Partida Rol por web

Tanto Helga como Oronel y Oskar se liberaron de sus respectivos Yetis que les acosaban. Era hora de entrar en la ciudad y meterse en las puertas. - ¡Tenemos que cerrar las puertas y ayudar a Brima! le gritó al grupo apurado. La ventisca le nublaba la vista y no había parado de fallar en las últimas ocasiones. Los nervios se cernían sobre él al ver a Helga malherida y haber visto a Oskar a las puertas de la muerte. Se puso a recargar la ballesta pero sus manos le comenzaron a temblar. El miedo, el frío y la edad comenzaban a hacer mella en él y el virote se le calló al suelo no pudiendo echar mano de él. Volvió a gruñir y ha farfullar mientras guiaba al grupo hacia el otro lado de las puertas.

Oronel palmeó el hombro de Oskar y, con la ligereza y habilidad naturales de los elfos, recorrió su camino hasta la muralla con grande saltos mientras permanecía atento al campo de batalla. El brujo pretendía llegar a las puertas.

Asintió al gesto de Oronel y se lanzó cegado por la batalla hacia las puertas para ayudar a cerrarlas y detener a esa monstruosidad de yeti que había aparecido.

Entre la cortina de nieve pudieron ver a Helga cubierta de sangre, parte de los yetis, parte de la suya propia. Corriendo a zanzadas intentaba esquivar los cuerpos caídos en combate para llegar a la puerta principal y defenderla con su último aliento.

- ¿Todavía seguís todos vivos? mira que sois pesados hasta para morir. ¡Jajaja! - les preguntó mostrando de nuevo ese sentido del humor norteño.

Oronel guardó la espada mientras corría y extendió su brazo. De su mano surgió otro rayo zizagueante pero el movimiento del brujo causó que su rayo se desviara y acabara estrellándose cerca de Helga.

-Lo siento, princesa! Le apuntaba al yeti feo!

A la carga con el martillo en alto corrió Oskar invocando el poder de la Llama Sagrada de Gond.

- ¡Maldito! ¡Arderás con el fuego sagrado! ¡Ven a por mí! – le llamó para que se enfrentara con él y darle tiempo a los demás a cerrar las puerts.

Gond lo había traído de la vuelta de entre los muertos porque tenía una misión para él y esa era proteger a las buenas gentes de Bryn Shander de aquella monstruosidad.

La batalla se recrudecía a su alrededor. El grupo se posicionó alrededor del gran Yeti para intentar derribarlo y que se pudieran cerrar las puertas de una vez. En el interior se escuchaban los gritos de terror y el sonido de lucha por las calles de la ciudad, aterrorizada por los yetis. 

De pronto el pelaje del Yeti empezó a arder fruto de las llamas sagradas del clérigo. La bestia rugió y se lanzó contra él golpeandole con el dorso de su zarpa con fuerza.

Mientras corres a enfrentarte con el Yeti ves algo entre la tormenta. Lejos, en la dirección de la que provienen los yetis te parece ver la figura de una mujer sin embargo al cabo de unos segundos desaparece.

- Niña, asegúrate de salir con vida de esta y te pagaré una buena cerveza. Le dijo a la bárbara. Estaba helado de frío, tenía las manos congeladas y la ventisca no remitía. Siguió moviéndose hacia la puerta y se puso a la par de Oronel. Juntos bombardearían a distancia a aquel gran Yeti que había aparecido o por lo menos lo haría Oronel por qué él estaba haciendo el completo inútil. Volvió a cargar con un virote la ballesta y volvió a apuntar. La criatura era grande, tenía la yugular a la vista, era un disparo sencillo. Muy sencillo, era muy difícil fallar. La nariz el comenzó a picar. Debía de aguantar. Respiró hondo y pulsó el gatillo en el mismo instante que estornudó clavado el corte en la nieve al lado de su pie.

Se había resfriado, después de un maldito mes de frío el momento de la llegada y el más crítico tenía que comenzar a estornudar. Oronel escuchó una serie de gruñidos roncos dudando si Daelios intentaba decir algo o simplemente maldecía en su interior.

- Maldición, sería capaz de comerme a una de estas bestias si con eso consiguiera que mi estómago dejara de rugir. - dijo cogiendo carrerilla para lanzarse a por el más grande.

En ese momento un estallido mágico impacto en la nieve, justo frente a ella. Tuvo que saltar hacia un lado y soltar el escudo para poder apoyarse y no rodar por la nieve. Un vez se levantó se dió cuenta de la gran sombra que se cernía sobre ella. Ese gran yeti estaba justo delante y acababa de golpear clérigo de un manotazo.

Con algo de miedo en el cuerpo gruñó para darse fuerzas y lanzó un tajo al aire para amedrentar al monstruo.

Oronel volvió a lanzar otra descarga pero, pr alguna razón, no conseguía hacer blanco.

-No desespereis! Al final caerá! Seguid echándole lo que tengais!

Las garras de aquella criatura dolían como mil demonios, pero ya estaba al lado de mis compañeros y podía ver que las heridas de Helga eran mucho peores a pesar de su gran resistencia. Colocándose a su lado la tocó e invocó el poder de Gond para sanar sus heridas que se cerraron rápidamente con la bendición del dios.

- ¡Que Gond nos de fuerzas!

El yeti bramó lleno de furia mientras su pelaje empezaba a prender y oscurecerse. Un brillo rosado le iluminó el rostro cuando el rayo del semielfo impactó en su pecho. El olor a carne quemada no tardó en aparecer pero la bestia, lejos de amedrentarse se golpeó el pecho de manera agresiva y empezó a golpear a sus adversarios con renovado ímpetu. De un zarpazo golpeó al enano en el pecho tan fuerte que de haberle golpeado en la cara se la hubiera desgarrado. Con el otro puño golpeaba a Helga mientras esta recogía su escudo tirandola* contra el suelo.

Brima acababa de derribar a un yeti que acababa de tumbar un carro en la pequeña plaza de la entrada de Bryn Shander. Mientras, Berone y uno de los guardias de la caravana, visiblemente herido en un brazo, trataban de ayudar a huir a una mujer con su hijo pequeño para alejarse de la caravana y encontrar refugio. 

Mientras el combate tenía lugar y sus fuerzas parecían abandonarla, un soplo de energía revitalizante le insuflo nueva vitalidad. Enseguida sintió esa fugaz conexión con el clérigo al cual respondió con un gesto de reconocimiento y una leve sonrisa.

Helga entonces se agachó para recoger su escudo, medio enterrado en la nieve. Pero el puño del enorme yeti la golpeó haciéndola rodar unos metros.

Aferrándose a su hacha como a su propia vida, hincó la rodilla y se levantó. Con furia y determinación se lanzó contra la bestia alzando su hacha sobre la cabeza al grito de - ¡¡¡Muereeete de una vez!!!

Seguía maldiciendo por el resfriado que había apañado y el ataque de estornudos y tos que le acababa de entrar. Le costó coger el virote pero al final lo consiguió.

- ¡Pero todo lo que estoy echando va directo al suelo Oronel! le grito para que este le oyera en la ventisca. El ver como golpeaba al enanón y a la barbara le dolió de veras. Gargageó hasta soltar una flema verdosa que lanzó contra la nieve aclarando su garganta y consiguiendo un momento de paz. La tos se había parado y los estornudos le estaban dando tregua. Así que aprovechó el momento para poner el virote en la ballesta, apuntar aquella gran bestia, cosa que no era díficil por su tamaño, calibrar la velocidad del viento y cuando tuvo su objetivo a tiro apretó el gatillo. Esta vez sí, el virote se clavó en el pecho del Yeti, muy profundo por la mancha de sangre que estaba empapando su niveo pellejo. - Joder sí. y la paz se acabó para él pues la volvió a comenzar a esturnudar. - Una puta sopa de Yeti me voy a hacer. Bien caliente. dijo más para si mismo que para su compañero.

La garra del gran yeti puso fin a la misión que Gond tenía para él. Cayó al suelo manchándolo de nuevo con su sangre. Trató de ponerse en pie al ver los tremendos golpes que le asestaban Helga y Daelios, pero los daños tan tremendos que había recibido le hicieron perder el conocimiento de nuevo. Al menos con una sonrisa, eso sí.

Oronel sacó la espada, casteó uno de sus conjuros más simples y se lanzó ataque con ella. 

El ataque coordinado del grupo pareció surtir efecto. Helga y Oronel se lanzaron a por la criatura, golpeandola. El hacha de la guerrera se clavó en el estomago del gran yeti y la espada del semielfo ratumbó como un trueno al cortarle el brazo izquierdo que cayó al suelo sin dejar rastro de sangre pues se había cauterizado con la potencia del hechizo. La bestia bramó y dio con una de sus rodillas en el suelo, tratando de aguantar la posición cuando una flecha atravesó su cabeza, haciendo que se desplomase instantáneamente. 

-Bien hecho-gritó Beorne que se había acercado corriendo a Oskar y estaba metiendolo dentro de los muros- Vamos ayudadme, hay que cerrar la puerta antes de que vengan más o estamos perdidos-gritó.

El grupo, ayudados por Brima, Beorne y un par de guardias que habían sobrevivido cerca de la puerta lograron poner a salvo a los heridos y el gran portón se cerró.

El viento aulló con grito agudo y helador lleno de rabia.

La tormenta seguía arreciando y la oleada de criaturas que asaltaban el castillo parecía no terminar pero con la ayuda del grupo varios soldados habían podido tomar posiciones en la muralla y mantenían a raya a las bestias. Solo era cuestión de tiempo limpiar las calles de las criaturas que habían logrado entrar.

Allá donde fueran había restos de lucha, puertas y ventanas rotas, cuerpos de guardas, aldeanos y yetis por igual. La taberna ardía mientras algunos trataban de sofocar las llamas con cubos de agua.

No fue hasta el amanecer que la tormenta amainó y y el combate había terminado. Gracias a la ayuda de unos valientes guardias de la caravana, habían conseguido evitar que una desgracia aun mayor arrasase Bryn Shander.

Pudieron abatir al gran Yeti mientras el resto de la guardia de Bryn Sander se encargaba del resto de bestias que habían pasado la barrera. Se echó la ballesta del hombro y fue corriendo hasta Oskar al que como pudo arrastró hasta el interior de la ciudad mientras el enano y la enana daban la orden de cerrar la puerta.

- Chisst. Estornudo de mala manera sobre Oskar que estaba aún inconsciente en el suelo. - ¡Un sacerdote por favor! exclamó a gritos cuando la puerta ya estaba cerrada y tras un ataque de tos. A pesar de que varios miembros de la caravana y guardias habían muerto en el ataque. Estaba contento. Había sobrevivido y tras un breve descanso a la espera de una caravana a Targos. Podría enrolarse en el ansiado barco pesquero y vivir una vida relajada. La vida le sonreía, su jubilación era inminente si sobrevivía a aquel resfriado.

Con hombros caídos se paseó con la mirada perdida por la calle principal. La sangre teñía la nieve allá donde miraba. Sin apenas un gesto de compasión, recogió un escudo caído en el suelo. Ese soldado ya no lo necesitaría...

Agotada y llena de cortes y moratones se acercó a Darlios que tiraba del cuerpo de Oskar. - Déjame ayudarte. - dijo sin opción a réplica. - El me salvó de la muerte.

- ¿Quie hacia esa mujer en medio de la tormenta? - se preguntó a si misma en voz alta.

Helga tenía claro que había visto una figura que procedía del mismo lugar de origen que los yetis.

- Alguien los mando atacar Bryn Shander. Los yetis nunca se habían comportado así. - murmuró esta vez sí a Daelios.