tatyana, que no vienen desde dentro de la cueva, sino desde afuera, del lado opuesto de monte.

Dais un rodeo por el monte, con cuidado, hacia la entrada de la cueva, de donde vino el ruido de la explosión. Allí os encontráis de nuevo a Brant y a Ethel. Brant está muy malherido: tiene la camisa y la brigantina destrozadas y su espalda está en un estado deplorable con la piel abierta a causa de un enorme garrazo. Ethel se ve bien. Aparte de ellos, hay otros tantos curiosos viendo lo que sucedió hace minutos en la entrada de la caverna. Allí están Artemi, el profesor Klaus Anker, y otros tantos civiles del campamento del Conde. Los soldados de Silvester, los acólitos de Helga y la tropa del Conde se han esfumado, aterrados por el dragón. No veis a Silvester por ninguna parte.

Pero ahora la gente ya no teme al dragón: está muerto. Yace tumbado en la entrada de la caverna. Una explosión le destrozó parte de pecho, el cuello, las alas y una de sus patas. Llegáis a ver el momento en el que Ethel, es decir, Liselot, retira su cuchillo del pecho del dragón. 

—¡Ah, ahí estáis! Os habéis perdido lo más endiabladamente loco que he visto en mi vida. Brant y Ethel cazaron un dragón. A lo largo de mi vida he visto cosas interesantes, pero ¿como esto? ¡Nada! ¿Ya habéis pensado que vais a hacer con el cuerpo del dragón? Cualquier noble os pagaría fortunas por él. ¿Y los colmillos del dragón? ¡Eso se venderá a precio oro! ¡Seréis asquerosamente ricos! Y podréis viajar por todo el continente disfrutando de mi compañía. ¿A que no es genial?

>>Espera un momento... Tath, ¿qué es eso?

A hombros de Tatyana hay una cría de dragón. Es pequeño como un perro cachorro. Mira al gran dragón muerto, suelta un alarido y hunde la cabeza en el pelo de Tatyana, quizás ahogando algún tipo de llanto dragonil.

—Doctor Durchdenwald, ¡qué alegría verlo a salvo! Qué tragedia todo esto. ¡Y qué decepción! Estaba seguro de que lo que había en la cueva era una cocatriz. Releí nueve tomos sobre cocatrizología anticipando este momento. ¡Y termina siendo un dragón! Oh, qué cruel es el destino. Pero estoy seguro de que muchos anatomistas de la Universidad de Oldenburg valorarán contar con un ejemplar de dragón así para estudiar. Hacía décadas que no se veía un dragón por estas tierras.

>>Os ruego —le dice a Brant y Ethel— que no le entreguéis el cuerpo de este dragón a ningún aristócrata, y que tampoco lo vendáis al mejor postor. Lo único que haría un noble sería colgar su cabeza en su salón, como si fuera un trofeo, tal como quería hacer el Conde Manfred, que en paz descanse. Oh, cuánto mejor sería que el cuerpo del dragón fuera llevado hasta la Universidad para futuros estudios científicos. ¡Sería maravilloso!

Una vez le había quitado la vida, se quedó allí con su mano en la empuñadura del cuchillo mientras su frente se encontraba apoyada sobre el animal. Ethel estaba llorando, temblaba bajo esa ferviente determinación que a veces le quedaba demasiado grande incluso para alguien como ella. 

Durante unos cuantos minutos se mantuvo en ese lugar y de alguna manera cualquiera podía descubrir que ella había sentido en su alma aquella muerte. Siempre había respetado a todo animal, pero tenía muy en claro que de dejarla vivir esto se convertiría en una masacre. De nuevo la pelirroja se encontraba en los momentos decisivos y una de sus flechas marcaba el destino a surcar. 

Una vez alzó la mirada, se encontró con que Tatyana y Derek estaban vivos. Eso le llenó el alma de luz, tanto que rápidamente fue corriendo hacia su amiga mientras hizo oídos sordos de buenas a primeras a las ofertas de ese futuro con el cuerpo del dragón. Ya delante de aquella chica, se sorprendió por la cría que tenía en los hombros y abrazó con fuerza a Tatyana. 

—Por Fenre, creí que te había perdido. Estás loca, pero me alegro de que lo hayas salvado—confesó sonriendo y luego miró a Derek—. Gracias por cuidarla. 

Ya tomando un poquito de distancia con sus amigos, fue junto a Brant y apunto estuvo de hacerlo caer por sus comentarios. 

—La próxima me lo dices en la cara, cobarde. 

Claramente le gruñó y luego sonrió. Había que tomar una decisión y Liselot estaba podrida de andar buscándose la vida. 

—Tenemos que decidir—dijo a Brant, ambos lo habían matado—, ¿Que hacemos?

Para cuando Derek y Tath se reunieron de nuevo con ellos, Brant se encontraba con los ojos cerrados; daba la sensación de estar muerto, pero sonreía internamente. Alzó la vista, escrutando los rostros de ambos y, más extrañado, observó a la cría de dragón que viajaba en el hombro de Tath. "¿Pretenderá domesticarla?" —se preguntó, ahogando un suspiro de alivio. No le importaba demasiado en esos instantes.

—Menos mal... Ha costado, pero lo hemos conseguido. Me alegro de que estéis vivos —comentó, en un tono que denotaba ante todo sinceridad.

Y es que su vida era por lo general solitaria, aunque a veces no venía mal compartir algunos momentos y experiencias con otras personas. Esa gente había demostrado ser de confianza y habían arriesgado su propia vida por un objetivo común. Cuando vio que Ethel se acercaba hacia él con cara de pocos amigos, el cazarrecompensas salió de su ensimismamiento y le aguantó el duelo visual. ¿Esa chica tenía el sentido del oído hiperdesarrollado? Porque le había escuchado desde bastante distancia y eso que su comentario anterior a Artemi fue en un tono trivial y nada exagerado. Definitivamente las mujeres eran capaces de enterarse de todo.

—No tengo problema en decírtelo a la cara, pequeñaja —Se rio con una fingida vehemencia, aunque el simple gesto hizo que tuviera que llevarse una mano al costado, apretando los dientes por el dolor—. No me interesa que se lo quede ningún noble fanfarrón para decorar su castillo... Lo cedería antes a una universidad, siempre que nos den algo de dinero a cambio —concretó, pues no quería desprenderse de un logro semejante sin no ver unas (cuántas) monedas—. No he arriesgado mi pellejo solo por el avance de la ciencia y el progreso. No soy de esos —afirmó, mirando primero a Ethel y luego al profesor como se llamase—. Creo que todos los aquí presentes merecemos una dotación económica acorde a la peligrosidad de la empresa que supone matar a un dragón... —finalizó, lanzándole el guante al experto para comprobar hasta qué punto le interesaba el estudio de la criatura.

Derek se movió con cautela y cuidado por el desconocimiento de lo ocurrido, no podía dar nada por sentado dadas las circunstancias, sobre todo por el peligro que corría su vida no solo por el dragón. La escena que vio no tenía sentido para el, cuando Liselot se alza desde su pecho arma en mano parecía una escena tan increíble que no podía ser real, pero lo era.

Dejó el sigilo atrás y rápidamente fueron descubiertos pero tardó unos segundos en darse cuenta de que la conversación era con ellos, no podía quitar los ojos del dragón muerto y se preguntaba como había podido pasar.- Ya lo veo, es increíble. No tengo palabras para describir esta escena. ¿Cómo es posible? ¿En tan poco tiempo? ¿Qué ha ocurrido?- Las preguntas eran muchas, obviamente algo debía pasar porque el tiempo había sido muy reducido como para que simples armas hubieran dañado a un dragón hasta la muerte de aquella manera. Las preguntas sobre el dragón que Tatyana llevaba encima no tardaron en llegar, pero parte de la responsabilidad de quedárselo residía en que ella tendría que responder por el, aún así habló.- Esa cría de dragón la encontramos por casualidad mientras salíamos de la cueva por dentro. Parece que le ha cogido cariño, conmigo no hace buenas migas tened cuidado.

Derek vio entonces las heridas de Brant mientras el profesor le hablaba.- La confusión ha costado muchas vidas, no hay duda de ello. La masacre ha sido terrible y las pérdidas humanas demasiadas. Tampoco encuentro explicación en como se ha podido confundir una cocatriz con un dragón, es cuanto menos raro. Pero si me lo permite me preocuparé de los heridos, mi magia está agotada pero con un poco de descanso podré restaurar la carne de los que peor estén.- Se acercó entonces a Brant mientras pensaba en cual real fueron sus palabras, no tenía lógica como han podido confundir a estas dos criaturas cuando contaban con un entendido en la materia como era el profesor Klaus. Ahora mismo el destino del dragón no le preocupaba si no los heridos, ya tendría tiempo de verlo de cerca, por suerte no se iba a mover. Una vez con Brant comprobó sus heridas y respondió a Liselot.- No tienes nada que agradecer, hemos tenido mucha suerte al encontrar una salida de aquella trampa. Su herida no es grave, sanará, solo necesita reposo. Pero esta tuya Brant me temo que aparte de limpiarla y asegurar que no empeora no podré hacer mucho más hasta mañana. Ten cuidado hasta entonces y cuando todo se calme ven a verme y veremos que podemos hacer.

No entró en debate de que hacer con el cadáver, no era su llamada ni su cometido. Miraba de soslayo hacia todas partes esperando ver a Silvester arma en mano, de momento no estaba allí y esperaba sinceramente no verlo nunca más. Se acercó a comprobar el cadáver del dragón de cerca y después comprobó si había más heridos y su estado.

Cuando salieron de aquella se reunieron con su grupo y fueron testigos de una escena un tanto rara, o al menos lo fue para Tatyana. Liselot retiraba su cuchillo del pecho del dragón Pero... ¿cómo? Notó que el pequeño dragón comenzó a meterse más entre su pelo ahogando un llanto Oh Dios... - Pequeñín... - alzó su mano hacia detrás de su pelo y comenzó a acariciarlo suavemente - Estoy contigo, estarás conmigo... No te pasará nada... Ahora tienes una nueva familia y nos cuidaremos los unos a los otros.

Se dio cuenta de que Liselot empezó a correr en su dirección, sus ojos comenzaron a brillar. Se abrazaron. Se separó lentamente de su abrazo, se dio cuenta de que había llorado y con su pulgar le secó algunas lágrimas. Por su mente pasaron varias ideas y escenas, pero se contuvo - No puedes librarte de mí tan fácilmente pequeña... - le sonrió y fugazmente llevó su mirada a sus labios - No podía dejarlo aquí y como bien dijo Derek, me ha cogido cariño. Se vendrá con nosotros... - miró de reojo como pudo al pequeño dragón - Estoy todavía pensando un nombre, me gusta mucho Viksey, ¿te gusta pequeño? - se rio un poco ante el comentario de Derek - Oh Derek, ya verás como también te tendrá cariño - y vio como fue a comprobar a los posibles heridos del lugar - Oh Brant, yo también me alegro de que vosotros estéis vivos. Te pondrás bien pronto, sobre todo con la ayuda de Derek, es el mejor.

Estuvo escuchando sobre qué hacer con el cadáver del dragón - Yo no quiero que lo tenga ningún noble. Creo que lo podrían tener los de la universidad para que realicen estudios... O enterrarlo, por respeto a este pequeño... Esas son mis dos opciones.

Se dirigió a Klaus - ¿Qué ha pasado para que hubiese esa confusión con el dragón y la cocatriz? - le preguntó después de que Derek hablara de ello. Tatyana seguía acariciando a Viksey mientras de reojo miraba a Liselot y a Brant.

El rostro del profesor se ilumina cuando escucha que donaréis el cuerpo a la Universidad de Oldenburg. La alegría se le esfuma cuando escucha Brant dice que así se hará, pero a cambio de una recompensa.

—Oh, ejem, claro. Sí, es razonable que queráis una compensación a cambio del esfuerzo y el sacrificio que supone dar caza a tamaña criatura. Si conseguimos trasladar el cuerpo hasta la Universidad, estoy seguro de que allí os darán una retribución acorde. La Universidad cuenta con los fondos suficientes para poder costearse un ejemplar de draconis magnus griseus.

Tatyana y Derek no entienden cómo ha sido posible que se confunda a una cocatriz con un dragón. El rubor asciende a las mejillas del profesor Klaus Anker.

—Oh, mucho me avergüenza decir que yo mismo soy, en parte, responsable por ello. Toda la expedición del Conde estaba persiguiendo a la cocatriz a cuenta del relato de aquel campesino, quien dijo haber visto a una cocatriz.

Señala a Ernst, un campesino que estaba en el campamento con vosotros y que estaba jactándose de haber visto a una cocatriz. En ese momento, solamente Ethel habló con él.

—Todos tomamos por válido su testimonio. Pero, oh, deberíamos habernos imaginado que ese pobre campesino de intelecto irregular apenas sabe diferenciar un perro de un cocodrilo. Oh, qué descuido tan tonto y en qué desgracia terminó todo a causa de ello.

El campesino Ernst, mientras tanto, está ajeno a todo, contemplando una lechuza posada sobre un árbol con una sonrisa bobalicona.

—Qué buonita mariposa —dice.

Dos días después, Derek ha sanado a Brant y a otros tres heridos que logró rescatar. Por demás, el saldo es de unas cuantas decenas de muertos a causa del ataque del dragón. Brant se siente como nuevo, aunque sus prendas quedaron destrozadas y le quedará una espantosa cicatriz en la espalda por el resto de sus días.

El pueblo de Lieber está conmocionado por estos sucesos y por la muerte de su señor, el Conde Manfred von Lieber, a causa del rastrero Silvester von Wick, quien se ha dado a la fuga. El nuevo señor feudal del pueblo es el hermano de Manfred, un tal Fritz von Lieber. Cuentan los rumores que es un perverso joven de 16 primaveras cuyo pasatiempos favoritos de niño era destripar sapos, y cuyo pasatiempos favorito ahora es espiar a las campesinas que se bañan en el arroyo. Nada bueno le espera al pueblo de Lieber.

Los preparativos para trasladar el cuerpo del dragón hasta la Universidad están en marcha. Será un viaje difícil, de uno o dos meses, llevando aquel colosal cadáver por los caminos de tierra hasta su destino final. El profesor Klaus Anker prometió preparar unos ungüentos para evitar que el cadáver se descomponga. Artemi ha pagado a algunos campesinos para que construyan algún transporte a ruedas lo suficientemente resistente como para cargar a un dragón encima.

En este momento estáis en la taberna del pueblo de la pequeña aldea de Lieber, allí donde Ethel y Tatyana conocieron a Brant y a Artemi. Estáis almorzando, es un día bellísimo y el calor de la incipiente primavera ya se siente. Artemi está en la barra, hablando con una de las camareras, a todas luces intentando llevársela a la cama. Algunos clientes miran con suspicacia al dragón de Tatyana, pero nadie se atreve a decirle nada.

Aquel día Brant estuvo durmiendo como un lirón hasta bien entrada la mañana, aprovechando las horas para recuperar todas las energías perdidas durante el combate con el dragón. Su cuerpo había llegado tan al límite que perdió la movilidad y cayó inconsciente poco después de estar reunidos de nuevo. Menos mal que su naturaleza fuerte y los cuidados de Derek sirvieron para que sus heridas fueran poco más que una muesca que le acompañaría durante el resto de sus días; una mera anécdota que contar en unos años.

Situado junto a una ventana, recibiendo la cálida brisa primaveral y los rayos de sol que incidían inclementes sobre su rostro, cerró los ojos, inspirando profundamente. "No me importaría quedarme aquí un tiempo, alejado de toda actividad peligrosa" —pensó, aunque pronto apartó esa idea de su mente. Aún no era el momento para pensar en esas cosas. Se vistió, no sin antes mirarse en el desgastado espejo de su dormitorio, observando detenidamente la impresionante cicatriz que surcaba su espalda. Aquella marca en su piel traería muchas preguntas para quien tuviera la oportunidad de verla. Pero pocas personas disfrutaban del privilegio de contemplar el torso desnudo y atlético del cazarrecompensas. Sin ataduras. Esa había sido su consigna desde que tenía uso de razón.

Bajó de buen ánimo al salón, comprobando que prácticamente todo el dolor había remitido. Pidió una cerveza y algo para comer antes de sentarse en una de las atestadas mesas, saludando a quienes habían sido sus compañeros durante la aventura... Y quienes lo seguirían siendo mientras transportaban el cadáver del dragón hasta Oldenburg. Un viaje que se antojaba largo y cansado.

—Derek, he de reconocer que has hecho un trabajo excelente —dijo, alzando la jarra de cerveza una vez la tuvo en sus manos—. Te doy las gracias por tu atención... Estoy ya casi al máximo de mis facultades. Quién lo diría dos días atrás, que no podía tenerme en pie por mi propia cuenta —reconoció con una leve sonrisa. Brant estaba de buen humor ese día y se notaba mucho.

Dando un vistazo general por la posada, se fijó en que Artemi no perdía el tiempo, flirteando de un modo torpe con una de las jóvenes camareras. No le juzgaba, porque a él no se le daba precisamente bien encarar un encuentro amoroso o mantener una conversación formal con una mujer. Era uno de los grandes debes en su vida privada. Suspiró con suavidad, volviéndose a la mesa.

—¿Qué tenéis pensado hacer con el dinero que nos den? —les preguntó, con gesto interrogativo—. Yo no lo tengo claro todavía. Quizá busque comprar un mejor equipo... O me tome un descanso temporal, en algún destino exótico —Se encogió de hombros, aún irresoluto. 

Todo lo sucedido a Liselot la impulsó a estar un poco alejada de todos y mantenerse en los alrededores llena de naturaleza. Es que si bien su camino estaba manchado a fuego por la sangre, esta vez había sido diferente aunque de alguna manera tenía de amiga a la muerte y era algo que no le sentaba bien. Si a esto le sumas que se enteró del destino que han vivido sus padres por su culpa, la pequeña pelirroja estaba echa trizas y había buscado la soledad con Tupac para digerir todo, pero más aún para decirle a Tatyana que su gente tuvo un destino igual. 

Por ello cuando finalmente se atrevió a unirse con sus compañeros tras decidir que iría a la universidad aquel dragón, no dudó en alegrarse cuando vio que Brant estaba allí hablando con Derek y se unió al encuentro no sin antes darle un golpe en la herida que tenía ya curada en la espalda aquel cazarrecompensas. Le gustaba fastidiarlo, era una forma peculiar de relacionarse con él. 

—¡Brant!—comentó tras el golpe y miró a su amigo otro amigo—, Derek. 

Ya con la maldad realizada, tomó asiento y se dispuso a tomar lo que estaban ofreciendo. Había llegado tarde a la conversación y no tenía idea de que hablaban, pero al menos ya lo molestó un poco. Más allá de que quería entender porqué la había salvado del dragón. No se conocían tanto para algo semejante. 

—Me debes una explicación—dijo a Brant.

Brant bebía con tranquilidad un trago de cerveza y no vio venir el manotazo, a traición, a su espalda desprotegida. Parte de la cerveza se le cayó sobre el regazo, provocando que agriara el gesto.

—Hija de... —omitió el resto de la frase, mordiéndose la lengua mientras se retorcía (a su manera) en el asiento. Aunque estaba bastante recuperado de la herida, no lo estaba del todo. Y Ethel había ido a hacer daño, tanto moral como físico, con ese movimiento. Esta se la guardaría para el futuro; una niña —por mucho que quisiera negarlo— no iba a salirse con la suya delante de él—. Tienes suerte de pillarme de humor y medio convaleciente. Pero esta te la pienso devolver, Ethel. Cuando menos te lo esperes, en el momento más inesperado... Prepárate, porque no te podrá proteger ni tu querido lobo —sonrió, mostrándole los dientes en una expresión de ligera burla.

Sin embargo, la chica tenía algo que decir y Brant dejó aparcada la chanza para otra ocasión.

—¿Una explicación? —Frunció el ceño, inclinándose hacia adelante, para que se lo comentara al oído si quería—. ¿A qué te refieres? 

Después de salir de aquel lugar, estuvieron durante dos días en alguna posada cerca de donde Liselot, Brant y Tatyana se conocieron. Derek se encargó de los cuidados de Brant para que mejorara y después, le dejó descansar. La chica también necesitaba descanso por lo que se fue a otra habitación con Viksey.

A la mañana siguiente, esperó a una hora prudencial por si todavía seguía dormido y se acercó junto al pequeño dragón (que no dejaría solo en ningún momento) y llamó a su puerta. Cuando Brant le dejó entrar, se asomó - Hey, ¿cómo van esas heridas? Parece que tienes mejor aspecto - dijo en un tono de voz calmado. Entró en su habitación, colocó a Viksey a los pies de la cama dándole una caricia - Por poco no la contamos, ¿verdad? - sonrió con cierta vergüenza - Sé que lo que hice fue una locura y que podría haber muerto, pero lo volvería a hacer... Creo que era la única opción que había para poder salvar al mayor número de vidas posibles... - se quedó callada durante unos instantes. Luego sonrió tímidamente y a su mente vino lo que aquella vidente le había comentado acerca de Brant - Antes de dirigirme a lo que sería mi muerte segura, te hice dos confesiones... Una de ellas, fue mi verdadero nombre... ¿no crees que tienes algo que contarme? - lo miró a los ojos -  Lo que hablemos en esta habitación, se quedará en esta habitación. Y si quieres, te cuento nuestra historia.

No pudo evitar reír a carcajadas cuando se sobresaltó y escupió la cerveza. Lo cual le devolvió el gesto con un guiño de ojo mientras lo tenía a su lado y no le asustó la venganza, podía ser divertido porque algo le decía en su fuero interno que sería una de travesuras el uno al otro. 

Aunque cuando le preguntó sobre lo que mencionó la pelirroja, se acercó al oído de Brant y le susurró la respuesta. Quizás no era conveniente hablarlo delante de todos, más aún cuando prácticamente le salvó la vida y eso que se llevaban como perro y gato. Algo le había impulsado a arriesgarse por ella, Liselot quería saberlo. 

—A que me has salvado la vida poniendo en juego la tuya, eso no lo hace nadie. ¿Por qué yo?—preguntó en un susurro y miró a los alrededores—. ¿Quieres hablarlo a solas? Te prometo que no más golpes en la espalda. 

Después de salir de aquel lugar, estuvieron durante dos días en alguna posada cerca de donde Liselot, Brant y Tatyana se conocieron. Derek se encargó de los cuidados de Brant para que mejorara y después, le dejó descansar. La chica también necesitaba descanso por lo que se fue a otra habitación con Viksey.

Aquella misma noche, junto al pequeño dragón, se acercó a la habitación de Liselot algo nerviosa - ¿Qué crees que dirá? ¿Sentirá lo mismo? - le dijo. Iba a pegar a su puerta y se detuvo. Cogió una profunda bocanada de aire, la soltó y terminó por llamar a la puerta.

Cuando Liselot respondió, se asomó por la puerta - ¿Puedo pasar? Me gustaría que habláramos... - después de que la chica le dejara entrar, puso a Viksey lentamente en el suelo y lo acarició. Se acercó a Tupac y también hizo lo mismo - Me alegro de verte Tupac... Te presento a Viksey; Viksey, éste es Tupac, va a ser tu nuevo hermanito... - los observó durante unos instante. Viksey parecía que lo miraba con cierta curiosidad. Luego se acercó a la chica y la abrazó. Hundió su nariz en su cuello y la olió disimuladamente. Aquello la reconfortó pero no disminuyó las mariposas que sentía en el estómago - Pensé que no saldríamos de esta... - se separó lentamente y la miró a los ojos ¿En qué momento sucedió? No lo sabía. Con su mano derecha, le colocó un mechoncillo rebelde detrás de la oreja de Liselot y aquel gesto quedó acompañado por una caricia en la mejilla de la chica. Desvió su mirada a los labios de Liselot Vamos Tatyana... Se acercó despacio. Cerró sus ojos y abrió un poco sus labios. Unos segundos más tardes, Tatyana había depositado un dulce y suave beso en los labios de su amiga.

Cuando se alejó un poco, la miraba con cierta expectación y miedo al rechazo. Se ruborizó y se quedó a la espera de su respuesta.

Después de salir de aquel lugar, estuvieron durante dos días en alguna posada cerca de donde Liselot, Brant y Tatyana se conocieron. Derek se encargó de los cuidados de Brant para que mejorara y después, le dejó descansar. La chica también necesitaba descanso por lo que se fue a otra habitación con Viksey.

Después de la visita a Liselot y a Brant, se acercó a la habitación de Derek. Llamó a su puerta, esperó su respuesta y entró. Dejó a Viksey en su hombro, puesto que en aquella cueva parecía que no le había caído muy bien al pequeño dragón - Espero que hayas podido descansar Derek, haces mucho por nosotros... Bueno, desde que te conozco siempre has estado por y para los demás. Y estoy segura de que eso ha seguido siendo así en el tiempo en el que hemos estado separados - le sonrió y miró al pequeño dragón - Viksey, él es Derek. Creo que te acuerdas de él, estaba conmigo en la cueva cuando viniste con nosotros. ¿Sabes? Derek me ayudó mucho hace muchos años y él siempre cuida de todos - le dijo. Luego miró a Derek - Creo que tenemos una conversación pendiente desde la cueva. Cuéntame - añadió.

Tras revelar el motivo de esa charla a solas, Brant asintió con lentitud a Ethel.

—Ah, es por eso... Supongo que me empiezas a caer bien y no quería perder la oportunidad de seguir incordiándote —murmuró, esbozando una leve sonrisa, cómodo del lugar en el que se encontraba—. Lo creas o no, siempre he ido a mi aire sin que me importara demasiado nadie. Y en este viaje me he dado cuenta de que a veces necesitas de cierta compañía para superar los obstáculos y las dificultades que se te presentan en el camino —reconoció, mirándola de soslayo—. Si me hubiese aventurado yo solo a colarme en esa cueva, probablemente ahora estaría muerto como muchos de los soldados. No te puedo dar una respuesta taxativa de por qué lo hice, porque no la tengo. Simplemente vi el movimiento del dragón y mi cuerpo me empujó a salvarte —aseguró, reclinándose unos centímetros—. ¿Qué pasa? ¿Es la señorita demasiado orgullosa para que la salve un apuesto caballero como el que tiene enfrente?  

En su voz, el rastro de burla se había diluido.