Partida Rol por web

Oskar comenzó a reír de inmediato ante el enfado de Oronel.

- Jajajajajajajajajajaja – casi lloraba de la risa – Brujos… jajajjajajajajajaja que poco saben del poder de los dioses.

Oskar le entregó a Helga su nueva hacha.

- Tómala, es tuya, te la has ganado. Pruébala si quieres. Verás que es de buen acero, el mejor que se pueda encontrar. El poder de Gond transforma el metal original en el que será el final. Pero no se lo digas a Oronel todavía. Me quiero reír unos días más viendo su enfado por nada jajajajajajajajaja

Helga, algo magullada por la lucha contra el dragón, se quedó ensimismada con la luz de fuego que calentaba el improvisado campamento.

Absorta en sus pensamientos, sólo levantó la vista para esbozar una sonrisa cuando Oronel habló de ella y su valor en combate. Por un lado se sentía más fuerte que nunca y por otro empezaba madurar, dándose cuenta de que todos sus compañeros que ahora intercambiaban chanzas, podrían haber perecido.

Agitando la cabeza apartó esos pensamientos oscuros y con un gesto de agradecimiento algo tosco le devolvió unas palabras al veterano pescador.

- ¿Sabéis que? Al final conseguiréis que me acostumbraré a vuestra cháchara. Jajajaja. - río bien fuerte para espantar a los malos espíritus, como le habían enseñado desde pequeña.

- Sin la fuerza y el valor que habéis mostrado hoy todos vosotros, esto no hubiera sido posible. Si algún día venís por mi asentamiento os recibiremos como a grandes guerreros, ya lo creo.

Más tarde se tomó un momento con cada uno de ellos por sus palabras de reconocimiento y especialmente con el forjador por su presente.

- Portaré este hacha allá donde vaya. Para recordar este glorioso día y a todos vosotros. - y de nuevo con una cálida sonrisa, como nunca la habían visto, se guardó el arma en su hatillo.

Cuando Daelios se acercó para darle su preciado colgante y dirigirle esas últimas palabras en confidencia, le tomó la mano durante un momento, para que no se marchara tan rápido. Ella también tenía algo que decirle.

- Te tomé por un cobarde y me equivoqué. - dijo mirándole a los ojos. - Creo que empiezo a entenderte mejor...

Y con esas palabras le soltó la mano, dejando claro que ese viejo pescador le había enseñado mucho más de lo que le hubiera gustado reconocer.

El amanecer fue frío. Por suerte los cielos parecían despejarse y el sol creaba una ilusión de calidez que les ayudó a volver a Bryn Shander. Habían ocurrido muchos sucesos en su ausencia pues el ataque de los yetis habían permitido que reinase el caos. Sin embargo con la llegada de los héroes todo parecía más tranquilo.  Fueron recibidos con grandes honores cuando se se supo de su hazaña. Aquella misma noche se celebró una gran fiesta en su honor y fueron recompensados por el Alguacil Well tal y como se les había prometido. Una recompensa lo suficientemente jugosa como para pudieran vivir bien y alejarse de otras peligrosas aventuras durante un tiempo, algunos hasta para retirarse por fin y descansar. 

Brima partió al día siguiente hacia su aldea. Las noticias de que algo terrible había surgido en las minas de oro de la montaña donde habitaba su pueblo le preocupaban y Beorne la acompañó, seguido de un carro lleno de mercancía que vender pues el negocio era el negocio. 

El mundo seguía girando pero sin embargo, al igual que héroes antaño, Daelios, Helga, Oronel y Oskar habían conseguido derrotar a un mal terrible, una fuerza que podría haber arrasado el norte. Una hazaña que muy pocos serían capaces de ver realizada. Unos auténticos, y atípicos, héroes.