Partida Rol por web

Helga estudiaba el terreno con cautela mientras los encaminaba de vuelta unos cientos de metros por donde habían llegado. Para poder hablar desde una posición que no tuviese línea de visión directa con la torre. Tras una colina respondió lo mejor que supo a la pregunta de Oskar

- Es posible que así podamos evitar ser observados hasta apenas unos metros, si sabemos usar el terreno y la oscuridad a nuestro favor. Las zonas de roca donde la nieve no llega a dejar un manto blanco son algo peligrosas, pero más discretas. - le dijo al enano.

- Estoy de acuerdo con Daelios. Si hay guardias vigilando, seguramente nos vean vengamos de donde sea. Pero también es cierto que hacerlo por el páramo nevado, es una locura. No sólo se nos distinguirá fácilmente contra la blanca nieve, sino que además dejaremos un ratos de huellas en la nieve que hasta un ciego podría seguir. - intervino más tarde a lo que Daelios había expresado.

Si queréis saber mi opinión, lo mejor es acercarnos dando un rodeo a través de la zona rocosa, pese al riesgo que puede llevar hacer más ruido por algún desprendimiento o por torcernos un tobillo en el escarpado terreno.

El grupo comenzó a acercarse a la montaña a un par de kilometros de donde se encontraba la torre. Esta parecía estar incrustada en la propia montaña de manera que la base de la torre quedaba bajo tierra. En lugar de puerta la única entrada que había era lo que parecía una cueva natural. El grupo aprovechó para en lugar de ir de frente acercarse siguiendo la base de la montaña hasta que pudieron ver quien guardaba la gruta. A la entrada había dos trolls cuyo cuerpo estaba cubierto de trozos de armaduras sencillas: una hombrera, un peto... nada demasiado eficaz. Parecían guardar la entrada de la cueva pero aún no se habían percatado del grupo que les acechaba.

-Aún no nos han visto-dijo Brima- será mejor que Daelios y Oronel nos cubran de lejos antes de lanzarnos a decapitar a esas bestias-propuso la enana.

-Será mejor que lo hagamos rápido y no gastemos nuestras fuerzas, algo me dice que lo que encontaremos ahí dentro será mucho peor-convinió el enano.

Daelios miró la entrada y su cara se quedó tan helada como si hubiera muerto. Dos trolls cubrían la entrada de la torre. Luchar contra aquello podría ser algo imposible, pudiendo morir lejos del poco calor que la torre les podría proporcionar.

- ¿Y si los engañamos? Podría dar la vuelta y atacarles a mucha distancia desde el otro lado tratando de esconderme. Este arma tiene mucho alcance haría que me siguieran y podría tratar de despistarles mientras vosotros entráis sin problema, rodearía de nuevo la torre y entraría detrás vuestro. Eso sí, a la salida nos los volveríamos a encontrar y tendríamos un problema algo más serio. Hmmm se quedó pensando que es lo que podría hacer el grupo. La lucha directa no le parecía viable y menos contra dos. - O tratar de separarlos y luchar contra uno cada vez. Si tenemos que reservar fuerzas, esos bichos nos lo harán pasar difícil. Pero la puta oscuridad lo complica todo. Mierda, podría perderme.

- hmpfff. – gruñó como de costumbre, pero esta vez pensativo – Las llamas de Gond pueden prenderles para que puedas dispararles en la oscuridad, pero antes o tendremos que hacer pantalla. Poneos los dos tan lejos como podáis… No querría tener que cruzarme con ellos a la salida, ni que nos cojan por sorpresa por la espalda una vez que estemos ahí dentro… Si no podemos con esto, ya nos podemos olvidar de intentarlo con lo que sea que nos esperé en las entrañas de esa maldita torre.

Oronel se mordió el labio al ver a los trolls. A él le bastaba con la luz de la luna para verlos sin problemas pero los humanos tendrían más problemas.

Yo puedo moverme de noche sin problemas. Yo podria encargarme  de distraer a uno. Me preocupa más que tengamos fuego para matarlos. Oskar, tu tienes algun truco que queme?

- ¿No viste cuando las llamas de Gond prendieron a ese yeti frente a las murallas? - preguntó incredulo.

-Cierto! Entonces, hacemos así? Yo provocaré que vengan hacia mi. Si viene uno solo, perfecto. Si vienen los dos, simplemente echaré a correr.

- A vuestra señal comienzo a disparar. les dijo a todos. - Esperemos que la treta funcione. En cuanto dijo esto se alejó hacia atrás hasta una distancia en la que pudiera ver aún a los trols y su disparo fuera efectivo y se escondió tras un montículo de nieve.

Las rocas de la base de la montaña permitieron al grupo evitar ser vistos mientras el sol se escondía.

Sus compañeros parecían discutir sobre el plan a seguir mientras Helga se pasaba nerviosa el hacha de una mano a la otra. No parecía ser de esas mujeres que trazan elaborados planes, así que se mantuvo un poco ausente hasta que el plan derivó en un ataque directo desde la distancia.

- El problema es que uno de esos trolls entre y de la voz de alarma. - dijo muy seria, sin quitar su mirada de la entrada a esa especie de cueva natural que daba acceso a la torre.

- El fuego será de gran ayuda maese enano. Sin el no creo que podamos hacer frente a estas criaturas. No se si podré contenerme frente a ellos y reservar mis fuerzas para el verdadero enemigo.

Oronel se alejó una buena distancia de sus compañeros, buscó un buen escondite y conjuró entonces un sencillo truco que reprodujo el lastimoso balido de una oveja herida o atrapada en un cepo a 30' de su escondite. En el silencio de la noche, los troll TENÍAN que escucharlo y la esperanza del semielfo era que acordarían que uno de ellos se dirigiera a investigar.

Los dos yetis se miraron confusos durante un segundo. No parecían haber visto a Oronel pues se había aprovechado de los reflejos del sol ocultandose para pasar desapercibido. Uno de los yetis comenzó a andar lentamente hacia el lugar de donde parecía provenir el sonido. El problema era que, como apenas había mucho sitio donde esconderse, no tardaría demasiado en dar con el semielfo cuando se acercase a su posición. 

Brima había sacado una ballesta y apuntaba al yeti que quedaba en la puerta esperando a Daelios para disparar ella también.

El plan de Oronel había funcionado a la perfección, la ilusión que había creado había sido suficiente para separarlos y mientras uno estaba investigando el otro se había quedado en la puerta vigilando. Era probable que tuvieran la oportunidad de acabar con el primer yeti antes de que el segundo les alcanzara.

Brima estaba esperando al disparo de Daelios con su ballesta ligera en la mano. Daelios respiró hondo, el primer disparo era clave y tenía que hacer el mayor daño posible para que Helga, Oskar y los dos enanos no tuvieran que enfrentarse a ambos yetis a la vez. Se arrodilló con la pierna izquierda, apoyó el codo en la rodilla de la pierna derecha que estaba más elevada y respiró hondo. La distancia era grande pero estaba seguro de su habilidad con la ballesta. Contó hasta tres y tras un suspiró apretó el gatillo. Con un silbido el virote voló por encima del grupo e impactó con brusquedad en el pecho del yeti que sin entender aún lo que pasaba veía como la sangre brotaba sobre su pelaje.

El silbido del virote de Daelios era lo que Oskar esperaba para invocar la Llama Sagrada de Gond sobre el yeti que se habia quedado rezagado; ya habría tiempo de otro ataque a distancia contra el otro yeti mientras que se daba cuenta de que ocurría.

Helga, dispuesta en un saliente rocoso, estaba lista para atacar la primera contra ese tipo bestia peluda a la que ya se había enfrentado el día anterior.

Sin ningún miedo, una vez oyó los pesados pasos, se lanzó contra la criatura lista con su hacha y escudo para dejarla fuera de combate.

Oronel vió cómo su estrategia había funcionado. El semielfo sacó el escudo y aprovechó el tiempo que le quedaba para lanzar un conjuro sobre él. Su estrategia pasaba por descargar un rayo arcano por sorpresa sobre el yeti pero luego, cuando se abalanzara sobre él con su espada negra, tenía una sorpresa preparada para el yeti.

El yeti al ver a Oronel comenzó a correr mas rápido lanzandose a por él cuando Helga se lanzó sobre el golpeándolo y derribandolo en el suelo. Oskar lanzó en ese momento unas llamas que se etrellaron contra su cuerpo que comenzó a arder y la guerrera se aparto de él rodando por la nieve para no quemarse. Mientras esto ocurría el otro Yeti solo alcanzó a murmurar un gruñido de confusión antes de caer al suelo con el cráneo atravesado por uno de los virotes de Daelios.

La enana que mantenía su ballesta apuntando a las criaturas la levantó y sonrió.

-Al final no va a hacer falta que os ayude, está claro que sabéis lo que hacéis-dijo como un cumplido.

Con los dos guardianes de la entrada muertos el grupo se reunió. La gruta bajo la torre parecía oscura aunque no debía ser muy profunda dada la posición de la torre. Lo que se encontrarían dentro era otro cantar.

Todo acabó en un visto y no visto. el `lan había salido a la perfección.

-Buen trabajo, amigos! La cosa empieza bien! Vermos cómo acaba!

- jojojo – rio satisfecho el enanon dando un par de palmadas al viejo pescador – Maldita sea, viejo. Podrás cazar ballenas usando esa cosa tuya nada más, jojojo – tras lo que avanzó para unirse a sus compañeros en la boca de la caverna.

- Vaya, vaya, vaya… habrá aquí veréis poco los que no estáis acostumbrados a la oscuridad, claro… - comentó sin más ignorando el hecho de que él tampoco era capaz de ver en la oscuridad como su familia adoptiva – Menos mal que las bendiciones de Gond son amplias… - dijo invocando la luz de su dios para alumbrar el camino delante.

Daelios, gruñó. Si el grupo pensaba que iba a ser tan fácil sobrevivir contra la bruja lo llevaban cruda.

- No os vengáis arriba, esto todavía no ha acabado. Les dijo serio y sin perder la concentración mientras ahogaba su tos para que no les descubrieran. Acabar con unos guardias despistados, no era lo mismo que estar dentro de la boca del lobo. La entrada era demasiado oscura, no podrían avanzar sin ser detectados porque apenas verían nada. Gruñó por lo bajo lamentando que no estuviera iluminada de por si toda la estancia. La luz de Oskar les delató el camino a seguir de la misma forma que los defensores les verían avanzar. - A partir de aquí nos detectarán ellos antes que a nosotros. susurró