Partida Rol por web

Astucia se inclinó ligeramente a mirar tu mano como quien espera encontrar algo en la palma, pero como no había nada, te miró a ti.

—Si todos los humanos fueran así, no existirían los demonios—recordó—. Algunos humanos hacen cosas... horribles que destruyen sus virtudes.

Se fue a poner de pie y de hecho con el impulso se separó del suelo y se quedó flotando otra vez en el aire. Dio una vuelta entera tu alrededor antes de hablar con la pillería habitual.

—Aunque si no existieran humanos como tú, no existirían los espíritus—equilibró la balanza con la frase anterior—. Está bien, no sé si entiendo por qué hacéis todo eso pero si quieres intentar ayudarme no seré yo quien te lo impida.

Habías mencionado un lazo otra vez, lo habías llamado "amigo" y eso parecía despertar su curiosidad. Dio otra vuelta en torno a ti y tubviste que girar sobre ti misma para seguirlo.

—Supongo que puedo hacer algo a cambio... 

El espíritu esta vez parecía estar pensando, de hecho se sentó en el aire cruzado de brazos y piernas.

—Antes me habías dicho que preferirías que me "quedase", ¿verdad?—dijo finalmente mirando de reojo hacia arriba—. Bueno, imagino que puedo prometerte eso... si quieres.

Astucia: Amistad (+7)

Gabrielle ha desbloqueado una nueva quest.

—No esperaba nada a cambio —respondió Gabby—. Es mi forma de expresar que te aprecio y que estoy muy agradecida de que formes parte de mi vida. Por eso mismo estaría encantada de que pasaras más tiempo conmigo. Pero hazlo sólo si estás cómodo, ¿vale? Si estás agobiado, tómate un respiro.

—Yo sólo lo he supuesto—respondió Astucia como quien se declara libre de un delito—. Quizá sea mi forma de agradecerlo.

Soltó una risita.

—O quizá no—añadió pellizcándose la barbilla teatralmente—. ¿Quizá sea porque a veces pasas junto a cosas dignas de admirar?

Gabby adoptó una pose timorata.

—Lo cierto es que desde que he salido del Círculo no ha parado de pasarme cosas de los más extrañas. No he tenido tiempo de aburrirme: he tenido que salvar a una mujer de una muerte segura, he detenido una masacre entre guardias y qunaris y me ha venido a despedirse de mi un fantasma —suspiró de agotamiento y de improviso se golpeó la frente con la palma de la mano—. ¡Fritz! ¿Crees que aún sigue "perdido"? ¿Cómo podríamos encontrarlo para ayudarle?

Astucia sonrió de oreja a oreja.

—No, si yo no me refería a eso...

Sin embargo cuando te preocupaste por Fritz, se le borró.

—Bueno, supongo que seguirá en la torre. Y ahora mismo no puedes volver a la torre, ¿no?—dijo encogiéndose de hombros—. Por lo pronto piensa que allí debería estar a salvo del demonio que lo rondaba: con el manto tan débil, no debería poder acercarse a él sin que otro mago se de cuenta de que hay algún aura rara cerca. Si hasta Lynn la sintió...

Gabrielle ha desbloqueado una nueva quest.

—Lo que haría cualquier hermano... aunque quizá de un modo que no les gustó.

Lynn miró un instante el emblema de tu armadura.

—La Espada de la Misericordia, pero faltan las llamas—dijo—. No se envían aprendices de templario junto a los magos, mandan templarios formados, así que supongo que estás aquí "para ganarte los votos".

Esbozó media sonrisa al no estar muy segura de haber deducido más de lo que debía.

—¿Acerté?

-No, no les gustó -contestó Derek con una sonrisa encantadora-. Estuve en una celda más de lo que me habría gustado, pero me lo merecía. Es raro que me hayan dejado venir y sí, supongo que estoy ganándome los votos con esto. Atrapar a esa maga fugada y protegeros a vosotros. Lo que se supone que haré el resto de mi vida, ¿no? De algún modo, el Hacedor me sonríe...

—¡Ja! Si me mata, mi fantasma se pasará día y noche dándole la tabarra. Es mi mejor garantía de que sólo por eso no lo hará—respondió Nolan jovialmente. Luego se llenó uno de los cuencos de madera con algo del guiso—. Creo que mi estómago está lo suficientemente hambriento como para enfrentarse a las terribles llamas del mabari.

A despecho de la frase, sopló la primera cucharada y luego la probó, paladeando el líquido, al final soltó un silbido.

—Que sepas que acabas de condenarte a ser el cocinero de esta caravana—sentenció señalándote con la cuchara—. Hacía años que no probaba "comida de campaña" decente. Eres una caja de sorpresas.

- Intento aprender un poco de todo. Aunque no siempre lo consigo, pero mi estómago no podía soportar la bazofia que daban en el frente, terminabas peleando con la sensación de haberte tragado una suela gastada. De todas formas estáis condenados a probar mis guisos, lo cual es bastante peor que ser un cocinero.

Creo que retiraré pronto, la herida aun me molesta y el traqueteo del viaje no ayuda mucho a descansar. Me conformo con pasar el resto del camino sin más sobresaltos. No soy nada ambicioso. -

Dejaste a Nolan saboreando lo que quedaba de cena, el orlesiano se había ofrecido a hacer la primera guardia de la noche y al parecer las demás iban a ser repartidas entre Derek y tú.

La sensación de dormir bajo el manto nocturno sin techo ni muros era conocida pero no por ello carente de peligros y tú lo sabías bien; Ferelden estaba hecho un caos tras la Ruina y por desgracia los asaltantes de caminos dispuestos a rebanarle el gaznate a cualquiera por unas monedas no eran lo peor.

Te acomodaste en tu petate y las horas comenzaron a pasar, el silencio sólo era roto por el crepitar del fuego y algún que otro suave relincho de los caballos en el borde del campamento. A veces abrías los ojos y te parecía increíble que la luna fuese tan perfectamente redonda y tan perfectamente blanca, tal vez porque los engendros tenebrosos no habían sido capaces de alcanzarla con su maldita corrupción.

No supiste definir en qué momento fue pero hubo un punto en que te diste cuenta de que el silencio era total; no escuchabas a los caballos y de hecho ya no ardía ni el fuego. No obstante, sí que algo volvió a romper la quietud, el sonido amortiguado de unos jadeos asustados acompañado de algún que otro siseo de hierba que venían de algún lugar más allá del cerco luminoso de la hoguera.

Lynn pareció entre extrañada y curiosa.

—Sí, es... raro. El Primer Encantador ha sido muy benévolo, no me extraña que Grea... —carraspeó y rectificó rápidamente—. El Caballero Comandante no es un hombre fácil de persuadir.

Se puso a juguetear entonces entre los dedos con la punta de la larga trenza que le caía sobre un hombro, como si hablase con ella en lugar de contigo.

—Y dado que los templarios no aprenden sus técnicas hasta después de haber hecho los votos y somos un grupo con dos magos que va en busca de otra... si que parece que el Hacedor te esté sonriendo de algún modo.

Que ella desde luego no parecía entender, pero tampoco discutir.

Lynn: Amistad (+3)

-A mí con estar con mi hermana me basta -contestó Derek, asintiendo.

No había mucho más que decir, pero por un momento agradecía estar con alguien del grupo y sentirse bien. Al resto no les tenía demasiado aprecio por el momento y su presencia le parecía indiferente, cuando no molesta. Pero Lynn, aunque en cierto modo fuese competencia en su ansia de atención, le gustaba. Buena chica.

   Ser encantador superior a esa edad era una de las hazañas que a Dreren le hubiese gustado realizar...era contradictorio, pero muchas cosas lo eran en su vida. Deseaba una vida con una familia, pero no le cabía en sus planes la posibilidad de dejar de estudiar y prácticar sobre la magia y el velo. Tampoco se negaba a nada, su interés por la magia de sangre que bebía directamente de su curiosidad por los espíritus del velo le hacían un peligroso mago a ojos de los templarios, alguien proclive a ser tomado como recipiente, convirtiendose en una abominación.

 Quizás Gwenydale consiguió sus portentos gracias a sacrificar su propia vida...mancillando el círculo. ¿Pero no alentaría eso a sus aprendices cuando la causa era buena? Quizás no fuese mala idea indagar sobre aquella mujer...quizás el Hacedor había dispuesto aquel encuentro con Balaena mucho antes de que ninguno de ellos pudiera siquiera imaginarselo.

 - Lo bueno de los malos días es que terminan por pasar.

 No hay luz...sin oscuridad.

 Tenían que aprender de aquello...los actos de unos pocos no pueden condenar al resto.

 Dreren se negaba a aceptar aquello...y de nuevo, una contradicción pues consideraba posible que el acto de unos pocos, como él...como la Guarda aunque no se considerase a su altura, podían hacer mucho bien al resto...podían cambiar el curso de la historia.

 - Ha sido un placer conocerte Balaena.

 Considera que aquí tienes un "aprendiz" que no es aprendiz con el que hablar en días como este.

 Creo que será mejor que descanse...

 Ha sido un día con muchas emociones para mi. - Admitió con cierta inocencia mientras se rascaba la nuca.

 No era propiamente una despedida, quizás más tarde ambos quisieran seguir charlando...o tal vez no hubiese necesidad de intercambiar más palabras. Tal vez alguna mirada.

 - Te aconsejaría que hicieses lo mismo, pero estoy seguro de que sabes cuidarte sola.

 Me alegro de que viajemos juntos.

 Tal vez quiera compartir conmigo tu historia alguna otra noche, ésta te dejo con tus pensamientos.

 Su historia podía referirse a muchas cosas, sabía lo que le había ocurrido, porqué habían acabado viajando juntos...pero también intuía que había mucho más...mucho más que Ostagar.

Una mala costumbre tras tiempos de grandes desastres es sufrir una paranoia que muchos pudieran tachar de enfermiza. Pero un viejo refrán decía que "el cementerio está lleno de los valientes". Tratándose de la Ruina Sion esperaba un engendro a cada recoveco, debajo de cada piedra como tristemente había sufrido. Un minúsculo jadeo, por muy apagado que pareciera era suficiente para enervar sus músculos y dejarlo en alerta.

En un acto reflejo asió un cacho de madera no calcinado y lo encendió para usarlo como antorcha y si era menester como arma, los engendros se movían bajo las profundidades donde el sol no llega, así que la oscuridad no es obstáculo para ellos sino todo lo contrario, buena aliada que juega siempre en contra de Ferelden. La escasa luz de una tea encendida siempre era mejor que la claridad de las estrellas y el toque del fuego abrasador podía soltarte de un adversario peligroso.

Desenvainó la espada, asiéndola con la derecha dejando la tea encendida en la izquierda. Avanzó con cautela hacía donde había escuchado ese minúsculo gemido. Pero conocía la prudencia y fue contando los pasos lentamente. Calculó la distancia, unos escasos 5 metros. Se giró ofreciendo solo el costado, la espada adelantada, ligeramente doblada, como esperando una carga traicionera, la antorcha atrás y elevada, esperando para golpear y sus sentidos fijos en ese lugar.

Ningún engendro tenebroso saltó de entre las sombras para abalanzarse sobre ti. De hecho, nada en absoluto saltó de las sombras.

No obstante, seguiste escuchando de vez en cuando algún jadeo ahogado mientras te acercabas; no era un sonido continuo, simplemente escuchabas uno muy amortiguado de vez en cuando y conforme más te aproximabas más se te antojaba un sonido humano.

Ironías de la vida, en cuanto llegaste a las proximidades del sonido envuelto en sombras y alumbrado por la danzante luz de tu improvisada antorcha, se te antojó tanto humano como no-humano. No sabías decidirte.

Delante de ti había un hombre encogido a los pies de un árbol, como si estuviera aterrorizado por algo y tratara de esconderse para que no le vieran. Sin embargo tenía una peculiaridad bastante llamativa: Era translúcido.

Podías ver el tronco del árbol a través de él.

Había mucho del mundo que no conocía, aquella aparición era prueba irrefutable de ello. No recordaba haber bebido lo bastante para ver visiones, se mordió la lengua instintivamente, dolía, tampoco estaba soñando. Lo más sensato era gritar la alarma pero aquello sea lo que sea estaba haciéndole dudar de su juicio.

Examinó la figura con los ojos hasta convencerse de que sus ojos no le estaban jugando malas pasadas. Miró a su alrededor, esperando cualquier asaltante dispuesto a saltar sobre él para sorprenderlo. Pero no había respuesta alguna. Se puso en guardia, cubriendo cualquier hueco que pudiera tener en su posición. Su instinto le mantenía cauto.

- ¿Quien o qué eres y qué quieres? -

Como respuesta, el hombre soltó un grito ahogado y se tapó la cabeza con las manos mirando en todas direcciones.

—¡¿Quién está ahí!? ¿E-Eres uno de ellos?—jadeó aterrado. Su voz sonaba en eco, como si viniese de otro mundo. Tuviste la extraña sensación de que aquella voz te sonaba—. ¡No me hagas daño!

Se dio la vuelta, buscando frenéticamente el origen de la voz que acaba de escuchar. Sus ojos, dos suaves puntos de luz blanca, pasaron incluso sobre ti pero no parecieron reparar en que ahí estabas. ¿Tan asustado estaba que no te había visto?

Sin embargo, con eso pudiste ver su cara, cosa que llegó realmente a plantearte cómo era posible estar viendo lo que estabas viendo: Pese a que era traslúcido y tenía aquel aspecto sobrenatural... reconociste los rasgos de Ben. Bennard Thusdan, el muchacho cuyo anillo querías llevar a Denerim.

El nombre me lo he inventado for the lulz, si quieres que se llamase de otra forma, bautízalo tú y se cambia.

Balaena te miró intensamente mientras te ibas, como si no supiera si darte las gracias o insultarte, o como si no estuviese segura de si estabas siendo sincero con ella o había algún puñal oculto en tus palabras. Finalmente, cuando vio que definitivamente te ibas a ir sin hacer nada malo, la expresión en su rostro pareció relajarse un poco.

—Eso me... —titubeó con un tono que también sonaba más tranquilo— ...me... encantaría. Gracias.

Desvió la vista y volvió a mirar al lago.

Balaena: Amistad (+3)

Ahora mismo Dreren ve que Gabrielle se ha ido a dormir, Sion está guisando algo en una olla de campo en el fuego, Nolan está deambulando por la linde del campamento (haciendo la primera guardia) Derek anda solo en su petate y Lynn también anda sola.

La noche no era muy fría, pero todo el calor que tenía se había desvanecido. La espalda estaba empapada en sudor frío. Demasiado real para ser un sueño, demasiado angustiante para no ser real. ¿Qué teme alguien que ya está muerto?.

- Hacedor... no estás aquí, no deberías estar aquí. Yo te enterré, ahora deberías descansar lejos de la Ruina y la miseria. ¿Qué haces aquí? ¿Qué tienes qué temer aquí?. Nada puede hacerte daño allá donde estás. - 

Bennard no parecía verte por algún inexplicable motivo. Te tenía ahí delante, a unos metros, y sin embargo miraba continuamente a derecha e izquierda como si buscara con desesperación algo sin hallarlo.

—¿Sion... ?

Por el contrario, si dió la impresión de que pudiera oírte.

Se quedó un instante quieto, con una mezcla de nerviosismo y sorpresa grabada en su rostro brumoso.

—¡Sion!—atinó a decir finalmente con un tinte de alivio todavía mezclado con el miedo en la voz—. Hacedor, eres tú. ¡Creía que esas cosas me habían encontrado!

Giró otra vez sobre si mismo, intentando hallarlo.

—¿Dónde estás? ¡No puedo verte!—jadeó agarrándose los brazos como si quisiera hacerse lo más pequeño posible—. Está todo tan oscuro...