Partida Rol por web

Refugio parecía estancado en el tiempo. Por suerte, la Ruina no había pasado por allí, pero sí lo había hecho la Guarda y con ella el fin del Culto del Dragón. Y también el descubrimiento de la Urna de las Cenizas Sagradas en lo alto de la montaña a cuyos pies se encontraba tu hogar. Aquello había revolucionado al pueblo entero creando opiniones discordantes. La Capilla dudaba en si llevársela de allí o simplemente dejarla estar y que fueran los peregrinos quienes viajasen a visitarla, por el momento nadie había decidido nada así que continuabais igual: sin un solo visitante.

Tu padre había vertido sangre, sudor, y lágrimas en tratar de construir una ruta de comercio sólida pero simplemente el Culto del Dragón le había hecho demasiado daño a la imagen de Refugio. Tenías esperanzas en que, con el tiempo, aquello se fuera diluyendo y que el aliciente de la Urna ayudase en dicho proceso. Pero por ahora, las cosas os obligaban a tener que desplazaros hasta Risco Rojo cada vez que se quería vender algo. Y como Risco Rojo sí había sido afectado por la Rruina, los soberanos eran casi tan escasos como la mano de obra. Era duro reflotar el negocio.

Te habías visto obligado a hacer pequeños encargos para Risco Rojo cuando llegábais allí, mayormente del tablón del Cantor para sacar algo más de provecho pero la situación no podía aguantar así por mucho tiempo. Las recompensas de la Capilla por los pequeños cometidos daban para comer pero no para importar objetos de la otra punta del reino, o de otros reinos como había hecho tu familia antaño.

Aquél día, tu madre te había pedido que fueras al bosque a talar algo de leña; una de las ruedas de la carreta se había roto y se os habían acabado las tablas. Además, el invierno llegaba siempre antes a las montañas de la Espalda Helada que al resto de Ferelden. No obstante, llevabas toda la mañana con una especie de corazonada incómoda, algo te daba mala espina y no sabías decir por qué pero entre golpe y golpe de hacha cada vez se te amargaba más el día.

—¡Aleeexei!—En ese instante, una voz familiar te llamó, sacándote de tus pensamientos—. Por el Hacedor, ¿dónde te has metido? No hace falta adentrarse tanto en el bosque para conseguir un poco de mader- ¡Aaah!

Lo siguiente que escuchaste fué el sonido de algo caerse de bruces sobre la tupida manta de hojarasca del suelo. Bueno, en realidad fué el sonido de alguien al tropezar con la raíz de un árbol y caerse de bruces sobre la tupida manta de hojarasca del suelo. Pero para el caso venía a ser lo mismo.

Cuando localizaste la fuente del sonido, corroboraste que la voz que te llamaba era la de tu amiga Anne. La muchacha estaba arrodillada en el suelo y se sacudía entre refunfuños de las mangas y del largo cabello rubio alguna que otra hoja rebelde que se empeñaba en quedarse adherida.

-¿Estás bien?-Pregunto nada más llegar junto a ella.-Ya se que no hace falta, pero sabes que me suele gustar perderme por entre la espesura. ¿Y como te ha dado por seguirme, juvencita?

Dicho esto, me acerco y empiezo a quitarle con cuidado las hojas del pelo y de la ropa.

-Mira como te has puesto... verás cuando te vean en casa. Jajajaja. Gracias al hacedor la hojarasca apenas si tenia barro... bueno, salvo ese par de manchas que tienes en las rodillas, las mangas y el pecho...

—¡Eh!

Cuando mencionaste la última parte, Anne se agarró los antebrazos cruzándolos por delante del cuerpo y un tenue rubor le tiñó las mejillas. Entonces carraspeó diplomáticamente y se puso de pie sacudiéndose las faldas.

—Sí, eh... Estoy bien. Y no me ha dado por seguirte—se defendió—. De hecho ha sido tu padre quien me ha pedido que te fuera a buscar, aunque no sabía que sólo los árboles a diez minutos de camino dieran madera. ¿Los de cerca del pueblo no te valen?

Rió un poco entre dientes con su propia ocurrencia.

-Tranquila.-Digo al ver como se ruboriza mientras esbozo una leve sonrisa.-Solo decia que tienes el vestido lleno de barro, nada más. Te has caido de frente, ¿No? Haberte caido de culo. Jajajaja-Dicho esto, le tiendo la mano para que me siga hasta los árboles donde estaba cortando leña.-Era broma, anda, ven... con cuidado.

-Mira estos árboles.-Digo apartando el hacha y cargando la leña en un carro de mano.-Son árboles viejos, gruesos, duros, no tienen nada que ver con los que estan cerca del pueblo. Esos son más finos, más jóvenes y más endebles. Tendría que abatir una docena para conseguir la leña que saco con uno de estos.

A continuacion dejo el hacha dentro y empiezo a tirar del carro mientras observo a la joven con cierta complicidad.

-La que va a abatir a alguien va a ser tu madre en cuanto te vea asi. ¿No tienes costumbre de caminar por entre los árboles?

—Cuando voy al bosque utilizo los caminos—admitió Anne cruzándose de brazos y encogiéndose de hombros a la vez—. Desde luego no vengo para talar nada, soy capaz de cortarme un pié o algo así...

Carraspeó diplomáticamente y recondujo el tema.

—Y bueno, también soy mayorcita como para lavarme yo mi propia ropa si me caigo—refunfuñó haciendo unos adorables pucheros cuando mencionaste que la iban a abatir—. Pero a lo que iba: tu padre quiere verte así que recoge lo que hayas recolectado hasta ahora y venga.

Sonrió.

—¿Te ayudo?

-Deja.-Respondo mientras continuo tirando.-Si te caes tirando del carro de leña nos iríamos los dos al suelo y toda la madera vendria detras nuestro. No es un plan apetecible.

Dicho esto sigo tirando

Ademas, un caballero, si acaso apareciese alguno por aqui, no permitiria que una joven ayudase a un leñador a cargar la poca leña que ha cortado. Jajajaja.

—¡A ver si el que se cae vas a ser tú!—Anne puso los brazos en jarras aunque sin verdadero enfado—. Entonces sí que me voy a reir...

Volvisteis a Refugio charlando sobre trivialidades por el camino, Anne te dejó en la puerta de tu casa alegando que tenía que ir a comprar algunas manzanas y que te veía luego. Cuando entraste en tu hogar, sentiste de nuevo la extraña sensación intranquila que habías tenido en el bosque.

Viste a tu padre sentado a la mesa. Erlan tenía los brazos acodados sobre ella y la frente descansando sobre las palmas, miraba un punto indefinido sobre la tabla aunque tu entrada lo hizo levantar la vista de golpe.

—Ah, hijo mío... has vuelto—dijo con tono algo tirante. Luego carraspeó—. ¿Qué tal todo?

Cruzó los brazos sobre la mesa para aparentar más normalidad aunque te percataste de que aferraba quizá con demasiada fuerza las mangas de la ropa.

-Otro dia sera.-Pienso mientras caigo en la cuenta de que ni los arboles de este bosque no nos veran desnudos por el i yo la veremos desnuda por el momento.-Es una pena, pero al final caerá. 

Una vez llego a casa, dejo la leña y entro a ver que quiere mi padre.

-Bien, padre.-Respondo a su pregunta.-¿Ocurre algo? Estás tenso.

Tu padre lanzó un sonido mezcla de resoplido y risa sin ganas. Las arrugas en torno a las comisuras de los ojos del mercader se acentuaron un poco con el gesto.

—Tan agudo como una daga, es imposible ocultarte las cosas—respondió—. Pero no sé si en este caso estaría bien que te lo contase, chico.

Suspiró y se peinó el corto y cano cabello hacia atrás con una mano. Te miró como si anduviera pensando la mejor forma de decirte algo, o directamente de si hacerlo. Al final, pareció pesar más en la balanza el hecho de que eras su hijo que otra cosa.

—Verás, estamos... estoy en un lio—confesó. Luego te hizo un ademán para que te sentases y esperó a que lo hubieses hecho para continuar—. Últimamente está siendo difícil importar cosas hasta aquí, las caravanas no se atreven a cruzar nada que no sea el Camino Imperial por miedo a los restos de la Ruina, a los bandidos o a los animales salvajes.

Recordaste que, en efecto, las últimas semanas os habíais estado limitando a importar artículos de primera necesidad sólo a Risco Rojo, pero al parecer necesitábais aumentar un poco más el volumen para que cundiese el viaje.

—Escuché de un prestamista que hacía buenos tratos y le pedí algunos soberanos. Tenía pensado comprar unas cuantas ovejas; mientras las granjas no vayan hacia adelante, la lana, la leche y el queso propios ayudan a ir ahorrando. Además, se venden a precio de oro; con un solo viaje a Risco Rojo habría bastado para no tener que volver en semanas.

Algo te decía que la cosa iba más allá de aquello.

—Tenía pensado devolverle el préstamo en cuanto hubiese vendido un par de cabezas, llegaba el dinero de sobra pero ha pasado algo raro. La caravana de las ovejas desapareció o... ¡o yo qué sé!, el caso es que deberían haberme llegado hace una semana—resopló como quien piensa en lo terriblemente inepto que considera a alguien. Probablemente, dedujiste, al cochero de la caravana—. Y ahora no tengo dinero para devolver, no sé qué hacer. Ese tipo ya me ha estado presionando y como no encuentre pronto una forma de solucionar esto me... me temo que voy a tener que pagarle con la granja. No sé cómo convencerlo de que me deje algo de tiempo.

Volvió a acodar los brazos sobre la mesa y a resoplar enterrando el rostro entre las manos con desolación.

—No quiero que tu madre se entere, la mataría de preocupación. Y siento salpicarte con esto ahora a ti, Alexei. Te juro que si hubiese sospechado que la cosa podría salir así de mal, jamás habría... Oh, Hacedor.

Le he puesto un nombre aleatorio (Tentada he estado de ponerle Sheldon Copper... xD) porque no me especificaste ninguno. Pero es tu padre así que si quieres alguno en concreto, se lo cambiamos y yastá :) Una pequeña aclaración: Tenéis vuestra casa normal y corriente en Refugio y junto a ella, un pequeño corralillo de cría de animales. Con lo mal que están ahora las cosas en Ferelden, os cunde más vender leche, huevos, queso, lana, carne... ese tipo de cosas. Cuando dice "granja" se refiere al hogar entero.

-Vaya.-Respondo.-La verdad es que no es algo que uno oiga todos los dias... ¿Que crees que deberia hacer? ¿Hablo con el prestamista? ¿Trato de conseguir dinero? ¿Investigo la desaparicion de la caravana?

Sin saber que mas hacer, miro a mi padre desde mi lugar con una mezcla entre pena, simpatia y miedo.

Erlan rió con amargura.

—Soy patético: pidiéndole a mi hijo que resuelva mis problemas—bufó—. El Hacedor te bendiga, Alexei. Pero creo que buscar el rastro de las ovejas nos iba a llevar demasiado tiempo, que es justo lo que no tenemos.

Se frotó el rostro con las dos manos como quien se lava la cara con agua nada más levantarse, luego resopló por la nariz. Era evidente que le costaba meterte en semejante fregado pero también era evidente que no parecía tener otra salida.

—Aunque tal vez tengas más suerte que yo hablando con él. A mí desde luego si me ve llegar sin un saco de soberanos bajo el brazo, a estas alturas creo que me daría una paliza—confesó tratando de consolarse con aquello—. Pero tú no tienes ningún trato con él, al menos los porteros te dejarían entrar.

Te palmeó a su vez un hombro mirándote con gesto de disculpa.

—Te compensaré de alguna manera por todo este lío, hijo. Te lo prometo. Me sacas de un atolladero que es sólo culpa mía—aseguró—. Hablarías... ¿irías a hablar con él? Tiene que haber algún modo de hacerle entender que necesitamos tiempo para reunir dinero tal y como están las cosas en Ferelden. ¡Los Copper pagamos nuestras deudas! Pero a una velocidad humanamente posible.

-No padre, simplemente las cosas no han salido como esperabas y estas desesperado.-Respondo tratando de calmarlo.-Nadie sabe que va a ocurrir algo asi ni mucho menos cómo enfrentarse a ello. Es normal que recurras a mi cuando es necesario.

Ire a hablar con ese tipo, a ver que me dice.-Sentencio finalmente.

Tu padre te estrechó un hombro con afecto, luego se levantó y fué a rebuscar un trocito de pergamino en su vieja mochila. Cuando te lo tendió viste un mapa trazado a mano alzada de Risco Rojo, el pueblo que tan bien conocías debido a que era la principal fuerte de comercio con Refugio, y una marca en una de las granjas de las afueras. Era bien sabido que era tres veces más grande la zona agraria que el pueblo en sí, vuestro hogar de hecho estaba a una hora de Risco Rojo a pie pero a fin de cuentas tampoco era tanto.

—Se llama Adrath, y toma unas pocas precauciones para evitar que todo el pueblo venga a pedirle dinero a todas horas—explicó Erlan—. La primera es obviamente no vivir en el mismo centro o le acosarían, la segunda es tener un par de guardaespaldas pero eso no debería de importarle a nadie que no vaya allí con intenciones de cortarle la cabeza o algo por el estilo—sacudió una mano a un lado desdeñando la idea—. Tendrías que ir aquí y pregunta por él. Ojalá tengas suerte y le convenzas porque si no estamos fastidiados, fastidiados de verdad...

Si quieres añadir algo, adelante. Si no pues te llevo directamente al cambio de lugar.

-Lo haré lo mejor que pueda.-Respondo.-Aunque ya sabes que lo mio no es precisamente negociar, pero bueno. Tratare de conseguir más tiempo.

Dicho esto, me encamino hacia el exterior de la casa pensando en cómo voy a convencer a ese tipo para que decida dar más tiempo a mi padre.

Saliste de la granja mientras tu padre se quedaba a esperar noticias, era evidente que si iba contigo sólo se tensaría el ambiente.

Tras unas horas de viaje, llegabas casi a Risco Rojo. Pese a que había tenido la suerte de no haber sido arrasado hasta los cimientos como Lothering, eran aun bien visibles los destrozos ocasionales que había dejado la Ruina tras su asalto fallido. El omnipresente roer de los serruchos y golpeteo de martillos flotaba en el aire desde la distancia.

Lo primero se veía desde lejos era el castillo del arl sobre el risco de roca rojiza que daba nombre la pueblo, la larga pendiente que conducía allí todavía presentaba las inmensas puertas de madera hechas pedazos y pudiste ver un puñado de obreros deambulando. También veías alguno que otro subido en el techo de una casa que había sufrido la mordida del fuego, cuyos manchones de tizne habían sido ya casi borrados del suelo pero que se vislumbraban en el camino si uno se fijaba bien.

Por suerte, no tenías que ir al mismo pueblo, te desviaste del sendero siguiendo el mapa que te habían dado y no fue difícil hallar la granja del prestamista al poco rato. Previsiblemente, te encontraste la puerta cerrada, y cuando llamaste, una rendija se abrió y un par de ojos asomaron escrutadores.

—¿Quien eres?—preguntó una voz rasposa desde el otro lado de la puerta—. ¿Y qué asuntos te traen hasta aquí?

-Vengo a ver a Adrath, es un asunto de negocios.-Respondo secamente.

La verdad es que espero que los guardas me dejen pasar, pero por si acaso, recalco que es un tema de negocios. Con un poco de suerte me dejaran entrar al no conocerme y podre acceder al prestamista.

-¿Y que le digo?-Pienso para mi.-¿Como empiezo? Hola, soy Alexei Copper, mi padre me envia a negociar su deuda para pedirte un aplazamiento. Mierda, tiene que haber algo que pueda decirle.

—Sí, eso dicen todos—respondió la voz con tono cansino—. ¿Quién eres?

-Me llamo Alexei.-Respondo.-Alexei Copper. Tengo que hablar con Adrath sobre un asunto importante. Seguramente esto tambien sea lo que todo el mundo dice, pero si me abres y me dejas entrar, acabaremos esto antes que si no lo haces. Tengo bastante tiempo, y soy un tanto cabezon.