Partida Rol por web

- Los hombres bestia son bestias, pero también son hombres. Sin duda tienen las mismas necesidades que nosotros. Es más, estoy convencido de que con el índice de bajas que hay entre los suyos, necesitarán soldados. - Resopló afligido. - Y para aumentar sus filas necesitan madres...

Si la esclavitud ya era de por sí algo horrendo, si en tu cautiverio te utilizaban como objeto para saciar tus más primitivos instintos y dabas a luz seres deformes con el único objetivo de convertirse en soldados y morir en batalla, mejor era morir. Marius sabía de qué hablaba. Había visto cosas parecidas sacando los cuernos y las pezuñas de la ecuación. Definitivamente tenían que hacer algo por esas pobres mujeres.

- No podemos quedarnos de brazos cruzados. - Sentenció el galdiador. - Hay que seguir el rastro que han dejado y tenemos que dar con esas pobres gentes y liberarlas o... - Matarlas. Eso fue lo que pensó pero no dijo. Demasiado fuerte hubiera sonado. - ¿Quién está conmigo? - Preguntó.

-ejem- se aclaro la garganta -estoy contigo mi estimado- dijo formalmente -mas dudo que tu, unos pocos podamos hacer mucho contra esos tantos- indico algo burlón -y menos contando con aliados tan diestros en el trabajo en equipo- dijo en su idioma.

-Pero, podemos hacer un comitiva y escabullirnos en su campamento, en la noche- razono en voz alta, haciendo un gesto con su mano derecha que indicaba que no estaba conversando.

-Podríamos, rastrear fácilmente a ese grupo, total... que tan difícil seria buscar todo un ejercito- seguía hablando para si.

-Que les parece si informamos a el capitán de ponernos como voluntarios para el rescate de estas personas, por que no nos mandamos, ¿no?- sugirió nuevamente con son burlón.

- Si han secuestrado a esos hombres y mujeres solo podemos esperar lo peor. Nada bueno puede surgir de las mentes de esas bestias. - dijo levantándose. 

-No podemos quedarnos con los brazos cruzados pero formamos parte de una milicia y no debemos tomar decisiones por nosotros mismos. Vayamos. Vayamos a ver al capitán. Quizás él sepa más del asunto. -

- Llevo aquí tres semanas y solo he recibido gachas a cambio de mis servicios. - Dijo ignorando deliberadamente al elfo. No sabía que diantre le había pegado con él. - No creo pues, que tenga que pedirle permiso a nadie para ir a ningún sitio. Pero... Si queréis hacerlo así...

Marius no sentía que le debiera lealtad ni obediencia a nadie, más allá del momento en que él decidiera por propia iniciativa abandonar el campamento y ese momento había llegado. Aunque tampoco le importaba pedir permiso. Al fin y al cabo, no era de esos que veían vulnerado su honor por cualquier estupidez.

-¿Dónde vais?.- Soltó el tipo que había hablado con el soldado. -Tenemos que permanecer aquí de guardia. Si lanzan una ofensiva debemos rechazarlos o, por lo menos dar la alarma.-

Razón no le faltaba. Se podría considerar desercción abandonar el puesto y podrían ahorcaros por esto.

-A ninguna parte mi estimado- dijo con voz calmada y serena el elfo al humano -pero creo que debemos ir a donde el que manda toda esta operación a dar nuestro parecer de los próximos pasos- termino diciendo volteando a los demás para que lo apoyaran con su moción. 

- Nos bastaría también con correveydile, ¿Veis alguno? - comentó el estirlandés quien rápido miró alrededor a ver si encontraba un oficial de contacto o un mozo forrajeador al que darle el mensaje a retransmitir al noble -, después de todo el capitán Gruydemer ya estará buscando a quien enviar; mejor hacerle saber que tiene unos tarados de voluntarios.

- Hablando de los condes electores -dijo en tono jocoso antes de dirigirse al soldado y sargento que buscaban gente desaparecida- ¡Caballeros, aquí! - les llamó acompañándolo de un gesto de mano - Resulta que aquí mis compañeros y yo nos hemos enterado de la desaparición de casi todas las mujeres de los carruajes salvo cinco que o estaban muertas o a escondidas, también a los cocheros que las traían y parece ser que a más de un soldado de nuestra línea de defensa - mostró el maletín de galeno que había encontrado -, puede que alguno fuera un matasanos incluso.

Miró a sus compañeros por si acaso se olvidaba de alguien, rascándose la cabeza tratando de hacer memoria.

- Puedo quedarme y hacer un par de vendajes con esto - carraspeó para aclarar la voz antes de incorporarse y ceñirse bien el cinto - pero lo cierto es que el elfo, el sigmarita y el extranjero ya me los conozco de una misión de rescate similar así que pueden contar con nosotros y con el reiklandés para una encamisada como es menester.

- Dígale eso al sargento. - Confirmó el gladiador. - Como bien se ha dicho, necesitamos de las gentes de este pueblo para pasar el invierno y no hablo únicamente de sus putas. Ellos también necesitan de nosotros, pero no querrán verlo si no les devolvemos a sus mujeres. - Hizo una pequeña pausa. - Y si, alguien debe permanecer en el campamento. Así pues, creo que éstos hombres y yo mismo somos los más indicados para hacer el trabajo. ¿Porqué... - Sonrió. - ... nadie más se ha ofrecido, verdad? Así se lo puedes decir al sargento.

El elfo se encontraba callado, observando a sus compañeros realizar la intervención.

Por ahora estaba de acuerdo con todo lo dicho y para este, ya no veía la necesidad de seguir abundando.

Vuestro mensaje fue entregado tal como habíais dicho. Al cabo de media hora un soldado joven se acerca a vosotros para deciros que el capitán Gruydemer quiere veros en persona.

Sois reemplazados en por otro grupo con el que os cruzáis de camino al campamento. Cuando os cruzáis os dan palmadas en la espalda diciendo que sois unos valientes atreviéndoos a lo que nadie haría en su sano juicio.

Al llegar a la tienda del capitán, podéis ver como casi toda la oficialia está allí reunida. Al lado del capitán hay un hombre con una túnica blanca y un cayado en las manos.

-Me han notificado que ya sabéis que varias personas han sido secuestradas por los hombres bestia y estábais interesados en ir detrás de ellos.- Dagmar os mira a todos, como buscando alguna negativa a sus palabras antes de continuar. -Por desgracia  soy el más alto rango del campamento. El comandante ha muerto. Ignorábamos la presencia aquí, en esta parte del valle de hombres bestia, ¡Y por Ulric que no dejaremos a esas bestias que se los lleven sin más.!- La breve parada del capitán hizo que esa milagrosa energía que le había poseído, se os contagiara.- ¡El campamento no puede quedarse vacío. Los pueblos de la frontera nos necesitan, pero también nos necesitan esas pobres almas. Solo Sigmar sabe que horrores estarán pasando ahora mismo. Por eso precisamos de voluntarios como vosotros, un grupo reducido, que se adentre en el bosque tras los hombres bestia y libere a los cautivos… - el tono bajo del capitán no pasa desapercibido. Muchos ya sabíais lo que va a decir antes siquiera de que comience a hablar. -...o les dé una muerte digna de un ser humano.- El capitán Dagmar no puede disimular una sonrisa de orgullo. -Vosotros sois esa fuerza liberadora. Pero iréis con Albert. Os será de mucha utilidad gracias a sus habilidades. Dice señalando al hombre de la túnica blanca y el cayado.

El capitán no os hace esperar, sabe que cuanto antes vayáis más posibilidades hay de rescate. Os dá la mano uno a uno encomendándoos a Sigmar. -Un grupo reducido puede triunfar allí donde un ejército no lo lograría. Buena suerte, y que Sigmar os acompañe.-

El elfo audaz como siempre, pensó en las necesidades que estos tenían, por lo que espero que terminaran de hablar y dijo para sus compañeros -Lo que deseen, es hora de que lo pidan mis estimados- esperando que estos fueran prácticos y solicitaran caballos para acelerar la persecución, obviamente un ejercito se movía lento, pero ya ha pasado buen tiempo, así como en la huida... esos cuadrúpedos pueden hacer maravillas.

Esperaba que ninguno se hiciera el gracioso y pidiera cosas para beneficio personal... este no era el momento ni la hora.

las palabras de Vasile parecen conseguir su proposito, que se mande a un grupo para rescatar a esas pobres almas, lo unico malo era que ese grupo eramos nosotros, y el único apoyo que vamos a recibir es el de un hombre que no conocíamos por ahora, "Vasile, buen amigo, vuestrad merced no ha de temer si es capturado por los hombres bestias, no te haran nada, ya le ahorro el trabajo a esos bichos por esta genial idea tuya" le susurro, realmente no tenía muchas ganas de ir, pero no iba a dejar a estos solos, no me caían mal y aunque era verdad lo de la misión, se había olvidado el detalle del que el cochero y la bella hija del noble habían muerto cuando llegamos, "si vuestras mercedes lo permiten, mi capitan, me gustaría pedir caballos para ir mas rápido en la persecución de esas bestias" le digo al capitan Dagmar.

- Albert... - Realizó una leve reverencia con la cabeza a modo de saludo.

No sabía muy bien cómo ni porqué aquel tipo podía serles de utilidad, pero si el capitán así lo creía, no iba a ser él quien se opusiera. Además fuera como fuera, no les iba a venir mal una mano extra.

- Aparte de esos caballos... - Intervino de nuevo Marius. - ¿Sería posible alguna pieza de armadura para cubrir mis piernas? - Solicitó. Puestos a pedir, pediría lo que necesitaba realmente.

El capitán miró tus piernas durante un momento. -Cuanto antes partáis antes llegaréis hasta ellos. Además, las monturas en un bosque que se va espesando y subiendo entre rocas, árboles caídos y maleza rala serían más un estorbo que una ventaja teniendo que abandonarlos a medio camino.- El capitán echó un vistazo al mapa que había encima de una mesa, rodeado por todos los oficiales. -De lo contrario habríamos efectuado una ofensiva contra los orcos hace mucho. Puede que hayan estado observando lo sucedido y se dispongan en este momento a atacar el campamento aprovechando las bajas y el cansancio. No es momento de discutir sino de actuar.-

-Partamos entonces- dijo sin mas, un elfo en ejercito de humanos, no es una buena idea esa de dar ordenes o ponerse a tratar de razonar con estos tan ilustrados y experimentados, pero en fin, algo era cierto, los caballos no serian de gran utilidad inicialmente, pero teniendo cientos de bestias atrás, el viento que se tenga de nuestro lado, es una bendición.

Se puso el casco, colgó su escudo (el cual levaba su lanza incrustada) en la espalda y disponía a partir, solo esperaba por sus compañeros.

Estaba claro que no iba a tener armadura para sus piernas. No importaba insistir. Lo cierto era que si algo había aprendido en el Imperio, era que nadie regalaba nada. De hecho, nadie pagaba demasiado por nada y aunque fueran a jugarse la vida por salvar a unas pobres gentes, nadie iba a agradecérselo como era debido. Quizás si lo conseguían y sobrevivían, obtendrían algún reconocimiento, aunque sólo quizás...

Al final lo haría de todas formas. Con gebras o sin ellas, con caballos o sin ellos, partiría en busca de aquellas mujeres y los cocheros. Era lo que le pedía el cuerpo, era lo que estaba bien. Si moría en aquella misión, sólo esperaba que Sigmar le acogiera en su seno, aunque esperaba que no pasara. Todavía tenía que regresar a Altdorf donde esperaba que su familia fuera quien le acogiera después de tantos años. No sabía si su madre seguía viva o si ya había fallecido, pero esperaba que no, pues quería volver a verla y abrazarla, al igual que a sus hermanos, tíos y primos.

- Partamos entonces... - Por primera vez desde que conocía a aquel altivo elfo, estaba de acuerdo con él en algo. 

No le gustaba demasiado Eldillor. Lo cierto era que parecía que la cosa era mutua, aunque no sabía muy bien porqué. No entendía todavía lo que le había dicho tras la batalla. ¿Qué le había dejado sólo? ¡Lo que había hecho era salvarle el culo, a él y a todos! Marius se encendía por momentos, así que cerró los ojos y contó hasta diez. Sólo esperaba que aquella estúpida y absurda rencilla no saliera de nuevo a relucir en medio del campamento de los hombres cabra, pues de ser así, muy difícilmente saldrían con vida de ese lugar.

El tiempo corre en contra de esa pobre gente Hans estaba de pie observando la otra parte del rio y el propio bosque como si intentara discernir entre las sombras algo  Es posible que, como dice el capitán, nos estén vigilando. Pero también que la noche puede ser nuestra aliada. Partamos. Partamos cuanto antes y ocultémonos en la oscuridad.  Tapad todo lo que brille con trapos oscuros y cubriros el rostro con barro.  Demos caza a esas bestias ¡Por Sigmar!