Partida Rol por web

¿Nervioso? ¿a qué se debe pues? ¿Acaso no me ves, preparando los sustentos para quince frailes, y bueno, para cuatro más como vosotros? Es bastante agotador, ¿sabes muchacho? A ver pasa, pero no toques nada ¿eh?

Entraste en la cocina y lo primero que pudiste ver fue una pequeña chimenea en el fondo donde tenía dos grandes piedras sobre una especie de hueco donde tenía encendida una hoguera. Dichas piedras eran para cocinar, poner encima los pucheros o asar simplemente. A un lado había una mesa donde aguardaban algunas verduras, frutas en un cesto de mimbre y varias piezas de carne con gran cantidad de sal por encima, para intentar conservarlas. Al otro lado había un par de estanterías con pequeño botecitos, un salero, muchas ramitas (perejil, algún bote con legumbres, etc). Y entre la mesa y la chimenea aguardaba un mueble, que viste que contenía la "vajilla" del convento: los vasos, platos y algunos maltrechos cubiertos, todo ello de madera.

Pero de frascos como tal (y como tenías en mente), nada de nada.

Bueno a ver muchacho, dime -continuó-, ¡qué quieres que...? ¡¡Ups!! Espera, que se sale el agua -vístes un cazo lleno de agua caliente que ya se salía ebullendo del fuego, y fue a retirarlo de la piedra caliente-. ¿A ver, qué te puedo contar? Los hermanos parecen que no tienen casi hambre últimamente, no se si será por lo de los miedos de aquí o porque no cocino del todo bien...

En estas se hicieron las 4.30 horas.

De acuerrdo -dijo con cierto poco ánimo-, irré a ffer si encuentrro algo que poderr "rrrascar" -y Hermán se perdio por los pasillos de la abadía-.

Tras coger una de las pequeñas e innumerables antorchas que iluminanban los interiores del monasterio, te fuiste al exterior por la salida trasera hasta llegar a la parte de atrás de la capilla. Allí había una especie de cuesta que, al acercarte, acababa en unas escaleras descendentes. Te internaste en las catacumbas, las cuales estaban abiertas (no por nada, sino porque nunca habían tenido cerraduras). Nada más entrar te percataste de numerosas lápidas, cuyas tumbas eran túneles excavados en la roca y con el suelo cubierto de arena. Se puede ver a lo largo del pasillos diversas inscripciones. En la mitad del recorrido, veis una tumba de piedra, no excavada en la roca, sino como si fuera un altar, justo en medio de la sala. Tiene tallados varios relieves que representan figuras cristianas, en su mayoría santos.

Eran ahora las 4.30 horas.

Cuadraban hasta el momento las sospechas de Rodrigo: muebles que se pudieran mover había dos allí, y objetos susceptibles de romperse podían ser aquellos botes de las estanterías; aunque aquellos ruidos también podían provenir de la torre. Mientras seguía conversando con el cocinero, se acercó a ellos, entornando los ojos para tratar de ver lo que contenían.

-Ya que ha salido el tema, aprovecharé para preguntaros algo, y después os dejaré tranquilo, señor cocinero -añadió con sorna, pues le molestaba que se refiriera a él como "muchacho" y no le tratara con el respeto que por su noble sangre merecía-. ¿Cuáles eran los hábitos alimenticios del abad don Lucas y del hermano Damian? Me refiero a si comían mucho o poco, o si tenían preferencia por alguna comida en especial.

El lugar más lógico sería la biblioteca, así que iré allí primero. Rodrigo dijo que iría allí a comprobar unas sospechas o... algo parecido. Así que es probable que aún siga allí.

Pensaba para sí Nicasio mientras caminaba hacia la biblioteca.

Aunque le daba bastante repelús se acercó hasta la tumba que parecía un altar. La examinó con cuidado. Jimeno creía que debía haber algo alli que le revelara si Don Damian habia hecho algo impuro, algo tan reprochable para un monje que el abad se hubiera visto obligado a actuar.

Recorriendo los pasillos, te internaste definitivamente en la biblioteca, allí se encontraba el padre Timoteo, el traductor que se encargaba de la biblioteca. El hombre estaba sentado en una mesa dispuesta para él, no en los bancos y asientos dispuestos para la lectura, sino en una propia. Tenía un trapo entre sus manos y una pila de libro delante de sí, por lo que le veías sólo la cabeza hasta que entraste y te acercaste a donde estaba. El fraile estaba limpiando, entre el paso y los propios soplidos, tales libros, los cuales parecían viejos.

Hola, hijo, eres el segundo que viene en este día... pero, ¡pasa, pasa! -te decía haciendo aspavientos con una mano-.

Son las 4.30 horas.

¿Dieta especial? -dijo algo sorprendido-. No, mira: normalmente cocinamos todo lo que sembramos en las huertas, por eso siempre los hermanos que trabajan la tierra están muy ocupados y traen mucha hambre -sonrió-. don Mateo y don Luciano me traen todo lo que cosechan y a veces tenemos que hacer los tres hasta inventario, si la cosecha, gracias al Altísimo, es buena.

Luego miró con recelo el hecho que tocaras sus tarros mientras te hablaba.

Don Lucas, que ojalá esté bien y regrese pronto, no tenía hábitos extra ni diferentes del resto; tampoco Damián. El abad daba ejemplo con su propia persona, y la comida en un lugar tan recóndito como este monasterio es una buena forma de estar en compromiso igualitario con sus semejantes, con nosotros. Hombre... en la Semana Santa o el día de los Difuntos hacemos algún dulce tradicional, pero poco más.

Tras mirar detenidamente los botes, no reconociste más que lo que contenía: lentejas, alubias, algunas ramas de presta (perejil) y poco más que condimentos de cocina, como la sal u hojas de laurel*.

Aquella amalgama de símbolos cristianos de la tumba tan elaborada por ornamentos contenía gran cantidad de cruces. Pero, al palpar una de ellas, notaste una especie de mecanismo de apertura... ¡Era la apertura de la propia tumba! No obstante, mirando bien, se podía deducir claramente que tan sólo una pieza, a modo de llave, podía encajar allí. La verdad es que poco más se podía hacer... aunque, un momento, esa apertura, esa cerradura como oculta... ¡estaba forzada!* Viste claramente como arañazos en la piedra... en la tapa... ¡la tapa de piedra de esa tumba...había sido abierta! No obstante, no pudiste esbozar el interior de la misma, ya que parecía como si hubiera sido colocada de nuevo tras revisar el interior. Sin duda alguna que una pesona sola no podría apartarla ella sóla**.

- Buenas tardes hermano, ¿han pasado por aquí ya antes entonces? ¡vaya! esperaba encontrar a Rodrigo aquí, el seglar que supongo ya pasó por aquí. ¿Sabe dónde ha ido?

Jimeno intentó con todas sus fuerzas empujar la tapa de la tumba que debía ser algún tipo de puerta secreta vete a saber tu con que intención. Todos sus esfuerzos fueron inutiles. Aquella losa no se movía a pesar de sus empujones. Tardó unos segundos en recuperar el fuelle perdido. Fue entonces, con la cabeza más serena, cuando agradeció no haber abierto aquella compuerta. Solo Dios y Don Damián sabían que podía haber allí dentro. Se sorprendió a si mismo al verse invadido por el acto reflejo de santiguarse. Espantó el polvo de sus ropas con rapidos movimientos de sus manos y salío de allí a toda prisa.

Rodrigo asintió a lo dicho por el monje, y quedó satisfecho tras inspeccionar los botes.

-Gracias, hermano Carlos. Os dejo, que pronto empieza la misa de vísperas y si os sigo dando la tabarra no llegaréis a tiempo.

Dicho esto, Rodrigo se dirigió a la iglesia. Se suponía que durante el transcurso de la misa, sus compañeros iban a intentar colarse en la torre del abad, y quería estar pronto allí para ver si algún hermano faltaba a los oficios o detectaba movimiento cerca de la torre. Se colocaría atrás, de manera que viera a todos los monjes, y si, comenzada la misa, notaba que faltaba alguien, algo inventaría para retirarse a su habitación, pasando por el pasillo que daba acceso a la torre y vigilando que no hubiera nadie por allí que pudiera escuchar cómo sus compañeros allanaban los aposentos de Don Lucas.

Pues se marchó tras estar hablando un pequeño rato -afirmó-, ¿todo bien? Lo cierto es que Roderigo se fue, pero no sé a donde, no me he movido de aquí. ¿Ves qué polvo? -dijo mientras continuaba limpiando-. ¿te quedas a limpiar o te marchas ya?

La verdad es que no parecía una tarea fácil y divertida (pues no es menester de gusto el limpiar y menos tan cuidadosamenet legajos de hace tiempo y tan frágiles). El fraile se te quedó mirando y esperando para continuar con su tarea.

- Me encantaría quedarme a ayudar hermano, pero debo ir a hablar con el prior. Gracias por la informaciós y si véis a Rodrigo decidle que le busco si me hacéis el favor. Gracias y buena suerte -dijo despidiéndose con la mano.

Fue en éstas que Rodrigo salió de la cocina dispuesto a dirigirse a la iglesia, pues pronto, muy pronto, se celebraría la misa de las cinco. En tales momentos, se cruzó con ése el joven Nicasio, que al parecer tenía algo de prisa y en tales momentos parecía buscar a quien se topó. Casi sin tiempo más que el de saludarse y ni tan siquiera habiéndose podido contar nada de lo sucedido uno al otro, vísteis como Jimeno corría a paso raudo (casi carrera), como alma que lleva el Diablo... Parecía estar algo exhausto, casi rojo, como si hubiera hecho algún esfuerzo.

Os encontrábais en el pasillo entre el recibidor y el patio, enfrente de la puerta de la capilla grande de las misas. Ahora, casi a las cinco de la tarde, veíais cómo los monjes íban a cuentagotas hacia el interior, saludándoos con una sonrisa o haciendo una pequeña reverencia, para orar y escuchar la Palabra preclara. Encontrásteis también a Hermán viniendo con uno de ellos, confesando que había estado ayudando a algunos hermanos en las huertas para ver si ganaba algo de confianza y así poder hacerles desembuchar algo: sin éxito ninguno.

Son las 16.55 horas.

Rodrigo no se detuvo, ya que quería estar de los primeros en la iglesia; tenía cosas importantes que decirles a sus compañeros, pero no era aquel el momento apropiado. Así que pasó de largo guiñándoles un ojo, y se apresuró para coger un buen sitio en la iglesia, de manera que tuviera vigilados a todos los monjes y estuviera cerca de una de las salidas por si las cosas se ponían feas.