Partida Rol por web

Cerraste los ojos por inercia y oiste a una de tus dos compañeras lanzar un chillido de espanto. Aunque no tuviste ni idea de cuál de las dos fue.

¿Ya estaba? ¿Tanto esfuerzo para nada? ¿Tanto ganarle tiempo para que en unos segundos terminara todo con una de tus amigas ensartada por un filo espiritual? ¿Había sido todo en vano?

Escuchaste algo arrastrar violentamente por el suelo, como unas botas, y un golpe sordo...

Pero Gabrielle no gritó.

Se hizo el silencio.

—Para...

Abriste los ojos de golpe soltando el aliento que habías contenido sin querer y te atreviste a mirar con el corazón en un puño. Malicia había agarrado a la maga por las muñecas y del impulso la había arrastrado hacia atrás, hasta que se había dado de espaldas contra uno de los muros de piedra. Pero sólo la sujetaba así... el tenebroso filo luminoso había desaparecido.

—Para ya...

Visteis como el manto de llamas violetas se desvanecía, dejando al descubierto de nuevo el aspecto "de carne y hueso". Y por una vez la voz se le quebró.

—Para...

Alexei no lo vió porque estaba de espaldas, pero Gabrielle sí pues lo tenía delante. Desde el primer momento se os había antojado que la única forma de describir la forma de miraros de Malicia era como si la ira más recalcitrante se estuviera ahogando en la amargura más insondable. Y definitivamente parecía haberse ahogado... porque los ojos del espíritu caído se habían llenado de lágrimas, de hecho, un par de ellas le corrieron por las mejillas contra su voluntad.

Eran lágrimas de rabia, de dolor, de tristeza, de remordimiento, de frustración, de tantas cosas a la vez que simplemente no podían contenerse.

—P-Para...

Soltó un quejido, le fallaron las piernas y se cayó de rodillas agarrándose la cabeza con ambas manos. Le temblaban los brazos como si el peso del mundo acabara de caerle encima. Como si fuera presa de un tormento que no tenía fin.

—No puedo más...

A Gabrielle no le dio tiempo a recuperar el resuello después de haber regresado violentamente del vórtice. Vio que todos sus amigos estaban vivos, pero antes de que pudiera sentirse aliviada fue arrollada por la flecha violácea en la que se había convertido Malicia. Sintió que sus pies perdían el firme y era levantada en volandas como el muñeco de trapo que un niño caprichoso hubiera descartado. Cerro los ojos con fuerza, tomó aire, se encogió instintivamente.

Y entonces llegó el golpe que había estado anticipando. Soltó todo el aire en un sollozo entrecortado cuando Malicia la estampó contra el muro. Intuía lo que iba a ser lo siguiente: Malicia la ensartaría con su espada y sería el fin. No era justo, había hecho todo cuanto había estado en su mano, se había esforzado al máximo, ¿para nada? Es posible que hubiera salvado a sus amigos. Con un poco de suerte, quizá habría salvado Thedas de la destrucción.

Pero por mucho que lo intentara, por mucho que se esforzara, ella no era Andastre. No era un símbolo de todo lo que era bueno y justo, no era un ideal. Era una cría. Una novata metida en algo que superaba con creces. No podía afrontar el martirio con la serenidad de la Prometida del Hacedor. Por mucho bien que hubiera hecho, quería seguir viviendo.

Quería...

El golpe no llegó, y empezó a ser consciente primero de si misma, luego de lo que le rodeaba. Estaba temblando y llorando, sentía dolor en la muñecas. La presión aflojó, y ella abrió los ojos. Vio la borrosa figura de Malicia a través de las lágrimas perder su brillo purpúreo característico y postrarse de hinojos en el suelo. Gabrielle se encogió de nuevo, agarrándose los brazos con las manos como si tuviera frío.

El corazón le latía en el pecho como un martillo. Era curioso. Con Malicia arrodillado a sus pies, derrotado, se sentía muy humilde.

—No soy Andraste —la primera frase traicionó sus pensamientos—. No podría serlo y no pretendo serlo. Solo soy Gabrielle, pero como a ella me gusta ayudar a todo el mundo, si está en mi mano. A kossiths, a magos, a enanos, a elfos, a niños y a ancianos, a espíritus, a demonios y a aquellos que se han quedado a medio camino. Creo en un mundo en el que todos nos  ayudemos los unos a los otros. Quiero vivir para la felicidad, no para la miseria ajena. No quiero odiar y despreciar a los demás. Thedas es rica, hay sitio para todos.

»Creo que la vida puede ser libre y hermosa, aunque nos hayamos desviado del camino. Es posible que la avaricia haya envenenado nuestras almas, haya levantando en el mundo murallas de odio, nos haya llevado a la miseria y al derramamiento de sangre. Que la magia, el don que nos ha concedido el Hacedor, un regalo que nos da libertad para cambiar el mundo, haya creado una monstruosidad como Tevinter y nos haya traído esclavitud. Puede ser que nuestras leyes nos hayan aislado y nos hayan hecho cínicos. Que nuestras victorias nos hayan hecho duros y faltos de sentimientos. Pero también creo que lo que necesitamos ahora es amabilidad, compasión y cariño. Sin estas cualidades, la vida será violenta y todo se perderá.

»¡Todo lo que hemos conseguido clama por la bondad, clama por la fraternidad universal, por la unidad de todos! No hay que desesperar. En el capítulo dieciséis del libro del Cantar de la Luz está escrito que el reino de Hacedor se halla dentro de todos. No de un hombre, o de un grupo de hombres, o de una raza, sino de TODOS. ¡Todos tenemos el poder! El poder de crear lo que se nos antoje. El poder de crear felicidad. El poder de hacer que esta vida sea libre y bella, de hacer de esta vida una maravillosa aventura.

Sorbió por la nariz, se arrodilló junto a Malicia y le dio el abrazo que Andraste no había podido darle.

—En el nombre del Hacedor, unámonos —le susurró al oído a Malicia.

Cuando Malicia agarró a Gabrielle y la estampó contra el muro, Alexei se temió lo peor. Pero al ver como el demonio se derrumbó al suelo respiró aliviado. ¿Qué significaba exactamente eso? ¿Habían ganado? ¿Todo se había terminado de una vez por todas? El rubio no terminaba de creérselo, pero cuando Gabby pronunció su discurso y abrazó a Malicia entendió que efectivamente, todo había acabado.

El joven guerrero, dolorido, cojeando y bañado en su propia sangre, le hizo un gesto a Lynn y a Ayla para que le siguieran mientras se dirigía hacia donde se encontraban Gabby y Malicia.

—No se me dan tan bien los discursos como a Gabby, pero creo que puedo entenderte. Tanto tiempo sólo y consumido por el odio y la rabia. No me cabe duda de que lo que has vivido ha sido un completo infierno.

Mientras avanzaba le hizo el mismo gesto a Allure y a Astucia, para que también le acompañasen. Entonces al ver a Allure comprendió algo. Al final todo trataba de una cosa, de una única cosa. Y al entenderlo, todo en su interior cambió.

—Te quedaste sólo y perdiste a la persona que más amabas. Pero ella no hubiese querido que hicieras nada de eso. Porque ella sólo tenía amor por todos. El amor todo lo disculpa, todo lo espera y todo lo perdona—esa era una frase de su madre y Alexei no pudo evitar derramar una lágrima—. El amor es una fuerza tan incomensurable que...

El joven guerrero volvió a mirar a Allure.

—... que es capaz de hacer que sacrifiquemos todo lo que somos por los demás. 

Finalmente llegó hasta dónde estaba la extraña pareja y el rubio echó una elocuente mirada a todos sus compañeros. Entonces hincó la rodilla y abrazó tanto a la maga, como al demonio.

Las manos de Malicia se aferraron a los brazos de Gabrielle cuando ésta lo abrazó. Tenía los dedos crispados como garfios, como si el primer impulso hubiera sido empujarla lejos de él y al mismo tiempo fuera totalmente incapaz de hacerlo. Y de hecho no lo hizo, aunque tampoco dijo nada.

Fué sólo cuando Alexei se sumó que os sacudió con un jadeo sobresaltado y apoyó ambas palmas en el suelo. Aunque bueno... por otra parte no dejaba de ser un habitante del Velo y el contacto cercano no era precisamente uno de los fuertes de los habitantes del Velo.

En ese momento, Lynn se atrevió finalmente a soltar el aire que había estado conteniendo y susurró algo llevándose una mano al pecho. El resultado fué un pequeño resplandor de luz que si bien se vió algo tenue le sirvió para poder separarse de Ayla y caminar por si sola sin irse de bruces. Ambas se habían acercado pero se habían detenido a varios metros de vosotros por pura cautela de no tentar a la suerte tras aquella reacción por parte del espíritu caído.

Malicia resollaba sonoramente, como quien se pregunta si el aire siempre había sido ta poco pesado de respirar... Tras unos instantes frotó el rostro sobre un brazo y volvió a agarrarse media cara con la mano. Miró de soslayo a Alexei y por una vez el guerrero no se vió taladrado por una lanza de rabia en aquel ojo que lo observaba. Lo que vió fué el desconcierto y la cautela de alguien a quien le cuesta concebir que un humano pueda ofrecerle otra cosa diferente al desprecio.

Luego miró a Gabrielle, que también notó la ausencia del escrutinio feroz aunque a ella le resultó algo más difícil descifrar la intención.

—Te lo recuerda, ¿verdad?

Os volvísteis como un solo ser al escuchar la voz surgida de la nada. Astucia se había acercado en algún momento a varios pasos y ni si quiera lo habíais oído. Tenía un ojo algo entrecerrado, como si se hubiera lastimado con el trompazo o algo así, pero miraba a su doble con una expresión totalmente neutra.

—Constantemente.

Malicia frunció el ceño.

—No eres exactamente un demonio—insistió el espíritu—. Los demonios no pueden reaccionar así a las cosas, no tienen corazón. Así que puedes verlo. No sólo lo que dicen, sino lo que hacen. Sabes perfectamente a qué me refiero.

Malicia frunció aún mas el ceño y por unos instantes os preguntásteis si no iba a empezar a pegarse con él de nuevo pero el caso es que no movió un músculo. Y tras unos pocos segundos más simplemente lanzó un suspiro quedo y miró en otra dirección.

—Poco importa ya...

Menos a él, en ese instante un chispazo descomunal os hizo botar a todos en el sitio. El suelo comenzó a temblar violentamente y os girasteis sólo para ver cómo de las inmensas puertas en las que aún estaba clavado Glandivalis se desprendía una miriada de rayos negros que trazaron arcos en todas direcciones.

—No...

La puerta emitió un reverberante, lento, pesado y quejumbroso sonido metálico.

—¡NO!

Astucia se dió media vuelta y salió disparado volando como un rayo a recorrer la distancia que lo separaba de las enormes jambas de metal.

—¡¡NO, NO, NO, NO!!

El espíritu estiró ambos brazos y estrelló las palmas contra ella justo en el preciso momento en que el bastón salía disparado por el aire haciendo giros con un zumbido grave en medio de una serie de descargas negras. Astucia gimió tortuosamente empujando con todas sus fuerzas en una lucha espantosa contra la propia no-existencia.

Por un escabroso segundo que os congeló la sangre en las venas, no supisteis si fué vuestra imaginación pero tuvisteis la sensación de que una de las puertas metálicas se movía ligeramente y que sólo aquel impacto la detuvo en medio de un chispazo de luz. ¡Había una rendija de separación muy fina entre ambas jambas!

Una sensación ominosa, abrumadora, indescriptible, os invadió. No sabrías explicar por qué. No teníais ni idea del motivo. Vuestro instinto sólo os dejó una cosa meridianamente clara:

Aquello no debía abrirse.

Astucia lanzó un alarido desgarrador cuando otra miriada de rayos se desprendió de aquello, esta vez aguijoneándolo entero como si fueran obra de alguna entidad invisible que hubiera cobrado vida y se lo quisiera "quitar de encima" o algo así. Pero se negó a retroceder.

—¿Qué haces? ¡Se acabó!—le gritó Malicia medio incrédulo medio desdeñoso—. ¡Nada en todo el Velo puede contener eso por si solo! ¡Déjalo o te inmolarás en cuanto se abra!

—¡¡NO!!

Los brazos de Astucia temblaban tan violentamente que casi parecía que estuviera sosteniendo el peso del mundo. Pero una vez más, aquello no era nuevo. Una vez más, la historia se repetía. Enfrentarse al mundo entero él solo, a un imposible, a las terroríficas fauces de la muerte abiertas de par en par sólo por la mínima posibilidad de salvar la esperanza, era algo que ya había hecho en una ocasión.

Un nuevo chispazo de luz tuvo lugar contestado por un latigazo de rayos negros procedente de la fina rendija que había entre ambas jambas.

—¡No voy a fallar otra vez!—gritó el espíritu con la voz sofocada por el esfuerzo y el dolor. No obstante, sus pies comenzaban a deslizarse hacia atrás sobre el suelo—. ¡Otra vez no! ¡¡ESTA VEZ NO!!

Ayla se había cubierto por acto reflejo con los brazos pero ahora observaba la escena con el horror reflejado en los ojos. Sacudió la cabeza como si con aquello pudiera poner en marcha de nuevo sus pensamientos.

—¡¿A-A qué estáis esperando?!—exclamó. Pese a que pudisteis sentir el nerviosismo de la inseguridad en su voz—. ¡No puede él solo!

Echó a correr hacia la puerta aunque la energía descomunal que ésta emitía la empujaba con demasiada fuerza, no podía acercarse hasta el espíritu así que se detuvo donde ya no podía avanzar más y estiró ambas manos hacia adelante.

—¡Ayla!—se asustó Lynn —. ¡Apenas tienes... !

—¡No importa la magia!—gritó la apóstata por encima del escándalo de descargas de rayos y chispazos que se estaba produciendo—. ¡Estámos en el Velo! ¡Da igual ser mago o no serlo! ¡Da igual no tener mana! ¡Aquí lo único que importa es la voluntad!

Cogió aire sofocadamente y apretó los dientes como si estuviera concentrándose con todas sus fuerzas. En ese instante visteis cómo uan serie de lúcilos empezaban a aparecer en torno a ella, y rápidamente comenzaron a zigzagear como un enjambre de luciérnagas a la fuga en dirección al espíritu, el cual lanzó un jadeo de sorpresa cuando los sintió a su alrededor.

—¿No quieres que Thedas se vaya al infierno?—masculló con un deje de desesperación mal disimulado—. ¡Pues concéntrate en eso y en todo lo que no quieres perder como si fuera lo último que haces en tu vida, y ayuda a cerrar esa JODIDA PUERTA!

La clériga tragó saliva visiblemente aterrorizada. ¿Realmente era posible lograr aquello? Parecía una broma de mal gusto...

Pero sólo había dos opciones ya.

Se adelantó, cojeando de una pierna, por lo que soltó un quejido cuando las violentas ráfagas de energía la empujaron y no pudo acercarse tanto como Ayla. Aunque sí estiró un brazo al frente cubriéndose con el otro... y tras varios segundos ahogó una exclamación de sorpesa al ver cómo realmente sucedía algo: un nuevo enjambre de lúcilos emanó de ella y se vinculó a la ecuación. Luego pareció concentrarse con cada fibra de su ser.

Malicia miraba aquello con una ceja ligeramente más alta que otra, como si no pudiera creerse la insensatez que tenía lugar frente a sus ojos. Hasta el punto de que parecía que estuviera viendo un puñado de hormigas tratando de detener la rotación terrestre o algo así.

Lo escuchásteis coger aire y resopló cerrando los ojos con un contrariado ceño fruncido. O como si él también estuviera esforzándose por algo.

Un nuevo haz de rayos negros lo barrió todo y Astucia volvió a soltar un alarido de dolor.

—Demostrádmelo...

Lo mirasteis al oirlo hablar de nuevo. Los había vuelto a abrir y su voz ahora sonaba desapasionada, casi cansada.

—¡Demostradme que me equivoco!—insistió mirándoos fijamente—. Demostradme que aun hay esperanza en la humanidad.

Pese a lo ceñudo de su expresión, aquello no se os antojó como un desafío arrogante. De nuevo y en el fondo... casi sonaba como una súplica.

Y ahí estaba una vez más. Una caprichosa broma del destino. El fin del mundo por tercera vez. ¿Es que esto no iba a terminar nunca? ¿Es que no había manera de que descansasen de una vez? ¿Cuánto más iban a ser presionados?

Alexei estaba cansado, muy cansado. Al límite sin duda alguna. Pero las palabras de Ayla, "esto es voluntad", lo espolearon. Si algo le sobraba al joven guerrero precisamente era voluntad*. El joven guerrero se incorporó y extendió sus brazos colocándolos en posición para empujar un objeto grande. Entonces echó a correr con todas sus... con toda su voluntad.

—¡AAAAAAAAAAHHHHH!

*Voluntad de Hierro como dote. Saquémosle provecho interpretativo.

Gabrielle hizo un gesto de sorpresa y temor cuando las puertas de la Ciudad Negra se abrieron. La aparición de aquella rendija, por pequeña que fuera, hizo que se le erizara el vello de la nuca. Cruzó una mirada de resolución con Alexei y asintió cuando vio al guerrero correr para ir a ayudar.

Gabrielle se levantó y miró a Malicia.

—Necesitaremos tu ayuda —le dijo—. Nunca es tarde para hacer lo correcto.

Dicho esto, Gabrielle giró sobre sus talones y echó a correr. A diferencia de sus amigos, ella no levantó las manos. ¡No hacía falta levantar las manos para empujar con su voluntad!

—Demostrádmelo.

El tono desapasionado de Malicia contrastaba tanto con los gritos de todo el mundo que obligo a Gabrielle a girarse antes de irse. Aquella quietud resultaba sobrenatural. Sin embargo, seguía mirándola fijamente. Y seguía jadeando. ¿Por qué de repente parecía tan drenado?

En aquel momento creísteis entenderlo: Aquella voluntad tan arrolladora que incluso hacía temblar el suelo, aquella voluntad de abrir la puerta, había nacido de un deseo de justicia insatisfecho, del mismo origen de su existencia, de lo que encarnaba como entidad del Velo. Y acabábais de sacudir todo aquello.

Una vez más, el efecto de las emociones en los habitantes del Velo resultaba demoledor. ¿Eso era lo que les sucedía cuando carecían de una razón de ser?

Quizá no fuera exactamente un demonio como había dicho Astucia, pero lo que sí que no era es un espíritu. No podía tener esperanza, pues era un concepto que desconocía. Os había pedido que le mostrárais aquella esperanza... para poder quedarse el concepto. Porque no podía conseguirla de otro modo. Y lo que había parecido costarle tanto, pues casi le suponá ir contra su propia naturaleza, había sido precisamente daros la oportunidad de hacerlo.

Pero para recuperar la fe en la humanidad, tendría que ser la propia humanidad quien lo consiguiera por si misma.

Si lo que le mostrábais era que tal cosa no era así y necesitábais su ayuda, probablemente lo que haría sería terminar de abrir aquello.

Una nueva miriada de lúcilos zigzageantes, esta vez de Gabrielle, se unió a la lucha. No osbtante, sentíais como si estuviéseis tratando de empujar una montaña con la cabeza. Por poco sentido que aquello tuviese, pero el caso es que no supisteis auto-describíroslo de otro modo.

Las descargas de rayos oscuros se sucedían intercaladas con los destellos de luz, que interpretaste como la manifestación de vuestros propios esfuerzos. Astucia trataba de tragarse el grito cada vez que una de las descargas lo acribillaba como si se tratase de un látigo monstruoso fustigando sin piedad, y auna sí... aún así no podíais evitar la sensación de que no era suficiente.

Estábais dándolo todo y no era suficiente.

—¡Maldita sea! Es demasiado... —masculló Lynn, cuya voz era la encarnación pura de la frustración—. ¡D-Demasiado iInconmensurable! ¡No podemos cerrar esto nosotros solos!

—No estáis solos.

Una repentina onda sorda, como un empujón de viento, trajo consigo un nuevo haz de lúcilos que revolotearon en espirales. Estos centelleaban con una peculiar tonalidad dorada, como si fueran... de un tipo concreto o algo así. No es que fuera coser y cantar diferenciar una bola de luz flotante de otra. Pero el caso era que en aquellas parecía primar aquel tono.

La pregunta ahora era de dónde habían salido y por qué os sonaba tanto aquella voz.