Partida Rol por web

—Los negocios de Erlan Copper son los negocios de Erlan Copper—respondió la voz—. No tienes nada que ver con ellos, muchacho. Lárg...

Te pareció oír que alguien murmuraba algo así que había al menos otra persona más allí. Hubo un breve silencio y al final la voz pareció cambiar de tercio.

—Bien—resopló—. El prestamista acepta verte. Pero más te vale venir con noticias relevantes.

Escuchaste el sonido de una cantidad considerable de cerrojos descorrerse tras la madera y finalmente la jamba se abrió con un chirrido digno de novela de misterio. Entraste en un interior que, contra todo pronóstico, no estaba medio en ruinas, sino que tenía un aspecto habitable.

La puerta se cerró a tus espaldas y pronto viste al hombre que te había estado hablando desde detrás, era el clásico estereotipo de mercenario: feo, grande, tosco, y con unos músculos como melones. Además de ir armado, claro.

—Por aquí.

El dueño de la segunda voz que antes habías escuchado murmurar estaba delante de ti, pertenecía a un segundo mercenario pero de aspecto menos tosco. Éste era un tipo delgaducho aunque fibroso, con dos dagas envainadas al cinto, pelo negro recogido con una tira de cuero y que lucía un tatuaje de dudoso gusto en una de las mejillas.

Además de parecer tener más luces que el otro, claro.

Seguiste al mercenario hasta la sala contigua, amplia y bien iluminada por unos cuantos candelabros de pie largo donde había una amplia mesa de roble con una silla a cada lado, una desocupada y otra no.

En la ocupada había un tipo envuelto en una capa negra de...  caro terciopelo. El caso era que, o el negocio debía irle bien, o simplemente no era un prestamista normal. Su aspecto era demasiado estirado y acicalado para tratarse de un truhan barriobajero común y corriente desde luego.

Llevaba el cabello negro salpicado de alguna que otra cana pulcramente peinado hacia atrás y recogido en una corta coleta a la nuca. La barba recortada en punta junto a la nariz aguileña, las facciones angulosas, los brillantes ojos grises que parecen observar hasta el más nimio detalle con una calma rayana en la autosuficiencia y el hecho de que estaba sentado con ambas manos apoyadas en un liso bastón de madera le daban el curioso aspecto de un ave de presa posada en una rama.

—Bienvenido a mi humilde establecimiento, señor Copper—saludó—. Soy Adrath, el prestamista. Tengo entendido que viene en nombre de Erlan, presumo que es familiar suyo por obvias razones.

Para puntuallizar aquello se "afiló" uno de los bigotes con el índice y el pulgar, luego dejó a un lado de la silla el bastón e hizo un gesto de mano hacia la vacía que estaba en frente de él.

—Siéntese, siéntese—te invitó—. Hablemos como caballeros, ¿podría saber el motivo de su visita?

Se acodó sobre la mesa y juntó las yemas de los dedos esperando a que tomaras asiento y te explicaras.

-Asi es.-Respondo.-Vengo a negociar un aplazamiento en la deuda de mi padre.  Los animales que compro con ese dinero jamas llegaron a nuestra granja y, mientras lo investigamos, nos gustaria que, si puede ser, aplazases la deuda unos dias. Como bien sabras, los Copper siempre pagamos nuestras deudas, sin embargo lo hacemos dentro de lo humanamente posible.

Si quieres algun tipo de compensacion por la espera, podemos negociarlo, incluso podría trabajar para ti hasta que mi padre reuna el dinero para pagarte. ¿Que opinas?

Adrath te había estado mirando fijamente todo el tiempo, por alguna extraña razón te sentías como si estuvieras siendo observado por un depredador o algo así aunque su expresión era totalmente neutra e indescifrable en lugar de amenazadora y sedienta de sangre. Cuando terminaste de hablar enarcó una afilada ceja.

—¿"Compensación"?—repitió.

La ceja volvió a su sitio y el hombre guardó un instante de silencio, sentiste un incómodo hormigueo en la nuca.

—Señor Copper, creo que está usted un poco confundido...

Aún acodado, juntó las manos hasta ahora sólo unidas por las yemas y te señaló con los índices juntos. Adrath hablaba con el aplomo imperturbable de una estatua de mármol.

—En primer lugar no es mi problema que el ganado llegue o no. Lo único que me importa es que su padre cumpla su parte del acuerdo—dijo—. El cómo lo haga o la reputación que tenga su familia sobre las deudas me es indiferente.

Se formó un silencio la mar de incómodo, la expresión de aquél tipo era inescrutable.

—El trato estaba claro: yo le prestaba dinero a Erlan y en una semana él tenía que devolverlo. Él no ha cumplido su parte mientras yo sí he cumplido la mía—plantó ambas palmas en la mesa aunque sin hacer ruido—. ¿Y ahora viene usted aquí a ofrecerme una limosna y a decirme que les deje más tiempo "mientras lo investigan"? ¿Cuánto puede ser eso, señor Copper? ¿Otra semana? ¿Un mes? ¿Un año?

Era extraño pero en lugar de enfurecerse, aquél hombre parecía incluso anonadado con la situación.

—Eso suponiendo que lo consiga. Lo siento mucho pero soy un hombre ocupado y cuando alguien viene a pedirme dinero hay unas reglas muy claras a seguir. El pedir plazos indeterminados de tiempo no forma parte de ellas.

-No pido plazos indeterminados de tiempo, señor, solo pido una semana más o dos, dependiendo de su generosidad, para investigar lo que ha ocurrido con el ganado.-Respondo.-No creo que sea mucho tiempo para un hombre tan ocupado como usted, ¿No le parece?

Por otro lado, yo no le ofrezco ninguna limosna, le ofrezco mis servicios como trabajador o como guardia, lo que mejor le acomode, sin coste alguno para usted durante el tiempo que estime necesario para cubrir el interés de la deuda durante ese tiempo extra o bien, si queda satisfecho con mis servicios, para cubrir la deuda completa. 

Se que a primera vista no parezco gran cosa, pero mi alfanjon y yo podemos ser de gran utilidad llegado el caso.

No se me ocurre mas, la verdad... XD

Adrath se mesó uno de los bigotes, como si estuviese pensando en algo.

—Voy a serle sincero: Me importa un ardite cualquiera de estos patéticos páramos que tienen el valor de hacerse llamar "terrenos de cultivo", cualquier rebaño de ovejas y, en general, cualquiera de sus asuntos—dijo—. No obstante... buscaba a alguien con las suficientes agallas como para no echarse a temblar ante un poco de adversidad. Ya era hora de que lo encontrase.

Lo soltó y volvió a entrelazar las manos sobre la mesa.

—Si estuviese usted dispuesto a hacerme cierto favor. Dependiendo de cómo se le de, tal vez me olvide de la deuda. ¿Qué le parece?

-¿A quien me tengo que cargar?-Pregunto sin poder esconder una leve risa como si entreviera el curso de la conversacion entre las precauciones de mi interlocutor.-Pareces tan precavido que debe ser algo... delicado. ¿No?

Muy bien, si cumplo la deuda queda perdonada. Sin medias tintas ni quizás. Uno por otro. ¿De acuerdo?

—A nadie, señor Copper.

La contestación tan abruptamente seria de Adrath te golpeó como un puño. Tres segundos de incómodo silencio después, volvió a esbozar una sonrisa sesgada mientras juntaba las yemas de los dedos con gesto ocioso.

—Digamos que estoy... dando caza a una fugitiva que debe ser capturada y encerrada por sus crímenes. Le he seguido la pista hasta aquí, sé que está en algún lugar entre toda esta maldita zona rural pero ahora mismo no puedo buscarla libremente sin que se dé cuenta de mi presencia. Sabe quién soy, pero ahí es donde entra usted.

Bien, una cosa estaba clara. La persona que en un principio se te había antojado un usurero con suerte, parecía no serlo después de todo... ¿o eran imaginaciones tuyas?

—A usted no lo conoce. Si la encuentra, la captura y me la trae, yo me olvidaré de la deuda de su padre. ¿Le interesa?

-Podría interesarme.-Respondo dubitativo.-Es más, me interesa bastante. Digame, ¿Qué crimen ha cometido para que la busque con tal perseverancia?

—Le interesa si quiere que su padre pague la deuda—dijo Adrath—. Aunque lo que esa chica ha hecho me temo que no es de su incumbencia. No puedo divulgarlo a los cuatro vientos.

Por el tono rancio con el que lo dijo, dedujiste que era verdad pero más que "cierra el pico" sonaba a "por piedad, vayamos al grano de una vez".

—Buscamos a una hechicera que responde al nombre de Ayla. Tiene tan solo veinticuatro años pero ha quebrantado reglas vitales. Era de esperar que tarde o temprano ocurriese esto, le encanta jugar con fuego—algo lo hizo reírse para si mismo—. Literalmente hablando. El caso es que debe ser castigada por sus crímenes. Viaja sola pero...

Restaltó el último "PERO" alzando ligeramente la voz.

—La quiero viva—terminó—. No creo que le sirva de mucho que le describa su aspecto porque dificilmente irá mostrando su rostro por ahí. Pero si insiste: Cabello largo, pelirrojo, ojos ambarinos, complexión delgada. ¡Oh! y no se deje engañar por lo inofensiva que pueda parecer, es una zorra astuta...

Mostró las palmas de las manos como si acabase de mencionarte la cosa más fácil del mundo.

—Es así de fácil señor Copper. Usted me trae a esa chica y yo me olvido de la deuda de su padre.

-De acuerdo.-Respondo.-Así será. La traeré aqui para usted viva, sana y salva. A cambio la deuda de mi padre queda cancelada, ¿De acuerdo? 

Dicho esto, me levanto de la mesa y espero su respuesta antes de salir.

Adrath sonrió complacido aunque de algún modo te resultó más bien inquietante.

—Me alegra que nos entendamos, señor Copper—dijo—. Por cierto, en cuanto salga por esa puerta debe saber que no volverá a encontrarme aquí. Lo lamento, cosas de actuar de incógnito... El único modo de dar conmigo será precisamente capturándola a ella, porque ella sabe cómo encontrarme.

Se mesó la barba un instante, pensativo, tras varios segundos agregó algo más.

—Una cosa más: hay un pequeño grupo de personas designado también de forma "extra-oficial" que anda buscando a esa hechicera. Actualmente se encuentran en Denerim. Dos de ellos son magos del Círculo de Hechiceros así que no tiene pérdida si coincidiese con ellos.

»Huelga resaltar que sea discreto: Si les ve, bajo ningún concepto les mencione que anda tras ella o no le permitirán acercarse...—advirtió—. Invéntese alguna excusa: que es un aventurero que se encuentra allí viajando por el reino a ver en qué lugares podría echar una mano, por ejemplo. Sea creativo.

Se encogió de hombros como quien desestima detalles.

—¿Por qué? Porque me temo que, en su ignorancia, esos muchachos prefieren hacer la vista gorda con una antigua compañera a dejarla que pague la deuda que tiene con la ley. Y si no le permiten acercarse, no puede encontrarla, si no puede encontrarla a ella, no podrá encontrarme a mí, y si no puede encontrarme a mí... bueno. Ya sabe, ¿no? No creo que quiera que su padre tenga problemas. Después de todo, está metido en este lío por culpa de esa chica.

Metió una mano en una de sus amplias mangas y sacó un brazalete con una piedra engarzada.

—Tome esto, si logra que se lo ponga, no le dará problemas con sus hechizos.

Conoces Denerim, es la capital del reino ni más ni menos... pero está aun día y medio de Risco Rojo en caravana. Tendrías seguramente que volver a casa a hacer un poco de equipaje y coger una caravana de las muchas que salían de Risco Rojo.

Aprovecha si quieres preguntarle algo más sobre lo que ha dicho o, si lo tienes todo claro, irte. Tú dirás.

-¿Ella es la culpable?-Pregunto asombrado.-¿Puede ser más concreto?

—Rompió una serie de normas vitales del Círculo así que, sí, es la culpable—respondió Adrath—. No creo que sirva de mucho que le explique algo con lo que no está familiarizado.

-Ya, pero no entiendo como puede estar alguien metido en este lio por culpa de la chica a la que no conoce.-Digo tratando de hacer circular la sangre de mi cerebro.

-¿No la busca la guardia gris ni nada de eso?

—No, los asuntos del Círculo son los asuntos del Círculo. Los Guardas Grises poco o nada tienen que ver—Adrath esbozó una sonrisa sesgada—. En cuanto a qué tiene que ver Ayla con su padre... ¿por qué no le pregunta a él?

-De acuerdo.-Digo resignado.-En fin, si me disculpa deo marcharme ya. Si no tiene nada más que decirme, claro.

Dicho esto, hago una leve pausa esperándole y me dirijo a casa de mi padre.

—Espero con interés sus progresos, señor Copper—Adrath dejó de mesarse la barba—. Y recuerde, Independientemente que quiera o no, Ayla tiene la clave para volver a encontrarme. Lo entenderá cuando de con ella y saque el tema.

Tras todas aquellas revelaciones decidiste que no había más que añadir y saliste de la caseta. El aire del exterior se te antojó poco menos que celestial... ¡Hasta ahora no habías sido consciente de lo opresivo de la atmósfera de la que acababas de salir!

Encaminaste de nuevo tus pasos hacia tu hogar (bueno, hacia la caravana que te conducía a tu hogar) ¿Qué pensaría Erlan de lo que tenías que contarle? Era difícil determinar si las nuevas eran buenas o malas... Adrath había dicho incluso que tu padre estaba metido en todo el lío debido a aquella misteriosa hechicera.

Que tú supieras, era la primera vez que oías hablar de ella. ¿De qué iba todo aquello?

Necesitabas analizar la situación actual con calma, informar a tu padre de la misma y decidir cómo empezar a ponerte manos a la obra. Sí, eso era lo principal.