Partida Rol por web

Después de arrancar el hacha del pecho de esa bestia un fogonazo hizo que tuviese que apartar la mirada. Para cuando volvió a poner sus ojos sobre el yeti, este ya estaba chamuscado y tendido sobre la nieve cenicienta. Soltó un suspiro de satisfacción y para liberar la tensión acumulada al mismo tiempo. Había sido un asalto rápido y directo. 

Las estrellas apenas podían verse tras el manto de nubes que amenazaba con otra tormenta. Pero allí, bajo los pies de la montaña ningún fulgor lunar les serviría de nada. Estaban adentrándose en un terreno de enanos y así fue como el clérigo de Gond les franqueó el paso.

- Debes confiar en ti Daelios. Hemos sido capaces de rechazar su ataque, ahora deben estar heridos y asustados. Y tienes razón, seguro que nos verán llegar, pero ahora somos nosotros los que vamos a "llamar" a sus puertas... - dijo con rencor en sus palabras mientras apretaba el puño que sostenía su arma.

- Adelante pues, yo voy detrás de vos maese enano.

-Ah vaya, ¿así que me toca ir el primero?-dijo el enano frunciendo el ceño- está bien, pero como me muera mi fantasma os atormentará-farfulló mientras comenzaba a andar hacia el interior de la gruta.

Oskar sonrió.

- Alguien tiene que cuidar del rebaño, Beorne - dijo refiriéndose a él mismo y poniendose en marcha tras él.

Daelios se quedó en la parte de atrás del grupo, entrando justo antes que Oronel. Llevaba su ballesta preparada para ensartar al primer bicho que les interceptara. Sin embargo estaba nervioso. La idea de enfrentar a una antigua leyenda le intimidaba, pero haría lo posible por qué el grupo saliera airoso.

El grupo fue avanzando por la gruta con Beorne y Brima a la cabeza. No resultó ser muy profunda aunque divergía en varias cavernas a los lados que parecían abandonadas. El olor nauseabundo a restos de comida podrida y animales mojados junto con los restos que allí había no dejaban duda de que parte de los yetis habían vivido en aquellas grutas. Pero ahora, con las cavernas vacías, su objetivo se encontraba frente a ellos. Un gran muro de bloques de piedra se encontraba al final de la cueva. Una vieja puerta de madera con sujecciones de acero destacaba la entrada a la torre hundida en la montaña.

-Vale, esto parece que es la entrada de la torre-dijo la enana apoyando con cuidado una mano en la puerta- No se que nos encontraremos ahí dentro, ¿Algún plan?-preguntó al resto.

Oronel miró a su alrededor. Eran todo humanos y enanos, nadie entrenado en las finas artes del subterfugio. No habían muchas opciones.

-No tenemos muchas opciones de pasar desapercibidos, así que sugiero entrar por sorpresa y tratar de pillarlos desprevenidos.

- Claro. Dos golpes de esto y os lo convierto en astillas para hacernos una buena fogata. – contestó con tono jocoso - ¿Me echas una mano, Helga? – le dijo con ánimo preparando su martillo de guerra.

- ¿Y si pruebas a abrirla? dijo Daelios divertido. - Quizá mientras la echas abajo no les des tiempo a prepararse contra nosotros.

La situación no estaba para bromas pero la idea del enanón no pudo hacerle evitar el sarcasmo y de paso le ayudó para calmar los nervios. - La puerta es defendible, si al abrirla nos superan en número tratad de defender este área mientras les disparamos. sugirió, aunque sabía que la energía y el temperamento del grupo les haría entrar en tromba a una sala seguramente vacía.

Aprovechó su altura para tomar buena posición y preparó la ballesta para disparar al primer enemigo que viera y si era la bruja mejor.

La bárbara se acercó al clérigo que iluminaba con su luz divina la entrada a la torre.

- Acercad vuestra luz un poco más... - le pidió en voz baja mientras examinaba la puerta en busca de trampas. - Este tipo de lugares pertenecen a gente recelosa de intrusos. Se dice que colocan trampas como si se tratara de un cazador con un conejillo.

Con esas mismas palabras llevó la mano al pomo para intentar averiguar si simplemente estaba abierta o si disponía de algún mecanismo traicionero...

- Buena idea – acercó su luz para iluminarla y se dispuso él mismo a contribuir a la inspección cuando algo le llamó poderosamente la atención - ¿Habéis visto que telaraña tan bonita?

Sí que es hermosa, si...

La puerta parecía completamente normal. Era una gran puerta y Helga tuvo que hacer fuerza para abrirla. La puerta hizo un crujido al moverse pero no había trampa alguna sino que el hielo y el tiempo habían hecho mella en el gran portón. El grupo al oir el estruendo se puso a la defensiva armas en mano pues era imposible que quien hubiera al otro lado no lo hubiera escuchado. 

Y así era. Al otro lado de la puerta había una sala circular, una torre cilíndrica de piedra cuyo techo hacía tiempo que se había derrumbado y ahora podían verse las estrellas y las nubes en lo alto. Los pisos superiores se habían caído hace tiempo y solo quedaban unas pequeñas escaleras de madera que subían a lo que parecían los restos del primer piso del que solo quedaban 4 o 5 metros de tablas de lo que tiempo ha fue un primer piso. Pero todo aquello daba igual pues la atención de los valientes héroes se centraba en el esqueleto gigante de un viejo dragón que reposaba en la sala. Y junto a los huesos una elfa, de pelo rubio y ojos helados que sonreía con maldad al grupo que entraba por la puerta. Vestía un vestido negro con ribetes plateados y una tiara de plata decoraba su frente.

-Ah-dijo fingiendo sorpresa con una voz cruel- vosotros debéis ser parte de los que evitasteis el asalto a Bryn Shander. Me imaginaba que mandarían tropas para enfrentarse a mi creyendo que estaría débil-dijo con maldad- Para vuestra desgracia... ¡Habéis cometido un error!

Al decir aquello la bruja se echó hacia atrás y se deshizo, como si fuera polvo negro, contra los huesos del dragón. Por unos instantes no pasó nada hasta que el suelo empezó a temblar. Un macabro brillo azulado emergió de las cuencas vacías del dragón y este empezó a moverse lentamente.

-¡No deberíais haberos opuesto a mi!-la voz de la bruja resonaba por la torre- ¡Ahora morireis!-les amenazó con odio mientras los huesos se alzaban con un ruido estrepitoso de huesos chocando con huesos y piedras, mientras la bestia se erguía saliendo de su letargo. Sus garras se afianzaban a las rocas frente a si y sus alas destrozadas se estiraban ocupando gran parte de la estancia, mas grande que aquel primer piso. 

Oronel no pudo evita run estremecimiento al ver el esqueleto del dragón y a la ominosa figura de la bryja, irguiéndose frente a ellos. Durante unos momentos, el misterioso semielfo se quedó helado. Cuando por fin reaccionó, el brujo señaló al dragón y lo maldijo.

-Te via poner 10 velas negras -dijo en élfico.A continuación extendió la otra mano y liberó un rayo de energía arcana que acertó a la criatura en su enorme cabeza, entre de los ojos.

Todos los temores de Daelios se hicieron realidad, la bruja no estaba sola y un gran dragón de hielo se alzaba a su lado. Miró a los temerarios guardias de la caravana y una vez más maldijo el haberles seguido. Estuvo a punto de  decirles, OS lo dije. Pero se lo guardo. Lo apremiante era no morir y matar a la bruja.

- Matad a la bruja con todo lo que tengáis y salid de aquí corriendo dijo el ya no tan futuro pescador que cogió su ballesta y apuntó a aquella pérfida bruja. Pero la visión de aquel dragón de hueso lo tenía aterrorizado, tanto que disparo el virote sin tener aun el objetivo a tiro.

Aquella visión era peor de lo que pudiera haberse imaginado. ¡Un dragón!

- Que Gond nos asistá - musitó perjurándose para invocar la protección de su dios.*

No recordaba ninguna leyenda de dragones en las cercanías, al menos no en los últimos 100 años... pero eso daba igual. Había que enfrentarlo para acabar con el mal. Cuando sintió la protección de su dios se sintió más preparado para enfrentar lo que se le viniera encima.

Helga, antes de dejar que el dragón terminara de recomponerse de todo, corrió como nunca había hecho y empezó a subir por la escalerilla de mano hacia el piso superior.

La plataforma desvencijada parecía peligrosa, inestable, pero era la única opción que se le había pasado en aquel momento por la cabeza. Con suerte encontraría desde allí algo que dejarle caer encima de la cabeza o directamente saltar sobre él, clavando su hacha al aprovechar la velocidad de la caída.

El riesgo era grande, pero mayor sería si huían de allí. El dragón les daría caza rápidamente...